lunes, 13 de diciembre de 2010

Visión onírica

Otra vez ese sueño! Me desperté hoy, después de 21 años de haber respirado por vez primera el oxígeno inmundo de esta ciudad inmunda, que apodan “Bonita”, pero que, para mí, ha sido un roto, un hueco donde me ubican como paria junto al basurero apodado “Norte”, bien lejos de la ciudad… Me desperté y recordé la imagen de ese 11 de febrero que ha atormentado mis noches por casi 4 años, pero la imagen, pensándolo bien, no me recuerda nada, más bien me avisa la forma en que mi vida se despedirá del tiempo, y para siempre. Sueño que el bus se sale del camino y que mi conciencia no muere, pero que mi cuerpo se parte en milímetros y se quema poco a poco, poro a poro…
Y saber que esta tarde no sonará esa canción que antaño oía, y que me hacía pensar que no celebraban un año más de mi vida, sino el logro de uno menos; esta tarde no sonará esa canción, por lo menos no en coro.
Hay cosa que detestan de mí esas gentes que también detesto, cosas como mi obsesivo amor por la literatura o por la gramática, cosas como mi respiración o mi odio por esta vida hijueputa, a la que, desde hace tres meses, empecé a borrarle el adjetivo, gracias a la presencia de Y. en mi vida; pongo Y. como la narradora de La loca de la casa pone M., para hablar de quien ama.
Si alguien me canta esa canción, recordaré el error gramatical, ese mismo que la alegría le tapa a algunos y la indiferencia le oculta al resto:
Cumpleaños feliz
te deseamos a ti (…)
Que los cumpla feliz
que los vuelva a cumplir
que los siga cumpliendo
hasta el año 10000. (Cuando yo era niño, decían 3000, de un momento a otro le aumentaron 7000 años para crear esperanzas estúpidas.)
¿Lo vieron?, ¿se dieron cuenta del error? La canción empieza tuteando y termina deseándole cosas imposibles a una tercera persona del singular, y nadie se da cuenta de esto: a mí, la indiferencia de antaño hacia esta canción me reveló el error, a ustedes, la diferencia a esto se lo tapa…
El 11 de febrero de 2007, a la hora que habitualmente tomaba el bus para irme a trabajar como heladero a otro hueco de la ciudad, el bus que me habría de llevar ese día lluvioso a venderle helados al clima se fue a botes por el abismo que embellecía mi sucio barrio, se fue a botes por el abismo de mi memoria y de mis sueños por siempre… Por suerte, el 10 de febrero de ese año no dormí en mi casa, por suerte no vi los muertos, ni los humos, ni los llantos… Sin embargo, ese suceso se repite en mis visiones oníricas, como se repiten los orgasmos de los onanistas, y me vuelvo en el principal testigo de la muerte de muchos, y sufro de ganas de no morir tan pronto, no ahora que Y. está a mi lado… y me enfermo sólo con intuir que algún día deje de ser yo el único protagonista con conciencia viva en mis sueños, después de mi muerte somática, y que Y. aparezca de un momento a otro para sentarse a mi lado en el bus onírico, para no permitir soledad en mi muerte…

La interesada influencia de la Iglesia católica y/o protestante en la Educación

La interesada influencia de la Iglesia católica
y/o protestante en la Educación
Jhon Monsalve

<<Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos>> [1]

La Iglesia es una empresa que se ha mantenido durante cientos de años gracias a la estupidez humana. La gente no se da cuenta de que la Santa Roma no se conformó con la estafas de indulgencias de cosas inventadas ni con el poder oscuro de los mil años que componen la Edad Media, sino que se apoderó para siempre de la base principal de cualquier sociedad: la Educación. Será por eso que los países del Tercer Mundo no pueden progresar: un pueblo con cerebro de cruz y con sapiencia falsa esperará para siempre el desarrollo de su país… Total, ellos viven de fe. Y en esto enfocaré la mayor parte de mi escrito: en argumentar que la Iglesia se cuela en la Educación por puro interés de lucro o de sexo.

No pude elegir mejor el versículo que cité arriba, porque con él puedo recordarles a los curas que su capacidad de interpretación está por el suelo: los padrecitos lo tomaron muy a pecho, porque están recibiendo a los niños en los templos como Jesús lo mandó, pero piensan que  con sus falos los niños llegarán más rápido al reino de los cielos. Una Educación en manos de gente que se centra en enseñar a rezar y que enseña sexualidad dizque sin conocimiento es una Educación que formará gente sin neuronas de ciencia y con moralidad barata. Sin embargo, no hay que culpar sólo a la Iglesia, sino a su mano derecha, el Estado, que patrocina sus divinos proyectos, y al pueblo  cristiano que aún no se ha enterado de que la Biblia es un conjunto de mitos con mil errores y que debido a su entendible ignorancia apoya los proyectos clericales que el Estado aplaude con sus manos cleptómanas. Y bien, la Iglesia saca ganancia de la Educación, disfruta mirando niños y forma gente con cabeza de Gólgota.

De la misma forma como los partidos políticos de la época federalista en la Nueva Granada educaban a la gente de acuerdo a sus ideales, la Iglesia educa a su antojo a un pueblo idiota que aprendió a repetir como lora una oración y que paga diezmos y ofrendas porque no quiere quemarse en el fuego de Satanás. Y hablando de Federalismo, me centraré (aunque a veces en periodos cercanos: siglos XVIII y XIX) por un momento en esta época de conservadurismo católico, liberalismo laico y leyes cambiantes, para  mostrar un poco que a la gran Intrusa no le bastaron mil años encegueciendo a la gente, ni le bastaron los asesinatos de la Inquisición, sino que se tomó gran parte del siglo XIX jugando a la gallina ciega con sus pollitos y matando la mente de los pocos que iban a la escuela.

En los años 80 del siglo XVIII, las universidades empezaron a secularizarse, desechando todas las ciencias especulativas y poniendo en su lugar ciencias exactas. La Iglesia empezaba a quedarse por fuera del mando educativo en las universidades; sin embargo, saltaba en una pata porque los primeros años de todo niño del Virreinato de Nueva Granada estaban a cargo de sus cruces y rezos. Si lo miramos con detalle, esta secularización universitaria es un poco idiota, porque el conocimiento científico llega un poco tarde y porque los encargados de educar al niño en la etapa más inocente es la Iglesia que puede enseñar a rezar y a odiar a todos aquellos que hablen de ciencia; los curas eran los dueños de la mente humana, como lo fueron en el Medioevo, como lo son ahora…, y los niños crecen, dan ofrendas, tienen más hijos a quienes educan con las mismas mentiras mientras crecen, y dan más ofrendas y diezmos para que los prelados puedan ir a los prostíbulos de gente famosa, para que ahí la pedofilia no se les note en los poros. En 1834 (República de la Nueva Granada), había 5000 escuelas primarias con 17000 alumnos, todos educados con tonterías y preparados para darle a la Inhumana la limosna necesaria para sus lujos. ¡Qué buen negocio!: me invento un mito de un crucificado y manejo la mente estúpida del hombre para volverme millonario.

