IFIGENIA EN TÁURIDE
Jhon Monsalve
El fin
del siguiente texto es presentar un
balance de lectura analítica en torno a una de las tragedias del
dramaturgo griego Eurípides. Es
indispensable, desde ahora, tener claro que hablamos de una Tragedia que, en
orden de acontecimientos, procede a Electra, del mismo autor. Orestes había
vagado por el mundo huyendo de las Erinnias a causa de haber sido el asesino de
su propia madre. Salió en compañía de Pílades, prometido en matrimonio de su
hermana Electra, en busca de una solución a su martirio. Febo vaticinó que la
única solución para que Orestes pudiera sobrevivir era dirigirse al templo de
la diosa Artemisa para robar la estatua que había caído de Urano y que era muy
representativa en tierra de Toas, rey de Táuride. Fue a cumplir tal designio y,
junto a una tripulación de remeros, llegó en barca hasta el lugar.
Decidieron esconderse, pero fueron
descubiertos por un grupo de boyeros,
que informaron de inmediato a Ifigenia de la presencia de extranjeros.
Ifigenia, hija de Agamenón, es conocida por todos como la niña que muere
por manos de su padre cuando estaba por
definirse la batalla de Troya. Sucede que, según lo presenta esta tragedia
(Ifigenia en Táuride), Artemisa había puesto en su lugar un animal que fue
quien en realidad recibió el golpe mortal de Agamenón. La raptó y la colocó
como la encargada de asesinar a todo extranjero que tocara su tierra. En este
caso, los dos extranjeros, sin saberlo, llegaron al lugar donde encontrarían a
la que por siempre habían tomado como
muerta.
Con la inocencia que da la ignorancia de las
cosas, Ifigenia comenzó a interrogar a Orestes sobre Agamenón y sus hijos,
y le fue grata la conversación. Decidió
enviar una carta a sus familiares por
medio de él, pero afirmó que debía morir su compañero, es decir,
Pílades, para cumplir con lo establecido en las leyes de esa tierra y con lo
que consistía su trabajo. Sin embargo, Orestes no estuvo de acuerdo con tal
designación y pidió que la persona que debía morir fuese él, pues Pílades había ido con la disposición
de compañía. Ella comprendió y dijo lo que abrió los ojos de la ignorancia:
“Lleva esta carta a Orestes”.
A partir
de ese momento, empieza el protagonismo femenino más puro que pueda presentarse
en la Tragedia griega e, incluso, en la literatura universal. Se abrazan, y
empiezan a planear, con autoría e ideas de Ifigenia, la manera de llevar a cabo
sus planes de salvación sin que ninguno de los tres saliese perjudicado. Y
propone Ifigenia un plan que podría resumirse de esta manera: Sacaría la
estatua de su lugar con la excusa puesta ante Toas de que debía purificarse a
causa del contacto que tuvo con Orestes. Así, la lleva hasta el mar junto con
Orestes y Pílades, que iban encadenados y custodiados por algunos vigilantes.
Todo esto estaba previamente preparado. Tanto que Ifigenia logró infundir el
miedo en la comunidad para que nadie saliera de su casa y se contaminara, por
este hecho, de la trágica existencia de Orestes y su familia.
Los
llevaban encadenados para purificarlos de igual manera que la estatua. Ifigenia
ordenó que los guardianes se quedaran lejos del lugar de la purificación pues
podría ser contraproducente. Y fue así como pudo huir junto a su hermano y
Pílades hacia las tierras en que la estatua debía ser puesta para que la muerte
de Orestes ya no fuese inminente. Los dioses estuvieron a su favor, aunque una
tormenta iba a detener su empresa. Las palabras de Ifigenia fueron: “¡Oh, hija
de Latona, sálvame que soy tu sacrificadora; condúceme a la Hélade, lejos de
esta tierra bárbara, y perdona mi latrocinio! ¡Tú que amas a tu hermano, Diosa,
piensa en que yo amo al mío!” Esta tragedia, a diferencia, de muchas, no
presenta muerte al final de la obra. Lo trágico se comprendería, por ende, como
el sufrimiento de los personajes causado por errores ancestrales cobrados por
los dioses y por las situaciones
predestinadas por los oráculos.
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