domingo, 24 de marzo de 2013

La Semana Santa… ¿y las Semanas Satánicas?


La Semana Santa… ¿y las Semanas Satánicas?
Jhon Monsave
Imagen tomada de internet
Tal vez debería comenzar hablando de sexo, para empezar a herir susceptibilidades.  Recuerdo que cuando niño mi vecina (la de siempre; por antonomasia, ya es “mi vecina”) salió gritando por las calles del barrio El Pablón algunas arengas moralistas y miedosas. Decía cosas que, para ese entonces, no comprendía en su totalidad, pero que hacían referencia, hoy ya lo entiendo, al posible pegamento que Dios pondría en los genitales de aquellos que copularan en Semana Santa. Cuando pude, probé que era mentira, pues de haber sido realidad, mi mano se habría pegado para siempre a la piel del falo… Y toda la gente salía de sus casas a oír a mi vecina decir tales barbaridades y les tapaban los oídos a los niños con los dos dedos índices para que no se contaminaran tan pronto de malas preguntas.
Tengamos en cuenta que el sexo convive con nosotros todo el año y se marcha obligado en la Semana Mayor por las concepciones estúpidas del catolicismo y del protestantismo.  Y empiezo mis preguntas: ¿Es que acaso no estamos pecando de igual modo durante todo el año cuando copulamos con nuestra pareja sin estar casados y por puro placer? ¿Es que acaso Dios no es santo y por lo tanto su creación no es santa, entonces, por silogismo, todo su tiempo no es santo? ¿O es que acaso solo es santa una semana del año y el resto de semanas son satánicas? Yo no sé, pero pensemos…
Lo único diferente de esta Semana es que se conmemora la pasión de Jesucristo. ¿Y qué con eso? ¿Acaso conmemorando tal tontería se resuelven los problemas sociales y políticos de nuestro país? ¿No será que lo que hacemos es ocultarnos y opacar con más estruendo nuestra voz, para dejarla muda sin darnos cuenta? Se conmemora la Pasión de Cristo y nos olvidamos de nuestras propias pasiones y sufrimientos. Menos mal que nos escondemos durante esta semana; de lo contrario, el Estado no aplaudiría con tanta vehemencia nuestra estupidez.
Paradójico es sentirnos católicos y no darnos cuenta de que todos los días son santos por ser creación de Dios… como es santo un árbol, una mata, un suspiro, así mismo, es santo el hueco del culo que Verlaine y Rimbaud eternizaron en un soneto. Todo es santo; hasta usted y yo: Sed santos porque yo soy Santo. ¿Y entonces las demás semanas? ¿Quedamos en que son satánicas?
Argumentos de lo anterior hay por montones. Los hombres todos los días desean la mujer del prójimo, y las mujeres, ahora más crueles, ansían felaciones. Todos los días se roba por robar o para comer, se mata por matar o para vivir, se miente por mentir o para ocultar… se olvida uno de Dios, aunque sea el primer mandamiento. ¿Quién ama a Dios sobre todas las cosas? El que alce la mano no se ama ni a sí mismo; es más, no conoce el amor.  Todos los días el hombre peca y se la viene a dar de santo en una semana. Ni una madrugada, ni una subida a Morrorrico, ni una progresión de rodillas nos salvará de las llamas del infierno más cruel y mortal de todos: la vida misma, entre sus inventos humanos: la corrupción y la desigualdad social.
Yo resumiría la Semana Santa como el acto más evidente de la hipocresía humana. Nos volvemos hipócritas con Dios. No caminamos para ser perdonados, sino para hacer ejercicio. No oramos en todo el año porque siempre existe la posibilidad de que la Semana Santa llegue cargada de perdones y de regalos.  En unos años será tan comercial como el nacimiento de Cristo, y empezaremos a estrenar ropa. Y Dios quedará fuera, como en las rumbas del 24 y 25 de diciembre. Dios siempre queda fuera porque no ha aprendido a bailar.
Las limosnas que se cuadruplican en la Iglesia sirven para pagarles las putas a los curas, o los putos, o los niños. Los ramos del primer domingo perjudican el medio ambiente, vengan de donde vengan. Las calles se ensucian porque la gente católica es puerca y antiética. La contaminación del ruido incrementa ante los rezos repetitivos de sacerdotes, y el miembro ya empieza a sentir erecciones después de vislumbrar la mujer que, entre tanta muchedumbre, usa leggings y se le nota el hilo y se le marca el cameltoe. Ella, evidentemente, solo fue a caminar. Ella es otra hipócrita con Dios.
¿Cómo sería la Semana Santa si nos hubieran conquistado los Budistas o los Musulmanes? Si nuestra cultura hubiera decidido una semana especial para la conmemoración de Buda o de Mahoma, lo primero que haríamos sería defender a capa y espada nuestras creencias y criticaríamos la ignorancia de los católicos en el mundo. Porque si hay algo que caracteriza a los fieles en cualquier doctrina es su necedad de creer siempre que lo que hacen es lo único correcto y que, por lo tanto, serán los únicos salvos en la utopía del cielo y de la gloria de Dios, o de Alá, o del Nirvana.  
Ya sabemos que todo es cultural. Es más: adoramos, sin darnos cuenta, a un dios que no es el nuestro. Adoramos a un dios que nació entre la mitología hebrea y olvidamos que nuestros dioses, los verdaderamente nuestros, fueron borrados a punta de gritos y garrotes por manos de los españoles. De no haber sido así, nosotros celebraríamos las maravillas de la naturaleza porque habría sido ella la madre de todos nosotros y, por lo tanto, no contaminaríamos como lo hacemos nuestros ríos, nuestras calles, nuestro mundo… y los ricos, y los gobernantes serían conscientes de ello, y harían campañas políticas en torno al cuidado y adoración de nuestra diosa, y no usarían, como lo hacen hoy, al Dios de Israel para lograr sus fines.
Esta Semana reflexionemos sobre lo hipócritas que somos. También sobre lo ignorantes. Dejemos a un lado a Bergoglio y volvámonos los papas de nuestra propia vida. Tengamos comunicación con el Dios de Israel, que ya nos fue impuesto y del que muy difícil nos podemos despegar, y démonos cuenta de que ni Jesús ni Dios necesitan intermediarios en la tierra. Reflexionemos sobre la Iglesia y su importancia, sobre los feligreses estúpidos e hipócritas, sobre los pecados que cometemos a diario, sobre los pecados que, aun en Semana Santa cometemos, en lo satánicos y malos y antisociales que somos. Reflexionemos sobre la vida y sobre la muerte, para ver si le hallamos algún sentido a este valle de lágrimas y de hipocresía. Vayamos a moteles, a cantinas, a puteaderos, y liberémonos de nuestras cargas. Vayamos hoy y el jueves y el viernes santos. Vayamos y comprobemos que a Dios ya se le acabó el pegante para los genitales y, como piensa en nosotros, comprende nuestro estrés, nuestras necesidades físicas, nuestra costumbre de dar amor y de ser amados. Amemos, en esta semana, más al prójimo que a Dios, porque así se expresa el verdadero amor. No esperemos a darnos cuenta de que al Dios de Israel no se puede amar y así desaprovechemos ese tiempo y no queramos a los que nos rodean, comprenden y saludan a diario. Pensemos, durante esta semana, si es más importante la religión o la sociedad, si con un ramo voy a colaborar o no con el alimento del hijo de mi vecino, si con una oración voy o no a aportar en la difícil tarea de la igualdad social. Solamente pensemos y caigamos en la cuenta de que es muy posible que esta semana, por nuestras acciones religiosas y egoístas, se vuelva la semana más satánica de todas.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Las posibles causas del plagio en las universidades


