RESEÑA SOBRE EL MANIFIESTO COMUNISTA DE MARX Y ENGELS
Jhon Monsalve
Imagen tomada de: https://www.iberlibro.com/MANIFIESTO-COMUNISTA-Karl-Marx/3982368347/bd
Marx, Carlos;
Engels, Federico (2000). Manifiesto
comunista [1848]. Argentina: El Aleph.
Karl Marx y Federico Engels publican el Manifiesto Comunista en 1848, luego de presentar sus ideas en el
segundo Congreso de la Liga de Los Comunistas, que se llevó a cabo en noviembre
de 1847. En medio de teorías socialistas e idealistas, como la alemana y la
francesa, en las que se invisibiliza el papel del trabajador en la
transformación social, los autores del Manifiesto
tienen presente al movimiento obrero como base para el derrocamiento de la
clase burguesa y la consecución del poder popular.
Durante el siglo XVIII y gran parte del XIX, Europa se ve
imbuida en cambios de orden económico y social a causa de la Revolución
Industrial. La mano de obra se empieza a valorar en menor proporción, ya que el
uso de las máquinas subordina el trabajo humano. Además, en la Revolución de
1930, la burguesía consolida su poder político, mientras el proletariado se
sigue relegando, hasta que sus ánimos se hacen presentes dos semanas después de
publicado el Manifiesto comunista en
Francia.
Aunque son dos los autores, ciertos biógrafos consideran que
la forma del Manifiesto tiende más
hacia el estilo de Marx que hacia la escritura de Engels. No obstante, un año
antes de la publicación del manuscrito, este último escribe los “Principios del
comunismo”, lo que hace pensar en un trabajo temático e ideológico muy similar
al del otro filósofo alemán. Marx lee a Kant y Voltaire; la ilustración está a
su alcance y, ante diversas circunstancias, toma decisiones orientadas hacia el
liberalismo: contradice, verbigracia, la monarquía de su contexto y presenta su
tesis doctoral en una universidad de corte liberal. Engels, por su parte, crece
en una familia dedicada a la industria textil y con tendencias al puritanismo,
propio de los calvinistas. Con el paso del tiempo, se rebela contra tales
acciones y toma posturas más humanistas y antirreligiosas. Por su ideología, Engels
publica, bajo seudónimos, ciertos textos en periódicos, en los que se destacan
alusiones explícitas sobre la situación del proletariado en su país. En vista
de tales perspectivas, Marx y Engels hacen parte de la comunidad de Jóvenes
hegelianos, donde empiezan a configurar con más solidez su concepción del
comunismo.
Con estas características contextuales y biográficas, se
comprende el fin ideológico del Manifiesto.
Este texto, además de los prefacios en los que se presentan las características
generales del manuscrito, se compone de cuatro apartados, que exponen las
diferencias entre burgueses y proletarios en el contexto europeo y el papel
social dentro del poder político, así como los fines del partido y las
distancias entre los socialismos burgueses y el comunismo.
En la primera parte intitulada “Burgueses y proletarios”,
los autores presentan la oposición existente entre clases sociales a partir del
contraste entre burguesía y proletariado. Argumentan que las distancias entre
clases surgen a la par con la historia de las sociedades, en donde siempre
están presentes opresores y oprimidos. Referencian la Antigua Roma para hacer
alusión a las diferencias entre patricios y plebeyos; así mismo, hacen mención
a la Edad Media, cuando los señores se empoderan de sus vasallos. Justamente,
los favores feudales recibidos a causa de las labores de los siervos en la Edad
Media se desdibujan con la llegada del hombre al Nuevo Mundo, pues se abren
caminos de comercio antes inexistentes. Así, las contraprestaciones de los
servicios de los vasallos se cambian por la manufactura propia de una sociedad
comercial, que transporta y que conforma industrias.
Los que, en algún momento, son siervos, ahora se configuran
como comerciantes que obtienen dinero por la mercancía de diversos productos.
El otoño de los favores feudales llega a su fin y nace la oportunidad
primaveral de crecer con la industria. Los siervos feudales pasan a ser la
burguesía naciente y, a causa de ella, surge el proletariado. Los pequeños
burgueses otorgan los mejores beneficios a los industriales millonarios,
quienes tienen a cargo una cantidad importante de trabajadores.
