martes, 9 de octubre de 2012

Análisis de "La Casa Grande", de Cepeda Samudio


“LA CASA GRANDE”: LA HISTORIA NOVELADA
DE LA MASACRE DE LAS BANANERAS
Jhon Alexánder Monsalve Flórez

Tal vez uno de los momentos históricos que más ha marcado la historia de Colombia es la masacre de las bananeras que se llevó a cabo en Santa Marta a finales de la tercera década del siglo XX. Imaginemos a unos campesinos trabajadores de una zona bananera en la costa atlántica de nuestro país exigiendo sus derechos ante una firma comercial estadounidense: mejores sueldos, vivienda, servicios de salud, etc. Imaginemos ahora que esta compañía niega las peticiones y, como consecuencia, los trabajadores se van huelga, y que la única solución que halla el Estado es la disgregación de la protesta por medio del Ejército Nacional. Pues bien, dejemos de imaginar, y vayamos a lo que Cepeda Samudio expone en su obra cumbre “La casa grande”, novela publicada en 1962 y que empieza con el diálogo de dos soldados que están en comisión y que expresan sus opiniones al respecto de la movilización social y de su desempeño como soldados: uno está a favor; el otro, en contra:

Dos soldados, dos caras de una misma moneda. Uno, dubitativo, siempre interrogándose frente a la situación; el otro, apático y, de algún modo, leal a su causa, sin escrúpulos para tomar las armas y matar a sus compatriotas. Pero un poder mayor controla la vida de ambos, decidiendo su destino y, a través de él, el de aquellos obreros que se levantan para exigir un poco de comprensión de su situación. (Alexánder Peña Sáenz, [En línea]).

Esta conversación pone en contexto la obra del escritor barranquillero. Desde esos primeros diálogos se puede percibir que lo que se lee es una novela, en plena vanguardia, con toques realistas y de denuncia social. El eje de la historia es la familia que habita en la casa grande y que puede relacionarse muy bien con el despotismo y sumisión de los que participaban en el problema laboral que se venía llevando a cabo. Sin embargo, en este texto, no centraremos la atención en dicha relación sino en aquello que hace parte de la historia de nuestro país y que, en esta obra, se volvió ficción con fines estéticos. La masacre de las bananeras, por lo tanto, será nuestro eje.

Veníamos diciendo que la obra se basa en hechos reales, que se adaptan de una manera perfecta a la caracterización de personajes, al espacio, a la atmósfera. Esta masacre se dio por ciertos problemas que se venían presentando desde años atrás, tal como lo afirma Edwin Hernán Rojas Montoya en el ensayo “La gota que derramó el vaso: monopolio del agua y consecuencias para los cultivadores independientes en la zona bananera del Magdalena 1901-1928”, y que además amplía las razones por las cuales se llevó a cabo la protesta:

En la Huelga Bananera de 1928 confluyeron un sinnúmero de factores claves. Algunos, a lo largo del tiempo, han cobrado mayor protagonismo que otros, generando una concentración y mayor estudio por parte de los especialistas. Tal es el caso de las inconformidades laborales, las malas condiciones de vida de los cultivadores y obreros, los sistemas de contratación, entre otros; pero si existe una constante en las conclusiones de estos trabajos, es que la huelga solo fue el estallido de una bomba de tiempo, alimentada por una inconformidad social generalizada durante más de 20 años, producto de los abusos cometidos por la United Fruit Company y la permisividad del gobierno en estos hechos. (2008: p. 36).

Lo importante de este apartado es la contextualización histórica de lo que sucede en la obra literaria. Cepeda Samudio ubica en el mismo año (aunque no en la misma fecha) la masacre de las bananeras, y denuncia, por este medio, el abuso de poder y la violación de los derechos humanos al presentar, tal cual sucedió, al Ejército Nacional ejecutando las órdenes de disparar contra aquellos, que, según el decreto que aparece en la obra y que existió con algunas variantes, fuesen hallados en infraganti delito:

Artículo 3o. – Los hombres de la fuerza pública quedan facultados para castigar por las armas a aquellos que se sorprenda en infraganti delito de incendio, saqueo, y ataque a mano armada y en una palabra son los encargados de cumplir este Decreto. (1985: p. 86)

Esta obra es sin duda una representación más de nuestra historia colombiana. La crítica literaria, sin embargo, no ha tenido comentarios y argumentos tan positivos, como se esperaría. Ayala Poveda en Manual de Literatura Colombiana afirma: “A esta novela le han estafado lo créditos. Se le ha tildado de inconexa, esquemática, simplista, panfletaria, aventura arriesgada” (1989: p. 331).  Pero una característica sí debe atribuírsele: es una novela innovadora y creativa en el sentido de que presenta de una manera peculiar, para nada simplista, la historia de una familia llena de odio y de caos, alrededor de la cual giran los hechos históricos, ahora novelados. Por otro lado, Álvaro Pineda Botero sobrevalora la obra de la siguiente manera: “La casa grande (…) rompe con muchas tradiciones literarias al presentar innovaciones radicales en la técnica, el lenguaje y la estructura” (2001: p. 157).

