ANTROPOLOGÍA SIMBÓLICA Y ACCIÓN
EDUCATIVA:
EL ESLABÓN DEL QUE CARECE LA PEDAGOGÍA
CONTEMPORÁNEA
Jhon Monsalve
Joan-Carles Mèlich Imagen tomada de Internet
Mèlich, J.C. (1998). Antropología simbólica y acción educativa.
Barcelona: Editorial Paidós.
Joan-Carles
Mèlich, Doctor en Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona,
autor de diversos libros filosóficos y educativos, escribió en 1996 “Antropología
simbólica y educativa”, una obra en la que combina estos dos factores con el
fin de poner en reflexión el eslabón que le hace falta a la cadena pedagógica y
educativa: la reposición de lo mítico, lo simbólico y lo ritual. Cabe aclarar desde ya que estos tres
elementos han sido apartados del entorno educativo y del mundo de la vida en
general a causa de la prioridad que se ha tenido hacia el estudio científico.
Ya veremos, en el transcurso de este texto, las posturas del autor al respecto.
“Antropología
simbólica y acción educativa” se divide en tres partes constituidas por
capítulos particulares. Antes del primer apartado, el autor hace una Invitación a modo de prólogo del libro,
en la que expone los elementos que se han dejado a un lado a causa, en parte,
del avance científico. Allí explica que esos factores devienen del estado
nocturno que se encubre con el sol de la ciencia. Luego hace una Entrada, a modo de introducción, en la
cual reflexiona sobre la realidad relativa de las perspectivas humanas: asegura
que para hablar de lo real debería
remitirse al contexto y a la persona que lo considera como tal. Luego retoma lo
que vendría a ser una sus más recurrentes hipótesis: sitúa al arte y a la
religión dentro del lenguaje simbólico, y lo científico, por su parte, lo
emplaza dentro de lo sígnico. Mèlich complementa estas ideas relacionándolas
con el Mythos (lo simbólico) y con el Logos (la razón, lo científico); a partir
de ello, afirma que para alcanzar las caras escondidas del fenómeno educativo
resulta imprescindible salirse de lo racional y teórico para llegar a lo
nocturno, es decir, a lo simbólico.
Justo después de estos textos introductorios,
el autor da inicio al primer apartado de “Antropología simbólica y acción
educativa”, titulado “Los elementos del mundo social”, que está dividido en
cinco capítulos que exponen los conceptos básicos relacionados con las tesis
sobre la pedagogía y su eslabón faltante: 1) El mundo: antes de adentrarse en
lo que Husserl, Habbermas, Schütz y Luhmann denominaron el Mundo de la vida,
Mèlich comprende que, para algunos estudiosos de las ciencias sociales, solo
son científicas aquellas investigaciones que parten de postulados de las
ciencias naturales y, para otros, como él, según se evidencia, hay una opción distinta, ni mejor ni peor:
aquella que se encarga de las estructuras microsociales como la
intersubjetividad, la interacción, la comunicación o la ética. Estas tal vez
estén situadas en el mundo de la vida, el precientífico, para Hussserl, el anterior
a cualquier constitución de la ciencia. Un mundo de la vida lleno de interacciones,
de sociedades. Esta intersubjetividad será tenida en cuenta también por Schütz
y retomada en la comunicación de
Habbermas y en el entorno comunicativo de Luhmann. Lo importante aquí es la
relación que puede hacerse con el ámbito educativo, en el que se participa
directamente de la vida del otro, ya sea este estudiante o maestro. 2) La
cultura: este concepto es, para el autor, una forma de construir el mundo. Por
tal motivo, dependiendo de la cultura, se construyen distintos mundos,
portadores de sentidos en la existencia humana. En este apartado toca por
primera vez los motivos que se reiteran en todos los mundos de la vida y que
serán explicados a su debido tiempo: la violencia, el sexo y la muerte. En
cuanto al ámbito educativo, este tema es fundamental, ya que lo multicultural
es, en muchas ocasiones, imperativo social, del que se espera haya la
compatibilidad justa de cosmovisiones diferentes. 3) El símbolo: es portador de
sentido; lo sígnico se estanca en lo físico, en la ciencia. El símbolo evoca un
significado que no está presente, que construye el mundo. Según Mèlich, el
símbolo ha estado en rivalidad con el signo, en la pedagogía occidental,
guardando la misma equivalencia, respectivamente, del Mythos y el Logos.
