RESEÑA SOBRE VIDA DE JESÚS, DE ERNEST RENAN
Jhon Monsalve
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Renan, Ernest (1968). Vida de Jesús (Traducción de Agustín
Tirado). Madrid: E.D.A.F. Goya.
El
24 de junio de 1863 se publica en Francia, por vez primera, Vida de Jesús, escrita por el
controversial Ernest Renan, recordado por sus posturas racionales sobre el
Mesías, en las que niega todo acto sobrenatural del Hijo de Dios, incluido, por
supuesto, el de la resurrección. Existe una biografía amplia del autor, pero parece
ser que un solo momento de estos se configura como pertinente para la reseña
sobre su libro más representativo: es matriculado, desde niño en una escuela
católica, que deja tras una crisis religiosa que afecta, en gran parte, a
varios intelectuales de la época. Tal decisión no es extraña: el siglo XIX
consolida los avances científicos y la industria, lo que conlleva una forma
diferente de percibir el mundo místico. Vale aclarar que Renan no es
considerado ateo, pero sí un revolucionario en torno a la idea de la divinidad
de Jesús.
Vida de Jesús es considerado el libro más
representativo de Ernest Renan, por dar cuenta de las vivencias del Hijo de
Dios, desde una perspectiva más histórica y crítica que aquella expuesta en los
evangelios canónicos. En una introducción detallada sobre las bases que tiene
presentes para la escritura de este discurso, el autor reseña las
incongruencias y vacíos entre los evangelios de la Biblia e incluso, a partir
de una reflexión histórica, asegura que Marcos y Mateo conocen someramente
Palestina, que el texto de Juan fue el último en aceptarse (cabe aclarar que, a
propósito, el apéndice de la obra de Renan está centrado exclusivamente en
comentarios en torno al evangelio de Juan) y que el libro de Lucas es una
extensión de los dos primeros: “En general, el tercer Evangelio parece
posterior a los dos primeros y ofrece las características de una redacción
mucho más avanzada” (p. 45). A lo largo de la introducción, Renan ofrece
características negativas en cuanto a forma, estilo y contenido en los cuatro
evangelios del Nuevo Testamento. Luego de estas apreciaciones, detalla los
rasgos de los evangelios apócrifos, los cuales presentan una visión más amplia
y desde otras aristas sobre la vida de Jesucristo. Estas fuentes
bibliográficas, sumadas a la experiencia del autor en Tierra Santa, son el
soporte para la escritura de lo que él mismo denomina el Quinto Evangelio,
diferente a los demás por la manera en que se organiza y por las alusiones
históricas que lo acompañan. El libro se divide en XXVIII capítulos que narran,
de manera secuencial, la vida de Jesús, tal como se describe a continuación.
Los
primeros apartados de la obra relatan los acontecimientos de la niñez y juventud
de Jesús. Luego de una reflexión que presenta el autor sobre la indiferencia
hacia la cultura israelita, sobre todo, después de perder el poder social que
la caracteriza, viene a la tierra el Salvador de la humanidad, a quien esperan
con el mismo ímpetu que los persas esperan a su profeta. Llama la atención el
énfasis que hace el autor en cuanto a las características similares de estos
grupos, pues no solo comparten la concepción de un Mesías, sino también el
monoteísmo, aspecto tan disímil en otras culturas. El capítulo II,
específicamente, trata sobre la niñez de Jesús y sus nexos familiares. El autor
expone que el Mesías tiene una tía con el mismo nombre que su madre y que las
hermanas, en Su juventud, se casan en Nazareth. El centro de este capítulo es,
sin embargo, la descripción de los lugares pobres y desolados que vive o
frecuenta Jesús en su infancia.
En
los capítulos siguientes se describen las relaciones poco afectivas entre Jesús
y su familia; además, se expone la educación del futuro Salvador lejos de una
sociedad de alcurnia y de los textos griegos, a pesar de que se adapta de esta
cultura la idea de un Nuevo Mundo, que no es originaria del Judaísmo, como
suele pensarse. Jesús cree en el diablo, habla un dialecto siríaco combinado
con hebreo y se adapta a las demás costumbres y sistemas de creencias de su
época: el vino, los paseos en familia, etc. Renan describe también las
características geológicas, sociales y culturales del espacio en que vivió
Jesús. Por ejemplo, detalla, entre otras cosas, las montañas y los desiertos de
los lugares aledaños a su vivienda.