Y no solo eso. Tal vez podríamos afirmar que lo que la hace única es la manera de contar los hechos, de pintar imágenes con palabras, de convertir en una especie de ficción real un hecho que marcó la historia de nuestro país, y que la seguirá marcando, ya sea por el recuerdo o por situaciones similares que se presenten en nuestros días. La casa grande es más que una novela de estructura innovadora; es la composición musical del recuerdo vigente de un suceso difícil de olvidar.

Bibliografía
Ayala Poveda, Fernando (1984). Manual de Literatura Colombiana 3 ed. Bogotá: Educar Editores.
Cepeda Samudio, Álvaro (1985). La casa grande. Bogotá: Plaza y Janes.
Peña Sáenz, Alexánder (S.F.). “Álvaro Cepeda Samudio-La casa grande”. En: La pasión inútil. [En línea]: http://la-pasion-inutil.blogspot.com/2012/04/alvaro-cepeda-samudio-la-casa-grande.html.
Pineda Botero, Álvaro (2001). Juicios de residencia. S.L: Fondo Editorial Universidad EAFIT.
Rojas Montoya, Edwin Hernán (2008). “La gota que derramó el vaso: monopolio del agua y consecuencias para los cultivadores independientes en la zona bananera del Magdalena 1901-1928”. En: Bananeras huelga y 80 años. Bogotá: Universidad nacional de Colombia.

sábado, 6 de octubre de 2012

Análisis literario de El extraño caso del dr. Jekyll y mr. Hyde


ENTRE EL BIEN Y EL MAL  DE LA CUALIDAD HUMANA:
EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE
Jhon Monsalve
“Tusitala”, que significa El contador de historias,  es el apodo grabado en la tumba del escritor escocés Robert Louis Stevenson, que nació en 1850 y murió 44 años después a causa de la enfermedad conocida como tuberculosis. Entre sus obras, las más conocidas son: La isla del tesoro (1883) y El extraño caso del dr. Jekill y mr. Hyde (1886). Esta última será objeto de nuestro estudio en el presente trabajo.

Estructura:
La obra está compuesta por 10 capítulos, que en algunas ediciones no sobrepasan las 100 páginas. Los dos últimos capítulos de la obra son epístolas (el género epistolar está inmerso dentro de la obra, y es tan importante que, gracias a las dos cartas, se comprende el comportamiento del personaje protagonista) escritas, respetivamente, por Dr Lanyon y por Dr. Jekyll. En el primer capítulo, gracias al recuento del señor Enfield en torno al maltrato de una niña por parte de mr. Hyde, se desata en Utterson, un abogado (notario) de Londres, la curiosidad por este personaje, que termina siendo conocido de uno de sus clientes: El Dr. Jekyll. En el capítulo IV sucede un hecho similar (en el sentido de que emprenden una búsqueda más exhaustiva de mr. Hyde), pero que termina en el asesinato de un parlamentario inglés. Por otro lado, el título de la obra antecede la historia de suspenso y (tomada por algunos) de terror. Desde el título sabemos que nos enfrentaremos a una historia poco usual, excéntrica, extraña. Los nombres de los personajes está pertinentemente puestos por el autor: Hyde, que fue al que estuvieron buscando desde el principio de la obra, no podía llamarse de otra manera, pues, fonéticamente, este apellido se corresponde con la pronunciación de la palabra inglesa Hide, que significa escondido. Por su parte, Jekyll, deviene del verbo inglés kill, que significa matar, y que va asociado, de igual manera, con el personaje, pues, aunque con la personalidad de Hyde, el Dr. Jekyll fue el asesino no solamente de Carew, sino también de sí mismo. Una obra, por lo visto, muy coherente en su estructura y en sus personajes: nada más veamos que la i latina cambia por la y griega en los nombres, como si estos significaran dos cosas (como las dos personalidades de nuestro protagonista) al mismo tiempo.

