martes, 24 de julio de 2012

La literatura como exploración


UN DECÁLOGO PARA TENER EN CUENTA
IDEAS GENERALES DEL LIBRO “LA LITERATURA COMO EXPLORACIÓN”, DE LOUISE ROSEMBLATT
Jhon Alexánder Monsalve Flórez
Nicolás Gómez Rey

Llevar la literatura al aula no es tarea fácil, y mucho menos cuando no tenemos consciencia de que nuestro trabajo docente consiste en formar humanos para la sociedad. La literatura va presentarse como medio para lograr dicho objetivo. A continuación, con base en el libro de Louise M. Rosenblatt “La literatura como exploración”, proponemos las 10 ideas generales del texto con el fin de reflexionar sobre la experiencia estética, la función social de la literatura y el papel del maestro.
Nota preliminar:
Escribir un decálogo para guiar el acercamiento de un libro para un novato desconocido es un ejercicio bastante difícil para el que tal vez también se encuentra, en ocasiones, perdido. Perdido cuando se enfrenta a la labor para la que ha estudiado: el maestro que enseña las letras, el maestro que debe hacer conocer el mundo, la pasión, la consideración humana…, perdido, en fin, cuando no sabe qué hacer. En este ejercicio no es uno el que da orden a ideas inmensas, llenas de sentido; somos dos cabezas las que han leído, discutido, admirado y tratado de expresar en diez párrafos, en diez pistas, la riqueza de un libro que da luz didáctica al que no la ve… Ahí vamos, de la mano, los dos.

      Literatura, escuela y sociedad
Siempre hemos sabido, o creemos tenerlo en claro, que la escuela y la universidad son los espacios, los grandes simulacros, donde el estudiante: niño, adolescente, adulto, tiene su primera aproximación al conjunto que forma la sociedad. Si la experiencia en este espacio de convivencia diariano establece criterios básicos para la buena formación, sana coexistencia, básica norma de respeto al otro, del futuro ciudadano: no hay un objetivo. Con relación a esta idea básica, debemos decir que la literatura, el monstruo satanizado, es de suma importancia, y en esto se incluye su enseñanza, pues afecta el sentido que tiene el estudiante acerca de la conducta y de la naturaleza humanas. Desde la experiencia literaria, también se forma la crítica social fundamentada.

    El alumno y su primera experiencia literaria
La primera experiencia académica de cada persona se da en su niñez. Dentro de todas las experiencias académicas que se viven en la escuela se encuentra aquella que corresponde al aprendizaje de las letras: círculos, puntos, planas, y una que otra cosa que hace perder el tiempo… El primer acercamiento a las letras, a la literatura, óigannos bien, es de suma importancia, pues depende de esta el futuro del potencial lector. El niño, el pequeño que llega con ojos ávidos de conocer, sufre una explosión emocional con sus primeras experiencias con las letras, si estas se guían mal, si no se da un enfoque al desarrollo físico e intelectual del niño, a través de la literatura, este pequeño antes ansioso por conocer lo que significa el conjunto de letras, se perderá para siempre: emocionalmente incapaz para afrontar retos literarios, dirá el sello en su frente.
                Literatura y conocimiento humano
Lo reiteraremos dentro de estas ideas, tal vez para que no se olvide, tal vez porque es de suma importancia, tal vez porque nadie lo ve: la literatura ofrece una confluencia de experiencias estéticas y sociales que ayudan al estudiante a mejorar sus capacidades acerca del individuo humano. La aproximación a las vivencias de otros congéneres, poco importa nacionalidades o colores, hace ver al estudiante que existe una relación en cuanto a pasiones y conflictos: dolor, sudor, placer y lágrimas son palabras comprensibles a partir de cualquier corazón humano. La sensibilización de la condición del hombre, el conocimiento de lo humano es algo que no se puede alejar del estudio literario; esta es la principal función del texto, y de nosotros, maestros, que erramos lecturas al decapitar ideas fructíferas.

            Lectura y lector
Si conocemos al lector, al estudiante con el que vamos a trabajar, no podremos conocer el texto particular con el que podamos llegar, con el que podamos mostrar la importancia de leer. La experiencia literaria debe ser significativa para el estudiante; la lectura, el texto, debe corresponder a una cualidad especial             que se relacione con la vivencia del alumno. Su entorno, su vida, su pasión influyen en la calidad con la que podamos llegar a trabajar… Disparemos con letras certeras que apunten a un punto fijo: el corazón…. Seamos investigadores sociales, investigadores de la comunidad a la que queremos mostrar el mundo, su mundo, el de los lectores, y el de los demás, que enriquece vidas ajenas, aunque parecidas.

               Dogmas, problemas y análisis
Corrosión, corrosión e imaginarios culturales que permean mentes jóvenes y potentes es lo que encontramos al pedir opiniones acerca de algunas letras. Hemos de estar siempre atentos, alertas, con revólveres cargados de argumentos para enfrentar respuestas estereotipadas y dogmáticas que impidan formular juicios sociales y éticos sólidos. Si la lectura de una obra literaria se hace considerando gran multitud de ideas socialmente conflictivas no llegaremos a ningún lado. Con nuestras armas debemos disparar y limpiar el camino por el que se dará la construcción de una ética humana y de una filosofía social… una comprensión de la condición humana que aporta la obra literaria.