Los jesuitas y dominicos, paridos por la Edad Media, se encargan de la Educación en el siglo XVIII, y prueban su misoginia prohibiéndoles a las mujeres estudiar, y comprueban su racismo ignorando a los indios y a los negros. Ellos se sentían aún en la Edad Media: todavía sus clases eran en latín. Por 77 años, Colombia disfrutó de una libertad de no jesuistas pero la torpeza del presidente Herrán en 1844 (República de la Nueva Granada) hizo que mandara a llamar a este grupo misógino y racista que adora a María y que no se ha enterado de que, si Jesús existió, fue negro. Y pensamos que algún día la Educación en Colombia será excelente, pero olvidamos que mientras la Iglesia exista y el Estado la apoye ese pensamiento será eterno.

Pero en 1861(Estados Unidos de Nueva Granada), hubo el más grande respiro de aire puro sin mitos. Tomás Cipriano de Mosquera separó, en la Constitución de Río Negro, la Iglesia del Estado, secularizó los cementerios, implantó en el matrimonio una ceremonia civil obligatoria, eliminó los diezmos en la Iglesia y redujo su subsidio gubernamental. Aunque la Injusta había perdido muchos de sus privilegios estatales y educativos, la gente como una cabra loca saltaba para apoyarla, y sobremanera los pobres que no encuentran más consuelo que  en historias inventadas. La Iglesia logró su objetivo: lavó la mente de todos los colombianos, disfrutó de la pedofilia y se volvió millonaria.

Este respiro de aire puro no duró mucho. Manuel Murillo Toro unió Iglesia con Estado nuevamente, reabrió los templos y dio permiso a las hermanas de la caridad para que establecieran una comunidad de niñas que rezaran y aprendieran a ser madres de familia con los consejos de aquellas que jamás lo fueron. Y Rafael Núñez en la octava década del siglo XIX protegió a la Iglesia, exigió respeto hacia ella e implantó el catolicismo como la religión oficial; lástima que no esté vivo, para recordarle que la protección la necesitaba el pueblo, empezando por los niños que eran víctimas de la sodomía de los clérigos (no puedo probarlo, pero el que lo niegue tampoco); para avisarle que nadie exige respeto si no lo merece, porque una empresa que esclaviza mentes humanas debe ser  insultada y puesta en manos de un siquiatra, y, por último, gritarle que él, Rafael Núñez, no es ningún dios para que imponga una religión oficial. En manos de este conservador, ¿qué ciudadanos le esperaban a Colombia? Ya sé: personas que fueran godas, educadas por godos, gobernadas por godos y que todos lo domingos fueran a misa en grupo, para que la bolsita de las limosnas se llenara lo suficiente para comprar cerveza, cigarros y sexo joven. Aquí quiero gritar por escrito que el que tenga oídos para oír que oiga, como lo dijo el protagonista de un mito. Sé que aunque me proponga convencer a la gente de que la Educación colombiana no puede ser dirigida por la Iglesia porque esta empresa es con ánimo de lucro y de sexo, no me creerán porque de sus putas testas, como Fernando Vallejo llama a sus cabezotas testarudas, nadie les saca lo que creyeron verdad desde niños, cuando, en la etapa más inocente e ignorante, la Iglesia aprovecha para convencer de por vida al pueblo de que un solo mito sí dice la verdad.

Pero el plan educativo dañino de la Iglesia no comenzó en la época federalista, porque si nuestro pueblo hoy es católico es por causa de lo europeos que tuvieron que imponer, lastimosamente, hasta su religión en Suramérica. Si el descubridor hubiera sido Joseph Smith, hoy la gente sería mormona. La Iglesia comienza su intervención educativa en la Edad Media, cuando se apoderó del mundo para siempre. Tomaron ideas de los griegos, interpretaron la Biblia a su antojo y educaron gente estúpida para que jamás pensara diferente. En el Medioevo la Iglesia sacó las uñas: asesinó el cuerpo de muchos e idiotizó la mente del resto; la verdad, no sé qué fue peor, si el acabose de un pueblo contado y que ya no existe o la esclavitud eterna de un mito que retrasó el progreso del mundo entero.

En la Temprana Edad Media, los monasterios eran los únicos centros educativos que existían con el único fin de formar monjes, y los niños, de sexo masculino solamente, eran llevados e internados en ese lugar que era morada de secuestradores legales ayudados por los cómplices más idiotas: los propios padres del alumno que veían un futuro prelado en la familia (total, no había otro centro educativo a dónde mandarlos). A los 6 años iniciaban su educación, porque la Iglesia es una empresa inteligente y sabe que a esa edad pueden llenarle la cabeza de Jesucristos a cualquiera. Una Educación como ésta no era un privilegio, sino el más grande deber humano de aquel tiempo; por lo menos hoy la Educación pasó a ser derecho, y como consecuencia, el porcentaje de competidores profesionales está en las nubes, agradeciendo que no es más alto de lo que se ve… la gente profesional debería agradecerle a los perezosos que no quisieron estudiar, porque de lo contrario tal vez otro ocuparía su puesto en su oficina, de la misma forma como debemos agradecerle al tiempo y a las revoluciones dentro de él por ir eliminando poco a poco el poder que la Iglesia obtuvo hacia el siglo V, aunque siga subsistiendo gracias a los estúpidos humanos que fueron dizque los mejores estudiantes del catecismo; humanos que cuentan sus desgracias a los curas y que creen que Dios fue el que los perdonó; humanos que prefieren dar dinero a una empresa tan millonaria y no a unos que se mueren de hambre a una cuadra de sus casas.

Definitivamente, la Iglesia ha hecho muy bien su trabajo: se inventaron a un Dios que perdona los pecados y que es tan necesitado que exige ofrendas. Me imagino a los sacerdotes riéndose de las historias de los ignorantes y contando el dinero para pagar las mejores putas. Sin embargo, para no correr el riesgo  de que los vean entrando o saliendo de un puteadero buscan la forma de satisfacer sus ganas sexuales: ellos son los victimarios, y los niños que buscan el reino de los cielos son las más mudas víctima. Unas líneas arriba, decía que los padres mandaban a sus retoños a esos monasterios de pecados escondidos para que cuando crecieran tocaran el poder de Dios, pero casi puedo asegurar que primero tocaban los falos de sus maestros porque aquel que no tenga sexo en la casa de Dios es una excepción divina. ¡Cómo se han aprovechado esos hijos de puta de la futura sociedad! Está bien, yo no puedo probar la sodomía del Medioevo de la misma forma como un creyente no puede probar la existencia de Cristo, pero creo que yo me acerco más a la verdad, ¿cierto, padre Marcial Marciel?, ¿cierto, cardenal López Trujillo?: estos dos se están quemando en el infierno, en el cuarto de pederastia; no pueden contestarme.