Argumento comentado:
El extraño caso del Dr. Jekyll y mr. Hyde es una novela que se desarrolla en Londres en el siglo XIX. Utterson, un abogado, escucha la historia de un hombre que pisotea a una niña y que, para salir del problema con la familia y la comunidad, soluciona el problema con un cheque firmado por una de las más grandes celebridades de la ciudad: el Dr. Jekyll. Esto llama la atención de Utterson, que empieza a buscar la relación de su cliente con aquel extraño personaje. Digo extraño porque se caracterizaba por su deformidad, por su estatura irrisoria, por su comportamiento inhumano. El abogado llegó a temer que su cliente estuviera siendo chantajeado por aquel sujeto, debido a que el último testamento que recibió del doctor decía que sus pertenencias las otorgaba, en su mayor parte, a mr. Hyde. Otro punto clave de la narración fue el asesinato del parlamentario Danvers Carew a manos de mr. Hyde, que, inmediatamente, fue buscado, por cielo y tierra, por  Scotland Yard. Pero sucedía algo muy extraño y que llama profundamente la atención al lector, y era que cuando aparecía el Dr. Jekyll, para interrogatorios al respecto, no estaba presente mr. Hyde, y viceversa. El doctor nunca confesó nada ante las autoridades y le decía a Utterson que su relación con mr. Hyde era estrictamente personal. Llegó el día en que el doctor no salió de su habitación-laboratorio, y pedía las cosas a sus mayordomos sin permitir que lo vieran. Poole, su criado de confianza, cuando notó que la voz de su patrón no era la misma de siempre, que se parecía a la del señor Hyde, el cual iba de vez en cuando autorizado con anticipación por Jekyll (y sintió temor de que el doctor hubiese sido asesinado por Hyde), decidió avisar al respecto a Utterson, que, después de ciertas situaciones y coartadas, pudo entrar al laboratorio, cuando ya Hyde había muerto (al parecer se suicidó). Dos cartas son las que explican el caso: la de Lanyon, que fue el único y el primero en saber del trastorno de Jekyll, escribió una carta que antecedía a la escrita por el puño y letra del doctor. En ellas se explica la finalidad de unos experimentos de laboratorio que hizo el Dr. Jekyll para comprender y dividir algo inherente al comportamiento humano:

Más que defectos graves, fueron por lo tanto mis aspiraciones excesivas a hacer de mí lo que he sido, y a separar en mí, mas radicalmente que en otros, esas dos zonas del bien y del mal que dividen y componen la doble naturaleza del hombre. Mi caso me ha llevado a reflexionar durante mucho tiempo y a fondo sobre esta dura ley de la vida, que está en el origen de la religión y también, sin duda, entre las mayores fuentes de infelicidad.

Después de profundizar en sus pensamientos al respecto, concluye que el hombre no es solo uno, sino “verazmente dos” (pero que pueden ser más). Y lo que definitivamente llevó al personaje a su decisión científica fue el pensamiento de que:

(…) aprendí a cobijar con placer, como en un bonito sueño con los ojos abiertos, el pensamiento de una separación de los dos elementos. Si éstos, me decía, pudiesen encarnarse en dos identidades separadas, la vida se haría mucho más soportable.  El  injusto se iría por su camino, libre de las aspiraciones y de los remordimientos de su más austero gemelo; y el justo podría continuar seguro y voluntarioso por el recto camino en el que se complace, sin tenerse que cargar de vergüenzas y remordimientos por culpa de su malvado socio. Es una maldición para la humanidad, pensaba, que estas dos incongruentes mitades se encuentren ligadas así, que estos dos gemelos enemigos tengan que seguir luchando en el fondo de una sola y angustiosa conciencia.

Y con base en unos medicamentos hizo una especie de brebaje que lo llevó a no solamente separar las actitudes de su personalidad sino también el cuerpo: tanto así que la parte buena quedó en la piel del doctor, mientras la mala tomó la extraña apariencia de la fealdad y junto a ella vino lo abominable, lo inhumano, lo malvado.

Un poco más allá:
El extraño caso del Dr. Jekyll y mr. Hyde es la representación de una patología denominada Trastorno de identidad disociativo que, según una página web de medicina (cepvi.com), se podría explicar de esta manera:

El trastorno de identidad disociativo, antes llamado trastorno de personalidad múltiple, consiste en la presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada una con un patrón propio y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo). Al menos dos de estas identidades o estados de personalidad controlan de forma recurrente el comportamiento del individuo. La disociación es un estado en el que una persona se separa de la realidad. La persona con un trastorno de identidad disociativo es incapaz de recordar información personal importante debido a que se trata de acontecimientos que han ocurrido cuando otra de las identidades tenía el control.