                 Hacia una sociedad ideal
La educación debe ir enfocada en la creación de conciencia social y humana de los estudiantes. Los maestros podemos hacer que los estudiantes reflexionen, por medio de las ciencias sociales en general, sobre los problemas de su entorno. Enseñamos, antes de cualquier ciencia, a que sepan vivir  en sociedad y, a la vez, a mantener una capacidad crítica sobre las circunstancias.Debemos crear en los estudiantes la cualidad de autonomía, que puedan evaluarse a sí mismos, que tengan el deseo de aprender por sí solos. Por otra parte, el profesor debe conocer un poco sobre todas las áreas sociales o ciencias de la conducta para que sepa cómo llevar al aula la literatura o ciencias sociales afines como medios para la exploración más profunda del papel del ser humano en la sociedad. De igual modo, debemos comprender que cada estudiante tiene experiencias disímiles, que son lo que el entorno los ha hecho, que pueden cambiar si reflexionan sobre su comportamiento y pensamiento. De esta forma, podrán remodelar su entorno.
                   La representación de lo humano
Los maestros tenemos una tarea ardua: ser mediadores en las lecturas de nuestros alumnos; ser capaces de llevar al aula la literatura con el fin de que los estudiantes, como seres humanos que son, se pongan en el lugar de los demás. Es un objetivo que va mucho más allá de lo moralista, pues se trata, antes que nada, de guiar lo emocional de los estudiantes hacia la comprensión de la sociedad. Si logramos esto, haremos ciudadanos con conciencia social, éticos y tolerantes. En otras palabras, por medio de la literatura podemos reflexionar sobre asuntos humanos: el racismo, la discriminación, la comprensión de que hay otras culturas que, aunque tengan costumbres diferentes a las nuestras, son igualmente dignas de respeto. Si nuestros estudiantes, al leer una obra, no comprenden que en ella se representan las características de una sociedad y los valores humanos, debemos ser guías para que logren comprenderlo.
                  Emoción y razón
La literatura es la representación de las pasiones humanas. Nos vemos reflejados en ella, aunque date de los más remotos años, porque describe nuestros comportamientos, sentimientos y deseos. Los maestros la llevamos al aula y la estropeamos, la volvemos añicos porque ignoramos la forma estética de la reflexiónsocial que puede lograrse por medio de ella. Desconocemos esta función ontológica de la literatura y la confundimos con la moral: esta construye el carácter humano por medio de la imitación ficcional; aquella, por su parte, reflexiona sobre lo humano en general y sus necesidades. No podemos olvidar que el estudiante se identifica emocionalmentecon alguna escena o con algún personaje y que ese sentimiento no puede quedarse estancado en simples impresiones o suposiciones, sino que, a partir de él, debemos intervenir como maestros con fines estéticos para que, por medio de la razón, se llegue a una reflexión final en la que prime el comportamiento, pensamiento y deseo humano en relación con los hechos sociales, políticos y culturales del país.

                        Experiencia estética
La literatura es la representación de la humanidad, de sus pensamientos y sentimientos en alguna época específica. Los maestros tenemos la tarea de llevar al aula no la literatura que el canon nos aconseje, sino que, a partir de las necesidades de los estudiantes, podamos proponer obras literarias con las que se identifiquen significativamente. De nada sirve, y eso debe quedar claro, que los estudiantes lean obras importantes si para ellos no lo son. El deber del maestro es convertirse en mediador de la literatura y en guía del análisis de los recursos estéticos. Es decir, debemos ser conscientes de que una experiencia humana no es igual a la otra y debemos hacérselo entender a nuestros alumnos pues de esta manera se logra, a parte de la experiencia estética, que el niño comprenda que a veces hay que volver al texto para comprobar o aclarar algunas cosas que también hacen parte de su realidad y experiencia, por medio del texto.
               La literatura en un marco significativo
Todo se une. Si llevamos una novela de un autor universal solo porque nos toca cumplir un requisito curricular, nuestra labor docente dejaría mucho que desear. La literatura, a diferencia de la historia, cuenta los hechos en un contexto particular, pero, sobre todo, explica los pensamientos y comportamientos humanos de los que en él actúan. Debemos ser conscientes de la manera en que llevamos al aula la literatura; de ahí, precisamente, parte la didáctica en esta área. Los estudiantes, en primera medida, deben conectarse con la obra para que la sientan suya, de su vida, de su entorno, y, a partir de eso, puedan reflexionar sobre el papel del humano en la sociedad y en relación con el prójimo. Esto, en síntesis, es lo que debemos comprender los docentes antes de correr con la gran responsabilidad de hacer de esta sociedad un paraíso o cementerio.