El que piense que la influencia de la Iglesia en la Educación NO es un interés por plata y sexo… pues que lance la primera piedra hacia el cielo a ver si se baja de una vez por todas a Jesucristo que ya se ha demorado mucho.

Rescato de la Edad Media a Carlomagno que supo exhortar a los miembros de la Iglesia, que ya se habían aburrido de sus trabajos educativos, habían descuidado el estudio de las letras y cuya humildad y seriedad para interpretar las escrituras iba en deterioro; es decir, las clases de escolástica que dictaban eran un poco más que basura. Carlomagno estuvo muy bien con esa exhortación hacia sus correligionarios; no importa que sufriera de la enfermedad del cristianismo, aquí lo que me importa es destacar que sí se preocupó por la Educación de su tiempo, aunque ignorara que esas clases estaban basadas en un mentiroso mito que ha ido extendiéndose como pedo en ascensor por este mundo con cabeza hueca que da diezmos y ofrendas aunque esté endeudado hasta el cuello. Esto no me sorprende, porque el objetivo de la Iglesia no es ganar almas para Yahvéh, sino ganar monedas para su alcancía con forma de becerro de oro.

Rescato de la Edad Media la forma como los monjes dictaban sus mentiras: la lectio y la disputatio (por otra parte, la questio y la determinatio) que sirvieron como base para toda la historia educativa, para tesis de pedagogos y para enseñar estiércol durante el Medioevo. (Claro está que estas dos formas de enseñanza salieron de los griegos como de ahí aparecieron muchos mitos que compusieron el de Jesús). Hoy de las dos se prefiere la segunda y la sugiero, porque tal vez en alguna de las discusiones entre maestros y alumnos se desilumine lo que creen verdad y se den cuenta de que no puede permitirse que la Educación siga en manos de la empresa más bellaca.

Ahora bien, la Iglesia católica no es la única interesada, porque no es la única iglesia. Con Lutero en 1517, después de sus 95 tesis, empezó la decadencia de un poder divino que hizo estragos. El protestantismo apareció no solo para conformar una Reforma, sino para dividirse en tantas religiones que no inocentemente se colaron en la Educación.

Estudié 6 años en un colegio protestante donde aprendí que Jesús lloró lágrimas de sangre. Hoy me doy cuenta de que un niño de 4 años sabe más que esa pastora que dictaba religión. Jesús, si existió, nunca lloró sangre; él sudó sangre… que es otra cosa. Si la educación religiosa de todos los colegios protestantes es como la que recibí, la comunidad evangélica será bruta en ciencias y religión, porque si educar sobre Dios es prioridad, y cometen estos errores, ¿cómo los educarán en ciencia, si esta ocupa el segundo lugar?

Estudié en esa institución porque era la más cercana. Era un edificio de cuatro pisos que pertenecía al pastor dueño de una manzana del barrio donde puso un colegio para comprar en el futuro, con las ganancias, otras manzanitas. Jugando con la fe del pueblo evangélico, educaba niños para que su rebaño creciera y diera resultados en ofrendas y diezmos. Aquí tal vez no exista pedofilia, porque los pastores sí se casan (aunque con las más feas), pero existe el mismo interés educativo de la Iglesia católica: sembrar semillitas, regar agüita y cosechar cabezas de Biblia y plata de tontos. Yo no seguí ese camino porque no creo en el hombre invisible… y porque no quiero que otros paguen las mejores putas con mi dinero para esconder su pederastia, para eso las pago yo, y no hago parte del pueblo estúpido. 

Protestantes y católicos están volviendo mierda la Educación del mundo. En Colombia, algunos de los mejores colegios y universidades son administrados por prelados o pastores. Aunque los profesores sean imparciales y enseñen bien su asignatura, queda aún la cicatriz de aquellos que ganan más haciendo menos y haciéndolo mal, porque una buena Educación no necesita ser dirigida ni administrada por un cómplice de Cristo que busca tener tantos pesos como putas o tantos niños como orgasmos. No obstante, siguen ahí respaldados por el pueblo católico o protestante, según el caso; esperando a que la población siga creciendo para educar futuros diezmos; esperando a que alguien que no existió vuelva; esperando a que las idioteces humanas los vuelvan millonarios… mientras yo espero a que se haga otra guerra mundial en la que católicos y protestantes se maten mutuamente, para que al fin la Educación  deje de ser la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.






BIBLIOGRAFÍA
GONZÁLEZ PRADA, Manuel. “Instrucción católica”. En: “Propaganda y Ataque”. Lima, 19…
HENAO, Jesús de María y ARRUBLA, Gerardo. “Historia de Colombia”, Bogotá, 1936.
Nueva Granada. (Página consultada el miércoles 26 de febrero de 2010) [En línea] dirección URL:   http://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_Granada.
LUZURIAGA, Lorenzo. “Historia de la Educación y de la Pedagogía”. Buenos Aires: Losada, 1971.
MEECHAM, J. Lloyd. “Church and State in Latin America”, Chapel Hill, 1934 (pág. 155).
PUENTES, “Historia del partido liberal colombiano”, 2 Ed. Bogotá, 1961 (pág. 296).
RAUSCH, Jane. “La Educación durante el Federalismo”. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1993.


[1] Marcos 10: 14

ELECTRA, LA HEROÍNA

ELECTRA, LA HEROÍNA


PRESENTADO POR:
JHON ALEXÁNDER MONSALVE FLÓREZ
NICOLÁS GÓMEZ REY
FRANN KARLO FARUT PÁEZ
FABIÁN ALBERTO PRADA NARANJO


UNIVERSIDAD INDUSTRIAL DE SANTANDER
FACULTAD CIENCIAS HUMANAS
TEORÍA Y ANÁLISIS LITERARIO I
I1
BUCARAMANGA
2009


<<Es totalmente cierto que esos héroes son superiores a la media de los seres humanos e incluso a casi todos. Representan el límite extremo de ciertos méritos […]. Jamás el espíritu griego quiso pintar hombres medianos o mujeres corrientes; sí creó imágenes límite, ofrecidas como modelo de bondad o maldad. Sin embargo, tales imágenes límite son siempre imágenes humanas. >>[1]