Y algo parecido era lo que le ocurría al Dr. Jekyll, pero incluyendo el cuerpo y la apariencia. Cabe acotar que, sin embargo, siempre tuvo consciencia de sus actos, pues de lo contrario, jamás hubiese querido convertirse nuevamente en lo que antes era, o viceversa. Lo único que no cambiaba en el personaje, después de las metamorfosis, era la caligrafía. No obstante,  y yendo un poco más allá, más que una patología, el caso del doctor es más frecuente de lo que parece, y sucede en todo el mundo: todos lo seres humanos tenemos, por llamarlo de alguna manera, un alter ego. Generalmente, y es lo que se expone en la obra, uno actúa de una manera correcta y el otro de una forma antihumana. Es como si cada uno de nosotros tuviera dentro de sí un ángel y un demonio, que al igual que el personaje, puede ayudar en ocasiones y, en otras, destruir. Borges en un texto que tituló “Borges y yo”, donde nombra a Stevenson (era lector acérrimo del escritor escocés), trata esta temática: un yo aparentemente bueno al que un Borges malo, egoísta y famoso, le ha usurpado su identidad. “El libro total” afirma al respecto (y en lo que estoy muy de acuerdo) de la obra de Stevenson que:

Su popularidad como escritor se basó fundamentalmente en los emocionantes argumentos de sus novelas fantásticas y de aventuras, en las que siempre aparecen contrapuestos el bien y el mal, a modo de alegoría moral que se sirve del misterio y la aventura.

sábado, 29 de septiembre de 2012

V de LITERATVRA: La novela como medio de denuncia social


“V” DE LITERATVRA:
LA NOVELA COMO MEDIO DE DENUNCIA SOCIAL
Jhon Alexánder Monsalve Flórez

Hay dos cosas a las que les temo intensamente:
a la anarquía y al mal gobierno.
Una de las películas que más me ha impactado en los últimos años es V for vendetta, protagonizada por Natalie Pormant, dirigida por James McTeigue y escrita por los hermanos Wachowski, destinada, en un principio, a ser emitida por primera vez el 5 de noviembre de 2005, justo 400 años después del fallido intento del derrocamiento de la Dinastía protestante comandada por Jacobo I. La película es basada en la novela gráfica V de vendetta del guionista británico Alan Moore y  se centra en la búsqueda del cambio político y social de la Inglaterra dirigida por el mandatario Adam Sutler, en una década futurista del siglo XXI.
Una de las frases dichas por “V” que más llamó mi atención fue: “Los artistas mienten para decir la verdad, mientras los políticos mienten para ocultarla”. Y es que el arte entra en función de la sociedad desde el momento en que se vuelve representación de ella. El solo hecho de configurar personajes en un tiempo y en un espacio determinado liga tácitamente sus pensamientos y comportamientos al contexto, al ambiente o a la atmósfera en que se crean. Es decir, si Clemente Silva en La vorágine soporta los rigores del poder es porque sabe que de otra forma no volverá a ver a su hijo.  Solo con este fragmento podemos ver de qué manera, partiendo de hechos ficticios, José Eustasio Rivera logra poner en reflexión la inclemencia de los líderes caucheros en el Vichada.
La literatura permite tales declaraciones gracias a su carácter ficcional. En este sentido, el artista miente para decir la verdad. Si leemos novelas como La casa grande, de Cepeda Samudio, nos daremos cuenta de que, del mismo modo que Rivera, el autor utiliza la ficción para denunciar la atrocidad del poder. En este caso, el lugar, el antes, el durante y el después de La Masacre de las Bananeras son el cronotopo de unos sucesos que en realidad sucedieron y que se han pasado por alto: el papel del Gobierno Nacional que apoyaba a las empresas estadounidenses y que dio la orden de que “los hombres de la fuerza pública quedaran facultados para castigar por las armas a aquellos que se sorprendieran en infraganti delito de incendio, saqueo y ataque a mano armada”. García Márquez también denunció tal suceso de nuestra historia en Cien años de soledad y cargó los trenes de miles de muertos, y no de ocho o cuarenta como lo afirman algunos archivos históricos. En cuanto a la denuncia de la masacre a manos del Ejército Nacional, podría hacerse algo similar con aquella que tuvo lugar en el Estadio Alfonso López de Bucaramanga en 1981, donde incluso afirmaron que las balas que mataron a cuatro personas e hirieron alrededor de treinta eran balas de salva. Evelio José Rosero en Los ejércitos denuncia implícitamente, y de igual modo, los saqueos  campesinos que hace el Ejército y que al parecer se pasan por alto.
En la película V for Vendetta, el protagonista busca el derrocamiento de Adam Sutler, el primer mandatario de Inglaterra, que ha reprimido a la sociedad y ha manejado los medios de comunicación a su antojo. Después del anuncio público que hace el enmascarado con respecto al plan preparado para el 5 de noviembre de ese año, el presidente manipula los medios de comunicación con el fin de producir miedo en los habitantes. En Colombia una lágrima de un soldado le gana espacio a un indígena muerto. Los medios de comunicación dibujan la lástima al lado del poder y colaboran en propagar la represión estatal: ya ni protestar pueden los bogotanos, por ejemplo, con relación al pésimo servicio de Transmilenio. La literatura debería crear, al respecto, algunos personajes que protesten por un mal servicio de transporte público, que sean jóvenes, estudiantes, endeudados trabajadores, sujetos de bajos recursos como todos los que se montan a ese aparato, y que no tuvieran para pagar la suma de cincuenta millones de pesos que sería el monto que les correspondería por los daños que hubiesen causado mientras protestaban sin derecho alguno por algo que algún día el gobierno iba a solucionar. Entonces, los medios de comunicación de esta obra literaria entrarían a mediar para que los personajes indignados no pagaran tremenda cantidad de dinero, a cambio de que en sus pantallas confesaran que  perdieron la razón por un momento y que se disculpan de todo corazón con el país entero por haber hecho parte de un acto de atroz vandalismo.
Por otra parte, La rebelión de las ratas, de Fernando Soto Aparicio, que presenta la historia de una familia rodeada por la desesperanza, el hambre y la miseria, y supeditada, dentro de una sociedad capitalista, a las fuerzas industriales extranjeras, se relaciona también con algunos hechos que se han venido presentando durante los últimos meses en nuestro país. “El video que el gobierno colombiano no quiere que veamos”, que casi le cuesta la vida al periodista Bladimir Sánchez Espitia, fue esta vez el medio por el cual se hizo la denuncia sobre el desalojo de campesinos y pescadores del Quimbo en el Huila. El periodista lo sintetiza de esta manera: “El gobierno colombiano junto a las transnacionales EMGESA, ENDESA, ENEL, desalojaron y atacaron violentamente las comunidades de pescadores, mineros y campesinos que viven y consiguen su sustento diario a las orillas del Río Magdalena”. Ahora falta escribir en una obra literaria, donde se miente para decir la verdad sin correr tanto peligro, que las aguas del río Suratá en Santander se estarían viendo afectadas por las cuencas hidrográficas que están en la zona de acción minera, cerca del Páramo de Santurbán.
De esta manera, comprendemos que gran parte de nuestra literatura se encamina hacia la denuncia social y política de las ciudades colombianas. Fernando Vallejo es tal vez el autor más representativo de denuncias explícitas de este tipo con novelas como La virgen de los Sicarios o El don de la vida. En la década de los cuarenta del siglo pasado, se crearon varias obras literarias con estas características; del mismo modo, después del periodo de la violencia en Colombia. Pero por cuestiones de espacio cité lo fundamental y traté de relacionarlo con la actual sociedad colombiana. En fin: el protagonista de V for Vendetta muere en la lucha de sus ideas, pero logra que todo Londres acuda el 5 de noviembre al derrocamiento presidencial, tal como se había planeado un año antes. La literatura hace denuncias similares, pero no posee los poderes mágicos de los medios de comunicación. Tal vez sea por eso que a nuestros nuevos escritores se les perdona la vida: la gente no lee, no escribe, no razona, y eso, de seguro, merecería los aplausos de Adam Sutler.

