La cárcel, de Jesús Zárate Moreno: ¿Colombia
entre dos mundos?
Jhon
Monsalve
Imagen tomada de internet.
Se
ha catalogado como insólito el hecho de que La
cárcel, novela del escritor santandereano Jesús Zárate Moreno, haya sigo
ganadora del Premio Planeta 1972. Pero lo insólito no debe comprenderse como
consecuencia de la mala narrativa―si la hubiera―, sino por el otorgamiento de
este premio de manera póstuma al célebre narrador colombiano. Esta novela fue
inédita y los derechos pertenecieron a la familia Zárate. No por nada, y a
pesar de todas las críticas que se han suscitado en torno a esta novela, es
considerada como una de las mejores narraciones escritas en el departamento
santandereano. La cárcel es la
historia de Antón Castán, un inocente que desde hace tres años permanece
recluido en una cárcel colombiana acusado, sin saberlo, del crimen de una
mujer. Dentro de la cárcel hace amistad con cuatro presos, que tienen
características particulares: Braulio, un bígamo, que terminó viviendo, al fin
y al cabo, con sus dos mujeres; David, un falsificador de firmas, que se ganó
la vida con las propiedades de su tío; el Gordo Tudela, un exdetective, que fue
acusado por dar de baja a un hombre en medio de un operativo; y Mister Alba
(así sin tilde), un colombiano que hizo relaciones y negocios ilegales en el
extranjero y que, particularmente, guardaba en su estómago una navaja, por si
se presentaba algo. Este último es considerado, incluso dentro de la narración,
como el protagonista del diario que escribía Antón Castán. A continuación
trataré de presentar algunas precisiones sobre la novela. Son muy personales y
pueden, como muchas cosas de este blog, estar erradas. Este blog, insisto, no
cumple con el rigor suficiente de un análisis literario, pero puede ayudar a
esclarecer algunas cuestiones.
Sobre el diario
Una
de las cualidades de esta novela y que la hace, a mi modo de ver (y a partir de
mis escasas lecturas literarias), una narración innovadora es el hecho de
presentarse como metanovela. Entiendo por esto último una novela que se
explica, mediante la narración, a sí misma. Hay discusión entre los presos por
el género que escribe Castán y que, para él, es un diario. David lo considera,
por el contrario, un drama, y Mister Alba, una novela. El analista podría
concluir que la narración son muchos géneros literarios, incluido el lírico, si
se tienen en cuenta los aforismos e
intervenciones de Mister Alba. Es una novela, que es un drama, que es un poema,
que es un diario.
Sobre la trama
Antón
Castán, a modo de diario, escribe sus experiencias más significativas, en la
medida en que las vive: un diario en el que cuenta las acciones de sus compañeros,
sus vivencias, pensamientos, sentimientos en torno a la libertad. El clímax, si
me lo permiten (lo digo porque hay muchas acciones transformadoras; recuerden
que este texto no es más que un acercamiento pobre a la novela de Zárate
Moreno), se da cuando, luego de poner presos a unos campesinos que se habían
tomado unas tierras que sentían como suyas, se arma un motín en contra de las
decisiones de Leloya, el nuevo director de la cárcel. Aunque los campesinos
fueron los que iniciaron la manifestación, los demás presos los siguieron
porque estaban en desacuerdo con las políticas de reclusión que había
implementado Leloya, entre las que estaban el porte de un uniforme para presos
y la prohibición a salir a tomar el sol al patio. La protesta es dirigida por
los compañeros de celda de Castán, que termina matando a Leloya, en un momento
de odio, más que de ira. Lo asesina, aprovechando el motín, para vengar su
reclusión de tres años, pues este hombre, Leloya, fue quien lo acusó de haber
matado a una de sus mujeres (del director). El último capítulo, “El proceso”,
da cuenta de estos hechos por medio de una representación de un juicio que
hacen los compañeros de prisión de Antón.
¿Sobre la cárcel… que es Colombia?
Podría
decir, con lo atrevido que soy, que esta novela es una metáfora del
encerramiento social de Colombia. Los personajes podrían representar diferentes
países. Pongo el ejemplo de David, que le gusta una comida española, que tiene
muchos ingredientes de otros países. Pongo el ejemplo de Mister Alba, que
representa a Norteamérica y a Panamá, porque habla mucho de estos países, a
partir de sus experiencias. Puedo hablar de Colombia cuando veo a Castán
encerrado inocentemente y en medio de Mister Alba y de David, que se la dan de
extranjeros, aunque aparentemente son sus amigos (recordemos unos hablando a
espadas de otros). Y no lo digo yo; lo dijo el propio Castán, en uno de sus
apuntes: “España y los Estados Unidos son las dos puntas de la tenaza histórica
que nos tiene presos, remachados. Las dos puntas anulan el esfuerzo conjunto,
pues, entre ellas, la una inutiliza a la otra. Donde la influencia
norteamericana nos sacude, la tradición española nos cohíbe. Donde el idealismo
español nos impulsa, el utilitarismo norteamericano nos aplasta. Donde la rebeldía
española nos empuja a rebelarnos contra la ley colonial de la cárcel, las
autoridades de estilo norteamericano nos inmovilizan con el cerco feroz de los
perros policías. La tragedia de nuestra adorada cárcel consiste en no haber
tenido la personalidad suficiente para sacudirse las inhibiciones de estos dos
yugos paralelos. Entre esas dos fuerzas que nos oprimen abrazándonos, no hemos
llegado a ser nosotros mismos” (p. 64).
Como
siempre, la literatura se presenta como representación de las cuestiones sociales.
Así como, aparte de ser una metanovela también es una crítica de ella misma,
esta narración es una crítica social que merece ser estudiada, si es que ya no
se han hecho estudios o si no están en proceso. Un premio de novela que ganó un
muerto es, más que algo insólito, una oportunidad para comprendernos a nosotros
mismos como colombianos. No por nada se
hace referencia con tanta frecuencia a la época colonial; no por nada se
presenta un elogio a la injusticia y a la libertad. No por nada.
Saludo cordial ¿Esta entrada está publicada en alguna revista?
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