A partir de lo anterior, Marx y Engels consideran que la burguesía
se configura como poseedora del Poder Político y, de esta manera, el gobierno
termina siendo “un Comité administrativo de los negocios de la clase burguesa”
(p. 29). Con actitud egoísta la burguesía suplanta las libertades humanas por
la libertad del comercio, de tal manera que en todas las profesiones y oficios construye
la figura del trabajador asalariado y, en la familia, trunca el sentimentalismo
por el dinero.
La burguesía no es sedentaria, es decir, se expande debido
al comercio por todos los territorios posibles. Esto lleva a que las sociedades
de diversas partes del mundo consideren necesario consumir u obtener productos
de otras latitudes, porque los nacionales no son suficientes. Así las cosas, para
Marx y Engels, la sociedad que no se adapte a tal sistema puede sucumbir ante
las relaciones comerciales y, debido a ello, se ve obligada a estar inmersa en los
procesos burgueses. Por otra parte, de
la misma manera que la burguesía subordina el campo a la ciudad, también valora
con mayor énfasis los países industriales en detrimento de los países
agricultores. Para los autores, estas características burguesas llevan al
acaparamiento del capital y a la exclusividad del sentido de propiedad para los
privilegiados.
Junto al surgimiento de la superproducción, va de la mano el
efecto de aniquilamiento de la industria y el comercio. En vista de que existen
muchos mercados y el comercio se multiplica, la clase burguesa no tiene más
salidas que, por una parte, destruir con violencia “la masa de fuerzas productivas”
(p. 36) y, por otra, la consecución de nuevos mercados.
Marx y Engels exponen a continuación uno de los argumentos
centrales del primer apartado. Así como los siervos en la Edad Media se
revolucionan contra sus señores, los burgueses crean el proletariado, es decir,
las futuras manos que dan muerte a la burguesía dentro de la concepción
marxista. El resultado parece igual: los señores de la Edad Media subordinan a
sus vasallos, quienes se convierten, con el tiempo, en la clase burguesa que
crece económicamente con ayuda del comercio, mientras que en la modernidad los
burgueses subordinan al proletariado que, muy seguramente, en medio de los
ideales del Manifiesto comunista, se
rebelarán contra la clase dominante.
Paso seguido, los autores centran la atención en
características del proletariado, comprendidas dentro del seno de las prácticas
burguesas. Por una parte, si cierto trabajo no aporta al capital de la
industria o del comercio, simplemente no se abren vacantes para dicha actividad
laboral; por otro lado, si el trabajo realizado produce poco capital, en esa
misma proporción se paga el salario del obrero; un ejemplo más: si el trabajo
del obrero está condicionado por el uso de una máquina, el hecho de operarla no
significa un aporte significativo de trabajo, y, por tanto, el pago resulta
igualmente irrisorio. De este modo, según Marx y Engels, el proletariado es
esclavo de la burguesía, de la máquina y hasta del dueño de la fábrica.
Desde su nacimiento, el proletariado lucha contra la
burguesía. La característica positiva que encuentran los autores del Manifiesto
en los obreros es que, como se miden en grandes cantidades, son mayores las
fuerzas de lucha. Del mismo modo que la burguesía crea relaciones con los
medios de comunicación del comercio, los obreros, haciendo uso de estos mismos
medios, forjan relaciones sociales con otros trabajadores de otros territorios.
Así las cosas, aunque los proletarios tienen en contra las enemistades de la
competencia comercial, el crecimiento de la fuerza obrera es cada vez mayor. Entre
otros hechos, porque la misma burguesía ha sido escuela para los trabajadores;
en primer lugar, en las luchas contra la aristocracia; en segundo lugar, en las
luchas contra ciertos grupos burgueses que encaminan su economía hacia otros
rumbos. Al respecto, Marx y Engels precisan: “De tal manera la burguesía
proporciona a los proletarios los rudimentos de su propia educación política;
es decir, armas contra ella misma” (p. 43).
En tal sentido, para Marx y Engels, el proletariado es la
única fuerza revolucionaria ante la burguesía. Existe la clase media,
conformada por pequeños fabricantes y artesanos, que también ataca la clase
burguesa, pero con fines comerciales y, por tanto, no es considerada
revolucionaria, sino conservadora.