viernes, 6 de julio de 2012

Los cristianos en Colombia: La enfermedad de las ovejas tontas


LOS CRISTIANOS EN COLOMBIA:
LA ENFERMEDAD DE LAS OVEJAS TONTAS
Jhon Monsalve


Todos somos cristianos por tradición, mas no por razón. Esa es una verdad que defiendo a capa y espada desde hace un par de años. Vamos a misa o a culto, oramos o rezamos, cantamos o alabamos, damos limosna u ofrenda, pero nunca nos damos cuenta de que seguimos un rito religioso sin fundamento. Bueno, pues sí, fundamento hay: “Si no lo hacemos nos quemamos en el infierno”. ¿Pero quién lo comprueba? ¿No podría ser una simple amenaza de la Iglesia para retener adeptos?  Bien: si recordamos, en la Edad Media las indulgencias servían a los feligreses para comprar su salvación. Si usted tenía muchos pecados, podía absolverlos por medio de un pago que hacía a la Iglesia para que no le tocara "tan pesado" en la otra vida. El miedo a quemarnos ha hecho que nos congreguemos cada domingo, que vayamos bien vestidos, oliendo a rico, luciendo el último pantalón, el nuevo look, mostrando la reciente conquista. Los cristianos han tergiversado todo: ahora la iglesia es lugar de charlas virtuales, de picadas de ojo, de bostezos frecuentes. Ya no sentimos la religión como antaño, y no sé si sea grave o positivo. Lo cierto es que los cristianos congregados cada vez lo son menos, pero aún muy creyentes: “No tengo tiempo de ir, pero siempre oro en mi casa”.
Van a la iglesia sin haber leído nada: muestra esta de la irresponsabilidad del colombiano. El pastor o el sacerdote le explica la Biblia como si él solito no fuera capaz de entenderla, ¿no dicen que Dios de la misma forma que inspiró a los tantísimos escritores de la Biblia, los inspira a ustedes para que la comprendan? Entonces, díganme la necesidad de un pastor. Ah, bueno, claro: un pastor guía a las ovejas tontas, y como nos creemos tan estúpidos optamos por lo más fácil: que nos guíen, que lean por nosotros, que nos roben. Los colombianos somos ovejas tanto para el gobierno como para la Iglesia, y no nos damos cuenta de ello.
Alguien que me explique, por favor, por qué los cristianos somos los más intolerantes. Si llega un testigo de Jehová a nuestra casa, lo llamamos loco; si un católico va a misa, los evangélicos lo tildan de hipócrita, si una hermana de la iglesia de la esquina grita en sus noches de pasión (cosa muy normal y humana) la tratan de ramera y mala seguidora de Cristo. Los cristianos de Colombia no aceptamos que otro piense diferente a nosotros. Los evangélicos no se echan la cruz ni se bautizan, y los católicos afirman que los que no se persignan son hijos del demonio; por otro lado, los evangélicos hablan de la ignorancia de los católicos al echarse la muerte dibujando con la mano la cruz en el pecho. Ninguna religión está loca; todas son  intolerantes e irrespetuosas, que es otra cosa.
A todas estas: ¿se han puesto a pensar por qué somos cristianos? Pues si no lo han hecho, se lo enseño: porque los españoles nos impusieron esa religión tal como lo hicieron con la lengua. Y como sabemos, la imposición no fue la más bondadosa o humana. La Biblia, el libro que tanto adoramos (pero que no leemos), cobró vidas en todo el mundo, desde las Cruzadas hasta la Inquisición y la Conquista. Era obvio: hay que comprender a nuestros queridos españoles de la Edad Media y renacentistas: Jesús mandó a que se predicara la palabra en todo el mundo, y ellos lo único que hicieron fue obedecer. Por lo menos Saramago alcanzó a hacer la mejor crítica de estas muertes inservibles por medio de su pluma:
(…) su voz resuena por toda la tierra diciendo, Tú eres mi hijo muy amado, en ti pongo toda mi complacencia. Entonces comprendió Jesús que vino traído al engaño, como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios para morir así, y trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó al cielo abierto donde Dios sonreía: ‘Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo’.
Ahora les pregunto: ¿Qué habría pasado si los que nos hubiesen invadido no hubieran sido los españoles, sino los musulmanes? Pues nada: solamente que en estos momentos defenderíamos, ante cualquier religión y ante Satán mismo, que nuestro Corán es el único libro verdadero y que los cristianos de las otras tierras están muy equivocados. Eso pasaría porque somos tan herméticos, tan cerrados, que solo tenemos por cierto lo que nos han enseñando de niños. Pensemos un momento en esto, y démonos cuenta de que lo que causamos al seguir una doctrina es la mala imagen de la hipocresía, de la intolerancia, del irrespeto, y la amenaza de una futura guerra de religiones.
El primero de julio de este año, miles de colombianos quedaron esperando la conversión a Cristo del Pastor Miranda, de la congregación Creciendo en Gracia. Y nos amarramos a esto: que él era el anticristo, que era el falso profeta, que ahora sí se va a acabar el mundo, que los Mayas no estaban tan equivocados, que no son normales los terremotos en Japón ni en Santander (Je, je, je). Así somos los cristianos colombianos: como ovejitas tontas ante cualquier suceso. ¿Qué habríamos dicho de la Peste Negra que azotó a Europa en la Edad Media? ¿Qué habríamos inventado ante las olas de calor o de glaciares que bañaron el mundo entero? Sencillo: que pronto se acabaría el mundo y que Jesús estaría por venir (aunque sea un poco anacrónico). El mundo se acerca al acabose, pero por culpa del humano y su ética ecológica paupérrima. Tanto árbol talado, tanta agua sucia, tanto carro, tanta polución, tanta lluvia ácida, tanta vorágine.
Ahora seguimos el camino de nuestro pastor. No nos podemos perder porque el Diablo  (lo pongo con d mayúscula por la misma razón que escribo "Dios" de esta manera) nos espera con la boca abierta para devorarnos de un mordisco. ¡Pilas, allá va el pastor o el cura! Si no vamos a misa con él, no podremos cantarle alabanzas a Dios. Esperen… ¿debemos hacer esto mismo en el cielo? ¡Qué aburrimiento! Yo mejor me pierdo.
¿Y quién me comprueba que existe el cielo?, ¿y quién me comprueba que los equivocados no somos nosotros sino los musulmanes o los mormones? ¿Y quién me comprueba que el Mesías fue ese que vino y no el que aún esperan los judíos? ¿Y quién me comprueba que existe Dios? Los colombianos somos tan ovejas que no pensamos por nosotros mismos porque nos da pereza, y si pensamos algo por el estilo: somos pecadores, hemos blasfemado.
Ahora sí seguiré leyendo la Biblia: voy en Zacarías, y he aprendido que Dios era muy malo en el Antiguo Testamento, que el Pueblo Israelita era muy desobediente, que las profecías eran para los tiempos del Imperio Babilónico y no para los de Herodes,  y que la cultura y la historia que se presentan en esos libros no se parecen en nada a nuestra realidad. Si entendiéramos esto, si leyéramos la Biblia, si dejáramos la pereza a un lado, seríamos, en lugar de ovejas, delfines.

