ANÁLISIS DE “DEJEMOS HABLAR AL VIENTO”, DE
JUAN CARLOS ONETTI: Julián Seoane como representación de la herencia gringo-suiza
en la cultura latinoamericana, Frieda
como metáfora de Santa María y Santa María como configuración de América Latina,
y, por último, Medina como buscador de soluciones
Jhon Monsalve
Imagen tomada de: http://www.gstriatum.com/energiasolar/articulosenergia/182-de-donde-viene-la-energia-del-viento.html
Este
título extenso pudo serlo aun más si hubiésemos tenido en cuenta y hubiésemos
estudiado a fondo no solamente esta novela de Onetti, sino toda su obra,
porque, aunque cada una de sus novelas son un mundo aparte, pertenecen al
universo de Santa María y a la saga que muy bien presenta el escritor uruguayo.
Lo digo porque hay personajes que aparecen en todas las novelas, que se
caracterizan según las acciones que ya vivieron en tiempos pasados: en La vida breve,
en El Astillero, en Juntacadáveres. Por otra parte, afirmo que el autor
presenta una saga de calidad, si la comparamos con la pobreza literaria que
propone Sthefany Mayer, la escritora, pésima, por cierto, de la saga, pésima
también, titulada “Crepúsculo” y que nuestros jóvenes la aceptan tan
estúpidamente y tan ignorantemente por estos días. Sobra aclarar, querido
lector, que trataré de hacer un análisis de “Dejemos hablar al viento” sin
haber leído las novelas precedentes a esta: voy a tomar como mundo aparte (sin
ignorar, claro está, que el mundo precedente es supremamente importante) la
vida de los personajes en Lavanda y Santa María, sus acciones y comportamientos
para definir, de esta manera, un ser latinoamericano con mala herencia extranjera,
con una vida miserable en ciudades miserables, con un pesimismo a veces
ignorado en sus causas y con una contrariedad: el no querer salir de ese mundo,
no querer mirarlo, porque la vida ya lo dispuso así y no hay nada que hacer con
ello. Esa es, pues, la importancia del existencialismo en la obra de Onetti, o
por lo menos, en esta novela: se piensa negativamente ante la vida porque es
más fácil que buscar soluciones a problemas sociales, porque esta facilidad
llega de nuestra falta de entendimiento, de estudios y de lecturas. Vargas
Llosa afirma al respeto del existencialismo de la obra de Onetti:
La gente
que no lee, que no lo acepta, es la que tampoco se toma el tiempo de
reflexionar sobre las posibles soluciones que haya ante tanto desdén por parte
de Europa y Norteamérica. Nos volvemos muchas veces un Julián Seoane o una
Frieda en lugar de un Medina. Vamos a identificarnos:
Medina: Comisario de Santa María,
amante de la pintura, que viaja a
Lavanda por una aparente expulsión de su tierra a buscar un mejor futuro. Allí
encuentra a Frieda con la que mantiene un relación de amistad y, a veces, de
intimidad, y que lo ayuda a buscar una labor que, aunque no fuera acorde con
sus aptitudes, le ayudara a sostenerse en la vida. Así es como empieza a
trabajar de médico. Medina es un personaje caracterizado por no expresar sus
sentimientos, es un ser que afirma no querer a nadie. Tiene dos amantes en
Lavanda: Olga, a la que también llama Gurisa, y Juanina, una extraña mujer que,
por realidad o alucinaciones de Medina, se convierte en perro y de perro pasa a
mujer. Medina es el único que decide acabar con lo que le ha traído
dificultades a su vida: con su hijo, Julián Seoane, que ni siquiera es su hijo,
y con Frieda, una prostituta y cantante apodada Margot que, según él, sumerge a
su hijo en las drogas y en el alcohol. Ya veremos más adelante la metáfora de
cada uno de estos personajes; por el momento comprendamos que Medina cuando
decide acabar con Frieda lo hace pensando en que esa sea la única posibilidad
de acabar con los problemas. Su sorpresa, o tal vez ni lo sea tanto, es cuando
Seoane muere, aparentemente de una sobredosis, con una nota debajo del sobaco,
en la que afirma que el asesino de Frieda es él, Julián Seoane, y no otro.
