LOS ÍNDICES CACOGRÁFICOS:
¿UNA MANERA DE LLEVAR LA ORTOGRAFÍA
AL AULA DE PRIMARIA?
Por Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Nota aclaratoria: El siguiente artículo es una reseña. Traté de ser lo más objetivo
posible. Digo, desde ya, que estoy en contra de la enseñanza de la ortografía
en la escuela primaria y, si publico en mi blog este texto, es más con un fin
informativo que inquisidor. Soy consciente de que, en los primeros años de
escolaridad, los niños necesitan, ante todo, leer y comprender, más que
escribir con buena ortografía. Siempre les insisto a mis estudiantes, y ahora,
si me lo permiten, también lo diré a mis lectores, la ortografía puede llegar a
ser un tropiezo tanto para la enseñanza de la lectura como de la literatura. Y
también, por supuesto, de la escritura, porque escribir no es tener buena
ortografía, sino estructurar bien el texto, ser coherente y cohesivo y ser
oportuno en el uso del lenguaje dependiendo del género discursivo. Aquí les
dejo esta perspectiva de un investigador español. ¿Habrá algunas cuestiones
positivas?
Álvaro Rodríguez Sanmartín. Enseñanza de la ortografía en
Educación primaria. Madrid: Editorial Escuela Española, S.A., 1997.
Una de las grandes preocupaciones del maestro de hoy es
saber llevar la ortografía al aula. Unas veces, prueba con juegos o con
recursos mnemotécnicos; otras, cambia el genio y utiliza la nota como amenaza.
Pero ni la primera opción ni la segunda funcionan. Los estudiantes no le ven
sentido a escribir una palabra de manera específica y fija, si la pueden
escribir a su antojo sin que el significado varíe. Para la solución de este
problema, Álvaro Rodríguez Sanmartín, docente y escritor español, presenta “La enseñanza
de la ortografía en la educación primaria”, como propuesta metodológica para
enseñar esta asignatura desde un enfoque constructivista y haciendo uso de un
recurso que denomina Carnet cacográfico, un índice de los errores más
recurrentes de los educandos en su proceso de aprendizaje.
El libro “La enseñanza de la ortografía en la educación
primaria”, publicado en 1997 y poco conocido todavía, se compone de un prólogo,
una introducción y cinco capítulos. El prólogo, escrito por Atilano Domínguez,
anticipa el contenido del texto entre anotaciones históricas y filosóficas.
Desde ahora, se deja claro que el objetivo del texto tiende más a lo práctico
que a lo teórico, que el aprendizaje de la ortografía es un proceso guiado por
el maestro y que “su idea directriz o mensaje es que cada profesor debe
recoger, al principio de cada curso, una lista similar de sus propios alumnos y
tomarla como pauta de sus clases” (Rodríguez Sanmartín, 1997 p.8). Esta lista
es lo que denomina el autor índice o carnet cacográfico.
En la introducción, Rodríguez Sanmartín explica que una
razón por la cual la ortografía no ha sido bien acogida por los estudiantes, se
debe a que los maestros han querido enseñar toda la asignatura en un corto
periodo de tiempo. Para esto, propone lo que parece ser el eje principal del
texto: el estudio racional de la enseñanza de la ortografía, partiendo de tres
puntos de los que surgen, a la vez, tres de los capítulos del libro: La
Motivación didáctica, la Determinación y ordenación del contenido y la
Metodología de la enseñanza.
El primer capítulo “Motivación didáctica de la ortografía”
presenta una dicotomía entre madurez y motivación. La primera se refiere a la
aptitud del estudiante (frente al aprendizaje de la ortografía), que se
adquiere, en su totalidad, en los últimos cursos de primaria. La segunda alude
a la razón por la cual se hace algo. La motivación puede venir de dos fuentes:
la intelectual, es decir, donde el estudiante necesita ver la utilidad de su
esfuerzo y aprendizaje; y la emocional y social, o sea, las alabanzas, los
incentivos o los castigos. Por otra parte, insiste en el argumento de que la
ortografía debe ser tomada como un proceso para que sea significativa en el
aprendizaje del educando. Esta es una manera de motivar al alumno, ya que, por
medio de una gráfica en la que se presente la cantidad de errores que comete ahora
en comparación a los que cometía una o dos semanas atrás, lo vuelve partícipe
de su aprendizaje y lo anima a seguir estudiando. En palabras del autor: “Cada
alumno puede llevar individualmente la representación gráfica de su
comportamiento en esta materia, lo cual constituye una verdadera motivación
cognoscitiva, al ver representados gráficamente los resultados de su propio
aprendizaje y comprobados por él mismo”. (Rodríguez Sanmartín, 16, 1997).
El segundo capítulo “Determinación y ordenación del
contenido ortográfico” tiene como objetivo indicar lo que debe enseñarse en
cuanto a ortografía en la escuela primaria. Para esto el autor propone el uso
de un inventario cacográfico, es decir, la recolección de los errores
ortográficos de los educandos. Por medio de una actividad, se les pide a los
alumnos que hagan, espontáneamente, una lista de palabras con cada letra del
alfabeto. Estas palabras, generalmente, hacen parte del vocabulario activo y,
por tanto, significativo del educando. Con base en el producto de esta
actividad, el docente debe hacer un inventario de los errores más recurrentes,
de la siguiente forma:
El autor afirma al respecto que “Con la elaboración del
carnet cacográfico hemos conseguido dos objetivos fundamentales en la didáctica
de la ortografía: primero, saber justamente lo que hemos de enseñar y, segundo,
saber por dónde hemos de empezar, teniendo en cuenta los vocablos que aparecen
con mayor número de frecuencia” (p. 23, 1997).
