domingo, 6 de abril de 2014

Los niveles de pertinencia de la semiótica de las culturas

TEXTOS, OBJETOS, SITUACIONES Y FORMAS DE VIDA: LOS NIVELES DE PERTINENCIA DE LA SEMIÓTICA DE LAS CULTURAS
Jhon Monsalve
Fontanille. Tomado de Internet.
Fontanille, J. (2010). Textos, objetos, situaciones y formas de vida: los niveles de pertinencia de la semiótica de las culturas (Horacio Rosales, trad.): Bucaramanga: (S.E.). (Obra original publicada en 2004).
Entre los estudios que se llevan a cabo en torno a la cultura, es imprescindible tener en cuenta algunos niveles que, según Fontanille, están jerarquizados e integrados para tener sentido: los textos, los objetos, las situaciones y las formas de vida. El autor empieza sus argumentos con la distinción entre el plano de la expresión y el plano del contenido, haciendo uso de la teoría de Hjelmslev, para exponer los niveles pertinentes que han caracterizado al primero: estructurales elementales, estructuras actanciales y narrativas y, entre otras, estructuras modales. Esto es, verbigracia, lo que se tiene en cuenta para un análisis literario. El problema radica, según el mismo autor, en que en el plano de la expresión no se han definido factores similares. En un principio, la semiótica estudiaba los signos y, por lo tanto, las figuras se presentaban como tales, pero, después de los años setenta, esta disciplina centró su atención en el texto (en un sentido amplio de la palabra), es decir,  lo figurativo, desde entonces, partiría de cómo se presenta la forma de la expresión, ya sea en textos verbales o no verbales, y en mi opinión, aunque el autor no lo dice, también en textos sincréticos. Y aquí tenemos desde ya el primer eslabón del tren de los niveles de pertinencia semiótica de las culturas: el texto. La importancia de este elemento dentro de la integración semiótica radica en que solo a partir de su expresión, visible y, a mi modo de ver, a veces tangible, se puede acceder a los componentes materiales de un objeto particular. Así: el texto es el nivel superior de pertinencia semiótica. Tras él vienen los objetos, las situaciones y las formas de vida.
Para comprender la semiótica de los objetos, según lo expone Fontanille, es necesario identificar el valor del mismo dependiendo de la situación semiótica en la que se halle. No podemos, entonces, desligar el objeto de las circunstancias que lo producen. El objeto termina siendo el soporte del texto y este significa gracias al contexto y a las personas que lo conforman, es decir, y según lo define el autor: a las prácticas.
Por otra parte, la situación semiótica tiende a ser heterogénea, es decir, muchos factores intervienen en ella: el objeto, el rol del actante, la representación textual y, si es el caso, también el autor. La homogeneidad se logra cuando estos elementos se integran en una escena predicativa. Esta última también recibe el nombre de dimensión predicativa y se refiere a la acción comunicativa entre roles; junto a esta aparece la dimensión estratégica, que es la que asocia tales actos enunciativos con “el conjunto de los dispositivos topológicos y figurativos que constituyen el entorno”.  La acción semiótica, como vemos, asocia el texto con los factores que hicieron posible su producción, y a su vez, tiene en cuenta los estilos estratégicos de los usuarios, esto es: influye en las formas de vida.
En la última parte del texto, Fontanille parte de la teoría de Hjelmslev para exponer los conceptos de forma y sustancia en relación con sus argumentos. La forma, según el autor, es lo figurativo. Propone el concepto de ayuda formal para especificar la manera en que se puede abordar la superficie de un texto: “Es un conjunto de características y figuras que se extraen de la ayuda material para definir las condiciones de la inscripción, recepción o establecimiento del texto, la imagen o cualquier otra configuración semiótica” (Fontanille, p. 11). Por otra parte, la ayuda material de la que habla esta cita se refiere a las características modales, sensibles, temporales y, entre otras, espaciales, que se descubren tras el velo de la sustancia. Lo que, posiblemente, necesitaría precisión (y hablo desde mi humilde y tal vez inocente lectura) sería la alusión a este último término porque no se especifica si se refiere a la sustancia de la expresión o del contenido, aunque podríamos intuir que, por los rasgos identificables y expuestos en la cita, pertenecen al segundo.
Finalmente, el autor da el último ejemplo (referente a un paisaje) para explicar de qué manera están en constante relación la expresión y el contenido; el primero resulta del campo de la experiencia, es decir, lo que un observador puede captar con los sentidos; y el segundo resulta de la existencia: sistemas temporales que permiten hacer del texto lo que es.
Así las cosas, vemos una exposición completa y muy significativa para el campo de la investigación cultural, en todos sus ámbitos. Posiblemente creemos que este método de análisis es pertinente solo para los estudios narrativos. Fontanille, por medio de diversos ejemplos, nos demuestra lo contrario. En la cultura, sin importar el espacio, hallaremos objetos, sujetos, situaciones y formas de vida que, aunque heterogéneas, logran la homogeneidad en las interrelaciones. Y por último, una idea recurrente en el texto: cada acto y cada texto irán siempre relacionados con la situación en que se produzcan.

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