lunes, 5 de noviembre de 2012

Análisis "Ifigenia en Táuride"


IFIGENIA EN TÁURIDE
Jhon Monsalve

El fin del siguiente texto es presentar un  balance de lectura  analítica  en torno a una de las tragedias del dramaturgo griego Eurípides.  Es indispensable, desde ahora, tener claro que hablamos de una Tragedia que, en orden de acontecimientos, procede a Electra, del mismo autor. Orestes había vagado por el mundo huyendo de las Erinnias a causa de haber sido el asesino de su propia madre. Salió en compañía de Pílades, prometido en matrimonio de su hermana Electra, en busca de una solución a su martirio. Febo vaticinó que la única solución para que Orestes pudiera sobrevivir era dirigirse al templo de la diosa Artemisa para robar la estatua que había caído de Urano y que era muy representativa en tierra de Toas, rey de Táuride. Fue a cumplir tal designio y, junto a una tripulación de remeros, llegó en barca hasta el lugar.
 Decidieron esconderse, pero fueron descubiertos por un  grupo de boyeros, que informaron de inmediato a Ifigenia de la presencia de extranjeros. Ifigenia, hija de Agamenón, es conocida por todos como la niña que muere por  manos de su padre cuando estaba por definirse la batalla de Troya. Sucede que, según lo presenta esta tragedia (Ifigenia en Táuride), Artemisa había puesto en su lugar un animal que fue quien en realidad recibió el golpe mortal de Agamenón. La raptó y la colocó como la encargada de asesinar a todo extranjero que tocara su tierra. En este caso, los dos extranjeros, sin saberlo, llegaron al lugar donde encontrarían a la que por siempre habían tomado como  muerta.
 Con la inocencia que da la ignorancia de las cosas, Ifigenia comenzó a interrogar a Orestes sobre Agamenón y sus hijos, y  le fue grata la conversación. Decidió enviar una carta a sus familiares por  medio de  él, pero afirmó  que debía morir su compañero, es decir, Pílades, para cumplir con lo establecido en las leyes de esa tierra y con lo que consistía su trabajo. Sin embargo, Orestes no estuvo de acuerdo con tal designación y pidió que la persona que debía morir fuese  él, pues Pílades había ido con la disposición de compañía. Ella comprendió y dijo lo que abrió los ojos de la ignorancia: “Lleva esta carta a Orestes”.
A partir de ese momento, empieza el protagonismo femenino más puro que pueda presentarse en la Tragedia griega e, incluso, en la literatura universal. Se abrazan, y empiezan a planear, con autoría e ideas de Ifigenia, la manera de llevar a cabo sus planes de salvación sin que ninguno de los tres saliese perjudicado. Y propone Ifigenia un plan que podría resumirse de esta manera: Sacaría la estatua de su lugar con la excusa puesta ante Toas de que debía purificarse a causa del contacto que tuvo con Orestes. Así, la lleva hasta el mar junto con Orestes y Pílades, que iban encadenados y custodiados por algunos vigilantes. Todo esto estaba previamente preparado. Tanto que Ifigenia logró infundir el miedo en la comunidad para que nadie saliera de su casa y se contaminara, por este hecho, de la trágica existencia de Orestes y su familia.
Los llevaban encadenados para purificarlos de igual manera que la estatua. Ifigenia ordenó que los guardianes se quedaran lejos del lugar de la purificación pues podría ser contraproducente. Y fue así como pudo huir junto a su hermano y Pílades hacia las tierras en que la estatua debía ser puesta para que la muerte de Orestes ya no fuese inminente. Los dioses estuvieron a su favor, aunque una tormenta iba a detener su empresa. Las palabras de Ifigenia fueron: “¡Oh, hija de Latona, sálvame que soy tu sacrificadora; condúceme a la Hélade, lejos de esta tierra bárbara, y perdona mi latrocinio! ¡Tú que amas a tu hermano, Diosa, piensa en que yo amo al mío!” Esta tragedia, a diferencia, de muchas, no presenta muerte al final de la obra. Lo trágico se comprendería, por ende, como el sufrimiento de los personajes causado por errores ancestrales cobrados por los dioses y  por las situaciones predestinadas por los oráculos. 

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