LAS POSIBLES CAUSAS DEL PLAGIO EN LAS UNIVERSIDADES: LA INSEGURIDAD, LA PEREZA Y LA FACILIDAD DEL HURTO DE LAS IDEAS
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Uno de los grandes problemas que se presentan dentro de las aulas de clase de los entes educativos es el plagio. Es necesario, por  lo menos, generar una reflexión al respecto, pues es un fenómeno que, sin duda, va en aumento, aunque sea muy difícil, por cuestiones que ya veremos, definir estadísticas exactas. Partamos del hecho de que el plagio es diferente a la copia: esta última se presenta entre compañeros y muchas veces con autorización del autor del trabajo. El plagio, por su parte, es, para entenderlo mejor, el hurto de ideas que ya han sido patentadas con derechos de autor. Este texto girará en torno a la siguiente afirmación: las posibles causas para que los estudiantes universitarios incurran en el plagio son la inseguridad en sí mismos, la pereza, la poca imaginación, la prioridad en otros factores, algunos vacíos que vienen de la educación secundaria y la facilidad que les brinda tomar de internet o de otras fuentes, la información que, si el profesor no tiene el suficiente tiempo, resultará muy difícil de corroborar.
Pensemos en un estudiante que debe presentar un trabajo para la semana próxima y que no ha entendido muy bien los temas que se han explicado en clase. Este sujeto se sienta frente a una hoja y no sabe cómo empezar, se siente incapaz de hacer el trabajo por él mismo, siempre ha pensado que los compañeros son más inteligentes que él, y por todo esto recurre a tomar información de un libro antiguo o de una página no muy conocida ni visitada en la web. Al respecto, Sonia Jannet Girón, de la Universidad Sergio Arboleda, afirma: "Se bloquean frente a una hoja en blanco y se sienten tan inseguros que en ocasiones, por facilismo o por ignorancia, toman sin ningún reparo como propias, ideas, frases o párrafos de un documento y se atribuye la autoría del mismo". Este fenómeno de la inseguridad en relación con el plagio puede ser más recurrente de lo que imaginamos; y tal vez dicha inseguridad se deba a los vacíos de la secundaria, donde, por una parte, no se concientizó a los estudiantes sobre este problema, y por otro lado, dejó vacíos conceptuales en el desarrollo de las competencias básicas para cada curso.