Gracias al símbolo podemos descubrir lo nocturno, es decir, lo más profundo. 4)
El mito: para Mèlich, el mito sirve para garantizar la permanencia de una
sociedad; por lo tanto, para que esto se lleve a cabo, es necesario volver
constantemente a este. Como se habla de sociedad, es lógico que el mito sea un
fenómeno colectivo. Este término, en el área educativa, se descubre en
elementos que nos remiten al pasado, querámoslo o no: el currículum escolar,
por citar el ejemplo del autor, es resultado de toda una tradición y de un
proceso de civilización. En este apartado se continúa con la temática
antecedida en el segundo capítulo: la violencia, pues es esta el origen de las
acciones humanas, y como origen remite al mito. 5) El rito: no podemos hablar
de rito sin ligarlo al sacrificio, a la violencia y a la muerte. Pues es el
rito el que, junto al sacrificio, recobra la armonía de una sociedad. En los
próximos capítulos entenderemos, según los argumentos de Mèlich, que el rito,
en el ámbito educativo, ayudaría a solucionar problemas de riñas y discordias
entre estudiantes.
El
segundo apartado “Las formas simbólicas de la acción educativa” se divide en
cuatro capítulos que exponen la diversidad de símbolos que se presentan en la
educación y su importancia antropológica en la familia y en la escuela. El
primer capítulo, Símbolos esenciales de
la educación, presenta algunos símbolos que remiten a lo masculino, como la
serpiente o el sol, y otros que se refieren a lo femenino, como la tierra y el
huevo. Pero tal vez el símbolo más importante sea el del laberinto, pues
representa la dificultad de un fin y que podría ser motivo de fracaso. Esto,
sin duda, alude al currículum o al plan de estudios, en el ámbito educativo. El
segundo capítulo de este apartado lleva por nombre Los valores ocultos y la razón perversa; el autor reflexiona sobre
la debilidad de lo sagrado, a causa de la prioridad científica y tecnológica. A
esto denomina Desencantamiento o Desmitificación, conceptos que se evidencian
fácilmente en la acción educativa: las asignaturas humanas han sido remplazadas
por asignaturas prácticas y científicas. El tercer capítulo, Los órdenes simbólicos en la familia y en la
escuela, trata sobre las jerarquías que se imponen en estos ámbitos
sociales, en los que la mímesis o imitación del modelo es vista con malos ojos,
acto que produce la violencia. Un ejemplo de ello es el alumno que imita y
quiere superar al maestro, pero este no se lo permite; para lograrlo, hace uso
del castigo o de la ridiculización. El último capítulo de este segundo apartado
se titula Del déficit mítico al
reencantamiento del mundo; el autor inicia definiendo el déficit mítico
como la carencia de puntos de referencia en los elementos sagrados (símbolo,
mito y rito), es decir, como la incompatibilidad o el desacuerdo en la
existencia de lo mítico o simbólico. Esta discrepancia se corrobora en el aula
de clase y en la enseñanza de las asignaturas.