Con base en el anterior párrafo que pertenece a ¿Por qué Grecia?, libro de la escritora francesa Jacqueline de Romilly nacida en 1913, y principalmente en tragedias de dramaturgos griegos como Las Coéforos, de Esquilo; Electra, de Eurípides; y Electra de Sófocles, se argumentará, en este escrito, la siguiente afirmación: Electra, en estas tragedias, es la heroína porque representa al hombre llevado al límite de las sensaciones y acciones humanas. Para argumentar la idea propuesta anteriormente, se tendrán en cuenta, a parte del texto de la ya nombrada filóloga francesa, algunos aportes del siquiatra y filósofo alemán Karl Jasper, nacido en 1883 Y de Soren Kierkegaard, filósofo y teólogo danés, nacido en 1813 con sus libros “Esencia y formas de lo trágico” y “Antígona”, respectivamente. En este texto, se tratarán de amalgamar las cualidades y defectos de Electra con el propósito de mostrarla como humano y, en el punto máximo de sus acciones, como héroe. Se hablará de la culpabilidad sin culpa de la heroína y de la desgracia que, como principio del hecho trágico, lleva a la tragedia como tal.  Además, de que la hija de Agamenón, en las tres obras trágicas abordadas en este escrito, está relacionada directamente con el término sufrimiento. La imagen de Electra cabe en algunos rasgos que plantea Kierkegaard, como el hecho de que su dolor sea una minucia en comparación con la carga del primer sentimiento, ya mencionado, y, como se expondrá más adelante, esto es debido a que sus caídas y logros no dependen exclusivamente de sus actos; pues, como afirma el mismo autor: “[…] El héroe griego nos aparece allí como reposando sobre su destino; y este destino es inmutable […]”.[2] Y así es parte de la vida de la, que  consideramos, heroína. Se tratarán algunos factores ajenos a la voluntad de Electra, que influyeron para que se convirtiera en matricida, como las acciones incitadoras del coro, la culpabilidad heredada (destino), que menciona el mismo autor, y la función que ejerce la deidad. Se reitera que todo lo anterior será argumentado en próximas líneas.

Electra puede tomarse como la heroína, la desgraciada, la afligida, la sarcástica, la insultadora, la vengadora, la de la esperanza, la imprudente, la insensata, la ingenua, la esclava, la ignorante, la que se alegra cuando se da cuenta de su ignorancia, la a veces hipócrita, la celadora, la desalmada, la doncella, la enfermera, la calva, la desdichada, la culpable, la cizañadora, la que se preocupa, la llorona, la que se queda en silencio antes de llorar, la que lamenta y se lamenta, la que se alegra abrazando al que pronto moriría, incluso cuando ella también fallecería con él, la virgen, la inteligente, la de las ideas, la de los planes completos, la que pretendía morir a la altura de la audacia de los actos de su hermano suicida, la que creyó iba a morir sin marido, sin hijos, sin patria…, la mujer y, por ende, la bruta, según Orestes, la futura dichosa esposa, la desalmada, la mentirosa, la engañadora, la actriz, la cómplice, la que incendia, la que vivirá feliz, según Apolo; la hija de un héroe y de una asesina con argumentos, la que se extiende al hablar, la escandalosa, la que pide consejos al coro, la tejedora, la pobre, la cantante, la que muere si su hermano muere, la premiadora, la sincera, la estratégica, la suplicante, la desafortunada, la del complejo, la preciosa por herencia, la asesina, la matricida, la heroína. Electra puede tomarse como la mujer completa, el humano llevado al límite, la mejor representante de los héroes trágicos.

El héroe trágico

Ni Esquilo ni Eurípides, ni Sófocles pensaron ni planearon el éxito de sus textos literarios, tampoco se imaginaron que algún día cumplirían más de 2400 años aquellas líneas escritas para ser representadas. Se basaron en mitos, extrajeron lo mejor de ellos, cada uno hizo versiones diferentes pero siguieron el centro de la historia, en ningún momento imaginaron que al relacionar sus personajes con los humanos tal vez inconscientes del éxito, que al amalgamar  las cualidades con los defectos del hombre y volverlas representación en personajes que pasan la página de ser de papel, se formaría un personaje tan héroe, tan hombre…, tan mujer. Podría decirse que el héroe trágico es la tertulia de cualidades, defectos y acciones en el punto máximo del hacer que dialogan para darse cuenta (y actuar) de que el humano es el ser más trágico, escondido en sí mismo, que existe. El héroe es el humano representado al límite; se podría afirmar que es obvio que los personajes de cualquier texto literario son distintos al humano, aunque lo representen; pero, en las Electras de Sófocles y Eurípides y en las Coéforos de Esquilo, las acciones, sentimientos y sufrimientos son tan similares a los del hombre que parecen inspirados en él, por eso se afirma que el humano tiene un ser trágico escondido en sí mismo y que los personajes de los textos griegos son la representación de éste, salido de su escondite. Podría afirmarse que el héroe trágico es unos de los primeros protagonistas de aquel arte al que Aristóteles no encontró nombre en su Poética. El héroe trágico puede ser heroína, puede ser mujer…, es Electra. Ella es el mejor ejemplo de la tertulia ya hablada, es la afirmación de que la mujer más allá de ser mujer y el hombre más allá de ser hombre son humanos y, más allá, en el límite, son héroes.

El origen de la desgracia

Y se avanza en la misma línea: si Electra es tan similar al humano, ¿por qué no utilizar un poco de silogismo para afirmar que, por ende, el humano es trágico? Karl Jaspers propone en su libro “Esencia y formas de lo trágico” la contraparte de este interrogante con posible respuesta afirmativa. Para él no puede llegar a confundirse un hecho desgraciado con un hecho trágico,[3] pues para que éste ocurra es indispensable que exista la punición de una culpa, que en el humano nunca estará presente porque un culpable jamás podrá castigar a otro con el mismo defecto. Sin embargo, eso no quiere decir que la desgracia es de nuestros tiempos y la tragedia del siglo IV antes de Cristo. Es más, podríamos afirmar que la desgracia y la tragedia han estado unidas como siameses desde que nacieron con el hombre; es decir, en esos tiempos hubo desgracia y tragedia (en personajes de papel y de no papel) como aún hoy existen. El origen de estas hermanas pegadas en la vida de Electra inició de forma similar a la tragedia de Esquilo “Los siete contra Tebas” (porque una tragedia no depende de otras, sino de una historia, de un mito) con la diferencia de que la maldición (que es el origen de la desgracia y el comienzo de la mayoría de los textos trágicos) de los protagonistas de esta última obra fue directamente proporcionada por su progenitor; en Electra, la raíz del hecho desgraciado y trágico nace de la maldición lanzada por el padre de Egisto a Atreo que, aunque eran hermanos, disputaron el poder de la tierra argiva. El abuelo paterno de nuestra heroína desterró a Tiestes y lo despojó de su hogar; luego, fingió una cena de rememoración con su hermano, donde le dio de comer las manos y pies de sus propios hijos (de Tiestes), y, cuando se dio cuenta de lo que comía, vomitó. Al morir, clamó un cruel destino y una maldición interminable para la descendencia de su propio hermano.[4] Cuando este filósofo alemán afirma que no hay hecho trágico sin culpa tal vez pasa por alto que posiblemente la culpa, de la que se enfatizará en el próximo párrafo,  no es la que lleva  a este hecho, sino una desgracia completamente pretérita. El momento desgraciado de Electra nace quizá el día de la maldición mandada por Tiestes, seguido de momentos trágicos como el sacrificio de Ifigenia y la muerte de Agamenón y culminado con el matricidio cometido por el par de hermanos. Entonces decir que la culpa lleva al momento trágico o que a éste se llega por una pasada desgracia sería tal vez errar, porque si los dos van separados se formaría un hecho trágico a medias que en nuestro contexto, y no como lo niega rotundamente Karl Jaspers, jamás se completaría, pero sí existiera, porque la culpa es solo de los personajes, pero la desgracia siempre ha estado presente para iniciar los momentos de tragedia.  Y ésta, en los textos trágicos, puede ser el principio de muchas tragedias y el final de individuales. Es por eso que podríase afirmar que un hecho trágico proviene de una desgracia, que no es más que el principio de acciones trágicas futuras y a la que nombra Karl Jaspers separándola totalmente de lo trágico como si la desgracia fuera de ahora y la tragedia, de antes; sin embargo, todavía existen muchas desgracias que no se mantienen como tales, sino que aportan a lo que podríase denominar aún tragedia, aunque a medias

