martes, 20 de septiembre de 2011

El lenguaje: Común y Poético

 El lenguaje: Común y Poético
Jhon Monsalve
Imagen tomada de: http://ideassinfrontreras.blogspot.com/
« El lenguaje es poesía en estado natural.
Cada palabra o grupo de palabras es una metáfora»[1].

Sigmund Freud, en un ensayo que tituló “La creación literaria y el sueño despierto”, dice que muchos creadores líricos aseguran que todo hombre lleva en sí un poeta y que el último de ellos se morirá con el último hombre[2]. Esta afirmación puede ser cierta si se tiene, como punto de partida, el lenguaje mismo que, conciente o inconcientemente utilizado, es una representación metafórica de objetos, estados acciones o realidades nombradas con letras que no se parecen en nada a lo que denominan. Esta representación fue la primera metáfora oral, incluso cuando aún no existía esta figura literaria. “El romancero gitano” del poeta español Federico García Lorca, por el simple hecho de estar escrito con palabras (porque no hay otra opción), es lenguaje, pero, a diferencia del que posee todo hombre, este busca también su purificación, su esencia, su ambigüedad. En este texto, se tratará de definir el lenguaje a través de lo paradójico de la poesía que, compuesta por un lenguaje que por serlo ya es metáfora, llega al punto de desaparecer, en ocasiones, al fin principal de lo que, en esta líneas, piensa definirse: la comunicación común; se precisará también algunas consecuencias del cambio, producido por el poeta, del lenguaje común al poema.

La ciudad libre de miedo
Multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
Entran a saco por ellas.

Las palabras utilizadas por García Lorca en los anteriores versos, que hacen parte del “Romance de la Guardia Civil Española”, son todas conocidas y dichas a diario, pero no por eso significan lo que dicen. Antes de continuar, hay que tener en cuenta que cada vez que se lee un poema debe conocerse de antemano la cultura, el contexto, porque como afirma Octavio Paz: “Las palabras del poeta son también las de la tribu o lo serán algún día. El poeta transforma, recrea y purifica el idioma; y después lo comparte[3].” Los versos de arriba se comprenderían mejor, si se conociera la historia de España en los años treinta del siglo pasado.  García Lorca, como muchos poetas, a veces, transformaba, recreaba y purificaba la lengua española para que lo que escribiera no significara lo que en realidad estaba escrito. El lenguaje poético es un disfraz del lenguaje común donde se encuentra la purificación y desaparición del segundo. La ciudad libre de miedo multiplicaba sus puertas dice el poeta, y cualquier lector sin bases teóricas en poesía, e incluso conociendo la historia española, podría interpretar lo anterior literalmente; tal vez diría que sería imposible esa multiplicación, si antes no se multiplican las casas. Esa ambigüedad que se conoce como la esencia del lenguaje es la característica principal de la poesía: desaparecer el lenguaje, puesto en papel, del mundo comunicativo común, para lograr significar otra cosa.

Rosa de los Camborios
Gime sentada en su puerta
Con sus dos pechos cortados
Puestos en una bandeja.

Con estos versos del mismo “Romance de la guardia española” el autor niega la esencia misma del lenguaje. Los dos últimos versos son una metáfora de una metáfora del lenguaje. Nada de lo que está ahí es literalmente cierto; eso es un acabose de la comunicación normal escrita y pronunciada. Octavio Paz denomina “exclamación” a palabras como éstas cuya realidad indicada permanece innombrada[4]; lo que quiso decir el poeta no es lo que está escrito, esas letras son un vestido con nombre de lenguaje acabado. El mismo escritor mexicano afirma que las palabras del poeta son también las de la comunidad[5] y que las transforma y las purifica con poesía, pero, ¿en qué punto el lector comprende esta purificación? Tal vez no se sabe: hay tantos lectores como poetas. Aquí, acaso, convenga citar al alemán Emil Staiger cuando habla de esta relación entre poeta y lector:
Lo lírico no es infundido. Cuando esta inspiración se produce, el lector ha de estar en una actitud abierta, receptora. Y está abierto cuando su alma está acordada con el alma del poeta. Y es así como la poesía lírica se nos revela como un arte solitario, un arte que únicamente se percibe entre dos almas armonizadas en idéntica soledad[6]