En
el quinto capítulo, el autor presenta las sentencias más célebres de
Jesucristo. Aclara que, aunque otros, como Judas el Gaulonita, también dicen
cosas semejantes, son las acciones de Jesucristo las que perduran y no
únicamente sus discursos. A lo largo del capítulo, Renan reseña máximas como
“Amad a tus enemigos” o las oraciones que profiere el Mesías hacia el Padre
delante de su pueblo. También hace énfasis en las expresiones de Jesucristo con
respecto a las acciones de los fariseos en las sinagogas, quienes se crecen por
ir a orar para que los vean y quienes dan limosnas para ser observados.
El
sexto capítulo se centra en la vida e influencia de Juan el Bautista, quien
vive en Judea y hace parte de la secta de los bautismos; además, va en contra
de las decisiones políticas del momento y de los comportamientos incestuosos de
sus gobernantes. Juan es muy popular. Bautiza y proclama el Reino de Dios.
Jesús, que es de la misma edad, lo considera superior e incluso toma parte de
sus discursos y sus acciones como ejemplo. La gente cree que Juan es Elías
reencarnado, el que vendría antes de la llegada del Salvador; otros, incluso,
piensan que Juan es el Mesías, idea que nunca fue alimentada por el Bautista.
Renan narra que este personaje tan importante en la vida de Jesús es encerrado
en prisión a causa de su pensamiento político y de su acogimiento popular,
hasta el punto que los gobernantes lo consideran una amenaza.
El
capítulo VII trata de cómo, basado en Juan el Bautista, Jesús empieza a
predicar sobre el Reino de Dios. El autor hace hincapié en la revolución moral
que predica Jesús y no en la revolución política. Para Renan, es mucho mejor
este camino que el de la sedición política puesto que las ideas del Mesías no
se habrían expandido lo suficiente. También afirma el autor que, si no hubiesen
apresado a Juan el Bautista, lo más seguro es que Jesús hubiera terminado como
un discípulo de él y no como el heredero de sus ideas, de sus discursos
impetuosos y de su proselitismo popular. La idea del Reino de Dios es una idea
moral, orientada a los pobres, a los más necesitados. En la perspectiva de
Renan, Jesús no busca suplantar las riquezas; quiere abolirlas completamente.
El
siguiente capítulo, intitulado “Jesús en Cafarnaúm”, describe geográficamente
la zona en que el Salvador lleva el mensaje del Reino de los Cielos y hace un
especial hincapié en que la familia de Jesús y propiamente los habitantes de
Nazareth no creen ni apoyan los mensajes y las actitudes del Mesías. En
Cafarnaúm, Jesús halla la aceptabilidad de la gente y empieza a creer en él
mismo como Hijo del Hombre y no como Hijo de David, denominación que le parece
menos apropiada por sus raíces humildes. En
Cafarnaúm, Jesús halla quien lo escuche, lejos de Nazareth, de su madre y
hermanos incrédulos.
Los
siguientes capítulos describen las características de los discípulos, algunos
de los cuales acogen al Mesías en sus hogares, y otros, como Pedro, se
convierten en apóstoles con funciones especiales en el futuro. Jesús es
seguido, ahora, por hombres y mujeres en Cafarnaúm (según la exposición de
Renan, entre las mujeres, hay varias que, incluso, lo apoyan económicamente). Y
junto a ellos, en el Lago Tibiríades, el Mesías lleva su palabra de consuelo a
los más necesitados. El décimo capítulo trata, justamente, sobre las
predicaciones de Jesucristo a orillas del río en Galilea, en las cuales
configura a los pobres como beneficiarios del Reino de los Cielos; de este
modo, los discursos de Jesús se convierten en esperanza para los más
desfavorecidos de la sociedad galilea, hasta el punto que llega a forjarse, en
el cristianismo primitivo, una orientación centrada exclusivamente en la
condecoración divina para los pobres: el Ebionismo. En el mismo sentido, el
apartado siguiente retoma la idea de que los pobres son la prioridad de Jesús,
quien, a partir de parábolas, enseña sobre las promesas de la pobreza y las
maldiciones de la riqueza. Así como con los pobres, el Mesías también tiene en
cuenta en sus discursos a las mujeres y los niños.
