TEXTOS, OBJETOS, SITUACIONES Y FORMAS
DE VIDA: LOS NIVELES DE PERTINENCIA DE LA SEMIÓTICA DE LAS CULTURAS
Jhon Monsalve
Fontanille. Tomado de Internet.
Fontanille, J. (2010). Textos, objetos, situaciones y formas de
vida: los niveles de pertinencia de la semiótica de las culturas (Horacio
Rosales, trad.): Bucaramanga: (S.E.). (Obra original publicada en 2004).
Entre
los estudios que se llevan a cabo en torno a la cultura, es imprescindible tener
en cuenta algunos niveles que, según Fontanille, están jerarquizados e integrados
para tener sentido: los textos, los objetos, las situaciones y las formas de
vida. El autor empieza sus argumentos con la distinción entre el plano de la
expresión y el plano del contenido, haciendo uso de la teoría de Hjelmslev,
para exponer los niveles pertinentes que han caracterizado al primero: estructurales
elementales, estructuras actanciales y narrativas y, entre otras, estructuras
modales. Esto es, verbigracia, lo que se tiene en cuenta para un análisis
literario. El problema radica, según el mismo autor, en que en el plano de la
expresión no se han definido factores similares. En un principio, la semiótica
estudiaba los signos y, por lo tanto,
las figuras se presentaban como tales,
pero, después de los años setenta, esta disciplina centró su atención en el
texto (en un sentido amplio de la palabra), es decir, lo figurativo, desde entonces, partiría de
cómo se presenta la forma de la expresión, ya sea en textos verbales o no
verbales, y en mi opinión, aunque el autor no lo dice, también en textos sincréticos.
Y aquí tenemos desde ya el primer eslabón del tren de los niveles de pertinencia
semiótica de las culturas: el texto. La importancia de este elemento dentro de
la integración semiótica radica en que solo a partir de su expresión, visible
y, a mi modo de ver, a veces tangible, se puede acceder a los componentes
materiales de un objeto particular. Así: el texto es el nivel superior de
pertinencia semiótica. Tras él vienen los objetos, las situaciones y las formas
de vida.
Para
comprender la semiótica de los objetos, según lo expone Fontanille, es necesario
identificar el valor del mismo dependiendo de la situación semiótica en la que
se halle. No podemos, entonces, desligar el objeto de las circunstancias que lo
producen. El objeto termina siendo el soporte del texto y este significa gracias
al contexto y a las personas que lo conforman, es decir, y según lo define el
autor: a las prácticas.
Por
otra parte, la situación semiótica tiende a ser heterogénea, es decir, muchos
factores intervienen en ella: el objeto, el rol del actante, la representación
textual y, si es el caso, también el autor. La homogeneidad se logra cuando
estos elementos se integran en una escena predicativa. Esta última también
recibe el nombre de dimensión predicativa y se refiere a la acción comunicativa
entre roles; junto a esta aparece la dimensión estratégica, que es la que
asocia tales actos enunciativos con “el conjunto de los dispositivos topológicos
y figurativos que constituyen el entorno”. La acción semiótica, como vemos, asocia el
texto con los factores que hicieron posible su producción, y a su vez, tiene en
cuenta los estilos estratégicos de los usuarios, esto es: influye en las formas
de vida.
En
la última parte del texto, Fontanille parte de la teoría de Hjelmslev para
exponer los conceptos de forma y sustancia en relación con sus argumentos. La
forma, según el autor, es lo figurativo. Propone el concepto de ayuda formal para especificar la manera
en que se puede abordar la superficie de un texto: “Es un conjunto de características
y figuras que se extraen de la ayuda material para definir las condiciones de
la inscripción, recepción o establecimiento del texto, la imagen o cualquier
otra configuración semiótica” (Fontanille, p. 11). Por otra parte, la ayuda material de la que habla esta cita
se refiere a las características modales, sensibles, temporales y, entre otras,
espaciales, que se descubren tras el velo de la sustancia. Lo que,
posiblemente, necesitaría precisión (y hablo desde mi humilde y tal vez
inocente lectura) sería la alusión a este último término porque no se
especifica si se refiere a la sustancia de la expresión o del contenido, aunque
podríamos intuir que, por los rasgos identificables y expuestos en la cita,
pertenecen al segundo.
Finalmente,
el autor da el último ejemplo (referente a un paisaje) para explicar de qué manera
están en constante relación la expresión y el contenido; el primero resulta del
campo de la experiencia, es decir, lo que un observador puede captar con los
sentidos; y el segundo resulta de la existencia: sistemas temporales que permiten
hacer del texto lo que es.
Así
las cosas, vemos una exposición completa y muy significativa para el campo de
la investigación cultural, en todos sus ámbitos. Posiblemente creemos que este
método de análisis es pertinente solo para los estudios narrativos. Fontanille,
por medio de diversos ejemplos, nos demuestra lo contrario. En la cultura, sin
importar el espacio, hallaremos objetos, sujetos, situaciones y formas de vida
que, aunque heterogéneas, logran la homogeneidad en las interrelaciones. Y por
último, una idea recurrente en el texto: cada acto y cada texto irán siempre
relacionados con la situación en que se produzcan.
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