Los viajes de Gulliver: una crítica al
Estado británico
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet.
Este
pequeño texto nace de una lectura ingenua y rápida que hice de un libro
ilustrado y olvidado injustamente en mi biblioteca. La versión no es más que
una adaptación (tal vez mala o buena) de la obra original. Por eso, pido
excusas a aquellos lectores que disfrutaron Los viajes de Gulliver en su
versión original, porque, posiblemente, omito muchas cosas importantes en este
artículo. Lo que más me llamó la atención de esta novela de Jhonathan Swift fue
la crítica política al Estado inglés que tal vez, en una lectura más ingenua
que la mía, habría pasado por alto.
Lemuel
(o Samuel) Gulliver es un cirujano amante de la vida marítima desde niño,
casado y con hijos, que emprende un viaje en una embarcación con el fin de
mejorar un poco la condición crítica-económica que vive por esos días como
médico en su país. A pesar de los extraños presentimientos de su mujer, decide
aprovechar la oportunidad de trabajar en una embarcación. Lo que no sabía es
que esta naufragaría y lo llevaría a vivir experiencias sorprendentes,
increíbles e inolvidables.
Esta
novela ha sido considerada y apta para la juventud. En ella se critican los
actos humanos de occidente y sus decisiones políticas. La narración se ubica
desde el año1699 y cuenta las peripecias de un hombre que visita países muy
distintos al suyo, con los cuales puede comparar y reflexionar sobre su
situación social y sus formas de vida.
Liliput
es el país más recordado por los lectores. Allí se encuentra Lemuel con una
multitud de pequeños humanos, comandados por un rey con intenciones de
expansión, de colonización y esclavitud. Para alimentarse, Lemuel debe comer
gran cantidad de alimentos, muchos más de lo que comería un ser humano del
común de aquel país. Esto, de una u otra manera, afecta la economía liliputiense.
Decide marcharse de allí cuando el rey lo condena a muerte, entre otras cosas,
por desobedecer sus mandatos (de ir y acabar con uno de los países cercanos, al
que, incluso, accedió a quitarles las flotas marítimas; la estatura de Gulliver
era descomunal en aquel país) y por el
bienestar de la economía. Por lo tanto, llegó al otro país, donde fue bien
recibido y donde le hicieron, para que se marchara en la búsqueda de su
familia, una embarcación de su tamaño. Así, fue como, llevado por las olas,
llegó a un país muy distinto al anterior: un país de gigantes, en donde él,
ahora sería el personaje más pequeño. En un principio, fue tratado como muñeco
de circo, ya después, cuando la reina le compró tanto el muñeco como la hija al
hombre que lo halló en la playa (la hija de él era la que se encargaba de
cuidarlo), después, decía, fue muy bien tratado y pudo comer de los mejores
majares y pudo darse cuenta de que, a diferencia de Liliput, los gigantes eran
mucho más humanos y éticos, aunque, socialmente, también había pobres y ricos.
A continuación transcribo algunas referencias sobre la perspectiva que tanto
Gulliver como los gigantes tenían acerca de Inglaterra: “Le expliqué que
nuestro país estaba formado por dos islas que constituían un poderoso imperio,
el cual podía permitirse incluso el tener varias colonias en América y otras
parte del mundo. —Y esas colonias ¿no tienen sus propios gobernantes? —No,
Majestad, están sujetas a los deseos de la Corona. —Pues no me parece justo—me
interrumpió—. Yo no me dejaría gobernar por nadie de fuera de mi país. ¿Cómo
consiguen la obediencia los ingleses? —Por medio de las armas,
Majestad”.
Más
abajo el rey del país de los gigantes reflexiona: “¿Y a eso es lo que tú llamas
civilización? Pues creo que estás muy equivocado. Y si Inglaterra realmente
existe y es como me la has descrito me has hecho el retrato de una institución
que, si al principio pudo ser buena y tolerante, ahora ha llegado a un alto
grado de corrupción. No me cabe la menor duda de que en tu país, para alcanzar
un elevado cargo, no es necesario poseer ninguna virtud”. Y más delante agrega:
“No tengo más remedio que pensar que tus compatriotas son los más siniestros y
perniciosos gusanos de la naturaleza”.
Luego,
a lo último, cuando un águila lo roba del país de los gigantes, Lemuel (o
Samuel) Gulliver llega al país de los sueños, de los inventos. Personajes
extraños, viviendas extrañas, quejas políticas: “El deber de un rey es velar
por su pueblo y no aprovecharse de él”. Gulliver llega a su tierra después de
varios años y nadie le cree, excepto su mujer. Ya lo dijo un rey de alguno de
aquellos últimos territorios que recorrió Samuel: “La gente prefiere seguir
viviendo su pequeña vida rutinaria en lugar de abrir los ojos a todas las
perspectivas que el hombre tiene frente a sí”.
Ya
no digo más. Ya todo está dicho. O tal vez, ya no puedo decir más. Lo cierto es
que, entre viaje y viaje, navegué por los mares con Gulliver, y salí de mi
fastidiosa rutina, sin mar, sin sueños, sin crítica. Miré más allá y comprendí
que a los latinoamericanos les hace falta sentirse enanos para que comprendan
las causas de los problemas sociales y políticos. Como lo veo, tal vez
Latinoamérica sea Liliput… ay, pobres de nosotros ante los gigantes… Quizá ya
vemos el pie de uno de ellos en nuestras cabezas.
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