La culpa de la Heroína

La culpa trágica es como la hipocresía: se busca en una sola persona cuando pertenece a todos. El filósofo alemán, al que hemos estado citando, destaca al humano por ser culpable de una culpabilidad a la que no quiso adherirse: simplemente por respirar y existir es asesino y envidioso.[5] Y esa culpabilidad sin culpa se reflejaba en los textos trágicos de hace más de 24 siglos.

Para intentar comprobar que Electra es culpable sin tanta culpa y que esta culpabilidad no se presenta precisamente en grado mayor después del matricidio, el punto límite de las acciones humanas de los personajes, se tratará de llegar a la historia base, al mito: Electra fue culpada por Tindáreo por haber incitado a Orestes a matar a su madre[6]. Este único hijo varón de la familia de Agamenón y Clitemnestra culpaba a Apolo por haberlo obligado a matar a su madre, de lo contrario hasta la lepra haría parte del peor castigo por desobediencia[7]. En las tragedias que toman como heroína a Electra, no hay necesidad de buscar a culpables: todos tejen, como tejió Electra los vestidos de su hermano cuando era pequeño, la cadena que inicia el que maldice, en este caso, todos se prepararon con agujas para coser la cadena culpable iniciada por Tiestes, antes de morir y después de la cena que se citó párrafos atrás. En Agamenón, de Esquilo, se encuentra que el poseedor de Troya  le fue infiel a su mujer con Casandra, a parte, sacrificó a su hija Ifigenia, su esposa lo asesinó, ésta puso en el lugar de su marido a Egisto; Orestes y Electra vengaron la muerte de su padre, el pueblo quería matarlos por matricidas sin comprender que había sido el comienzo de una revolución contra las mujeres que podrían tomar a los hombres como esclavos[8]; en fin, todos culpables e inocentes a la vez por tejer una maldición que muchos desconocían.

Sin embargo, si se deja a un lado el asesinato, se caerá en la cuenta de que no radica ahí la culpabilidad de Electra: la culpa de la heroína se nota más cuando aún no asesina a su madre, porque podría afirmarse que la culpa de ella es la inmensa inquietud y compromiso de no vengar rápidamente a su progenitor, es el momento en que se siente en deuda con él, es la carga de cometer el asesinato para satisfacer el ansia de venganza que se aproximó a ella por factores externos (en próximos párrafos se centrará la atención en esta característica humana llevada al límite) . En fin, la culpabilidad trágica puede ser el deseo desconocido de unir hechos desgraciados para darle veracidad a una maldición, puede ser también la inquietud de lo que no se ha hecho para lograr la justicia. En los siguientes párrafos se enfatizarán las circunstancias tentativas por las cuales Electra pasó, mientras seguía  viviendo en culpabilidad sin culpa. Si recordamos la idea de que Electra es la heroína porque representa al límite las sensaciones del hombre, se podría  decir que “la culpabilidad heredada”  le aumenta todo su valor de “héroe”. Debido al pecado, que viene del padre, nuestra heroína vive muchas situaciones amargas, pero las contiene; todo ello con el propósito de vengar el asesinato de su progenitor. Además, es posible llamar a Electra “heroína”  porque lleva la “amartía”  familiar que se hace responsable del yugo que le imprime el yerro, pues sufre hasta que aparece su hermano  y pueden saciar el resentimiento con la venganza.

Ahora se tratará con más detalle el concepto de “culpabilidad heredada”, que plantea el filósofo Kierkegaard: “La culpabilidad trágica es mucho más que culpabilidad hereditaria […] el pecado hereditario […] lo que da toda su profundidad al sufrimiento”[9]. Agamenón es el fruto de todo; es sabido que el rey de Argos debió sacrificar a su hija para salvar a la hueste griega de la muerte que les esperaba debido a la ira de una deidad. Este acto, esta acción individual produjo el pecado y la “culpabilidad pura”, que se convierte en el simple mal de este hombre. Aquel yerro originó el asesinato, del cual fue víctima, esa punición a manos de su esposa enfurecida, Clitemnestra. Ese pasado del rey de Argos se convirtió en la condenación que recae sobre Electra, su “culpabilidad hereditaria”, pues el odio que siente la madre hacia el padre, se transmite a los hijos, por ello “la heroína” sufre la indignación, el rechazo y la humillación. La vida de esta mujer se convierte en sufrimiento. Ahora, para entender mejor “el sufrimiento” por el cual se convierte en victimaria Electra se volverá a introducir, en este escrito, el pensamiento de Kierkegaard: “[…] el sufrimiento está en relación directa y el dolor, en relación indirecta con la culpabilidad”[10]. El sufrimiento deviene de la inocencia ante la culpa, de no haber cometido la acción que produzca la culpabilidad del acongojado; cuando el hombre realiza un error y este se convierte en su pecado, el futuro impiadoso que vivirá se expresará en “el dolor”. Es por ello que la hija de Agamenón vive un verdadero sufrimiento, debido al “pecado heredado”, ella no desarrolla una acción que la condene a la desdicha, si ello fuera así, sería una simple falta producto del propio cometido, ella viviría “el dolor”; Electra está atada a la culpa de su padre.