Los autores finalizan la primera parte del Manifiesto
retomando ideas importantes desarrolladas a lo largo de las primeras páginas.
Argumentan que la burguesía persigue intereses propios económicos, mientras que
el proletariado desciende cada vez más en la escala social, incluso “por debajo
mismo de las condiciones de vida de su propia clase” (p. 47). También reiteran
la importancia de la mayoría obrera que, unida, favorecería a la mayoría de la
población en el mundo. Para lograr tal hazaña, los obreros pueden seguir el
ejemplo de la misma burguesía.
El segundo capítulo del Manifiesto
se titula “Proletarios y comunistas”. Marx y Engels desarrollan en este
apartado las características y los fines del partido. Ratifican la relación
inalienable entre los comunistas y los obreros, de tal manera que solo
consideran al proletariado como participantes del movimiento. Como grupo,
persiguen tres propósitos: “constitución de los proletarios en clase,
destrucción de la supremacía burguesa, conquista del poder político por el
proletariado” (p. 50). Para la consecución de tales fines, se hace necesario abolir
la propiedad burguesa por considerarla propiedad privada. Marx y Engels
critican el hecho de que el trabajo asalariado no crea la propiedad para los
obreros, sino, por el contrario, genera el capital que hace posible la
propiedad privada de la burguesía, de tal manera que entre más haya explotación
del proletariado más beneficios habrá para la clase privilegiada.
La paradoja radica en que el obrero trabaja por un salario
apenas elemental, mientras la burguesía acapara el capital que genera ese
trabajo. Los autores reafirman que el comunismo busca abolir este modo de
apropiación que va en detrimento de la dignidad de la clase obrera y a favor de
los intereses de la burguesía. Así las cosas, la abolición de la propiedad es
entendida por la burguesía como un vejamen de la individualidad y de la
libertad, reducidas al contexto de su capital y a sus relaciones sociales, sin
tener en cuenta la individualidad y libertad del proletariado. En palabras de
los autores: “Nos reprocháis, pues, el querer abolir una forma de propiedad que
no puede existir sino a condición de privar a la inmensa mayoría de toda
propiedad” (p. 55).
Paso seguido, Marx y Engels contraargumentan otras las
críticas que reciben de la burguesía. En el caso de la abolición de la familia,
los autores consideran que la constitución familiar burguesa reposa sobre el capital
y en la supresión de la familia para el proletariado, donde los niños son
instrumentos de trabajo. A raíz de esto, el comunismo propone eliminar la
explotación de los niños, haciendo hincapié en la necesidad de instaurar una
educación para todos, no reducida a la clase e ideología dominante. Por otra
parte, ante la crítica de que los comunistas desean configurar una colectividad
de mujeres, los autores aclaran que se trata únicamente de brindar a las
féminas un papel más allá del productivo. Del mismo modo, se acusa a los
comunistas de querer abolir la nacionalidad, cuando ni siquiera, según los
argumentos de Marx y Engels, los proletarios tienen patria. Los autores no dan
mucha importancia a rebatir posiciones religiosas o filosóficas pues consideran
que tales prácticas se dan a la par con cambios sociales.
Al finalizar el segundo capítulo, los autores proponen diez
medidas para el comunismo: expropiación de la propiedad privada, el impuesto
progresivo, abolición de la herencia, confiscación de propiedad a emigrados,
centralización del crédito, centralización de los medios de transporte,
mejoramiento de tierras cultivadas, trabajo obligatorio, combinación de trabajo
agrícola e industrial y educación pública y gratuita para niños. De esta
manera, el proletariado destruiría las diferencias sociales, imponiéndose como
clase directora al abolir el poder público, que no es otra cosa que “el Poder
organizado de una clase ara la opresión de las otras” (p. 66).
El tercer capítulo “Literatura socialista y comunista” presenta
las diferencias entre el socialismo y el comunismo en cuatro apartados: El
socialismo reaccionario, El socialismo conservador o burgués, El socialismo y
el comunismo crítico-utópico y Posición de los comunistas ante los diferentes.
