viernes, 6 de julio de 2012

Los cristianos en Colombia: La enfermedad de las ovejas tontas


LOS CRISTIANOS EN COLOMBIA:
LA ENFERMEDAD DE LAS OVEJAS TONTAS
Jhon Monsalve


Todos somos cristianos por tradición, mas no por razón. Esa es una verdad que defiendo a capa y espada desde hace un par de años. Vamos a misa o a culto, oramos o rezamos, cantamos o alabamos, damos limosna u ofrenda, pero nunca nos damos cuenta de que seguimos un rito religioso sin fundamento. Bueno, pues sí, fundamento hay: “Si no lo hacemos nos quemamos en el infierno”. ¿Pero quién lo comprueba? ¿No podría ser una simple amenaza de la Iglesia para retener adeptos?  Bien: si recordamos, en la Edad Media las indulgencias servían a los feligreses para comprar su salvación. Si usted tenía muchos pecados, podía absolverlos por medio de un pago que hacía a la Iglesia para que no le tocara "tan pesado" en la otra vida. El miedo a quemarnos ha hecho que nos congreguemos cada domingo, que vayamos bien vestidos, oliendo a rico, luciendo el último pantalón, el nuevo look, mostrando la reciente conquista. Los cristianos han tergiversado todo: ahora la iglesia es lugar de charlas virtuales, de picadas de ojo, de bostezos frecuentes. Ya no sentimos la religión como antaño, y no sé si sea grave o positivo. Lo cierto es que los cristianos congregados cada vez lo son menos, pero aún muy creyentes: “No tengo tiempo de ir, pero siempre oro en mi casa”.
Van a la iglesia sin haber leído nada: muestra esta de la irresponsabilidad del colombiano. El pastor o el sacerdote le explica la Biblia como si él solito no fuera capaz de entenderla, ¿no dicen que Dios de la misma forma que inspiró a los tantísimos escritores de la Biblia, los inspira a ustedes para que la comprendan? Entonces, díganme la necesidad de un pastor. Ah, bueno, claro: un pastor guía a las ovejas tontas, y como nos creemos tan estúpidos optamos por lo más fácil: que nos guíen, que lean por nosotros, que nos roben. Los colombianos somos ovejas tanto para el gobierno como para la Iglesia, y no nos damos cuenta de ello.
Alguien que me explique, por favor, por qué los cristianos somos los más intolerantes. Si llega un testigo de Jehová a nuestra casa, lo llamamos loco; si un católico va a misa, los evangélicos lo tildan de hipócrita, si una hermana de la iglesia de la esquina grita en sus noches de pasión (cosa muy normal y humana) la tratan de ramera y mala seguidora de Cristo. Los cristianos de Colombia no aceptamos que otro piense diferente a nosotros. Los evangélicos no se echan la cruz ni se bautizan, y los católicos afirman que los que no se persignan son hijos del demonio; por otro lado, los evangélicos hablan de la ignorancia de los católicos al echarse la muerte dibujando con la mano la cruz en el pecho. Ninguna religión está loca; todas son  intolerantes e irrespetuosas, que es otra cosa.
A todas estas: ¿se han puesto a pensar por qué somos cristianos? Pues si no lo han hecho, se lo enseño: porque los españoles nos impusieron esa religión tal como lo hicieron con la lengua. Y como sabemos, la imposición no fue la más bondadosa o humana. La Biblia, el libro que tanto adoramos (pero que no leemos), cobró vidas en todo el mundo, desde las Cruzadas hasta la Inquisición y la Conquista. Era obvio: hay que comprender a nuestros queridos españoles de la Edad Media y renacentistas: Jesús mandó a que se predicara la palabra en todo el mundo, y ellos lo único que hicieron fue obedecer. Por lo menos Saramago alcanzó a hacer la mejor crítica de estas muertes inservibles por medio de su pluma:
(…) su voz resuena por toda la tierra diciendo, Tú eres mi hijo muy amado, en ti pongo toda mi complacencia. Entonces comprendió Jesús que vino traído al engaño, como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios para morir así, y trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó al cielo abierto donde Dios sonreía: ‘Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo’.
Ahora les pregunto: ¿Qué habría pasado si los que nos hubiesen invadido no hubieran sido los españoles, sino los musulmanes? Pues nada: solamente que en estos momentos defenderíamos, ante cualquier religión y ante Satán mismo, que nuestro Corán es el único libro verdadero y que los cristianos de las otras tierras están muy equivocados. Eso pasaría porque somos tan herméticos, tan cerrados, que solo tenemos por cierto lo que nos han enseñando de niños. Pensemos un momento en esto, y démonos cuenta de que lo que causamos al seguir una doctrina es la mala imagen de la hipocresía, de la intolerancia, del irrespeto, y la amenaza de una futura guerra de religiones.
El primero de julio de este año, miles de colombianos quedaron esperando la conversión a Cristo del Pastor Miranda, de la congregación Creciendo en Gracia. Y nos amarramos a esto: que él era el anticristo, que era el falso profeta, que ahora sí se va a acabar el mundo, que los Mayas no estaban tan equivocados, que no son normales los terremotos en Japón ni en Santander (Je, je, je). Así somos los cristianos colombianos: como ovejitas tontas ante cualquier suceso. ¿Qué habríamos dicho de la Peste Negra que azotó a Europa en la Edad Media? ¿Qué habríamos inventado ante las olas de calor o de glaciares que bañaron el mundo entero? Sencillo: que pronto se acabaría el mundo y que Jesús estaría por venir (aunque sea un poco anacrónico). El mundo se acerca al acabose, pero por culpa del humano y su ética ecológica paupérrima. Tanto árbol talado, tanta agua sucia, tanto carro, tanta polución, tanta lluvia ácida, tanta vorágine.
Ahora seguimos el camino de nuestro pastor. No nos podemos perder porque el Diablo  (lo pongo con d mayúscula por la misma razón que escribo "Dios" de esta manera) nos espera con la boca abierta para devorarnos de un mordisco. ¡Pilas, allá va el pastor o el cura! Si no vamos a misa con él, no podremos cantarle alabanzas a Dios. Esperen… ¿debemos hacer esto mismo en el cielo? ¡Qué aburrimiento! Yo mejor me pierdo.
¿Y quién me comprueba que existe el cielo?, ¿y quién me comprueba que los equivocados no somos nosotros sino los musulmanes o los mormones? ¿Y quién me comprueba que el Mesías fue ese que vino y no el que aún esperan los judíos? ¿Y quién me comprueba que existe Dios? Los colombianos somos tan ovejas que no pensamos por nosotros mismos porque nos da pereza, y si pensamos algo por el estilo: somos pecadores, hemos blasfemado.
Ahora sí seguiré leyendo la Biblia: voy en Zacarías, y he aprendido que Dios era muy malo en el Antiguo Testamento, que el Pueblo Israelita era muy desobediente, que las profecías eran para los tiempos del Imperio Babilónico y no para los de Herodes,  y que la cultura y la historia que se presentan en esos libros no se parecen en nada a nuestra realidad. Si entendiéramos esto, si leyéramos la Biblia, si dejáramos la pereza a un lado, seríamos, en lugar de ovejas, delfines.

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