UNIVERSIDAD INDUSTRIAL DE SANTANDER:
REFORMAS, BOMBAS Y FIESTAS
9 de marzo de 2012
Jhon Monsalve
Foto por Jhon Monsalve
Información preliminar: El siguiente texto es la recopilación de opiniones que se han dado en la Universidad en torno a los últimos acontecimientos. No estoy en contra ni a favor de los unos ni de los otros. Simplemente, pongo las distintas perspectivas para generar algún tipo de reflexión sobre el asunto. El autor del texto no soy yo, somos todos, que, por una u otra causa, pensamos y no expresamos.
Una de las mejores ponencias —en aquellos tiempos, ya remotos, de estudio de la Reforma de la Ley 30— fue dada por un docente del que no conozco ni el nombre. Y afirmo esto porque defendió de manera magistral el hecho de que, si aceptábamos la Reforma como nos la proponían, la educación dejaría aun más la criticidad de lado y los estudiantes nos volveríamos cada vez más mudos. Y es eso, precisamente, lo que el Estado quiere: taparnos la boca, los ojos, caparnos, echarnos al río de la pobreza, de la miseria corporal y mental. ¡Claro!: si no pensamos la situación del país, si la universidad no da las armas para defender nuestros derechos, entonces se volvería esto el paraíso de unos pocos que aplastan a la multitud entera y bruta, tullida y tonta.
Menos mal que echamos para atrás ese proyecto. El pueblo se une y vence y luego se olvida, paradójicamente, de su triunfo. Las movilizaciones las hacemos los jóvenes: los cambios sociales corren por nuestra cuenta. Recuerdo que marchamos miles de estudiantes en Bucaramanga, que gritamos “Abajo la Reforma de la Ley 30”, que llevamos pupitres, que sudamos por un ideal: no dejar que el Estado acabara con lo poquito que nos quedaba. Y es que nos queda muy poco. La capacidad crítica desaparece día tras día junto al avance nada paulatino de la tecnología. Estamos incrustados en el televisor, en el computador, en los videojuegos, en el Blackberry, en el Iphone, en los libros inservibles, en los problemas familiares y personales que nos inventamos. Estamos olvidando nuestro deber social y nuestra razón: ya casi ni pensamos.
Soñamos con graduarnos para ganar dinero, para ser mejores que los demás, para pisar al que sea y cuando sea, para mirar por encima del hombro, para sentirnos dioses capaces de todo con todo el dinero del mundo. Queremos no un trabajo sino tres, porque hoy en día hay mucho gasto. Queremos un carro, una casa en Cabecera o en Cañaveral, una moto de esas grandes, la mejor tecnología y un par hijos para darles lo mejor, para enseñarles que deben estudiar solamente con el fin de volver más ricos a los suyos. Y el país se nos olvida, y el Estado se aprovecha.
Ese es el pensamiento del universitario de hoy. Es decir, ya casi se acaba, sin necesidad de ley impuesta, lo que aquel profesor quería proteger: la criticidad del universitario. Con copas y vino el Estado celebra el avance tecnológico y nuestra estupidez. Además de tontos somos hipócritas: marchamos y defendimos, peleamos y ganamos, y luego nos olvidamosdel triunfo. ¿Pero por qué? ¿Acaso marchamos porque era paro, y en paro descansamos y dormimos más? ¿Acaso alzamos pupitres porque nos dijeron “Vamos” y nosotros fuimos como ovejitas? ¿Acaso no leímos la Ley 30 ni la estudiamos? ¿Acaso era la adrenalina del momento y el olor a natilla? ¿Acaso queríamos que se cancelara el semestre para comenzar de cero lo que, por borrachos, perdimos? ¿Acaso todo lo tomamos como un juego?
Una cosa debo recordarles: marchamos porque no nos tuvieron en cuenta para la elaboración del Proyecto de Ley, y hoy no estamos siendo consecuentes con nuestros actos. Ya se abrieron los espacios y nosotros como si nada, como si no tuviéramos velas en ese entierro, como si nos laváramos las manos y dijéramos:“Eso se lo dejo a los que saben; total, siempre son los mismos los que opinan”.Pero explíquenme por qué somos tan hipócritas. ¿Si no íbamos a participar en la propuesta alternativa, para qué marchamos entonces? ¿O es que nos da pereza? ¡Qué tristeza darnos cuenta de que no podemos confiar en nosotros mismos!