Electra vive para no dejar morir su sangre

Aunque resulte imposible afirmar que distintas obras, pertenecientes a distintos autores, converjan en una caracterización única de un personaje, sí es viable plantear puntos en común entre ellas. Un ejemplo es el de Electra, personaje tratado por Sófocles, Eurípides y Esquilo en las obras griegas ya mencionadas. Ésta es una mujer que, sin importar las diferenciaciones de otro tipo, en cada uno de los textos deja entrever que necesita de un hombre, distinto a su hermano.

La hija de Agamenón, llena de rencor al ver el crimen cometido contra su padre y la forma indigna como se apropiaron del palacio y las propiedades que les pertenecían, a ella y a Orestes, entra en una desesperación, y dentro de ésta su  anhelo de casarse. ¿Pero cuál era el motivo?

Durante las obras ella deja claro, a través de sus diálogos, que no puede vivir más sin hijos y que se siente consumida al no tener un amante que la asista. Ahora, recordemos el interrogante anterior ¿por qué? La respuesta apunta simplemente a lo que nos esboza el título: para no dejar morir su sangre.

Recordemos que el contexto de las tres obras se da en la Grecia antigua, y en ellas, la tarea primordial de las mujeres era prestar su vientre para procrear, y esto lograba: acrecentar el pueblo, fortalecer los ejércitos y expandir sus imperios. Esa era la forma de contribución femenina, puesto que la sucesión al trono repercutía, exclusivamente, a los hombres. Así, Electra, siendo una mujer madura, estaba dejando pasar sus años fértiles, y no cumplía aún con la premisa mujeril de la época: dar vida. Además, como dama perteneciente a la alta sociedad y de linaje de reyes, no podía simplemente engendrar, sin mirar antes al hombre con quien compartiría el lecho. Esta persona debía cumplir con un perfil que le permitiera crear las semillas de nuevos líderes y gobernantes.

En la obra “Electra” de Eurípides, ella es expulsada de la casa de su difunto padre y es entregada como esposa a un campesino, que aun siendo un buen hombre, no es el prototipo para ella. Esta situación la lleva a decir: “[…] Contraje […] un matrimonio de muerte […]",[11] y más que su propio fallecimiento, esto significa la extinción de su estirpe, de la poderosa y digna sangre de su padre. Esta situación, en parte, es responsable de traerle a su vida dolor y, sobre todo, sufrimiento. Padecimientos que acercan al personaje a lo humano, pero con un sentido de determinación donde sus sensaciones están al límite y esto levanta cierto esplendor alrededor de la configuración de su imagen. Podríamos decir que le brinda algunas características del héroe.

Con el yugo a cuestas

Electra es prisionera en su propio palacio. Incluso antes de la muerte de su padre, mientras éste se hallaba en la guerra de Troya, ella era testigo de la forma como su madre, Clitemnestra, mancillaba el lecho de su progenitor con Egisto. Cada día su silencio se convertía en cómplice y a la vez en la leña que atizaba la llama de su sufrimiento. Pero sus males se acrecentaron con la muerte de Agamenón, a manos de su madre. La huérfana, ahora, pasa a ser una esclava. Por el, ya mencionado, valor e importancia de su vientre, ella es sometida a vejámenes por parte de Egisto, con complicidad de la asesina. Ellos, los nuevos gobernantes, son precavidos de no dar rienda suelta a más posibles vengadores del crimen, fuera del potencial Orestes. Por este motivo, Electra se ve sujeta a ser enviada a los límites del país, en la obra de Eurípides; y maltratada en las otras dos obras. Ella apacigua su sufrimiento con lágrimas de protesta, y ese llanto evidencia en su casa su angustia y desacuerdo para con los suyos.
Además de los dos fustigadores, se halla Crisótemis, en la obra de Sófocles, hermana de Electra, como condescendiente y adaptada al buen trato que recibe producto de su pasividad ante la muerte de su padre. Se podría decir que Crisótemis vive con la libertad que le imponen, pero es una libertad a la que no está dispuesta a acceder Electra. La firmeza en su decisión le trae perjuicios, castigos y padecimientos, que quizás tengan una relación directa con una de las características descriptivas del personaje heroico en el libro ¿por qué Grecia?, que dice: "[…] Los héroes […] deben sufrir […]".[12] Sufrimiento que está vigente a cada segundo en su corazón, que le aflora la necesidad de vengarse, que la obliga a albergar una esperanza, pero que nunca la hace débil, ella posee un carácter férreo a pesar de las adversidades. Aunque se halle sumergida en un hogar impío, su voluntad siempre está encaminada a realizar un acto que ella considera justo, sin importar lo que tenga que sufrir a causa de esa determinación.

La temporalidad no la destruye

El lapso contenido entre el mero deseo de actuar con una venganza justa y el momento en que se puede llevar a cabo está marcado, en las obras trágicas tratadas, con la temporalidad. ¿Pero qué ocurre en este transcurso? ¿Cambia algo dentro de Electra? Sería posible decir que el tiempo brinda perdón y olvido, pero este no es el caso. Aquí se encargó de provocar y aumentar los atropellos para con la hija de Agamenón. Fue éste quien hizo acrecentar el deseo de venganza como reacción a los vejámenes, de diversos tipos en los distintos textos, a los que era sometida.
Es posible sostener, a partir de lo anterior, la postura encontrada en el texto Antígona, donde se plantea: “[…] La angustia implica una reflexión de tiempo; no se puede estar angustiado por algo del presente, sino por algo del pasado o del porvenir […]”[13]. Si se realiza una relación desglosada con base en el anterior enunciado: el pasado de Electra le recuerda a su padre asesinado, a una madre traidora y asesina y a un hermano, que representa su fe, desterrado. Y posiblemente más desgarrador aún, el porvenir le representa la posible muerte de su esperanza, la impunidad para los criminales, y la desfiguración de su imagen y fin del linaje real. Sin duda, el tiempo provoca una maleabilidad en su disposición de reparar los hechos que considera pecaminosos e injustos. Tendríamos la posibilidad de decir que nunca se ve doblegada a la hija de Agamenón.

Una decisión difícil

Como ya se planteó, no es posible sostener que el personaje de Electra es uniforme en las tres tragedias, pero sí se podrían fijar puntos en común. Uno de estos aspectos afines es la duda y la vacilación, aspectos que podrían considerarse humanos, a la que constantemente se ve entregada. En la obra de Esquilo, Las Coéforos, se evidencia a una Electra menos participativa en las decisiones del plan de venganza e incluso en el proceder de los actos, pero no por esto se opaca su grandeza heroica, pues la mano de Orestes siempre está reposada en la familia, que se limita casi exclusivamente a Electra.