El
décimo segundo capítulo habla sobre Juan Bautista y su influencia en Jesús. El
Baustista se configura como el puente necesario para que venga el Mesías. Desde
las profecías del Antiguo Testamento, se espera que venga, primero, Elías, quien,
otrora, es arrebatado y que, ahora, traerá esperanza al pueblo. Las
características del hombre esperado las tiene Juan el Bautista. Ernest Renan
relata su muerte a causa de Salomé, quien es influenciada por su madre
Herodías, la cual, junto a Herodes Antipas, gobiernan el pueblo y, en vista de
que Juan considera ese matrimonio inoportuno porque Herodías es divorciada,
critica constantemente al rey. Salomé, aconsejada por su madre, pide la cabeza
del Bautista en una bandeja. La noticia de su muerte llega a Jesús y las
alusiones hacia él se hacen más recurrentes.
En
las siguientes páginas, Renan narra las visitas de Jesús a Jerusalén, donde no
es bien recibido por las ideas bastante contrarias de los fariseos. Jesús no
muestra su acuerdo con los sacrificios y con los sacerdocios impíos que abundan
en Jerusalén. Devasta el templo de Dios cuando ve que ha sido convertido en una
plaza. Los fariseos ya ven en Jesús alguien que va en contra del Judaísmo y
que, posiblemente, podrá destruirlo. El Mesías empieza a ser una amenaza para
los fariseos, para el Judaísmo, para los habitantes de Jerusalén. Paso seguido,
el autor aborda las leyendas que surgen normalmente de las hazañas de los
héroes o de personajes históricamente reconocidos. El pueblo de Galilea
argumenta de diversas formas, por ejemplo, las razones del nacimiento de Jesús
en Belén, para cumplir con exactitud con lo estipulado en las profecías, o
también las razones de por qué es considerado el Hijo de Dios. Las
desavenencias aparecen, entonces, entre galileos y jerosolimitanos, y se forjan
las prioritarias razones de la muerte del Mesías.
Según
los seguidores de Jesús de aquella época, para que sea considerado algo como
sobrenatural, es importante que exista un milagro y la realización de las
profecías. Renan describe en los capítulos siguientes cómo el Salvador cumple
con estas dos características: hace milagros en una época en que la medicina no
tiene precedentes en Galilea, y, añadido a lo anterior, ya se ha difundido la
idea de que Juan Bautista es Elías, tal como se evidencia en las profecías. Luego
el autor se centra en aquello que Jesús considera el Reino de Dios. Por una
parte, no es ni el cielo para los pobres, ni el favorecimiento del apocalipsis para
los justos, como puede haberse interpretado de sus enseñanzas anteriores. En
esta etapa, luego de ir a Jerusalén en Pascuas y de regresar a Galilea, Jesús
considera que el Reino de Dios es el reino del alma, de las voluntades
positivas del hombre en la tierra hacia el Padre: " (…) el reino del alma,
creado por la libertad y por el sentimiento filial que el hombre virtuoso
profesa en el seno de su Padre" (p. 215).
El
siguiente capítulo aborda la institucionalidad creada por Jesús y evidenciada
en tres acciones: en primer lugar, los discursos y actos realizados por los
apóstoles, muy similares a las predicaciones y milagros del Hijo de Dios; en
segunda instancia, la creación de la iglesia o la congregación en nombre de Él
y, en tercer lugar, la última cena, que trasciende los obstáculos temporales y
sigue siendo parte del rito cristiano en el mundo.
En
el capítulo XIX, por su parte, Renan presenta a Jesucristo como virtuoso, pero también
como quien plantea un mundo ideal en el que, incluso, se deje a familiares para
seguirlo a Él. Todo lo que no sea del Reino de Dios al Mesías le parece
inapropiado. Llega al punto de recomendarle a un seguidor que no vaya a
enterrar a su padre, si desea encaminarse hacia Él. Así mismo, les deja claro a
los apóstoles lo que sufrirían por seguirlo y reafirma la idea de que ha venido
a la tierra para traer la guerra y no la paz.