lunes, 2 de julio de 2012

El libro: un mundo desconocido


EL LIBRO: UN MUNDO DESCONOCIDO
Jhon Alexánder Monsalve Flórez

Estar en contacto con un libro es conocer el mundo. Recuerdo el cuento de Anton Chejov que trata de un hombre que, por una apuesta, pasa 15 años de su vida encerrado en una casa, pero con la posibilidad de tocar un piano, beber un vino y  leer los libros que guste. Soporta el tiempo acordado y, a través de la lectura, conoce el mundo, prueba los mejores vinos, caza ciervos, canta canciones, conoce la vida: “Durante quince años estudié atentamente la vida terrenal. Es verdad, yo no veía la tierra ni la gente, pero en los libros bebía vinos aromáticos, cantaba canciones, en los bosques cazaba ciervos y jabalíes, amaba mujeres... Beldades, leves como una nube, creadas por la magia de sus poetas geniales, me visitaban de noche y me susurraban cuentos maravillosos que embriagaban mi cabeza. En sus libros escalaba las cimas del Elbruz y del Monte Blanco y desde allí veía salir el sol por la mañana mientras al anochecer lo veía derramar el oro purpurino sobre el cielo, el océano, las montañas; veía verdes bosques, prados, ríos, lagos, ciudades; oía el canto de las sirenas y el son de las flautas de los pastores; tocaba las alas de los bellos demonios que descendían para hablar conmigo acerca de Dios...”. 
 Un libro hace que el humano conozca lo más profundo de su alma, comprenda su función en el mundo, reflexione sobre su papel en la sociedad. Hay libros malos y libros buenos, según el lector; cada uno tiene sus gustos y preferencias, como con la ropa, los autos, los celulares. Hay libros, como los de Paulo Coelho,  que le pintan con colores los corazones de la felicidad, tan efímera como la vida; hay otros, como los de Baudelaire, que lo derrumban sobre la cama de los muertos: la carroña aparece como representación del fin más cruel de la existencia. Hay libros que le muestran la realidad con metáfora, como Cien años de soledad, y otros con crudeza, como El desbarrancadero, de Fernando Vallejo. Hay libros que solo logran una lágrima, y otros que perduran en la reflexión del lector por siempre.
Estar en contacto con un libro es casi un sueño. Y más en este país. En la Edad Media, la burguesía era la única que podía acceder a los textos escritos; las clases populares, bajo su dominio, se contentaban con aquellos cuentos que se transmitían oralmente. Los hijos de los burgueses mantenían el prestigio de su linaje gracias a la posibilidad de educarse. Han pasado más de 500 años, y las bajas clases sociales siguen siendo las menos instruidas, las que, de ninguna manera, pueden comprar un libro: si compran uno, se quedan sin comer una semana. Los precios de los libros no permiten conocer el mundo. El sistema ha influido en ello: las editoriales se pelean entre sí para dar los “mejores” precios, las librerías tratan al cliente como a un ladrón, los libreros ya no saben de libros, la superación personal se posicionó más arriba del Chimborazo de Bolívar. Todos han oído hablar de Sangre de Campeón, y muy pocos del bello poema del libertador.
Puede afirmarse que estamos en la sociedad sin libros. La única biblioteca pública de la ciudad prohíbe que el lector busque el libro que desea, que experimente el contacto entre el polvo de dos días, el olor a hojas viejas y el peligro de que otro libro, distinto al que busca, lo atrape para siempre. El personal no sabe de libros y, mientras atienden, hacen mucho ruido. ¿Con qué ánimo un estudiante va a la biblioteca? ¿Con qué gusto va a leer un libro que le costó una semana de comida? No podemos echarle toda la culpa al maestro; en realidad, posibilidades no hay, y lo peor: el Ministerio de Educación busca el mejoramiento de la comprensión lectora, exige incentivación cultural,  hace propagandas en la televisión que solo favorecen a las librerías, mantenidas por la clase alta, y se olvida de que, con precios tan altos en los libros, no se pueden lograr tales ideales. Un libro ilustrado para niños no baja de 50.000 pesos.
La superación personal está opacando la esencia del libro. Aunque el humano se  refleje, o más bien se resguarde en ella, está, en realidad, siendo manejado como marioneta por los vagos pensamientos del autor. Estos libros dan una posible solución de vida, entre paupérrimos recursos literarios; Abad Faciolince afirma al respecto de la obra de Coelho: “Si vende por sí solo más libros que todos los demás escritores brasileños juntos, esto se debe precisamente a que sus libros son tontos y elementales. Si fueran libros profundos, complejos literariamente, con ideas serias y bien elaboradas, el público no los compraría porque las masas tienden a ser incultas y a tener muy mal gusto”. Que quede claro que el proletariado no puede ser culto porque no lo dejan. En los libros de superación personal no hay reflexión social; hay solamente el ansia inmensa de volverse mejor humano para prosperar, tener un carro, una casa y una beca, pero nunca se oye hablar a un árbol, como los que oía Arturo Cova, para reclamar la polución en que sumido lo tienen.
El libro es la máquina del tiempo. Julio Verne se adelantó al futuro y las tragedias griegas nos devuelven al principio. Podemos comprender el comportamiento del humano a través de la historia por medio del libro. Podemos sentir su sufrimiento, y comprenderlo, porque somos humanos: podemos sentir lo que sintió Dafne mientras huía de Apolo y comprendemos la Masacre de las Bananeras gracias a García Márquez. Nos encontramos vivos en la literatura de ayer y de siempre.
Al parecer a nadie le conviene que conozcamos el mundo. Si los libros fueran más asequibles, la reflexión social sería mucho más vasta y vorágines como las que suceden en nuestro país se comprenderían mejor y se les hallaría soluciones. No tarda el tiempo en que los bomberos empiecen a quemar los libros, al estilo de Fahrenheit 451, porque el gobierno quiere evitarnos una preocupación.

