LA LECTURA PARA EL DESARROLLO DEL
PENSAMIENTO
La superación personal como detractora
¿Dónde radica el problema?
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Creo
que un profesor de Lengua y Literatura debería tratar de guiar a los
estudiantes, por medio de buenos textos y argumentos, hacia el correcto camino
de la lectura. Considero que un profesor de Español debería estar atento a que
el texto argumentativo que estén trabajando sea visto de manera crítica tanto
en lo positivo como en lo negativo y que, luego de una discusión al respecto,
puedan entre todos sacar conclusiones y tomar posturas ante lo que se ha leído
y comentado. Debería, de igual modo, estar pendiente del proceso de cada alumno
en el ámbito de la lectura, aunque en este punto entraría la discusión sobre si
esto sería o no posible teniendo en cuenta el hacinamiento escolar y el
ambiente del aula de clases y de las situaciones que se presenten a diario. Un
profesor de Literatura, pienso, debe tener los conceptos bien claros y un
bagaje literario suficiente para recomendar un libro o para argumentar las
razones por las cuales no es pertinente la lectura de superación personal en el
aula o para explicar por qué Paulo Coelho, Walter Riso o Carlos Cuauhtémoc
Sánchez no son autores de fiar, ni de leer, ni de recomendar.
Pues
bien, soy docente en el área de Lenguaje y siento una responsabilidad enorme en
cada acto, en cada pensamiento, en cada palabra que digo o enseño, pues la
sociedad que se está formando será, en gran parte, causa y consecuencia de mí,
de mis colegas, y por nosotros, vendrán malos
o buenos profesionales, hombres, mujeres, alcaldes o presidentes. Si la
niñez y la juventud de hoy aprenden a leer críticamente, esperemos, sin
dudarlo, un mejor país dentro de diez o quince años. (Aclaro, en este
paréntesis, que la responsabilidad deberían sentirla también los padres de
familia, los demás docentes independientemente del área que dicten; deberían
sentirla el Estado y el Ministerio de Educación, para que permitieran la
circulación de más aire en los salones, para que hubiera más espacio en los
colegios, para que los profesores respiraran un poco más y llevaran un proceso
adecuado de enseñanza-aprendizaje, para que ganaran lo justo de llevar sobre
hombros la carga más pesada de todas: el futuro de una sociedad cada vez más
desigual y decadente). Lo importante es que nos concienticemos y que convenzamos al estudiante de que la
lectura no es el acto de decodificación al que nos han acostumbrado desde la
escuela primaria, sino un acto de goce, comprensión y conocimiento en el que se
tienen como ejes principales el “disfrute” y el “no tragar entero”. Esa es la
lectura crítica, no solamente de los textos, sino también del mundo: de las
acciones sociales, humanas, políticas que son noticia en nuestro diario vivir.
Si el estudiante, con el pasar del tiempo, logra ver el mundo de otra manera,
entraríamos a relacionar el papel de la lectura con la propuesta de Paulo Freire en Pedagogía
del oprimido, donde la educación está a disposición de la liberación y, por
ende, del cambio social. Eso es lo que deberían buscar todos los docentes sin
importar el área: pensamiento crítico.
Ahora
bien, una las cosas más difíciles de tratar y corregir en el aula de Español es
la constante alusión a los libros de superación personal, que están
apoderándose no solo de las librearías, sino también de la vida de los
estudiantes y del maletín de los profesores de Español y Literatura. Nada es
más preocupante que esto y ya veremos por qué. Por el momento, me gustaría,
aprovechando el tema tan interesante y polémico, mostrar una nota que me dejó
un alumno (no sé si es hombre o mujer) en el Pre-Universitario en el que
trabajo, con respecto a mis constantes alusiones a la “literatura” basura
(superación personal) que leen nuestros jóvenes hoy en día:
“Profesor:
respecto a Paulo Coelho y otros escritores que no le gustan, no se amargue; en
este país mediocre es preferible que el joven lea algo a que no lea nada. Cada
tres meses, que es lo que equivale más o menos un periodo en un colegio, los
estudiantes deben leer un libro obligatoriamente, y hay estudiantes que bajo
esta presión no los leen. Desde mi punto de vista, no hay nada mejor que leer
un libro por curiosidad porque entonces hay un motivo, pero cuando siento la
obligación de leer un libro, ni la portada volteo a mirar; nada como leer un
libro por gusto propio, profesor. Lo importante, sea cual sea el libro, es que
la gente lea”.
Cuando
leí lo anterior, sentí un vacío parecido al del dolor. Esa nota quería decir
que no había sido claro en clase con mis argumentos, no había intermediado de
la mejor manera en las discusiones que se habían llevado a cabo en torno al
tema; tal vez, pienso, no se desarrolló de manera pertinente el artículo de
Abad Faciolince titulado El quitapesares,
y cuyo eje temático es la pregunta ¿por qué es tan malo Paulo Coelho? No sé.
Pero sentí que en algo había fallado y para reivindicarme (tal vez esto no sea
suficiente) escribo este artículo.
