lunes, 20 de agosto de 2018

"Amor ciego", de Miguel Torres: una novela de crimen redescubierta


Amor ciego, de Miguel Torres: una novela de crimen redescubierta
Jhon Monsalve
Resultado de imagen para miguel torres escritor amor ciego
 Imagen de la portada de la novela
El narrador que configura Torres no tiene nombre. Desde la primera idea que escribe en la novela, el narrador deja una curiosidad para el narratario: ¿cómo mató a Irene Damián? No es difícil, como se evidencia, relacionar este inicio con El túnel, de Ernesto Sábato: dos asesinos pasionales.
La novela de Torres existe desde hace veinte años, aproximadamente, y hasta ahora resurge. Gracias al éxito literario de la trilogía que el autor inició a publicar desde el 2006 con El crimen del siglo, seguida de Incendio de abril y rematada con La invención del pasado, Tusquest permite que los lectores asiduos de la obra del escritor bogotano retomen la primera novela que pasó desapercibida tras su primera publicación.
Y por fortuna fue así. Un narrador, escritor literario, se enamora profundamente de Irene Damián, una actriz de teatro en Bogotá (la ciudad nunca se nombra, pero alusiones a Monserrate y al contraste entre sur y norte permiten la inferencia citadina), quien viaja constantemente y mantiene relaciones extrañamente pasionales con Manuela, una mujer que amenaza con suicidarse si Irene la deja.
El narrador se enamora de la imagen que ve en un afiche publicitario de uno de los teatros de la ciudad. La imagen tenía la figura de Irene, representando a Medea, la heroína trágica. El narrador entra a ver la obra y se enamora de la mujer, de la actriz y del personaje. Inicia, así, una relación bastante pasional entre los dos sujetos.
En el momento en que Irene decide viajar y dejarlo solo, el narrador se enfrenta con la soledad que produce la obsesión hacia alguien y decide asesinarla. Mientras la relación dura, el narrador sufre episodios de horribles soledades y de depresiones contantes sin su amada, a quien pareciera no importarle tales reacciones. Una de las razones más recurrentes que la mujer da al escritor sobre su ausencia se resume en que debe acompañar a su amiga Manuela para que atente contra su propia vida (quien será reconocida como Laura por el narrador, luego de varios capítulos. Esta Laura es una mujer del círculo cercano de Irene. Aunque nunca lo corroboró, el narrador se lleva a la tumba esta impresión).
Un día Irene, luego de acabar con su temporada de Medea y luego de recibir fuertes golpes por parte del escritor obsesivo, decide marcharse una vez más fuera del país. El narrador prepara un plan para asesinarla, ya sea con arma blanca o con revólver. Irene llega a lo que sería, en principio, una cena de despedida. El narrador come con ella y, cuando están en la cama, decide matarla ahogándola con la almohada, mientras ella gime ante un eterno orgasmo. Loaiza Grisales, cita a Torres: “Se va creando un mundo ficticio, delirante, casi sin salida, parece que la única salida que tiene al final es matar al ser amado para apropiarse de él. Es una ley perversa, es la única manera que él encuentra para que ella no se vaya, no sea de otro, para que no sea ajena. Es terrible”.
Gracias a un oportuno trabajador de funerarias, logra cremar el cuerpo sin ningún rastro de asesinato. No obstante, el narrador no soporta el recuerdo de Irene y decide suicidarse. Ante la imposibilidad de tal acto, opta por contratar a una sicaria, que se vista con las ropas de Irene, para que lo asesine.
Esta novela de crimen y de pasiones se redescubre, después de tantos años, ante su belleza literaria, su tensión y buena narración.