viernes, 28 de septiembre de 2012

El muelle de San Blas: El abismo de los huesos calcinados de Rebeca Méndez Jiménez


EL MUELLE DE SAN BLAS: EL ABISMO DE LOS HUESOS CALCINADOS DE REBECA MÉNDEZ JIMÉNEZ POR EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL RECUERDO
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Hay amores que trascienden hasta el umbral mágico de la locura. Hay amores que sobreviven incluso después del olvido y de la muerte. Hay pasto que crece alrededor de las tumbas, pero pasto con sabor a rosas. El amor en los tiempos del cólera presenta un ejemplo de esto. Florentino Ariza ama y espera a Fermina Daza durante 51 años, 9 meses y 4 días. Esos son los amores que perduran y que se parecen tanto a la locura. En la novela de García Márquez el personaje principal sigue amando a Fermina Daza a pesar de que ella, desde aquel día que le pareció una sombra, no le correspondía ni en lo más mínimo. El amor de Florentino fue hasta el punto de hacer lo posible por comprar un espejo en el que, en cierta ocasión, su amada se vio reflejada. Ese es el amor que confunden con la locura. Más de 50 años esperando a la persona que se ama es, sin lugar a dudas, la hazaña de un esquizofrénico de sentimientos perfectos y sublimes.
Esto no es extraño. Total: es una novela, y en la literatura los hechos son ficticios. Lo que nos pondría algo incrédulos sería un caso similar a este, incluso mucho más profundo, de la vida real, de personas de carne y hueso que sienten el dolor inmenso consecuente del amor. No vayamos tan lejos y naveguemos en el mar de la música que a diario oímos para encontrar una historia de mucha memoria y compasión. El grupo mexicano Maná, que, nos guste o no, todos lo hemos oído alguna vez, eternizó la historia de amor de Rebeca Méndez Jiménez, sin que la gente se inmutara, en algún momento, de que dicha historia fuese o no verdadera. “En el muelle de San Blas” es la octava pieza musical del disco Sueños líquidos, y no hay mejor representación del título que esta canción. La letra expone la historia de una mujer que, muy enamorada, despide a su futuro esposo desde El muelle de San Blas, en México… pero su amado nunca vuelve. Ella, sin embargo, lo espera con paciencia y con amor, año, tras año, en el mismo lugar, donde incluso se enraíza en los suelos del muelle… y el coro describe la soledad inmensa de una mujer que ama demasiado en el olvido, en el tiempo, en la memoria que solo a ella pertenece; el mar y su sentimiento son su única compañía: “Sola, sola en el olvido; sola, sola con su espíritu; sola, sola con su amor y el mar; sola… en el muelle de San Blas”.