Los autores critican, en primer lugar, la lucha literaria y poco seria que, en
un principio, tienen la burguesía y la aristocracia. Con canciones satíricas y
profecías de desastres nace el socialismo feudal, acompañado por el socialismo
clerical, quienes olvidan que son retoños del régimen feudal de la Edad Media.
Además del socialismo feudal, los autores desarrollan la idea del socialismo
pequeño-burgués, comprendido por una clase que parece estar entre la burguesía
y el proletariado. Los escritores de la época empiezan a criticar el régimen
burgués y a defender a los obreros. Este socialismo se convierte en
reaccionario y utópico a causa de los deseos de volver a pretéritos medios de
producción y de cambio. Otro socialismo reaccionario es el alemán o
considerado, desde el subtítulo propuesto por los autores, como “verdadero”. Los
escritores alemanes toman como base la revolución francesa para adaptar tales
ideas a su filosofía e ideología. Tales adaptaciones son consideradas
verdaderas y tienen en cuenta las necesidades no solo del proletariado, sino de
todo ser humano. Con el tiempo, tal reacción se torna más seria por la oposición
de la burguesía alemana y prusiana hacia la monarquía absoluta y feudal. Así
mismo, la literatura de este socialismo lleva a que crezcan los mercados de los
burgueses a causa de las promesas sobre el bien común. Al respecto, Marx y
Engels considera que estos escritos fueron una “sucia y enervante literatura”
(p. 78).
El segundo apartado del tercer capítulo “El socialismo
conservador y burgués” presenta una tendencia socialista dirigida desde la
clase burguesa, en la que se desvirtúa toda posibilidad de reacción social;
incluso, se trata de convencer a los obreros de que el cambio político no los
beneficia. Desde esta perspectiva, los burgueses buscan también disminuir su
trabajo administrativo y el salario de los trabajadores, que son vistos
únicamente como plataforma para lograr las comodidades de los más favorecidos.
Finalmente, en el último apartado del tercer capítulo “El
socialismo y el comunismo crítico-utópico”, Marx y Engels reflexionan sobre las
propuestas socialistas de Fourier, Owen y Saint-Simon, en las cuales se percibe
cierto desdén hacia las clases obreras y desconfianza hacia el poder que
podrían obtener en la sociedad. Para lo autores del Manifiesto, el socialismo utópico considera al proletariado como la
clase que más sufre, pero no la concibe con la posibilidad de salir de este
letargo. Este socialismo tiende a favorecer a las clases dominantes y van en
contra de cualquier acción revolucionaria del proletariado. Este socialismo es
considerado utópico, entre otras cosas, por perseguir fines que, en principio
parecen loables, pero son orientados, en realidad, en pro de la clase burguesa.
El cuarto y último capítulo del Manifiesto se titula “Posición de los comunistas ante los
diferentes partidos de oposición”. Los autores reseñan las características de
los partidos comunistas en diferentes países de Europa y “apoyan (…) todo
movimiento revolucionario contra el estado de cosas social y político
existente” (p. 88). Reiteran que el objetivo primordial, independientemente del
país o de la situación social, es la abolición de la propiedad burguesa,
mediante la derrota de las clases favorecidas y la imposición política en la
sociedad. Merz y Engels culminan el manifiesto haciendo una invitación a los
pertenecientes de la clase proletaria para que se unan y combatan ante la
opresión social.
A partir de lo anterior, se puede concebir el Manifiesto comunista como un grito a la
libertad e igualdad social del proletariado europeo, víctima de los abusos del
poder burgués y del crecimiento industrial que invisibiliza la mano de obra.
Marx y Engels inician una revolución ideológica sobre el valor del capital en
la sociedad, así como una reflexión en torno a los desmanes hacia el
proletariado, percibido por la burguesía simplemente como un medio para el
ascenso social en detrimento del estancamiento económico de los trabajadores.
Se evidencia, en el Manifiesto, que
esta visión es precursora en cuanto favorece a la comunidad obrera, ya que las
perspectivas del socialismo utópico obstaculizan la participación política de
los proletarios en la sociedad. No por nada los autores escriben en mayúscula
sostenida el grito de la necesidad: “Proletarier aller Länder, vereinigt
euch!”.
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