La pereza es otro factor que influye en la decisión de un estudiante en el plagio. Tal vez sea una de las razones más fuertes para que esto ocurra. No hay que negar que los jóvenes priorizan, en ocasiones, más en otros eventos que en los académicos. Las nuevas tecnologías, por ejemplo, los tienen sumidos en los juegos y en las redes sociales, y entonces se olvidan de lo académico, y posponen sus deberes para luego por una pereza que es consecuencia de la elección de otras actividades consideradas divertidas. Ana Mónica Rodríguez expone este hecho de la siguiente manera en su artículo La pereza, en ocasiones, propicia plagios en el campo de las artes: “La pereza, es decir, la indecisión o falta de ánimo para realizar un esfuerzo físico o mental, algunas ocasiones ha dado pie al plagio”.  Es decir, no podemos negar que, de una u otra forma, la pereza es una de las causas más poderosas para que un estudiante incurra en lo que la Real Academia de la Lengua ha definido como “La copia en lo sustancial de obras ajenas que se dan como propias”.

Pero nada de esto se llevaría a cabo sin la posibilidad inmediata del plagio. Tal vez con el auge del internet ha aumentado la cifra de este fenómeno. El hecho de que el estudiante tenga a la mano miles de páginas sobre un tema en particular le facilita la copia de esa información protegida por los derechos de autor. También existen miles de libros que los profesores no han estudiado y que sirven como base para la copia de información para algún trabajo. Además, esto se respalda en la imposibilidad del profesor de constatar cada uno de los trabajos por medio de un seguimiento en la web o en las bibliotecas. Tal actividad dispondría de un tiempo considerable. Silvia Premat, en el Diario La nación, rescata lo siguiente: "El copy/paste está siempre. Los profesores no se cansan de decirnos que, si sacamos algo de Internet, pongamos bien las referencias, pero ellos qué saben. Las posibilidades en la Web son infinitas", dijo con desparpajo Victoria, estudiante de 5° año de Medicina de la UBA y contó: "Hace poco, haciendo un trabajo en grupo para Historia de la Medicina, encontramos un párrafo perfecto para lo que queríamos decir. Por suerte una de las chicas se avivó y sugirió reescribirlo usando sinónimos y nadie se dio cuenta". Y a partir de esto queda para la reflexión que, si resulta una tarea difícil para el docente seguir cientos de trabajos por la web o en las bibliotecas para constatar su originalidad, casi no habría ni la mínima posibilidad de verificar si un texto parafraseado es de la autoría o no del estudiante.