Un día, tal como lo dice la canción, los del manicomio fueron hasta allí a llevársela, pero ella no se dejó, o más bien: no pudo irse porque las raíces que crecieron a la espera de su amado estaban tan profundas que si la arrancaban incluso el mar se iría con ella. Este amor no es solo la imaginación de un artista musical; es el recuerdo de lo utópico e imposible… pero real. Rebeca Méndez Jiménez es el nombre de pila de la apodada Loca del muelle de San Blas, que murió hace algunos días (el 16 de septiembre de 2012) en Monterrey, lejos del muelle que la acogió desde el 13 de octubre de 1971, cuando su prometido se fue de pesca según lo afirman los medios de comunicación:
“Su historia comenzó en 1971, cuando días antes de casarse con su novio Manuel, éste se fuera a pescar y nunca regresara. Rebeca, el mismo día en el que estaba prevista su boda, acudió al muelle de San Blas, en Nayarit (México), y esperó a su prometido vestida incluso de blanco. Allí lo esperó durante años hasta que murió este miércoles a la edad de 63 años”. (ABC.es).

“Llevaba el mismo vestido, por si él volvía no se fuera a equivocar”… El video de la canción pinta de blanco el atuendo que los años fueron carcomiendo poco a poco. Dicen (porque esta historia ya se volvió leyenda) que todos los domingos se ponía el vestido de novia y salía a decirle a todo el mundo que su amado pronto volvería. La esperanza y la ilusión fueron tal vez más fuertes que su frío.
Murió y se rencontró con él… Igual que Fermina y Florentino… Se encontró con su amado después de la muerte en el lugar que se llevó los sueños de los dos: el mar. El último deseo de Rebeca Méndez Jiménez fue que sus cenizas se botaran al mar que besa El muelle de San Blas. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

Cincuenta mil visitas


CINCUENTA MIL VISITAS 
Imagen tomada de: http://novelaraul.blogspot.com/2011/04/50000-palabras.html
Yo lo único que quería era escribir y terminé abusando de mis deseos. La literatura y la lingüística fueron el eje de mis primeros textos. Luego me dejé seducir por el cansancio y por la rutina de lo perfecto y publiqué mis cosas, algo más personales, tal vez demasiado mías. La religión siempre me ha causado impacto; la crítica social también. Alguien debe hablar; ya lo dijo Kafka, parafraseándolo un poco: el silencio es más peligroso que el canto. Les abrí un campo a las dos (a la religión y a la sociedad) dentro de este espacio, mío, suyo y de muchos latinoamericanos. Mis apreciaciones terminaron como guía de estudiantes de colegios y universidades. Mis momentos de lujuria, las letras mal puestas, las miradas feas al otro día. No sé a quién le escuché que el que escribe se gana enemigos, y he comprobado que es cierto.
Miles de latinoamericanos, cientos de estadounidenses y de europeos buscan una guía en internet, ya sea de lengua o de literatura, y aquí, gracias a la popularidad que le han dado los meses y a google que los trae de la mano, encuentran, mal o bien, la información que indagan. Este blog nació hace dos años… y no camina, sino corre.
Aquí seguiré… en lo mío… en lo que siempre, y sin buscarlo, ha sido de todos. 