viernes, 29 de junio de 2012

Rafael Pombo A CIEN AÑOS DE SU MUERTE


RAFAEL POMBO A 100 AÑOS DE SU MUERTE
Jhon Alexánder Monsalve Flórez

Publicado en Vanguardia Liberal el 26 de mayo de 2012

Qué triste es haber pasado el 5 de mayo sin conmemoración alguna. Pensé que google iba a formar sus letras con dibujos alusivos a los cuentos de Rafael Pombo. Pero no: no hubo nada, el mundo se olvidó para siempre del poeta romántico por excelencia, el que  le duela al que le duela hizo  buena poesía y buen cuento para pequeños lectores. Creo que si no encuentro ningún tipo de conmemoración es porque, en el mundo, nuestro poeta no trascendió. El sábado, 5 de mayo de 2012, cumplía 100 años de muerto, y lo hemos ignorado, sin duda alguna, porque la parte de su obra más representativa fue dirigida a los niños.
Si vamos a Wikipedia encontraremos solo unos párrafos. Si comparamos con otro escritor de su “trascendencia”, como José Asunción Silva o como García Márquez, nos daremos cuenta de que no lo valoran lo suficiente. La razón: haber escrito literatura infantil. La Academia se ha olvidado de Pombo y le ha tocado retomarlo a la música popular de nuestro país. Ahí tenemos a Santiago Cruz interpretando Simón el bobito; a Andrea Echeverri cantando El renacuajo Paseador, junto con un séquito de artistas desconocidos; a Juanes interpretando El gato bandido; la sensual Verónica Orozco entonando Pastorcita; Cabas, por su parte, canta Juan Chunguero; y omitiendo a otros, Carlos Vives interpreta La pobre viejecita. Por lo menos, creo que este año tendremos un poco más en cuenta esta música, que está abandonada desde el 2008.
Sabemos que se conmemora algo sobre Pombo no porque la Academia nos lo diga, sino porque un concurso de cuento nos lo repite todos los días. Y sí: se conmemoran 100 años de la muerte de Rafael Pombo, el poeta romántico por excelencia, el poeta olvidado por excelencia. Si digo olvidado, me refiero al olvido de la crítica y de la universidad. Porque en los colegios se sigue llevando esta literatura, aunque no de la forma correcta. Lo importante en los colegios parece ser que el niño se entretenga memorizando una parte de algún poema o de algún cuento, aunque no entienda ni la primera línea.
La gloria de las letras colombianas, como fue reconocido por la Ley 87 del 16 de noviembre de 1912, no es mucha gloria para la crítica. Al respecto Fernando Ayala Poveda afirma: “Muchos críticos nacionales, graves, severos, trascendentales, preocupados por la literatura de hombres mayores parecen desdeñar la literatura infantil. No sabemos en realidad qué es lo que menosprecian: la popularidad de las fábulas de Pombo o ese mundo aparentemente simple”. Yo creo que es un poco de las dos cosas: una obra que aparezca y que tenga éxito en nuestros días es susceptible a la mala crítica, por ejemplo, Mario Mendoza, que ha tenido un éxito inigualable en los últimos años con obras como Satanás,  o Jorge Franco con novelas como Rosario Tijeras y Paraíso Travel; escritores odiados, para nadie es un secreto, por los eruditos. Si esas obras no hubieran trascendido como lo hicieron, posiblemente serían objeto de estudio en las universidades como alternativa para el análisis social y político de nuestras ciudades colombianas. Pero no es así, porque son obras exitosas y, como académicos, debemos tener un criterio inventado para leer lo que no lee la gente del común.
Pues bien: retomo a Pombo para que sea estudiado desde otra perspectiva, basándome en el análisis crítico que Eduardo Camacho Guizado hace de su obra: “Los cuentos de Pombo también les confirmaban la ideología, las virtudes, las convenciones de lo que podría llamarse la burguesía nacional.  Ranas desobedientes que se ven castigadas; viejas ranas, hipócritas y ridículas, jóvenes y audaces gatos temerarios que retornan a la verdad (al calor del hogar) después de su locas aventuras por el mundo, etc., todos ellos expresan la moral señorial”. Después agrega: “Encontramos en esta obra vastísima temas como la diatriba del mundo sajón del dinero, representado por los Estados Unidos, la afirmación nacionalista, el conflicto entre la civilización, la técnica y  la naturaleza y, más importante aún, entre el hombre y la naturaleza, y muchos otros que hacen del poeta una figura representativa de una época y e una circunstancia determinada”.
Tomemos, pues, los cuentos pintados y propongamos: La pobre viejecita es la crítica a la burguesía (este aspecto también lo metaforiza el poeta cuando hace alusión a los gatos), que nunca se conforma con lo que tiene; siempre quiere más. Esto puede, incluso, representar un carácter algo más que burgués: humano. Entre más tenemos en este país capitalista que nos tocó habitar, más queremos para aparentar, para humillar, para sentirnos dentro de la sociedad de consumo en la que nos tocó comprar, vender y ser vendidos.
Cuando Pombo escribió los Cuentos Pintados vivía en Nueva York y representó de la mejor forma al colombiano tal como se percibe desde el “vecino” país: pintó al colombiano como a un bobito. Simón el bobito es usted o soy yo, visto desde aquel país que hoy nos está comprando poco a poco. Si nos damos cuenta, hace referencia a la nieve de forma particular:
Hizo Simoncito un pastel de nieve
Y a asar en las brasas hambriento lo echó,
Pero el pastelito se deshizo en breve,
Y apagó las brasas y nada comió.