El
último apartado “Los rituales de la educación: deseo, violencia y sacrificio” retoma
lo simbólico, lo mítico y lo ritual para relacionarlo con la violencia y sus añadidos:
el sacrificio y el deseo. Este último apartado está dividido en tres capítulos
y un Telón de fondo y de fin, como lo
llama Mèlich. En Ritos de paso y
violencia cultural, el primer capítulo, se aborda el tema que desde el
primer apartado se venía anticipando: la violencia, terreno sobre el cual se
forma la cultura. Para complementar sus razones, cita a René Girard (una de las
autoridades más citadas en este libro), quien afirma que toda civilización es
fundamentada en la violencia. Este factor aparece en los patios de recreo de
las instituciones; según el autor, en este espacio se producen riñas que
podrían provocar más violencia y donde debe haber, para que vuelva la armonía,
una suerte de inmolación, es decir, debe existir alguien sobre quien recaiga la
culpa del desorden. En este ejemplo vemos la relación que hay entre rito,
sacrificio y violencia. Los ritos de paso, que dan nombre al capítulo, se
refieren a los nuevos estados humanos o nuevas etapas. Mèlich cita al etnógrafo
francés Van Gennep para hablar de las tres fases en estos ritos: la separación,
que alude al alejamiento del seno de la madre; la transición, que se refiere a
la etapa de la adolescencia en la que todavía se depende de los padres, y, por
último, la incorporación a la vida adulta. El segundo capítulo, Deseo, imitación y rivalidad: La
antropología de René Girard, centra su atención en la afiliación de la
teoría de Girard en el ámbito de la educación. Mèlich habla del deseo y de la
rivalidad que se produce a causa de este. La relación es triangular: en el
deseo interfiere un sujeto y un objeto, pero ello conlleva una rivalidad. A
partir de Girard, se puede comprender fácilmente: alguien desea un objeto
porque su rival lo desea. Incluso llega el momento en que el antagonista
importa más que el objeto de deseo. En la educación se presenta, como ejemplo,
la relación maestro-discípulo. Al primero le agrada que lo tomen como modelo (es
decir, convertirse en alguien parecido al maestro es el objeto de deseo de los
alumnos), pero cuando este ve que pueden superarlo, cambia de actitud y
desconfía (el maestro se vuelve el rival del alumno). El tercer capítulo de
este último apartado se denomina Una
pedagogía de la crueldad; en este capítulo Mèlich retoma el tema de la
violencia y explica que la importancia y comprensión del sacrificio radica en
lo significativo que pueda ser este acto para los practicantes. En este
sentido, y según lo que explica el autor, el rito es violencia que sirve para
controlar la violencia. Por esta razón, se inmola Edipo, acto de sacrificio y
de ritual, que ayuda a controlar el caos en que vivía Tebas a causa de la
peste. Al finalizar este capítulo, el autor ve con preocupación el hecho de que
la cultura europea (y por qué no también la latinoamericana) haya extirpado el
elemento religioso de sus actos, del mismo modo que la educación, siguiendo su
ejemplo, lo hizo. En el Telón, las
últimas páginas de “Antropología simbólica y acción educativa”, Mèlich retoma la
conexión con el pasado de lo simbólico, lo ritual y lo mítico y afirma, como
asentando una de sus tesis más recurrentes, que sin tradición, es decir, sin
mito, ni símbolo, ni religión, la educación quedaría vacía.
De
esta manera, Joan-Carles Mèlich descubre lo que se escondía tras lo oscuro, en
lo nocturno: un eslabón que en lugar de acercarse nuevamente (si es que algún
día estuvo en su sitio) a la cadena de la acción educativa, se aleja más y más,
para darle paso, de modo inconsciente, a una razón perversa, tecnológica,
científica y poco humana. Habría que estudiar con detenimiento si en verdad la
educación, por lo menos en Latinoamérica, ha sido secularizada, o si
manteniendo una enseñanza religiosa, ha carecido, sin embargo, de lo humano y
ético que produciría lo mítico. Por otra parte, ya vimos que el símbolo, el
mito y el rito son inherentes al hombre. Entonces, ¿qué hay en lo científico,
en el día, que no permite las maravillas de la noche? Tal vez estos tres
elementos se adecuen a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías, a las
ciencias naturales… Tal vez en Europa ya haya un eclipse, y mientras tanto, en
Latinoamérica, la luna apenas se está fusionando con el sol.
Muy buen resumen. Me encanto la lectura.. me ayudo mucho a compreder el libro..
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