Jhon Monsalve

domingo, 16 de septiembre de 2012

Oda prosaica a la falda


ODA PROSAICA A LA FALDA
Jhon Monsalve


A los 4 años de edad me acostaba en el piso sucio y cómodo de la calle principal del barrio de ese entonces. Preparaba mis juguetes para que nadie sospechara, me limpiaba bien los ojos, me sacaba las lagañas con el dedo meñique y practicaba la apertura más amplia posible. Sabía muy bien que las amigas de mi madre se ponían aquellos vestidos que dejaban ver, cual María en el romanticismo, los tobillos desnudos cubiertos a veces de polvo y a veces de raíces negras o rubias. ¿Pero qué había en lo que escondían? 
Los juguetes: mis cómplices… Todo preparado, como el perfecto asesino prepara su crimen. Lo que más me gustaba de las faldas era la imaginación perversa que sobrevenía después de divisarlas, de olerlas. Los tobillos, las raíces, el polvo de la carretera principal… y saber que podía ser una hormiga y que, si me iba bien, improvisaría mil ojos en la cabeza. Confieso que no me gustaban las vecinas; es más, si nunca se hubieran puesto faldas, jamás me habría fijado en ellas: que eso quede bien claro.
Entonces cuando los juguetes ya estaban sobre la calle, me volvía un falso monólogo que inventaba mil peleas con carros y muñecos, y gritaba, y gritaba, y me revolcaba en el suelo de vez en cuando, para que no sospecharan. Yo creo que siempre lo hice bien: justo cuando venía alguna vecina yo me revolcaba como si uno de los juguetes fuese yo mismo, y alcanzaba a percibir algunas cosas; casi siempre, más raíces. En esos tiempos conocí la ropa interior femenina, la que también merece una oda… Pero bueno: ese fue el comienzo de una atracción que ha vivido por muchos años en mis pupilas. Las faldas son la tela de la imaginación perversa, el algodón del escondite perfecto, el crimen húmedo descubierto a través de los años.
Por razones del tiempo más que del clima, las faldas, aquellas que en el siglo XVI eran un pedazo de tela cuadrangular con un hueco en el centro, han ido cambiando para deleite masculino. Cómo me hubiera encantado ver una falda de esas que usaban las mujeres en los tiempos de Bolívar. Imagino a Manuelita Sáenz con la cintura en el pecho y con un abanico del color del hedonismo. Larga la falda, pesada, llena de polvo en la base, cubierta de manos libertadoras, fuertes y lujuriosas. Mejor dicho: entre más largas, más placer.
Las amigas de mi madre aún usan faldas hasta los tobillos porque se quedaron en los años sesenta del siglo pasado. Las hijas, en cambio… si ustedes las vieran… compran unas faldas licradas que se suben al compás del movimiento erótico de las piernas. Ya es mucho más fácil imaginar lo que se esconde. Las faldas se equiparan a los libros de hoy: entre más nuevos, imaginación más pobre. Pero, en fin, el caso es que pronto serán cinturones y no faldas. Esta prenda es el indicio al pecado, es el mandamiento olvidado, es la tela corta de la sensualidad y el cuchillo filoso de los ojos.  Las faldas son una y todas al mismo tiempo: un invento perfecto del hombre arreglado a través de los años por los gustos femeninos, por el calor, por la necesidad extraña de mostrar más.
Ya lo he dicho: lo más llamativo de las faldas es lo que no muestran. Por eso me gustan. Nunca más, desde ese entonces, cuando los juguetes eran mis cómplices, volví a mirar por debajo de las faldas, porque la imaginación se me perdía en la oscuridad de las raíces. Nunca utilicé espejos para ver los cucos de mis compañeras de salón, ni puse cámaras debajo de las escaleras. No tenía sentido dañar la imaginación, el morbo, la lujuria de ese modo.
Ahora me dirijo a ellas de la manera que siempre quise. Las faldas son el grito de mi imaginación dormida. Son las piernas de la lujuria, son los quejidos de Onán, las erecciones de Príapo, las sinécdoques de la piel femenina. Las faldas no son más que la rivalidad del viento de muchos ojos… excepto de los míos. 

martes, 4 de septiembre de 2012

La literatura colombiana: Movimientos literarios hasta mediados del siglo XX


LA LITERATURA COLOMBIANA:
MOVIMIENTOS LITERARIOS HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XX
Jhon Monsalve

