“V” DE LITERATVRA:
LA NOVELA COMO MEDIO DE DENUNCIA
SOCIAL
Jhon Alexánder Monsalve Flórez
Hay dos cosas a las que les temo
intensamente:
a la anarquía y al mal gobierno.
Una
de las películas que más me ha impactado en los últimos años es V for vendetta, protagonizada por
Natalie Pormant, dirigida por James McTeigue y escrita por los hermanos
Wachowski, destinada, en un principio, a ser emitida por primera vez el 5 de
noviembre de 2005, justo 400 años después del fallido intento del derrocamiento
de la Dinastía protestante comandada por Jacobo I. La película es basada en la
novela gráfica V de vendetta del
guionista británico Alan Moore y se
centra en la búsqueda del cambio político y social de la Inglaterra dirigida
por el mandatario Adam Sutler, en una década futurista del siglo XXI.
Una
de las frases dichas por “V” que más llamó mi atención fue: “Los artistas
mienten para decir la verdad, mientras los políticos mienten para ocultarla”. Y
es que el arte entra en función de la sociedad desde el momento en que se
vuelve representación de ella. El solo hecho de configurar personajes en un
tiempo y en un espacio determinado liga tácitamente sus pensamientos y
comportamientos al contexto, al ambiente o a la atmósfera en que se crean. Es
decir, si Clemente Silva en La vorágine
soporta los rigores del poder es porque sabe que de otra forma no volverá a ver
a su hijo. Solo con este fragmento
podemos ver de qué manera, partiendo de hechos ficticios, José Eustasio Rivera
logra poner en reflexión la inclemencia de los líderes caucheros en el Vichada.
La
literatura permite tales declaraciones gracias a su carácter ficcional. En este
sentido, el artista miente para decir la verdad. Si leemos novelas como La casa grande, de Cepeda Samudio, nos
daremos cuenta de que, del mismo modo que Rivera, el autor utiliza la ficción
para denunciar la atrocidad del poder. En este caso, el lugar, el antes, el
durante y el después de La Masacre de las Bananeras son el cronotopo de unos
sucesos que en realidad sucedieron y que se han pasado por alto: el papel del
Gobierno Nacional que apoyaba a las empresas estadounidenses y que dio la orden
de que “los hombres de la fuerza pública quedaran facultados para castigar por
las armas a aquellos que se sorprendieran en infraganti delito de incendio,
saqueo y ataque a mano armada”. García Márquez también denunció tal suceso de
nuestra historia en Cien años de soledad y
cargó los trenes de miles de muertos, y no de ocho o cuarenta como lo afirman
algunos archivos históricos. En cuanto a la denuncia de la masacre a manos del
Ejército Nacional, podría hacerse algo similar con aquella que tuvo lugar en el
Estadio Alfonso López de Bucaramanga en 1981, donde incluso afirmaron que las
balas que mataron a cuatro personas e hirieron alrededor de treinta eran balas
de salva. Evelio José Rosero en Los
ejércitos denuncia implícitamente, y de igual modo, los saqueos campesinos que hace el Ejército y que al
parecer se pasan por alto.
En
la película V for Vendetta, el
protagonista busca el derrocamiento de Adam Sutler, el primer mandatario de Inglaterra,
que ha reprimido a la sociedad y ha manejado los medios de comunicación a su
antojo. Después del anuncio público que hace el enmascarado con respecto al
plan preparado para el 5 de noviembre de ese año, el presidente manipula los
medios de comunicación con el fin de producir miedo en los habitantes. En
Colombia una lágrima de un soldado le gana espacio a un indígena muerto. Los
medios de comunicación dibujan la lástima al lado del poder y colaboran en
propagar la represión estatal: ya ni protestar pueden los bogotanos, por
ejemplo, con relación al pésimo servicio de Transmilenio. La literatura debería
crear, al respecto, algunos personajes que protesten por un mal servicio de
transporte público, que sean jóvenes, estudiantes, endeudados trabajadores,
sujetos de bajos recursos como todos los que se montan a ese aparato, y que no
tuvieran para pagar la suma de cincuenta millones de pesos que sería el monto
que les correspondería por los daños que hubiesen causado mientras protestaban
sin derecho alguno por algo que algún día el gobierno iba a solucionar.
Entonces, los medios de comunicación de esta obra literaria entrarían a mediar
para que los personajes indignados no pagaran tremenda cantidad de dinero, a
cambio de que en sus pantallas confesaran que
perdieron la razón por un momento y que se disculpan de todo corazón con
el país entero por haber hecho parte de un acto de atroz vandalismo.
Por
otra parte, La rebelión de las ratas,
de Fernando Soto Aparicio, que presenta la historia de una familia rodeada por
la desesperanza, el hambre y la miseria, y supeditada, dentro de una sociedad
capitalista, a las fuerzas industriales extranjeras, se relaciona también con
algunos hechos que se han venido presentando durante los últimos meses en nuestro
país. “El video que el gobierno colombiano no quiere que veamos”, que casi le
cuesta la vida al periodista Bladimir Sánchez Espitia, fue esta vez el medio
por el cual se hizo la denuncia sobre el desalojo de campesinos y pescadores
del Quimbo en el Huila. El periodista lo sintetiza de esta manera: “El gobierno
colombiano junto a las transnacionales EMGESA, ENDESA, ENEL, desalojaron y
atacaron violentamente las comunidades de pescadores, mineros y campesinos que
viven y consiguen su sustento diario a las orillas del Río Magdalena”. Ahora
falta escribir en una obra literaria, donde se miente para decir la verdad sin
correr tanto peligro, que las aguas del río Suratá en Santander se estarían
viendo afectadas por las cuencas hidrográficas que están en la zona de acción
minera, cerca del Páramo de Santurbán.
De
esta manera, comprendemos que gran parte de nuestra literatura se encamina
hacia la denuncia social y política de las ciudades colombianas. Fernando
Vallejo es tal vez el autor más representativo de denuncias explícitas de este
tipo con novelas como La virgen de los
Sicarios o El don de la vida. En
la década de los cuarenta del siglo pasado, se crearon varias obras literarias
con estas características; del mismo modo, después del periodo de la violencia
en Colombia. Pero por cuestiones de espacio cité lo fundamental y traté de
relacionarlo con la actual sociedad colombiana. En fin: el protagonista de V for Vendetta muere en la lucha de sus
ideas, pero logra que todo Londres acuda el 5 de noviembre al derrocamiento
presidencial, tal como se había planeado un año antes. La literatura hace
denuncias similares, pero no posee los poderes mágicos de los medios de
comunicación. Tal vez sea por eso que a nuestros nuevos escritores se les
perdona la vida: la gente no lee, no escribe, no razona, y eso, de seguro,
merecería los aplausos de Adam Sutler.
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