Julián Seoane: Hijo de
un gringo-suizo y de una mujer de Santa María de apellido Seoane. Desde su
infancia sufrió mucho: tuvo que trabajar en el campo, bajo el cuidado y abusos
salariales y humanos de su padre adoptivo que era un hacendado y, al parecer,
médico, de muy difícil identificación (por lo menos para mí) en la novela.
Después de ciertas situaciones, Seoane, la madre, adjudica la paternidad de su
hijo a Medina y, sabiendo él que ese no es su hijo, llega el momento en que
decide proponerle unas vacaciones en una casa campestre cerca de un río para
que compartan tiempo y vida. Entre otras razones, la que llevó a Medina a
proponerle esto y a pensar en una posible reconciliación fue que, en una
operación como comisario, le dio un
golpe en la cara a su hijo adoptivo. Otra de las razones de esta propuesta era
salvarlo de la droga y el alcohol que Frieda, según Medina, usaba para matar
(sumergirlo en la drogadicción) minuto a minuto a su hijo. Compartieron, es
cierto, y tal vez de allí salió un cariño especial que llevó a Julián Seoane a
autoproclamarse como el culpable del homicidio de Frieda; quería salvar a su
padre; de ahí el título del capítulo: “El hijo fiel”.
Frieda: Una mujer de cabaret,
dueña con el tiempo de Casanova (nombre del antro), cantante y puta, apodada
Margot, que conoce y ayuda a Medina cuando este no tiene trabajo, que incluso
lo adopta en su casa, tienen intimidad, se pone celosa cuando aparece con
Juanina o con Olga, la llamada también Gurisa. Una mujer borracha, que, al
parecer, lleva a las drogas y al enamoramiento máximo a Julián Seoane, el hijo
de mentiras de Medina. Una mujer que muere ahogada, en una situación extraña,
una noche en que Medina, supuestamente, iba a madrugar para irse a la Capital,
y que, por ende, necesitaba que Olga, la misma Gurisa, saliera bien temprano a
observar los acontecimientos del lugar: Olga fue la primera que vio el cadáver
de Frieda, mientras Seoane, el otro que permanecía en la casa, dormía, drogado
y borracho. Los dos sospechosos principales fueron Olga y Julián: fueron
entrevistados por el comisario de Santa María, el mismo Medina. Bueno: la única
entrevistada fue Olga, que, por su declaración es bien definido que quien mató
a Frieda fue el mismo Comisario. Seoane permanecía en espera, pero murió sin
ser entrevistado; eso sí: dejó un papel que decía: “Hijo de mala madre no te
preocupes más yo maté a Frieda”.
Santa María: Es
imperativo tomar la ciudad como personaje, no solo porque es reiterativa en la
novela, sino porque se considera como tal en toda la obra de Onetti. Santa
María es una ciudad miserable, comprada por aquellos que tienen cómo comprarla,
deshabitada por los considerados parias. Una ciudad sin futuro, sin ilusiones,
pobre, tal como lo cita Carlos Franz en su trabajo “Latinoamérica, el astillero
astillado: Una lectura de la Santa María de Onetti como metáfora de
Latinoamérica”:
“¿Cómo
es Santa María? Pues, indescriptible o vaga; y al mismo tiempo exacta e
inolvidable. Precisa hasta el costumbrismo en su Plaza Nueva, en el bar Berna,
o en el Hotel Plaza, en la iglesia del padre Bergner, en la consulta médica de
Díaz Grey. Y fantasmal, diluida en la llovizna que viene del río, o en el calor
pegajoso del verano pampero, cuando caminamos por otras calles: «una calle de
muros leprosos cubiertos casi todos por la espuma seca de las enredaderas»”.