En
primer lugar, no me amargo porque la gente lea o no a Paulo Coelho o a Walter
Riso; me preocupo, que es otra cosa. Y esta inquietud nace de la misma
responsabilidad ética y social que tengo con el país. Si pensara solo en mí y
no en el futuro de Colombia, me valdría un comino la lectura de mis
estudiantes. Es verdaderamente preocupante que los profesores de Lenguaje estén
trabajando en el aula la superación personal, pues no están contribuyendo en
nada al proceso de liberación que se da a partir de la lectura en conjunción
con el análisis crítico del texto. Terminamos, con ese tipo de libros, creando
una sociedad para la humillación, para la incapacidad crítica, para la elección
de diputados según dios lo quiera, porque todo se hace por voluntad de él. Ya
veo que aparte de preocuparme, también me entristece.
En
segundo lugar, que los profesores de Lenguaje, con toda la didáctica que,
supone uno, aprendieron en la universidad, no sean capaces de hacer que el
estudiante codicie el libro, que lo desee, que lo devore con gusto, es la razón
fundamental por la cual el niño o el joven termina odiando la lectura, y junto
al odio aparece el sentimiento de obligación. He aquí la responsabilidad de mis
colegas de la que hablé líneas arriba.
En
tercer lugar, el hecho de que un estudiante se entusiasme con la lectura de un
libro de Carlos Cuauhtémoc demuestra el pésimo trabajo de lectura de textos por
parte del profesor en el aula de clase. Por lo tanto, una vez más, estaría
implicado el docente de Lenguaje en estos problemas. ¿Dónde entraría, pues, la
guía del docente de Español? ¿Dónde estaría la mediación? Por eso si un joven
entra a una librería y se deja llevar por la carátula o el título de un libro,
solo por la carátula, el título o la curiosidad, terminará llevándose Juventud en Éxtasis, porque lo verá más
allegado a su etapa de vida. Y si elige este libro, elige también no pensar, no
argumentar, no actuar, no decir nada; es decir, se vuelve sumiso para alcanzar
utópicamente sus triunfos. Pero seamos optimistas, y supongamos que el profesor
de Lenguaje de este chico ha llevado al aula a Jonathan Swift o a Robert Louis
Stevenson, lo más probable es que aquel joven no pase de la segunda página del
libro de Cuauhtémoc Sánchez porque ya lo encuentra pobre y extremadamente
moralista.
Y
en última instancia, y retomando ideas que ya he escrito, el fin en la lectura
no es leer por leer, sino comprender y tomar postura ante lo leído. También es
saber discriminar entre lo que ayuda al desarrollo del pensamiento y lo que lo
detracta. Los libros de superación personal no exigen posturas críticas
sociales ni políticas; son llanos, son inertes, son fáciles. No exigen
atención, y la comprensión es superficial y literal. Los libros de superación
personal están fundados en utopías del poder interno humano, en éxitos pintados
con crayón, en futuros prometidos e inciertos. Los libros de superación
personal enseñan a lograr el éxito sin pensar en el éxito de los demás. Tal
vez, y solo tal vez, sea el bastón sutil y necesario del hombre y de la
sociedad capitalista.
Y
así, con estas lecturas, amigos, lectores, padres de familia y colegas, ¿cómo
podemos pensar en una mejor educación y en un mejor país? ¿Será que las
Escuelas y Facultades pedagógicas sí han educado para que el docente tome
consciencia de la responsabilidad social y ética que tiene con Colombia? ¿Será
que lo que se aprende en las asignaturas de Literatura en la universidad sí es
suficiente y pertinente para que el docente se enfrente al repudio de la
lectura en el aula de clase? ¿Será que La Universidad del Valle o La
Universidad Industrial de Santander, en sus Licenciaturas en Español y
Literatura, se han dado cuenta de la necesidad de asociar la enseñanza
literaria (el trabajo y análisis de libros) con la DIDÁCTICA en cada una de las
clases de literatura? ¿Será que la UCC o la Universidad de Pamplona, entre
tanta pedagogía, logran graduar docentes con el bagaje literario suficiente
para la enseñanza adecuada de la lectura? ¿Será que ninguna de esas
universidades tiene en su programa de estudios al menos tres o cuatro DIDÁCTICAS
DE LA LITERATURA? ¿Será que ninguna es consciente de que preparan docentes más
que analistas literarios? ¿O será que todavía no caemos en el error, tanto
profesores como estudiantes, de que hemos estado preparando más analistas que docentes? ¿No sería mejor una conjunción de estos dos aspectos
profesionales en cada clase de literatura, aparte de las Didácticas? No sé.
Pero todos, absolutamente todos mis alumnos leyeron en el colegio por lo menos
un libro de superación personal en clase de Español. Ahora sí: ¿dónde radicará
el problema?
Me encanta todo lo que compartes, muchas gracias por eso, yo les comparto un sitio muy bueno, pueden verlo en: http://autosuperacion99.blogspot.com
ResponderEliminarCreo que su blog no es acorde a la información del artículo. Sin embargo, gracias y saludos.
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