El presente texto tiene como objetivo hacer un barrido histórico por los principales movimientos literarios en Colombia a partir de la época colonial. Desde ahora aclaro que no profundizaré en ninguna de las corrientes; solo expondré las características más notorias y los escritores y obras más sobresalientes de cada periodo literario.
Al igual que la Historia, cada periodo literario debe entenderse por el contexto en que se produce. De esta manera, encontramos en la Colonia obras que hacen referencia a los viajes de Colón y a la descripción del Nuevo continente, a la santidad y al recuerdo de personajes que sobresalieron por su rectitud ante Dios. Al respecto, Juan de Castellanos con “Elegías de varones ilustres de Indias” presenta la primera temática; la santidad se evidencia en obras como “Rhythmica sacra, moral y laudatoria”, de Velasco y Zorrilla, y, por último, el Poema heroico de San Ignacio de Loyola, escrito por Hernando Domínguez Camargo, rescata la importancia religiosa de uno de los más grandes íconos de la iglesia católica. No obstante, se produjo, del mismo modo, poesía amorosa (no romántica; amorosa) por parte de Vélez Ladrón de Guevara con poemas como “A una dama cariñosa y esquiva”.
Luego de la Colonia vino la poesía pre-independentista, que se basó, sobre todo, en escritos políticos y  en proclamas. Tiempo este de Francisco José de Caldas y de José Celestino Mutis. La ciencia avanzó en investigaciones y los documentos políticos fueron los que sobresalieron. La época independentista, por su parte, trae consigo a Antonio Nariño y los derechos del hombre y, junto a esto, El memorial de agravios. Bonaparte invade España, se desestabiliza el gobierno hispano y este hecho desata en Latinoamérica el grito de Independencia de 1810. Las guerras independentistas que devienen desde ese entonces darán paso a uno de los mayores poetas y personajes románticos de todos lo tiempos: Simón Bolívar. En las proclamas de El Libertador se evidencia con gran notoriedad una de las características del Romanticismo en general: la exaltación del yo. Aparte, podemos observar  que un rasgo de nuestro Romanticismo lo marcan los hechos políticos de ese momento particular; es decir, cuando hablamos de Romanticismo en nuestro país no podemos elidir, de ningún modo, la cuestión política. En este periodo literario aparece una de las más importantes novelas de nuestra literatura: María, de Jorge Isaacs, que, aunque no encajada en la parte política, demuestra la presencia de la naturaleza en relación con los sentimientos del personaje: la descripción del entorno natural es la representación de aquello que sienten los actantes. Mientras se desarrolla el Romanticismo, surge junto a él el Costumbrismo, entendido como el cuadro escrito de las costumbres de un pueblo o región, y cuya mayor obra fue escrita por Eugenio Díaz Castro: Manuela.
Justo después, aparece el Modernismo, corriente netamente hispanoamericana, iniciada por Rubén Darío y continuada por Guillermo Valencia, en Colombia, recordado por Ritos, su obra cumbre, y por su poema Los camellos. Las características de dicho movimiento se pueden rescatar, en parte, en uno de los poemas que pertenece a un legado cultural tácito: Nocturno, de José Asunción Silva. Este poema (como dato extra, se recuerda al lector que en el billete de 5.000 pesos aparece escrito sobre un epitafio) habla de la muerte y expresa sentimientos de tristeza y de nostalgia. Estas son algunas de las características del Modernismo, a las que se les suma la necesidad de escape, de evasión del tiempo, como en el poema de Barba Jacob titulado Canción del tiempo y del espacio o como el poema del mismo autor y aun más conocido Canción de la vida profunda.
Luego de esto, y a causa de unos sucesos sociales e históricos en todo el mundo, como el auge del psicoanálisis, como la Guerra de los mil Días o como la ruptura terrenal de España hacia América latina, aparecieron movimientos denominados de Vanguardia, que se desarrollaron de distintas formas y con distintos nombres en diferentes partes del mundo. Por ejemplo, mientras que en Francia tomaba forma el surrealismo o el dadaísmo, una corriente cuya esencia consistía en crear poesía por medio de cadáveres exquisitos, en Colombia, surgen Los nuevos, Los Piedracielistas y Los Insulares, movimientos denominados de vanguardia y que anteceden a algunas corrientes que los siguen como el Nadaísmo, por ejemplo. Los nuevos, cuyos mayores exponentes se resumen en nombres que, por sí solos, ya dicen mucho: León de Greiff, Jorge Zalamea o Rafael Maya, buscan, tal como lo afirma Ayala Poveda “la expresión libre y honrada del pensamiento y afirmar su deseo de crear un nuevo sentimiento de solidaridad humana”. Los piedracielistas, que toman el nombre de los cuadernos escritos por Tomás Vargas Osorio y que llevaron por nombre Piedra y cielo, se basan en propuestas poéticas de la generación del 27 en España y retoman parte de la temática modernista, pero eludiendo el escape. Eduardo Carranza y Tomás Vargas Osorio son dos de los poetas más reconocidos en dicha corriente literaria. Los insulares, por su parte, poseen una gran característica que los sintetiza como grupo: priorizan en la descripción  del paisaje y de lo natural, por medio de la poesía.
De esta manera, doy fin a este breve recuento de nuestra literatura desde la Colonia hasta casi mediados del siglo XX. Ojalá esto sirva para abrir horizontes y comprender un poco más los cambios que ha tenido la literatura y su estrecha relación con los momentos históricos y las formas de pensamiento, que varían de época en época.