Llega el día de la propuesta y los profesores dan el espacio de su clase para que vayamos a participar, pero ni nosotros vamos ni ellos van. Esto es tarea de todos, y todos nos volvemos Pilatos. Vi más de 8000 personas unidas por un mismo ideal y veo cerca de 100 verdaderamente comprometidas. ¿Dónde está el resto? Fácil: se fueron a tomar cerveza porque no hubo clase. Se fueron a estudiar para el examen de la otra semana. Se fueron a adelantar un trabajo. Se fueron a perder el tiempo frente al computador. Se fueron para siempre como su carácter y su sudor, como su valor y el ánimo de defender la U pública. Se fueron todos dejando el recuerdo tenaz de su hipocresía y el olor a cobardía y pereza en la ausencia.
Ahora bien, debo confesar que si 100 no se ponen de acuerdo, 8000 harían un caos. Los ideales siempre terminan mal. Recuerdo que en una olla comunitaria (hecha, en aquellos tiempos remotos, cuando acampábamos en la universidad) había todo menos comunidad. Se presentaban los mismos problemas que en el capitalismo: los preferidos tomaban los escasos pedazos de carne, los amigos comían primero, los platos eran usados por los compañeros más allegados y los demás hacían una fila chueca que parecía una orgía de hambruna, en espera de que alguien desocupara su plato babeado para poder tomar sopita de manos puercas… Se peleaban, se gritaban que “Yo iba primero, hijueputa”. Un ideal como el comunismo bajo los imaginarios de nuestra sociedad capitalista sería un caos, parecido al del ideal de que se reunieran 8000 a discutir qué se cambia o qué se deja en la propuesta del Proyecto de Ley 30. Entonces, pues sí: dejemos que los que conocen más del tema hagan sus propuestas; somos conscientes de que si no vamos, corremos con el riesgo de que la decisión tomada no sea de nuestro agrado. ¡Claro!, y ellos son los que de verdad deben encargarse de eso, pues son mucho más inteligentes que nosotros. Ellos sí se toman la universidad en serio. ¿No los ve colgados en los letreros de la universidad? Ahora van a representarnos ante el Consejo Académico y Superior y ante el comité de Bienestar Universitario y de Matrículas.
Otra cosa: a los de extrema izquierda no los veo participando en la propuesta alternativa, ¿cuáles serán sus argumentos? ¿Acaso no se unían y cantaban en un grupo bien diferenciado que “Abajo la Reforma y el gobierno neoliberalista de Juan Manuel Santos”? ¿Será que sus egos altos no los deja aceptar otras propuestas? ¿Acaso ya tienen una para cuando la derecha se muera?: Que todos alabemos al Che, que lo estudiemos, que le hagamos poemas y dibujitos, o que digamos todo el tiempo: “El que no ama a Mao, no ama la revolución”.
¿Y los detonantes de hace unos días? Eso venga de donde venga no tiene justificación. ¿Por qué la universidad no evacuó a los estudiantes (como cuando se formaban los tropeles con el ESMAD dentro de la institución) si había el peligro de que el detonante que explotó no fuese el único? ¿Para qué está la alarma? Menos mal no pasó a mayores, pero podrá pasar. Que fueron los de izquierda, que fueron los directivos, que fue el mismo Estado que mandó a un policía o a un celador a poner la bombita en ese lugar. No sabemos, ni lo sabremos nunca, porque las cámaras no dan para tanto. Por la seguridad de todos nos llenaron de policías nuevamente, y por la seguridad de todos empezarán a revisar bolsos porque usted o yo podemos ser los terroristas… uno nunca sabe cuándo, por ahí distraído, le metan una bomba en el bolso…
Pero dejemos de echarle la culpa a la universidad y al Estado y aceptemos que a veces los de izquierda también abusan. Para ellos, todas sus nubes son correctas y están bajo unos argumentos que defienden a capa y espada, la gente voltea la cara y los ignora y los encierra en manicomios de imaginación. ¿Por qué nos vamos a los extremos? ¿Es que acaso no podemos pensar como revolucionarios u optar por seguir ideologías del sistema, según el caso o el contexto? Los de izquierda quieren un país mejor, según sus ideales, pero a veces se les pasa la mano, como pudo suceder con la bombita… Pues, si no lo saben, les contamos: ¡Sonó más fuerte de lo que imaginaron!
Se aproxima el final del semestre y, ahora más que nunca, pensaremos solo en nosotros. Los demás que se defiendan como puedan. Nos olvidaremos de la universidad y de sus problemas (Feliz cumpleaños, UIS). Olvidaremos votar el 23. Dejaremos a otros nuestras obligaciones de universitarios y ciudadanos, y los profesores estarán ahí apoyándonos mucho. Ah, ¿y quién presta el sonido a los que hacen propagandas sobre el “Fin del Mundo”? “Después de las 12 se acaban las reglas”.
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