Passengers: el
espacio de la soledad
Jhon
Monsalve
Imagen tomada de: http://images.entertainment.ie/images_content/rectangle/620x350/Passengers-film-trailer-still.jpg
Llama
la atención las recurrencias a la soledad que pueden hallarse en cierto número
de películas. No es raro: el cine, como cualquier expresión artística,
representa las pasiones y los estados humanos. La soledad se entiende como una
característica de cientos de personajes que se enfrentan, en algún momento de
la vida, a sí mismos y se ven obligados a la espera o a la toma de decisiones.
Sin embargo, no se puede equiparar el estado de soledad de un personaje que
viva solo en una gran ciudad con el estado de un hombre alejado completamente
de la sociedad a la que pertenece. No es lo mismo, entonces, la soledad del
personaje de Año bisiesto, dirigida
por Michael Rowe, a la soledad de Náufrago,
película de Robert Zemeckis. En la primera, la soledad es constante, pero en
medio de la ciudad y de la gente; incluso la protagonista mantiene cierta
cercanía sexual con diversos hombres con los que comparte una que otra noche,
pero a los que despide de inmediato y para siempre. No sucede lo mismo en Náufrago; el protagonista está
completamente aislado, no tiene contacto con nadie y se enfrenta a sí mismo en
una soledad que no parece acabar nunca. Es este el “toque” de la reciente
película de Morten Tyldum: Passangers,
traducida al español como Pasajeros.
En
este filme, Jim Preston (representado por Crhis Pratt), uno de los miles de
pasajeros de una nave interplanetaria (Avalon), se despierta antes de tiempo de
la máquina en que invernaba, es decir, de la cláusula en la que había sido
dormido para que despertara, sin señales de vejez, después de 120 años, unas
semanas antes de llegar a un nuevo planeta en una lejana galaxia del universo. Jim
se enfrenta solo al espacio sideral: desayuna, juega, hace ejercicio, busca la
manera para distraerse, pero la soledad, bien asimilada desde la película con
los sentimientos del que se está ahogando, lo lleva a atraer hacia sí a alguien
que no se ahoga.
Durante
un año vive solo en la nave; se comunica únicamente con un robot a quien
confiesa los deseos de despertar a Aurora (representada por Jennifer Lawrence),
una pasajera que en la tierra era escritora y que toma la decisión de invernar —entre otras cosas—
para escribir sobre la primera experiencia interplanetaria de los humanos en
otro planeta.
Sin
decirle nada a Aurora, permite que el amor crezca entre la inmensidad de la
nave. La soledad desaparece para Jim; Aurora se habitúa a la nueva forma de
vida. Ambos toman conciencia de que morirán antes de que la tripulación y los
demás pasajeros despierten. Todo parece en calma hasta que Aurora se entera de
la decisión que tomó Jim para despertarla. Entre odios expresos por la
protagonista y preocupaciones de Jim por distraer la mente en proyectos de
renovación de la nave, aparece un nuevo personaje y una inminente catástrofe
para unirlos de por vida. Un hombre de la tripulación despierta; ya se hace
evidente que las máquinas para invernar están fallando por cuestiones ajenas a
la nave espacial. Este hombre, que muere pronto a causa de una enfermedad,
otorga las llaves para el ingreso a un recinto de manejo de la nave y aconseja
a los dos pasajeros que se apoyen mutuamente. Ambos, entonces, después de
presenciar otros fallos del inmenso medio de transporte, deciden trabajar juntos
para salvar la vida de los miles de personas que no despertaron. Jim Preston,
al final, halla la manera para que Aurora —solamente ella— vuelva
a invernar, pero la mujer decide vivir junto a Jim, allí, en esa nave para
siempre.
Más
allá de los presagios de la película sobre la tecnología el futuro, más allá de
la interesante posibilidad de poder poblar otro planeta y de invernar por 120
años para lograrlo, la película representa el estado de la soledad en su máxima
expresión. Muy similar a Marte: misión
rescate, película de Ridley Scott, Pasajeros
presenta a un hombre solo fuera del planeta que se enfrenta a la toma de fuertes
decisiones para sobrevivir. En la película de Scott, el protagonista cultiva en
otro planeta; en Pasajeros, en
Avalon, donde no carece la comida, la manera para sobrevivir es la compañía.
Así como el náufrago crea a Wilson, Jim crea a Aurora. En Marte: misión rescate, la compañía se da desde la distancia: máquinas
permiten la comunicación constante con la tierra. Pero solamente en Pasajeros la compañía es más que
presencia; también se configura como la excusa para cultivar la primera
historia de amor del libro que Aurora escribió.
Ojalá
que el equipo de producción del filme piense en la posibilidad de continuar el
argumento. El nuevo planeta es una excusa perfecta para proponer la
continuación. Ya sin Jim y sin Aurora, los nuevos personajes podrían, en
conjunto, afrontar un estado de soledad que ponga en jaque nuevamente las
pasiones humanas.