domingo, 10 de febrero de 2019

Cuatro casos de plagio considerados por los estudiantes como no plagio


Cuatro casos de plagio considerados por los estudiantes como no plagio

Jhon Monsalve

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Mi experiencia como docente de escritura académica ha cambiado mi perspectiva sobre el plagio. Antes consideraba que los estudiantes a propósito copiaban párrafos enteros de otras fuentes con el objetivo exclusivo de cumplir a tiempo con la entrega de un trabajo para cierta asignatura. Antes pensaba que los estudiantes no seguían las normas de citación al pie de la letra sencillamente por pereza. Ahora los comprendo más: nadie se ha tomado previamente el trabajo de revisar sus textos; los profesores de escritura del pasado se interesaron más por el producto que por el proceso; los docentes, en lugar de sospechar, confiaron ciegamente en que el texto bien escrito era de su estudiante: por ejemplo, se conocen casos de estudiantes de colegio premiados con cuentos tomados de internet en concursos internos institucionales. Todo lo anterior resta responsabilidad al estudiante y esta, querámoslo o no, cae en los procesos didácticos escriturales de los docentes.

No obstante, el hecho de que hoy comprenda más a mis estudiantes no me hace indiferente a los argumentos que siguen surgiendo en ellos en torno a los textos plagiados, luego de dialogar en clase sobre el tema. Según parece, ni siquiera los mismos docentes tienen clara la normatividad y, ante orientaciones ofrecidas en otras cátedras, los estudiantes terminan obviando ciertos procesos de citación, considerados muy normales y fuera de la categoría del plagio.

En los siguientes párrafos, me dispongo a describir los argumentos que surgen normalmente por parte de los estudiantes cuando cometen cuatro tipos de plagio, muy comunes, por cierto, pero pasados por alto.

1. Profe, yo iba a poner la fuente; lo dejé para el final, y se me olvidó

Sea con intención o sin ella, se considera plagio el hecho de olvidar las comillas y la fuente de donde el estudiante toma cierta información. Es comprensible que se le olvide poner la referencia al finalizar una cita, puesto que, en ocasiones, se prioriza más en el desarrollo de las ideas que en la normatividad, pero existen formas para evitarlo: se pueden subrayar con colores las referencias faltantes, de tal manera que, cuando se haga una nueva revisión del texto, se puedan completar sin el temor de olvidar alguna; también, entre otras, se puede tener una lista de referencias en otro documento que permita, en el momento de la revisión, “chequear” que todas las citas están con comillas y referenciadas.

A modo de ejemplo, miremos los siguientes párrafos escritos por algunos de mis estudiantes:


En los dos párrafos, utilizaron dos fuentes diferentes de manera textual sin referenciarlas. Miremos:




Por más que los estudiantes argumenten que no fue su intención, que tomaron la información sin objetivos de plagio, que olvidaron poner las comillas, que olvidaron referenciar… Por más que se den explicaciones, este es un caso de plagio. Con intención o sin intención, es plagio.

2. Profe, puse el nombre del autor y el año, pero olvidé las comillas


Si el estudiante pone el nombre del autor y el año de publicación del texto que referencia, pero cita textualmente sin poner comillas, es plagio. Tras los argumentos de que no es plagio porque el estudiante aclaró quién había afirmado lo que está citando, se debe precisar la diferencia entre citas directas e indirectas. Se considera plagio, en cualquier normatividad, si se copia textualmente de una fuente sin poner comillas, solo especificando el autor y el año de publicación. Veamos un caso:



Si nos fijamos, los estudiantes que “redactaron” este párrafo tuvieron en cuenta el autor y el año de publicación. No obstante, la cita, tal cual, es tomada de:



Algún lector podría objetar que no está completamente textual. Es cierto, pero está casi completamente textual. No se puede comprender como parafraseo el cambio de una o dos palabras en la cita (ya lo veremos en el punto siguiente). En breve: se considera plagio no poner comillas en citas directas, aunque se halla especificado el nombre del autor y el año de publicación del texto referenciado.

3. Profe, no es plagio; yo parafraseé… por eso, no puse las comillas

Sin duda el parafraseo no es plagio. Eso que quede claro. Pero es necesario definir unos puntos en común sobre lo que se entiende por parafrasear. No me voy a poner teórico, ni nada por el estilo, pero, para comprenderlo, basta con la primera acepción que ofrece de paráfrasis la Real Academia de la Lengua: “1. f. Explicación o interpretación amplificativa de un texto para ilustrarlo o hacerlo más claro o inteligible” (Drae,En línea). Parafrasear no es, por tanto, cambiar algunas palabras de la cita y dejar las restantes. Parafrasear es interpretar el enunciado de la referencia, es decir lo mismo pero con otras palabras; es mantener, según Ducrot y Todorov (2009), un paralelismo semántico con otras formas lingüísticas.

A partir de lo anterior, miremos el siguiente párrafo de algunos estudiantes:




Fijémonos en que ponen la referencia al final, como si se parafraseara, pero, en últimas, toman textualmente la cita:



En suma, si se parafrasea una información cambiando solo algunas palabras, se considera plagio.

4. Profe, yo no hice plagio… Si se fija bien, son las mismas ideas, pero con otras palabras

Este último caso es el más extraño, pero cada vez más recurrente (difícilmente se halla un manual que lo contemple). Los estudiantes, luego de comprender el parafraseo, tienden a elaborar equivalencias semánticas de todos los párrafos de algún texto ya existente. Por ejemplo, si se trata de describir en qué consisten las actitudes desde un punto de vista psicológico, los estudiantes pueden buscar un artículo en el que se haya abordado el tema, y parafrasean, en orden, las ideas halladas en ese texto. Por ejemplo,




Cualquiera que tome la información de estos dos párrafos y la pegue en algún detector de plagio considerará que todo anda bien. No hay equivalencias estructurales, pero sí semánticas. Miremos:



Sé que podría sonar exagerado este último caso, pero en Colombia ya hubo una interesante discusión sobre un hecho similar. Recordemos al escritor antioqueño David Betancourt, quien fue acusado de plagiar las ideas de varias narraciones elaboradas por otros escritores colombianos. Recordemos que tales ideas eran muy similares en lo semántico, pero distaban en los formal. ¿Pasa lo mismo en los discursos académicos? El tiempo nos lo dirá…


Bibliografía
Ducrot, O. y Todorov, T. (2009). Diccionario enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje. Madrid: Siglo XXI Editores.

2 comentarios:

  1. Muy bien explicado los paglios que consideramos no plagio y en especial lo del parafraseo. De hecho, a veces para hacer encajar una cita con lo que iba redactando no me encajaba porque la cita y mi texto se diferenciaban en cuanto a género y número de los enunciados. Por tanto, para que acoplaran tomaba la decisión de modificar la cita textual deacuerdo a mi texto; y aunque sabía que solo había cambiado casi nada, tampoco estaba manteniendo la estructura original de la cita. Y yo sentía que era una cita parafraseada. (Gracias)

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    1. Gracias por leer y comentar. Me complace saber que el artículo es útil. Saludos, Jáminton.

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