Nieve hay en Estados Unidos. En Colombia es poco probable que caiga nieve en un ambiente como el descrito en el cuento por el autor, como también es poco probable encontrar pistas de hielo:
Empezando apenas a cuajarse el hielo
Simón el bobito se fue a patinar,
Cuando de repente se le rompe el suelo
Y grita: ¡me ahogo! ¡vénganme a sacar!

Simón el bobito es el colombiano de ayer y de siempre visto desde ayer y para siempre (ya vemos a aquellos que aún persiguen el sueño americano para lavar platos a cambio de aumentar un poco su nivel de lengua). ¿Pero dañaremos lo infantil de la literatura si nuestros niños la ven de esta manera? ¿No estaremos más bien llevando a Pombo al aula de la manera correcta? Tal vez a los críticos les ha faltado mirar a Pombo desde otra perspectiva, para que sea útil en la Academia.
En fin: dejo la inquietud. Pombo es un poeta que no merece morir dos veces. Su obra va desde el existencialismo y la crítica religiosa hasta las fábulas y los cuentos pintados. Hay mucho por estudiar aún, por analizar y por escribir. ¡Manos a la obra!

domingo, 24 de junio de 2012

Análisis literario de María, de Jorge Isaacs (Las cosas olvidadas)


ACERCAMIENTO AL ANÁLISIS INTERPRETATIVO
DE MARÍA, DE JORGE ISAACS
Jhon Alexánder Monsalve Flórez