Santa
María, entonces, no es más que la misma Latinoamérica, la misma puta Frieda, la
que supuestamente corrompe, pero que más bien es corrompida. Julián Seoane
vendría siendo la víctima hipócrita de una situación que tal vez sea causada
únicamente por él. En otras palabras, Medina, que todo el tiempo busca
soluciones a lo que pasa y encuentra en el asesinato una salida definitiva,
culpa a Frieda de corromper a su hijo, cuando Seoane no es más que un
descendiente gringo-suizo, extranjero, borracho y drogadicto que se enamora de
Frieda (como enamorarse de Latinoamérica) y no al contrario: Frieda nunca se
enamoró del muchacho, nunca se enamoró de lo extranjero, pero, y he ahí el
error de Frieda (lo que le costó la muerte) tampoco tomó decisiones drásticas
para deshacerse de él. Es cierto: Seoane fue el asesino de Frieda, y esto es lo
mismo que decir que lo extranjero (Gringo o suizo) fue el asesino de
Latinoamérica.
Anotaciones finales
“Dejemos
hablar al viento” es una novela divida en dos partes y compuesta de XLI
capítulos. La primera parte se desarrolla en Lavanda, y la segunda, en Santa
María. Es una novela que exige mucha concentración por parte de los lectores,
sobre todo cuando no han leído las novelas precedentes a esta saga. Aunque al
final ocurran sucesos policiales y aunque Medina sea comisario, no podemos
catalogar a esta novela como policíaca porque va mucho más allá: es la
representación vanguardista de una Latinoamérica miserable sumida en la basura
y víctima de lo extranjero. El final de esta novela es la explicación del
título: después del asesinato, después de que todo quedó claro, Olga hace el
amor con Medina, mientras esperan a Santa Rosa, un viento muy fuerte que viene:
el viento de la soledad, del cambio, de las cosas nuevas para Santa María, para
Latinoamérica. Ese “Dejemos hablar al viento” es el llamado a buscar las
soluciones para que el viento llegue en la paz y tranquilidad de una nueva
sociedad a proponer la nueva vida y los nuevos cambios fuera de cualquier tipo
de yugo o martirio. Al parecer, queridos lectores, Santa Rosa quiere venirse
con ímpetu, y nosotros no la dejamos.
Muy buen análisis. Justo estoy leyendo esa novela del gran Onetti.
ResponderEliminarUn saludo,
L.
Yo soy Senegalés y quiero trabajar sobre una novela de JUAN CARLOS ONETTI BORGES pero si comprendo bien para comprender esta novela tenemos que leer las otras novelas que no es algo fácil ya que aquí en Senegal los profesores nos dan sólo tres meses para hacer un informé ¿Me puede usted proponerme otra de sus novelas?
ResponderEliminarEl astillero
Eliminar"Los adioses"
ResponderEliminarMuchas gracias por esta interpretación. Después del último párrafo en efecto quedé desconcertado. Aún ahora lo sigo un poco. Santa Rosa como la anuncia me parece algo mas mecánico y brutal. Habla de una luz, de que le había dicho al Colorado que por ahí no se fuera. Es algo amenazante que se acerca y me gusta pensar en la destrucción total que hace Onetti de su Universo. Como sabiendo que no volvería nunca a levantar otra historia ahí. Por eso los gritos que empieza a escuchar desde afuera Medina. Pero si es así entonces porqué toma la pistola? Entonces van por él. El Colorado quizá sí se equivoco y es descubierto y lo menciona como el verdadero jefe del contrabando y entonces ya se corrió el rumor (Diaz Grey? El juez?) De que el verdadero asesino fue el comisario. Me gusta pensar que van a buscarlo para el linchamiento mientras al mismo tiempo Onetti opera la destrucción total.
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