martes, 10 de septiembre de 2013

Miguel Torres en Ulibro 2013: El crimen del siglo, un cigarro y una firma

MIGUEL TORRES EN ULIBRO 2013:
EL CRIMEN DEL SIGLO, UN CIGARRO Y UNA FIRMA

Jhon Monsalve


Como Juan Roa Sierra divisaba la figura de Gaitán detrás de un carro o de un árbol para escribir en su libreta los pasos del caudillo con el fin de que cuando llegase el día del asesinato no hubiera ningún percance, así mismo mi visión se fijaba en Miguel Torres de quien tomaba nota para poderlo abordar. Nadie puede negar la calidad literaria que se evidencia en la obra de este escritor colombiano que, en mi opinión, junto a Burgos Cantor y a Juan Gabriel Vásquez, se ha convertido en un icono de nuestra buena literatura dentro y fuera del país.
Miguel Torres venía a hablar de “Incendio de abril”, novela polifónica que trata sobre los testimonios de aquellos que fueron testigos de la muerte de Gaitán a manos de Roa Sierra. No obstante, el 70% de la charla que se llevó a cabo en el auditorio Jesús Alberto Rey Mariño de la Universidad Autónoma de Bucaramanga tuvo como eje temático la novela precedente: “El crimen del siglo”. En ella se cuenta, a partir de elementos de la realidad y de la ficción, en el mejor híbrido, la manera y las razones que llevaron al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Juan Roa Sierra que, según la historia, fue el que disparó contra el caudillo, es presentado por Miguel Torres como un hombre de poca suerte, desempleado, con muchos problemas personales e incapaz, a simple vista, de matar una mosca.
En la charla, el escritor colombiano describió las peripecias por las que tuvo que pasar para lograr la escritura de esta novela: trató de contactar a los descendientes de Roa, fue al barrio Ricaurte, donde se supone vivía, buscó en el directorio más antiguo que halló a todos los que tuvieran el apellido Roa y llamó a uno por uno, y no logró su objetivo. Sin embargo, según lo que contó, tenía acceso a documentos de aquella época y con la información que obtuvo escribió sus primeras páginas en el año 2002.
Mientras Miguel Torres hablaba, un señor, con un grado de locura notable, replicaba cada idea del autor con sandeces y groserías. Afirmaba que él (el señor) había escrito el libro de Judas, que Miguel era un zángano, que todo lo que decía era falso. Los que estaban a su lado, se levantaron de sus puestos en busca de otros, mientras los encargados de la logística hacían hasta lo imposible por callarlo, sin que se fuera a malhumorar hasta el punto de hacer un escándalo. Yo estaba concentrado en el mundo de la obra de Miguel Torres, en que la cámara grabara lo mejor posible y en la mano Yésica, la que siempre, desde hace tres años, me ha dado la más estable tranquilidad. Así me olvidaba del señor aquel que, en un ataque de ira, podría atentar contra su Gaitán personal, que parecía ser el autor de “El crimen del siglo”.

Pero ya, dejemos esto hasta aquí, y contemos lo del cigarro y la firma. Desde que me enteré de la presencia de Miguel Torres en la UNAB quise hablar con él, quise comentarle sobre mis proyectos de investigación a partir de su obra, quise una foto y una firma. Tomaba nota de sus pasos antes de entrar al auditorio. Cuando llegó se fumaba un cigarrillo y luego, al ver que aún tenía tiempo, salió a fumarse otro. Lo abordé cuando se sentó en una banca de la universidad a descansar de las entrevistas del día. Mucho gusto, maestro: leí su novela “El crimen del siglo” y me parece que se cumplió lo que Álvarez Gardeazábal pensó imposible: la escritura de una perfecta novela de la violencia: “No habrá una novela de la violencia que recoja todo el periodo y lo  vuelva trascendente, y en este caso sería  el final del periodo  evolutivo que mencionábamos, hasta que no se rescaten esos  valores mínimos de apreciación estética en medio de los que todos consideran una vergüenza nacional. Hasta que no se tome una  conciencia exacta para que el fenómeno ni apasione ni aleje. Para  ello el autor debe haber sentido la violencia, estudiado  detalladamente sus frutos y consecuencias y logrado de todo ello  una visión objetiva capaz de ser fabulada. Antes de llenar estos  requisitos no se producirán sino obras iguales o peores que las aquí  analizadas”. ¿Me firmaría el libro, maestro? Y después de esto, Yésica nos tomó una foto, nos despedimos y tomé nota. Si el señor de la locura aquella hubiera estado en mi lugar, otra sería la historia. Tal vez junto a Roa, estaban muchos colombianos en su lugar. 

2 comentarios:

  1. Jhon, nuevamente, muchas gracias por escribir. Me encantó este artículo. La época de lo que se conoce como la violencia en Colombia está rodeada de diferentes elementos que convergieron en la muerte de Gaitán. Y, de una u otra manera, él debía morir; tenía enemigos en todas partes. Lo que decía Miguel Torres en la conferencia, también asistí, es muy cierto: "Roa, puede decirse, fue un chivo expiatorio de lo irreversible".

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    1. En total acuerdo, Yésica. Para unos Gaitán era comunista; para otros, nazista. Por lado y lado se veía y se venía lo irreversible. Gracias por su comentario.

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