María es una novela que, tomando palabras de Pedro Gómez Valderrama, ha roto fronteras, modas y movimientos literarios. Se ha leído durante 145 años, desde su primera publicación en 1867, y no pierde vigencia: se presenta como una obra universal y eterna. La trama está ubicada, por el contexto en que se describe, antes del año 1851, debido a que en  ese momento se dio fin a la esclavitud en Colombia. ¿Y esto qué tiene que ver? Pues en la novela se hace alusión constante a los esclavos, que son tratados bondadosamente por sus amos. María, la novela, cuenta la historia de un par de enamorados, María y Efraín, que son separados por el padre de él, que acelera el viaje de su hijo a pesar de los fracasos económicos, cuando se entera de que Efraín está enamorado de su prima, que es casi la hermana. Efraín había estudiado por varios años en Bogotá y había regresado a El Paraíso para estar con su familia antes de su viaje a Londres. Su padre planeó casar a María con Carlos, hijo de uno de los mayores señores de la región, solo con el fin de alejar a los dos muchachos enamorados.
El nombre verdadero, el de pila, de María era Esther, como la judía bíblica que ayudó, al estilo de una heroína, a su pueblo Israel cuando estaba bajo el yugo persa. María, precisamente, nació judía, pero su padre al ver que podría tener un mejor futuro en la familia católica del padre de Efraín, decidió, después de la muerte de su mujer, es decir, de la mamá de María (que murió de epilepsia), decidió, repito, dársela al padre de Efraín porque había visto que las mujeres de esa religión distinta a la suya se educaban en el bien. Ahí le cambiaron el nombre de Esther por María.
Así fue como llegó María a Colombia. Hay escenas que, en todos los resúmenes, se pasan por alto: por ejemplo, la casería de muchas páginas que aparece en dos ocasiones, que representan el papel del héroe (del yo) en la novela. Efraín un amante a la casería se lleva a sus criados y a su amigo Carlos (el pretendiente de María) a casar venados y tigres. Las mujeres hacen alusión a lo duro e inconsciente que es matar a un animal para obtener su piel. Otra de las cosas que se pasan por alto, y de la que ya hice mención, es la esclavitud, que aunque aún predominaba hacia los negros africanos, era muy distinta a la conocida en nuestros días o a la que los primeros españoles ejercieron sobre nuestros aborígenes; la esclavitud que aparece en la novela demuestran la bondad con la que es caracterizado, en parte, nuestro romanticismo.
Al fin Efraín se va y deja sola a su amada con la promesa de que cuando regresara se casarían. Al fin de cuentas el padre de Efraín desistió de la idea de casar a María con Carlos y le prometió a su hijo que podía cumplir su deseo cuando regresara de estudiar medicina en Europa.
Una de las cosas que también se pasan por alto es la presencia de Atala, la novela de Chateaubriand que leían Efraín, María y Emma, en aquella piedra, que según los guías turísticos, cuando va uno a El Paraíso en el Valle del Cauca, se mantiene tal y como era y se pueden pedir deseos de amor sobre ella. Para ver la pertinencia de Atala hay que retomar, el otro factor olvidado, que es la historia de Nay y Sinar, que resumen lo que Atala predica. La importancia de Nay y Sinar en la novela es clave, ya que antecede el final de la misma. Vamos por partes: En una reseña sobre Atala, encontrada en internet, en su lengua original, se lee lo siguiente: Chactas, fils adoptif d'un chrétien nommé Lopez, a été fait prisonnier à l’âge de 20 ans par une tribu ennemie, mais Atala, une jeune Indienne d’éducation chrétienne, l'a sauvé. Es decir, un hombre fue prisionero desde los 20 años por una de las tribus enemigas, pero una jovencita indiana de educación cristiana lo salvó. Lo mismo pasa con Sinar, que fue salvado por Nay cuando el padre de esta decidió matar a varios de sus esclavos (ustedes que ya leyeron la novela, sabrán las razones de esta decisión). Lo importante aquí, pues esto es un análisis y no un resumen, es fijarnos que el mismo papel tendría Efraín con respecto a Nay y la indiana. Él tenía la posibilidad de salvar de la muerte a María, de llegar a tiempo y no dejarla morir: la epilepsia la mató en la ausencia de su amado. La soledad es otra de las características fundamentales del romanticismo latinoamericano y se ve bien reflejada en la novela. Invito al lector a confrontar la historia de María y Efraín con la novela de Saint-Pierre: Paul et Virgine.
La diferencia del romanticismo colombiano con respecto al argentino radicó en que la literatura en estos lados era de corte más intimista que político. Si recordamos, “El matadero”, de Esteban Echeverría, es una representación de los hechos sociales y políticos de la época romántica en territorio gaucho. Mientras aquí con María, nos caracterizamos como intimistas y sentimentales. El sentimentalismo era otro factor que caracterizaba este periodo literario y socio-político. Pedro Gómez Valderrama afirma lo siguiente:

En este panorama y después de Amalia, cuyo valor hoy en día es principalmente histórico, aparece María. En tanto que en el sur los escritores argentinos representaban principalmente el romanticismo político y social, en Colombia se produjo la obra más importante de la vertiente intimista, María.

Otra de las características del romanticismo que se ven en la novela son las siguientes:
El yo enfrentado al mundo amargo: Una de las principales características del romanticismo no solo latinoamericano sino mundial es la exaltación del yo. Ya vimos cómo Efraín caza a unos animales feroces y se configura como héroe. Pero, a la vez, se enfrenta al mundo amargo que representa el alejarse del lado de María para irse a estudiar. A eso se une la soledad (ya comentada en párrafos precedentes) el fatalismo y la tristeza.
La naturaleza: Es consecuente la relación que existe entre la naturaleza y los sentimientos de los personajes. Cuando algún personaje está triste pareciera que la naturaleza cambia para estar a la par con sus sentimientos. La presencia y descripción de la naturaleza es otra de las características más marcadas en nuestro romanticismo.
Según Fernando Ayala Poveda:

Dentro del contexto romántico, María centra dos temas fundamentales: la muerte y la naturaleza. A partir de una adolescente que va despertando al amor (de la castidad a la pasión) entramos en la trágica historia de quien muere irrealizada (el espíritu romántico).

Lo subrayado de la cita anterior es lo rescatable, pero en lo que quiero enfatizar, para darle fin a este pequeño acercamiento interpretativo, es la ambigüedad de María:

María es un ser ambiguo. Huérfana, exótica, de ascendencia judía, se instala en una familia del Valle del Cauca. Para algunos esta condición volatiza a María. En nuestra visión (una de las mil probables), esta ambigüedad adquiere un verdadero carácter en su arraigamiento americano. Precisamente por eso es un libro mágico. (Ayala Poveda).