La hija de Agamenón siempre está acompañada de la incertidumbre acerca de la suerte de Orestes, en las tres tragedias abordadas en este texto. Es un factor común su invocación a los dioses para que le retornen a su hermano. De esta forma en la obra de Esquilo, “Las Coeforos”, ella dice: "[…] Que surja un vengador de tu muerte […] que vuelva en hora feliz Orestes"[14]. Y, aun, cuando lo cree muerto en “Electra” de Sófocles, ella toma la decisión de actuar, pero no puede sola e intenta convencer a su hermana Crisótemis de que le ayude en la empresa, pero no lo encuentra. Podríamos decir, que aun con el coraje encima, las características de Electra se ajustan, en parte a la descripción heroica que proporciona Jacqueline de Romilly: “[…] Casi todos los héroes llegan a conocer la duda y la vacilación […]".[15] Con estos dos nuevos aspectos se continúa el camino que nos acerca más a la configuración de la hija de Agamenón a lo que realmente corresponde: una heroína.


Electra y la venganza

La acongojada hija se convierte en matricida, pero ¿por qué realiza este acto?, ¿por qué espera a su hermano y lo impulsa a concebir la acción? Electra está motivada por factores ajenos a su voluntad que la motivan para vengarse de Clitemnestra, por ello se considera que, entre esos agentes, los más notorios serán: las palabras del coro, “la culpabilidad heredad” (destino), además de la función que ejerce la deidad (Febo) en las acciones de los fratricidas, por ello, en adelante se intentará resaltar la influencia de cada uno en el propósito vengativo, principio de una acción humana al límite.

Electra está desesperada. Está afanada por cometer un acto de venganza contra su madre y Egisto, debido al asesinato que perpetraron en contra de Agamenón. Electra, después de ver a su padre inhumado bajo el acto impío, quiere llevar a cabo el restablecimiento de la justicia, pero confunde o, tal vez, relaciona esta idea con la venganza.

Es importante para comprender este evento que desea cometer la hija de Agamenón recordar algunas de las ideas que plantea el filósofo Kierkegaard en su obra “Antígona”; el primero de ellos, para comenzar a analizar los hechos que motivaron a Electra a cometer el trance, será: “El individuo se mueve con una cierta libertad, pero se apoya en determinaciones sustanciales como la familia y el destino[16], con objetivo de aseverar: este filósofo piensa que el ser individual construye su propia vida sin pensar en la agrupación, en este caso ese último término se refiere a los lazos familiares, pero la diferencia de Electra radica en que ella sí se compromete con su linaje, se apoya en esa denominada “culpabilidad hereditaria”, la cual ha adquirido de su padre, que al ser un factor externo a su vida, una acción cometida por otro personaje y en el pasado, le produce “el sufrimiento”. Para retomar la cita, se debe comentar, también, la gran influencia que ejercen los dioses en la tragedia. En la “euripidea” cuando Orestes entra en el reino argivo proclama: “He venido a raíz de una revelación divina, a suelo argivo sin que nadie lo sepa, para devolver el asesinato de mi padre a su asesino[17]. He aquí, en estas palabras de Orestes, una evidencia de que el deseo de los apenados es ejecutar una venganza, y del modo como interviene la deidad en la tragedia griega. Primero, el joven afirma que ha venido a Argos para devolver el asesinato que cometieron a su padre; aquí, indiscutiblemente se expresa pura intención vengativa, además, él menciona que una divinidad, Apolo en este caso, le ha revelado el acto que debe cometer. Más adelante, después de lapidar a los odiados, Orestes vuelve a indicar: “A los dioses lo primero de todo, Electra, considéralos responsables de esta buena suerte (…)”;[18] aquí también aparece el ente espiritual que motiva y guía a los acongojados en su proyecto.

Se ha intentado formular algunos de los factores que, tal vez, influyeron para que Electra y su fraterno cometieran la venganza. La relación con la familia, en ella “la culpabilidad hereditaria” y la influencia del Todopoderoso en el comportamiento del hombre griego, han sido los dos primeros tanteos dados hasta ahora, pero: ¡no se puede ser indiferente en este humilde análisis al valor y la función que cumple el destino! Kierkegaard plantea acerca de este factor: “La pesadez del destino caracteriza a la tragedia antigua (…)”.[19] A partir de esta idea, se podrá presentar algunos ejemplos donde el destino, según los personajes, es el principal culpable de todo mal. Primero se evidencia en las súplicas que hace la Clitemnestra de Esquilo: “Hijo, el destino fue quien todo lo dispuso”.[20] Se renombra “la culpabilidad hereditaria” que propone el filósofo danés, debido a que si el pasado, en referencia a los pecados cometidos por otros, está en relación con el héroe trágico se puede considerar este factor como destino: la amartía que se transmite de generación en generación. Esta culpabilidad de la cual habla Soren Kierkegaard es evidente en alguna mención que hace una deidad, Castor, a los desafortunados: “A ambos una sola maldición paterna os devora”.[21] Es interesante, y de gran necesidad, acordarse de que para los griegos sus vidas y los hechos que en ésta sucederán están pretéritamente dispuestos. Los dioses ya han decidido cuál será el futuro de cada hombre.

Es ineludible, entre los factores que se consideran trascendentes para que se cometiera la venganza, conocer el impulso que dieron otros personajes a Orestes para que culminara el asesinato a su madre. En “Electra”, de Eurípides, este hombre es un personaje débil, temeroso y dudoso de las revelaciones que le ha mostrado Febo. Electra en esta obra pasa a ser dama que motiva y exige al hombre desarrollar la acción que ha predicho el destino: “¿Pero en qué te perjudica vengar a tu padre? (…) Y si no prestas este servicio a tu padre has de ser un hombre impío”.[22] En este caso, ella es el recipiente contenido de dolor, odio y venganza, sentimientos que superan la media del humano. A parte de esta mujer se debe resaltar la función, que genera una gran diferencia en el carácter de Orestes, que cumple Pílades; ya que en la “euripidea” el hijo de Agamenón duda frecuentemente de las deidades, su fiel acompañante, Pílades, lo alecciona y por ello se puede lanzar decidido a completar la venganza. En la tragedia “esquilea” Orestes no pone en  duda la validez del oráculo de Apolo.

La influencia del Coro en las decisiones de Electra

Se ha hablado durante todo el texto de que Electra es la heroína por varias razones que ya se han argumentado, pero el hecho de que ella haya alcanzado a limpiar la honra del  ignominioso asesinato de su padre, no quiere decir que lo hizo por sí sola, en realidad hubo factores externos, que se siguen tratando, que la estimularon a avanzar en su sed de venganza y a alcanzar el asesinato de su madre y de Egisto. Puede decirse que estos “ayudadores” son: el coro, las deidades, la culpabilidad heredada, de la que ya se ha hablado , y los amigos, que creían en la venganza como un acto de justicia, a aquellos es a quienes se hace referencia, pues tuvieron gran incidencia en las decisiones letales que la hija sufrida de Agamenón tomó, esto se ve reflejado en las tres obras que estamos estudiando, de una manera similar, pero con particularidades que estaremos tratando en el transcurso de esta sección del texto, puntualizando en la intervención del coro.