Así, podemos decir que las palabras del poeta son la transformación o purificación de las palabras de su comunidad, pero con este traje de lenguaje común acabado solo pueden ser comprendidas y sentidas al máximo por esas almas lectoras que están acordadas con las de los poetas, armonizadas juntas, en idéntica y compatible soledad. Es decir, el lenguaje tomado de una comunidad entera para ser transformado en poesía pura solo es comprendido y sentido por aquellos que en la comunidad, en estado solitario, lleguen a sentir, por compatibilidad de almas, lo que el poeta quiso decir o transmitir con su lenguaje poético. De esta manera, “El romancero gitano”, de García Lorca, puede ser comprendido por el mundo entero, pero más sentido por el pueblo español. Y es en esto en lo que difieren Octavio Paz y Emil Staiger: el primero habla de una comprensión escondida; el segundo, de un sentimiento compatible por ella. Lo claro es que la comprensión no es un medio para llegar al sentimiento, en cambio, este tal vez sí lo sea para llegar a la comprensión. En fin, el lector puede que entienda con más ventaja ese lenguaje purificado cuando su cultura, en este caso española, se una a su alma para compartirla por experiencia nacional con el poeta.

Se vuelve a la idea principal: a la definición de lenguaje y a su parte común que desaparece debido a su utilización en la poesía. García Lorca escribió sobre la guerra civil española, plasmó en sus poemas su tiempo, y no separó el contexto del lenguaje. Y tal vez se encuentre aquí una contraparte de lo ya dicho por Octavio Paz: “Las palabras del poeta son también las de la comunidad”. Emil Staiger afirma que el lenguaje (el que es poético por ser metáfora de cosas que no concuerdan con su nombre) y el suceso histórico o contextual son independientes uno del otro. Sin embargo, dice también que el lenguaje poético es inseparable del suceso como tal[7], de tal manera que lo que ocurre se percibe como lenguaje; en este caso, la Guerra Civil Española es el lenguaje mismo, y unos versos como con sus pechos cortados, puestos en una bandeja son el ejemplo escondido, compuesto por el lenguaje nacido, según Staiger, del suceso que si se explica rompe lo que Octavio Paz denomina la Imagen. Total, de una u otra forma se utilizan palabras ya existentes para formar significados ambiguos al unirlas; esa es la base de la poesía: usar palabras comunes que se purifican, para llevarlas a su estado natural: la ambigüedad[8]. Este estado natural del lenguaje es incomprendido por el lector y, paradójicamente, de su gusto. Hugo Friedrich dice lo siguiente cuando habla del poema incomprendido y del lector que lo lee:

“Su oscuridad le fascina en el mismo grado que le aturde, y la magia de sus palabras y su aura de misterio le subyagan aunque no acierte a comprenderlas. Podemos dar a esta coincidencia del hechizo con la inintegibilidad el nombre de disonancia (…)”[9].

Así, podría decirse que la disonancia es el consuelo primero para aquel que lee y no entiende un poema. Por ejemplo, con sus pechos cortados, puestos en una bandeja son dos versos que impactan aunque no se entiendan del todo, dos versos que acaban con el lenguaje común en el momento en que dejan de significar lo que dicen. La disonancia es la aliada de la poesía para que ésta tenga éxito: el lenguaje común se muere, y empieza a revivir el lenguaje poético con la disonancia. ¿Acaso el poeta abusa del lenguaje común y pone como escudo la disonancia, que es sustituto del acabose de este lenguaje, para que no se note sobremanera su abuso? El mismo Octavio Paz afirma que sí hay una violencia hacia el lenguaje mencionado:

“La  creación poética se inicia como violencia sobre el lenguaje. El primer acto de esta operación consiste en el desarraigo de las palabras. El poeta las arranca de sus conexiones y menesteres habituales: separados del mundo informe del habla, los vocablos se vuelven únicos como si acabasen de nacer”[10].