Paso
seguido, el autor habla sobre los enemigos de Jesús: Herodes Antipas no es
considerado como tal, pero se inquieta cuando llega el rumor de que el Hijo de
Dios era el mismo Juan Bautista reencarnado, es decir, al que había enviado a
cortarle la cabeza, por petición de Salomé. Los fariseos tratan de hacer creer
a Jesús que Antipas llegaría por él, pero Jesús hizo caso omiso. De lo grandes
enemigos que tiene Jesús, sin duda, están los fariseos, caracterizados por una
filosofía y unas formas diferentes de percibir la vida espiritual.
Luego
el autor narra el último viaje de Jesús a Jerusalén, cuando ya presiente que lo
persiguen. Sus familiares lo incitan a que vaya a ciertas fiestas y, al fin,
ante la insistencia, decide marcharse solo. Llama la atención la manera como
Renan critica a lo largo del libro la actitud negativa de los familiares hacia
Jesús. En Jerusalén, los fariseos y la
aristocracia del momento no aceptan sus discursos, ofensivos y amenazantes para
ellos. Buscan la manera de entregarlo a Pilato, y se inventan cualquier
estratagema: por ejemplo, la pregunta clásica de que si hay que pagar o no tributo
al César.
Después
se trata el tema de la persecución de los sacerdotes hacia Jesús para
asesinarlo. Renan reflexiona sobre el carácter político de la decisión de
Caifás al decir que más vale la muerte de un hombre que la perdición de un
pueblo, ideal de todo el sacerdocio. En el mismo sentido, expresa que así han
sido los partidos de corte conservador: pretenden salvar con la sangre de
algunos la calamidad de todo un pueblo. Jesús tiene orden de captura en febrero
o marzo de ese año, pero se retira al desierto con sus discípulos. Tan pronto
como lo reconozcan, podrá ser apresado.
En
el capítulo XXIII, se narran las acciones de la última semana de Jesucristo.
Por supuesto, luego del desierto, el Mesías va, como era de esperarse, a
Jerusalén por fechas de Pascuas. Ya presiente que lo matarán y sus discípulos
acompañan sus momentos finales. En la última cena, Jesús da a conocer que uno
de sus discípulos lo traicionará. Este pasaje toma, y hasta el momento, gran
importancia para la cultura cristiana.
Los
siguientes capítulos, en una narración bastante amena, presentan la detención,
el proceso, la muerte y el sepulcro de Jesús; en este último apartado, se pone
en entredicha la ascensión del Mesías. Para el autor, la perspectiva histórica
de Jesús llega únicamente hasta el último respiro. Luego de estas
circunstancias, Renan reflexiona sobre las consecuencias de los que cometen
acto tan atroz: los gobernantes, como de costumbre, son suplantados. Judas Iscariote,
según algunas versiones, se suicida; en otras, se afirma que se cae en un campo
que compra con el dinero de la traición y muere después de esta caída. Sin
embargo, quien recibe el peso de toda la responsabilidad es el pueblo de
Jerusalén; tanto en los fariseos como en la gente del común recae el peso de la
muerte del hombre que cambia, para siempre, las formas de ver el mundo.
Lejos
de las críticas propias de la época hacia esta obra, lejos de la valoración
negativa por parte de la Iglesia por la consideración del autor, entre otras
cosas, de que el Mesías se configura como anarquista y como ser humano que no
resucita, Vida de Jesús es una
representación fehaciente de la trascendencia científica que impera en el siglo
XIX y que, en lo posible, evita lo sobrenatural. La narración de Renan es
loable y, además, está sustentada en lecturas que, de manera rigurosa, realiza
teniendo en cuenta varias perspectivas sobre la vida de Jesús: la canónica, la
apócrifa y la histórica. Desde el nacimiento hasta la muerte, el autor detalla
las acciones y discursos del Hijo de Dios y su importancia para la cultura
occidental. En Colombia, Fernando Vallejo intenta, a finales de los 2000,
mostrar una mirada crítica de la vida de Jesús, según el análisis de los
evangelios en su libro La puta de
Babilonia. No obstante, el tono de odio, propio del discurso del escritor
antioqueño, se aleja de la cientificidad del discurso de Renan, que hace ver de
manera más clara y responsable los vacíos entre los evangelios y la necesidad
de una nueva versión, más organizada, un tanto objetiva y sin contradicciones.