El coro funciona como un acompañante de todos los acontecimientos existentes en las tres obras, de casi todas las acciones, sentimientos y sufrimientos que llevan al humano al límite, sin embargo la distinción está en que en el texto sofocleo se comporta de manera pasiva o no muy incidente y cuando presume acusar lo hace sólo para recordar los oráculos o para proponer posibles consecuencias de los actos que en cada ocasión pueden ocurrir. Lo podemos observar notoriamente en tres momentos:

CORO: Si no soy necio adivino destituido de toda sabia previsión, ya viene la providente Justicia llevando en sus manos el triunfo del Derecho. Llegará, hija, sin que pase mucho tiempo… [23]

…CORO: ¡Oh niña, niña! Tú también, tú has preferido una vida oscura y toda de dolor, armándote contra la ignominia y alcanzando con una sola determinación dos timbres de gloria: al ser llamada sabia y excelente hija… [24]
CORO: Mirad cómo avanza el furibundo Marte, exhalando sangre. Ya se cobijan bajo el techo del palacio las inevitables furias vengadoras de abominables crímenes. [25]

El  tópico que se acaba de tratar  también se observa en la obra euripidea, pero sólo al principio cuando el Coro acompaña los sucesos e incluso canta los sufrimientos y alegrías  vividas por Electra; la diferencia es que, luego del asesinato, se comporta como acusador, reconociendo que el acto es justo, pero acusando a Orestes y a su hermana de tan desgraciados actos.

CORO: Grande es la diosa, así que -¡venga!- acéptame este manto bien tejido para que te vistas con él, y unas joyas de oro que esplendor den a tus encantos. ¿Crees que con tus lágrimas, sin honrar a los dioses, va a imponerte sobre tus enemigos? En verdad, no con gemidos, sino con súplicas a los dioses, dando culto, has de alcanzar el día de la felicidad.[26]

Una de las  funciones que ejerce el coro en la obra esquilea es la de persuadir para llegar al punto máximo, y es muy evidente de principio a fin en el texto Las Coéforos. Es en esta tragedia en donde la función coral se denota como un apoyo incondicional para Electra y para Orestes en sus planes. Un ejemplo claro de esto es, cuando la hija de Agamenón está ratificando sus sentires contra los asesinos paternos y el coro entra a confirmar éstos, incluso apoyando el hecho mismo de que “la justicia es pagar crimen por crimen”.[27]
Con respecto a lo mencionado anteriormente, no se resalta de la misma manera la tendencia influyente en el texto de Eurípides, no quiere decir que no se vea, sí se nota pero con otro personaje, el Anciano, que se encarga de remarcar los sentires de odio de nuestra heroína trágica hacia los enemigos que destruyeron el hogar paterno. Además, éste refuerza los planes para cobrar justicia a través de la venganza. A continuación una referencia:
ANCIANO: Hijo mío, ahora que eres desafortunado no tienes ningún amigo. Hallazgo sorprendente, déjame que te diga, es pues la cosa esta, compartir en común lo bueno y lo malo. Tú, como en todo has desaparecido de raíz para tus amigos y no has dejado atrás esperanza alguna, escúchame y sábete bien que todo depende de estas manos tuyas y de tu suerte, para recuperar el hogar paterno y tu ciudad.
ORESTES: ¿qué tendríamos, entonces, que hacer para conseguir ese objetivo?
ANCIANO: Matar al hijo de Tiestes y a tu madre.[28]

Hemos visto que Electra no alcanzó su anhelada venganza sola, sin ayuda, pero muy necesario es exaltar que, sin la actitud que ella tomó para querer alcanzar venganza que llegó al límite, no hubiera logrado su objetivo.

La flama consumidora de venganza, que arde implacable en el pecho de Electra, no le permite asimilar razón alguna o argumento que defienda a los asesinos de su padre, por el contrario es como si cada vez que la hicieran hablar de sus desgracias, se incendiara más ese fuego, que en los texto de Eurípides y en Esquilo no encuentra alivio, sino que se acentúa el sufrimiento y se agudiza el dolor. Además, cuando no había con quién conversar, estaba el Coro dispuesto siempre a apoyar o a acusar, pero presente y presto para la situación.

El hecho de que Electra se haya dejado arrastrar por esos tristes sentires ocasionados por causas externas  hasta ser capaz de matar a su madre o planear su muerte, acción humana llevada al extremo, la convierten en un personaje  de suma importancia y en un humano que llegó al límite de sus acciones, sentimientos y sufrimientos.

Después de intentar argumentar aquel límite de las acciones humanas en Electra, podríamos concluir que ella es la heroína trágica que demuestra sus acciones, sentimientos y sufrimientos humanos al punto máximo. Además, aunque el humano está libre de toda culpabilidad, característica de personajes griegos, porque nadie con el mismo defecto puede culparlo, la heroína se adueña, sin culpa, de lo que carece el primero, para lograr ser representación límite del humano y personaje a la vez. El destino de Electra reposa en agentes externos a su voluntad, ella es una pieza del artilugio que maniobran los dioses, por esto sus actos siempre están direccionados, pero esto no le resta esplendor a su imagen, en las obras, pues sus sentimientos, sometidos a la flama probatoria del oro, son indelebles y su grandeza se ve aumentada. Entre estas situaciones límite a las que se enfrenta el personaje, aparece de forma significativa la carga de sufrimiento por perder a su padre, por no tener la convicción inicial de la existencia de Orestes o por estar atrapada en un palacio de criminales (en los textos esquileo y sofocleo)  o expulsada de su palacio y sometida a labores forzosas para una doncella  (en la obra euripidea). Pero todo esto no se encarga de deteriorar la configuración del personaje, sino que la ennoblecen, le brinda elementos heroicos. Es indiscutible que “la culpabilidad heredada hace que Electra se presente como una “heroína”, pues ella carga con la “amartía” de su padre; si se analiza detalladamente, el verdadero héroe posee un sufrimiento debido a las acciones erradas, las cuales son ajenas a él, este es el caso de la acongojada mujer de Argos, la hija de Agamenón. La denominada “justa acción”, que desean cometer los fraternos, se convirtió en venganza, ya que solo se encargaron de castigar a su madre y a Egisto con el mismo hierro sin buscar un equilibrio entre la punición y las leyes de la antigua Grecia; además, algunos personajes externos estimularon a Electra para que se volviera una matricida; entre esos factores se encuentran, como se menciona a través de este texto, Apolo (deidad), el coro, Pílades y el destino.




                                                                                                  






BIBLIOGRAFÍA

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[19] KIERKEGAARD, 42: 21
[20]  ESQUILO, 2003: 174
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