Bibliografía:
Ana Mónica Rodríguez (2009).  La pereza, en ocasiones, propicia plagios en el campo de las artes. [En línea]: http://www.jornada.unam.mx/2009/04/11/cultura/a08n1cul
Silvia Premat (2009). Copiar y pegar, la nueva forma del plagio en la universidad. [En línea]: http://www.lanacion.com.ar/1134065-copiar-y-pegar-la-nueva-forma-del-plagio-en-la-universidad

viernes, 8 de marzo de 2013

La acción inicial, la acción transformadora y las consecuencias de un texto narrativo


¿El inicio, el nudo y el desenlace?
La acción inicial, la acción transformadora y las consecuencias
Jhon Monsalve
Imagen toda de internet
Vamos a analizar una cuestión de los textos narrativos. Sabemos que, entre otros, los más sobresalientes son el cuento, la novela, el mito, la leyenda y la crónica. Sabemos también que, desde niños, nos han dicho que un cuento tiene esta estructura: inicio, nudo y desenlace, pero, ¿qué tan cierto hay en cuanto a ello? ¿Acaso los textos expositivos, argumentativos y poéticos no poseen también dicha característica? Vamos a solucionar el problema.
Un cuento, a diferencia de los demás tipos de texto, presenta una acción inicial, una acción transformadora y unas consecuencias de esa última acción. Esto quiere decir que los demás textos no admiten tal posibilidad, que eso es propio del género narrativo. En la escuela, siempre nos dijeron que la estructura de una narración comenzaba con el inicio, continuaba con el desarrollo y finalizaba con el desenlace. Ahora desmintamos eso.
En primer lugar, como ya afirmé, el orden y las palabras “Inicio, nudo y desenlace” son usados en todo tipo de texto. Todo escrito tiene un comienzo, un desarrollo y un final. Pero el cuento no: en el cuento son importantes las acciones para que fluyan las demás. Es decir: hay una acción inicial que es la que lleva a la acción del giro de la historia, que es, a su vez, la acción que lleva a las consecuencias.
En un cuento como “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, de García Márquez, podemos ver que la acción inicial es el presentimiento de la vieja; la acción transformadora es el rumor, y la acción final es el desalojo y la conflagración del pueblo. Este cuento, por fortuna, lleva un orden lineal, pero no todos son así. Por ejemplo, “La mujer”, de Juan Bosch, presenta una narración en la que se narran las acciones transformadoras, en primera medida, y luego, la inicial  y, por último,  la final. Si vamos al cuento, nos daremos cuenta de que la acción inicial no es propiamente la descripción de la carretera ni la llegada de Quico, sino la golpiza que le da Chepe a su mujer cuando se entera de que ella no vendió la leche, por dársela al niño, su hijo, que tenía hambre. La acción transformadora es, pues, el descubrimiento por parte de Chepe de que su mujer está siendo protegida por otro hombre (en este caso, Quico); y las consecuencias vienen inmediatamente, pues, a partir de la acción giro del cuento, los dos personajes masculinos se agreden entre sí, y, después de que Quico, el defensor, atenta contra Chepe, la mujer toma una piedra y defiende injustamente a su marido, casi moribundo.
Así las cosas, la estructura tradicional del cuento no es más que una pésima convención, que se aplica para cualquier tipo de texto: Inicio, nudo y desenlace. Sin embargo, para la narrativa existe la posibilidad de que por medio de acciones se explique el contenido y la profundidad de un cuento: la acción inicial, la acción transformadora y las consecuencias de esta última. Y a fin de cuentas, es la única posibilidad pertinente y también la más clara.