Y diría Pedro Gómez Valderrama que, a parte de Mágico, será vuelto leyenda. No hay un sol colombiano que no haya oído hablar de María. La encuentran a diario en el billete de 50000 pesos junto a su autor. Ahí vemos a María leyendo Atala y mirando hacia las esperanzas. Murió María en la novela, pero quedó dentro nuestro (y de muchos en el mundo) por siempre, como leyenda:

Decía al principio que hay no una María, no ciento, sino tantas como lectores ha tenido. Porque cada lector tiene su propia María que se escapa de las páginas del libro, y entra en el país luminoso de la leyenda. (P. Gómez Valderrama).

lunes, 18 de junio de 2012

Caperucita Roja


CAPERUCITA ROJA
Versión Jhon Monsalve


Nunca entendí por qué la abuela vivía tan lejos de nosotros. Es más, le supliqué a mamá que la trajera a vivir a esta casa pero se negó porque dizque no hay espacio. Eso es mentira. Si ustedes vieran esta casa se darían cuenta de que cabrían cinco abuelas como la mía y sobraría espacio. Tampoco entiendo por qué nunca nombran a mi papá si fue él quien bajó las frutas del árbol para que yo las llevara a casa de la abuela aquella mañana, como lo hacía, a escondidas, todos lo días. Hablé con mi papá del asunto: “Traigamos a la abuela a vivir a esta casa, papi, como antes”, pero él me dijo que eso era imposible porque la abuela necesitaba su propio espacio, donde nadie la molestara. “Pero nosotros no la molestamos, papi; aquí estaría mucho más cómoda. Ten en cuenta que esa casa en que vive está que se cae; por ahí oí de unos animales que soplan casas y las tumban. Nosotros tenemos aquí varias habitaciones…”, y no me dejó terminar, me dijo que no, que la abuela no podía venirse a vivir aquí porque dizque se aburría inmensamente. Bueno, en fin, aquí lo raro es que antes de que la abuela se fuera a vivir a esa casa, vivía con nosotros aquí, y créanme, jamás la vi aburrida; al contrario, se sentaba en el jardín  y veía cómo los pájaros hacían sus nidos sobre los árboles, y decía: “Qué bonita es esta casa… quiero morir aquí”.
Cuando se la llevaron al otro lado del bosque, lloré mucho y le prometí que todos los días iría a visitarla, que le llevaría frutas y algunas tortas de las que apenas aprendía a hacer por ese entonces. Mi mamá me dijo que yo no podía andar por el bosque así como así, que yo estaba muy pequeña para ir todos los días a casa de la abuela. “Mamá, tengo 8 años y camino mucho más lejos cuando voy a la escuela”. Definitivamente, ya no querían ni que me acercara a la abuela, y decidieron llevar acabo el mal macabro que ustedes conocen.
 Jamás me encontré en el bosque a ningún lobo, ni mucho menos me hizo preguntas; eso se lo inventó un tal Perrault. Lo cierto es que cuando llegué  a casa de mi abuela, vi mucha sangre en el suelo, las gafas partidas, la ropa regada por toda parte y un lobo acostado en la cama de mi abuela, sin disfraz alguno. Yo no sé de dónde sacaron que se había puesto el traje de dormir de mi abuela, si se lo comió con todo y ella. “Hola, Caperuza, te estaba esperando”, me dijo con voz maliciosa, y sentí miedo, y se acercaba más y más a mí, quería comerme como a ella. No existió ningún leñador; eso es mentira. Lo único que pasó después fue que mis papás entraron gritando: “A ella no, lobo feroz, ese no fue el trato”.

jueves, 14 de junio de 2012

La educación del niño


LA EDUCACIÓN DEL NIÑO
Margarite YOURCENAR
Fragmento del libro Les yeux ouverts
Traducido por Jhon Monsalve
Nota preliminar
Les presento a continuación una de las mujeres más grandes de Francia: escritora, poeta, crítica, ensayista y traductora. En esta ocasión, habla de la educación ideal del niño, y aunque el texto es muy corto, deja ver, en tan pocas letras, una sabiduría y una propuesta que cambiarían el mundo entero.
He reflexionado constantemente sobre lo que podría ser la educación del niño.  Pienso que harían falta estudios de base, muy simples, donde el niño entendiera que hace parte de la inmensidad del universo, que pertenece a un planeta que debe proteger, que depende del aire, del agua, de todos los seres vivos, y que el mínimo error o la más sutil violencia puede volverse el peligro más grande.
El niño aprendería que los hombres se han matado entre sí, en las guerras que no han hecho otra cosa que producir más guerras, y que cada país arregla su historia, engañosamente, para enaltecer su orgullo. Se le instruiría en los hechos pasados para que se sienta unido a los hombres que lo precedieron, para que los admire como ellos lo merecen, pero sin crearse ídolos, no más que del presente o de un hipotético futuro.
Se trataría de familiarizar al niño con los libros y las cosas; sabría el nombre de las plantas, conocería los animales sin librarse de las penosas vivisecciones impuestas a los pequeños y preadolescentes bajo el pretexto de biología; aprendería a dar los primeros auxilios para cuando fuere necesario; su educación sexual comprendería la presencia de un parto, y su educación mental,  la vista de enfermedades terminales y las defunciones.
Se le enseñarían las nociones básicas de la moral, sin la cual la vida en sociedad es imposible: instrucción que la escuela primaria y la educación media quieren pasar por alto en este país. En cuanto a religión, no se le impondría ninguna práctica o dogma, sino se le enseñaría algo de todas las religiones del mundo, y sobre todo de las del país en que vive, para despertar en él el respeto y destruir, de paso, algunos falsos prejuicios.
Se le enseñaría a trabajar y a no dejarse consumir por la publicidad, empezando por aquella que promociona las golosinas más o menos adulteradas, que son el principio de caries y diabetes futuras.  Hay, por lo tanto, una manera de hablar a los niños de cosas verdaderamente importantes, mucho más pronto de lo que acostumbramos a hacerlo.