Pero este abuso y violencia engendra al lenguaje purificado (sacado del contexto de la comunidad), con más metáforas que de costumbre, con una disonancia entendible… Este lenguaje es su esencia natural, es la negación, inspiración y abuso del lenguaje común.

Sin embargo, en el poema quedan algunas palabras del lenguaje común que por su naturaleza metafórica son poesía en cualquier poema.


Y que yo me la llevé al río
Creyendo que era mozuela,
Pero tenía marido.

Hugo Friedrich citó a Montale: “Si el problema de la poesía consistiera en hacerse comprender, nadie escribiría versos”[11]. Estas palabras de Montale argumentarían el acabose del lenguaje común que se viene tratando; no obstante, se cae en la cuenta de que las mismas palabras ya son poesía por ser representaciones de cosas con las que no hay ninguna relación. El mejor ejemplo es esta estrofa del poema “la casada infiel” de García Lorca. Con esto no quiere afirmarse que todo el poema esté a salvo de la desaparición del lenguaje no necesitado de disonancias. El fin es entender que la poesía como tal es el mismo lenguaje llevado a purificación y ambigüedad y que acepta en ocasiones la belleza del lenguaje común que permanece como metáfora.

La comunicación a la que los humanos están acostumbrados se rompe en la mayor parte de los poemas; empero, queda algo de ese lenguaje común que también dice mucho aunque no necesite en demasía el concepto de “Imagen” del que habla Octavio Paz. La clave de esas palabras comunes, que dicen lo que literalmente es, tal vez esté en el lugar donde se ubiquen; lo que sí es seguro es que esa ubicación, elección y escritura de palabras es única e irremplazable; cada una de ellas ya estaba en el poeta, dentro de su ser… no hay sinónimos para ninguna.

En conclusión, el lenguaje común, el que se habla a diario, es la metáfora de cosas que se presentan con palabras sin ningún parecido entre ellas. Este lenguaje es purificado por el poeta que arranca de su cotidianidad las palabras dadas por la comunidad o el contexto, y recrea el lenguaje común del humano. El único fin es la naturaleza del lenguaje que para Octavio Paz se llama ambigüedad. Sin embargo, y García Lorca lo sustenta con sus poemas, no siempre hay este tipo de transformación, recreación o purificación, sino que el lenguaje cotidiano y que no conlleva disonancias se presenta bien ubicado para formar poesía con su metáfora innata. Acaso sea por eso que  Queneau escribió:
Bien placés bien choisis
Quelques mots Font une poésie.

BLIBLIOGRAFÍA

ESTAIGER, Emil. “Conceptos fundamentales de poética”. Madrid: Ediciones RIALP S.A., 1966.
FREUD, Sigmund. “La creación literaria y el sueño despierto”. En: “Psicoanálisis Aplicado”. Madrid: Editado por ARIEL LTDA, 1969.
FRIEDRICH, Hugo. “Estructura de la lírica moderna”. Barcelona: Editorial SEIX BARRAL, S.A., 1959.
GARCÍA LORCA, Federico. “La casada infiel y Romance de la guardia civil española”. En: “Romancero Gitano”.
PAZ, Octavio. “El arco y la lira”. México: Fondo de Cultura Económico, 2005.


[1] PAZ, 2005: 34
[2] FREUD, 1969: 19
[3] PAZ, 2005: 46
[4] IBID, 47
[5]  IBID,45
[6] STAIGER, 1966: 66
[7] IBID, 30
[8] PAZ, 2005: 47
[9] FRIEDRICH, 1959: 9
[10] PAZ, 2005: 38
[11] FRIEDRICH, 1959: 15

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