Cuatro
casos de plagio considerados por los estudiantes como no plagio
Jhon
Monsalve
Imagen tomada de: https://www.hosteurope.es/blog/como-lidiar-con-el-plagio-de-contenidos-de-tu-blog
Mi experiencia como docente
de escritura académica ha cambiado mi perspectiva sobre el plagio. Antes
consideraba que los estudiantes a propósito copiaban párrafos enteros de otras
fuentes con el objetivo exclusivo de cumplir a tiempo con la entrega de un trabajo para cierta
asignatura. Antes pensaba que los estudiantes no seguían las normas de citación
al pie de la letra sencillamente por pereza. Ahora los comprendo más: nadie se
ha tomado previamente el trabajo de revisar sus textos; los profesores de
escritura del pasado se interesaron más por el producto que por el proceso; los
docentes, en lugar de sospechar, confiaron ciegamente en que el texto bien
escrito era de su estudiante: por ejemplo, se conocen casos de estudiantes de
colegio premiados con cuentos tomados de internet en concursos internos
institucionales. Todo lo anterior resta responsabilidad al estudiante y esta,
querámoslo o no, cae en los procesos didácticos escriturales de los docentes.
No obstante, el hecho de que
hoy comprenda más a mis estudiantes no me hace indiferente a los argumentos que
siguen surgiendo en ellos en torno a los textos plagiados, luego de dialogar en
clase sobre el tema. Según parece, ni siquiera los mismos docentes tienen
clara la normatividad y, ante orientaciones ofrecidas en otras cátedras, los
estudiantes terminan obviando ciertos procesos de citación, considerados muy
normales y fuera de la categoría del plagio.
En los siguientes párrafos,
me dispongo a describir los argumentos que surgen normalmente por parte de los
estudiantes cuando cometen cuatro tipos de plagio, muy comunes, por cierto,
pero pasados por alto.
1. Profe, yo iba a poner la fuente; lo dejé para el final, y se me olvidó
Sea con intención o sin
ella, se considera plagio el hecho de olvidar las comillas y la fuente de donde
el estudiante toma cierta información. Es comprensible que se le olvide poner
la referencia al finalizar una cita, puesto que, en ocasiones, se prioriza más
en el desarrollo de las ideas que en la normatividad, pero existen formas para
evitarlo: se pueden subrayar con colores las referencias faltantes, de tal
manera que, cuando se haga una nueva revisión del texto, se puedan completar
sin el temor de olvidar alguna; también, entre otras, se puede tener una lista
de referencias en otro documento que permita, en el momento de la revisión, “chequear”
que todas las citas están con comillas y referenciadas.
A modo de ejemplo, miremos los
siguientes párrafos escritos por algunos de mis estudiantes:
En los dos párrafos, utilizaron
dos fuentes diferentes de manera textual sin referenciarlas.
Miremos:
Por más que los estudiantes
argumenten que no fue su intención, que tomaron la información sin objetivos de
plagio, que olvidaron poner las comillas, que olvidaron referenciar… Por más
que se den explicaciones, este es un caso de plagio. Con intención o sin
intención, es plagio.
2. Profe, puse el nombre del autor y el año, pero olvidé las comillas
Si el estudiante pone el nombre
del autor y el año de publicación del texto que referencia, pero cita
textualmente sin poner comillas, es plagio. Tras los argumentos de que no es
plagio porque el estudiante aclaró quién había afirmado lo que está citando, se
debe precisar la diferencia entre citas directas e indirectas. Se considera
plagio, en cualquier normatividad, si se copia textualmente de una fuente sin
poner comillas, solo especificando el autor y el año de publicación. Veamos un caso:
Si nos fijamos, los estudiantes
que “redactaron” este párrafo tuvieron en cuenta el autor y el año de
publicación. No obstante, la cita, tal cual, es tomada de:
Algún lector podría objetar
que no está completamente textual. Es cierto, pero está casi completamente
textual. No se puede comprender como parafraseo el cambio de una o dos palabras
en la cita (ya lo veremos en el punto siguiente). En breve: se considera plagio
no poner comillas en citas directas, aunque se halla especificado el nombre del
autor y el año de publicación del texto referenciado.
3. Profe,
no es plagio; yo parafraseé… por eso, no puse las comillas
Sin duda el parafraseo no es
plagio. Eso que quede claro. Pero es necesario definir unos puntos en común
sobre lo que se entiende por parafrasear.
No me voy a poner teórico, ni nada por el estilo, pero, para comprenderlo,
basta con la primera acepción que ofrece de paráfrasis
la Real Academia de la Lengua: “1. f. Explicación o interpretación
amplificativa de un texto para ilustrarlo o hacerlo más claro o inteligible” (Drae,En línea). Parafrasear no es, por tanto, cambiar algunas palabras de la cita y
dejar las restantes. Parafrasear es interpretar el enunciado de la referencia,
es decir lo mismo pero con otras palabras; es mantener, según Ducrot y Todorov
(2009), un paralelismo semántico con otras formas lingüísticas.
A partir de lo anterior, miremos
el siguiente párrafo de algunos estudiantes:
Fijémonos en que ponen la
referencia al final, como si se parafraseara, pero, en últimas, toman
textualmente la cita:
En suma, si se parafrasea una
información cambiando solo algunas palabras, se considera plagio.
4. Profe, yo no hice plagio… Si se fija bien, son las mismas ideas, pero con otras palabras
Este último caso es el más
extraño, pero cada vez más recurrente (difícilmente se halla un manual que lo contemple). Los estudiantes, luego de comprender el
parafraseo, tienden a elaborar equivalencias semánticas de todos los párrafos de
algún texto ya existente. Por ejemplo, si se trata de describir en qué consisten
las actitudes desde un punto de vista psicológico, los estudiantes pueden
buscar un artículo en el que se haya abordado el tema, y parafrasean, en orden,
las ideas halladas en ese texto. Por ejemplo,
Cualquiera que tome la
información de estos dos párrafos y la pegue en algún detector de plagio
considerará que todo anda bien. No hay equivalencias estructurales, pero sí semánticas.
Miremos:
Sé que podría sonar
exagerado este último caso, pero en Colombia ya hubo una interesante discusión
sobre un hecho similar. Recordemos al escritor antioqueño David Betancourt,
quien fue acusado de plagiar las ideas de varias narraciones elaboradas por otros
escritores colombianos. Recordemos que tales ideas eran muy similares en lo
semántico, pero distaban en los formal. ¿Pasa lo mismo en los discursos
académicos? El tiempo nos lo dirá…
Bibliografía
Ducrot, O. y Todorov, T.
(2009). Diccionario enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje. Madrid: Siglo
XXI Editores.
Muy bien explicado los paglios que consideramos no plagio y en especial lo del parafraseo. De hecho, a veces para hacer encajar una cita con lo que iba redactando no me encajaba porque la cita y mi texto se diferenciaban en cuanto a género y número de los enunciados. Por tanto, para que acoplaran tomaba la decisión de modificar la cita textual deacuerdo a mi texto; y aunque sabía que solo había cambiado casi nada, tampoco estaba manteniendo la estructura original de la cita. Y yo sentía que era una cita parafraseada. (Gracias)
ResponderEliminarGracias por leer y comentar. Me complace saber que el artículo es útil. Saludos, Jáminton.
Eliminar