En el tercer capítulo “La estructura de la educación
primaria en ciclos” Rodríguez Sanmartín propone los ejes de enseñanza de la
ortografía en los tres ciclos de la escuela primaria española. En promedio, un
niño, en España, empieza la escuela primaria a los 6 años y finaliza a los 12 (cada
ciclo dura dos años). En el primer ciclo,
es importante ahondar, ante todo, en la ortografía natural, es decir, la
escritura de palabras que no presenten ninguna duda al momento de escribirlas.
En este ciclo, aparte de aprender a tomar el lápiz o a hacer buen uso del
papel, el estudiante debe escribir palabras de uso frecuente, saber separarlas,
usar mayúsculas al principio de un enunciado y poner correctamente el punto, el
signo de interrogación y el de exclamación. En el segundo año de este ciclo, el
maestro puede comenzar a hacer el inventario cacográfico, pues, aparte de que
los estudiantes ya saben escribir una cantidad considerable de palabras, “nos
permite confeccionar la clase de ortografía a la medida de nuestros alumnos,
siendo por ello insustituible” (p.29, 1997).
En el segundo ciclo, es importante que junto a la
enseñanza de la ortografía vaya, muy a la par, la lectura como base para el
aprendizaje de nuevos vocablos y su correcta escritura, ya que la madurez y el
nivel instructivo son más extensos y profundos. Los educandos ya pueden
producir textos narrativos y descriptivos y reconocen prefijos y sufijos
frecuentes, derivaciones de primer orden, sinónimos y antónimos.
En el último ciclo de primaria se enseña ortografía con
base en el estudio de los verbos, que son fuente de nuevas derivaciones y de
nuevos vocablos. Ya se le debe encaminar al estudiante por el sendero del
vocabulario que usan los adultos. Para que el educando, pueda poner en práctica
lo aprendido, Rodríguez Sanmartín propone que el maestro realice actividades como
informar, descubrir o explicar un hecho, con las que el estudiante se exprese
por medio escrito, ya que “estas formas de expresión alumbrarán nuevos términos
ortográficos” (p.31, 1997).
El cuarto capítulo “Metodología de la enseñanza de la
ortografía” presenta algunas recomendaciones para que el maestro enseñe de
forma adecuada la ortografía en el aula de primaria. Durante el primer año del
primer ciclo de primaria, el profesor debe enseñar los hábitos básicos de la
escritura como el manejo del lápiz o las ligaduras entre las letras de una
misma palabra. En el segundo curso del mismo ciclo, debe limitarse el contenido de la ortografía
a un grupo de vocablos que se utilicen frecuentemente. El autor hace muchas
propuestas al respecto, de las que se destacan: la explicación de la
significación de un vocablo según el contexto o el uso de estrategias
mnemotécnicas para la memorización de la escritura de ciertas palabras.
Ahora bien, es en este momento en que se empieza a hacer
uso del índice cacográfico. El maestro debe tener en cuenta las palabras mal
escritas que se repitan con más frecuencia y ponerlas en oraciones para su
respectiva explicación. El carnet cacográfico, como ya se afirmó arriba, le
permite saber al maestro qué debe enseñar y por dónde empezar.
En el segundo ciclo de primaria, cuando “el pensamiento
prelógico o lógico concreto de los seis años va iniciándose en este ciclo hacia
un pensamiento más abstracto” (p.36, 1997), el profesor debe centrar su
atención en la enseñanza del uso correcto de las consonantes: ¿cuándo se escribe
con b o con v? ¿Cuándo con g o con j? ¿Cuándo con i o con y? Además, el
estudiante debe aprender a poner correctamente los signos de puntuación y adentrarse
en el estudio de los acentos.
En el último ciclo de primaria, con base en el estudio
sistemático de los verbos, el estudiante aprende nuevos vocablos gracias a las
desinencias y derivaciones. Debe comprender, por otra parte, la diferencia
semántica y ortográfica que se presenta en la conjugación de los verbos: el
paso de un presente del indicativo a uno del subjuntivo o del imperativo. Y
finaliza el autor recomendando el diccionario como una constante en el
aprendizaje del educando.
En el último capítulo “Vocabulario cacográfico: Análisis
de los resultados”, Rodríguez Sanmartín enseña los resultados de una
investigación realizada con base en el uso del índice cacográfico y en una
muestra de los escritos de catorce mil niños españoles. Grosso modo, los
errores más recurrentes que se presentan, según su orden, son: la sustitución
indebida de la b por la v, en los dos primeros años. La h como la consonante que más eliden los
niños de 9 años. La sustitución inadecuada de la j por la g y de la g por la j. Luego, el remplazo inadecuado de la c por la z en inicial de
palabra o de sílaba.
Finalmente, el autor describe por medio de gráficos los
resultados del análisis y presenta de manera detallada los porcentajes y los carnets
cacográficos por edad y ciclo, demostrando, de esta manera, la cantidad de
veces que el estudiante escribe de manera incorrecta alguna palabra.
En 175 páginas, Álvaro Rodríguez Sanmartín propone de
manera sencilla una opción para llevar la ortografía al aula de primaria. Los
índices cacográficos se presentan como herramientas para el profesor y como base
para un aprendizaje constructivista en los estudiantes, en el que no se mira el
error como una falta sino como un paso más en el complicado y paciente proceso
de la enseñanza- aprendizaje de la ortografía. “La enseñanza de la ortografía
en educación primaria” es una posibilidad para que el maestro intente, una vez
más, llevar la ortografía al aula, aunque, en nuestro país, no se empiece
necesariamente por primaria.