miércoles, 25 de septiembre de 2013

"Estupor y temblores", de Amélie Nothomb: Una contraposición de la cultura occidental con la nipona

“ESTUPOR Y TEMBLORES”, DE AMÉLIE NOTHOMB: UNA CONTRAPOSICIÓN DE LA CULTURA OCCIDENTAL CON LA NIPONA
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
En 1999 la escritora belga Amélie Nothomb publica “Estupor y temblores”, novela considerada autobiográfica. Fue ganadora del Gran Premio de la Academia Francesa y del primer Premio Internet de Literatura, donado por primera vez, meses después de la publicación del libro, por las votaciones de los internautas. Si comparamos la Amélie autora con el personaje femenino de la novela, podemos hallar muchas semejanzas. Ya dijimos que la novela es autobiográfica, pero en este texto, omitiremos ese dato y nos concentraremos en las acciones de los personajes de papel que configuran una interesante oposición cultural entre oriente y occidente.
El nombre del libro
“Estupor y temblores” indica las sensaciones que los súbditos, en Japón, sentían cuando se dirigían al emperador. En la sociedad jerarquizada de la novela, se evidencian estos sentimientos a flor de piel sobre todo en dos personajes: Fubuki y Amélie, y más aun sobre esta última. Omochi, como veremos, es el personaje que produce, en mayor proporción, tales sensaciones en los empleados de Yumimoto. La narradora asocia este sentimiento con el que sentían los samuráis cuando se dirigían a su superior: “El antiguo protocolo imperial nipón establece que uno deberá dirigirse al Emperador con «estupor y temblores». Siempre me ha encantado esta fórmula, que se corresponde perfectamente con la interpretación de los actores en las películas de samuráis, cuando se dirigen a su superior con la voz traumatizada por un respeto sobrehumano”.
La forma
El libro no está dividido por capítulos. Está relatado por una narradora que, en primera persona, cuenta sus experiencias en la empresa Yumimoto. Hay diálogos en los cuales es otorgada la voz a los personajes. Y hacia la mitad de la novela, hay un cambio interesante a monólogo interior, sin tantos desajustes sintácticos; en esto, difiere del Ulises, de James Joyce. La narración es sucesiva y, de vez en cuando, entrelaza situaciones con momentos del pasado de la narradora o del pretérito histórico de Japón o de occidente.
La narración y algunas axiologías
“Estupor y temblores” cuenta la historia de una mujer belga que ha vivido gran parte de su vida en el Japón y que, graduada con el título de docente, ingresa a laborar a una empresa en la que, desde el principio es humillada y subestimada. Lo curioso es que ella, en lugar de tomar los improperios de mala manera, se ríe de la situación y comprende su lugar como mujer y como europea en ese país lejano. Al principio, se encarga de llevar y de traer los cafés de los jefes. Queda impactada por la belleza de Fubuki, una nipona hermosa, que sobrepasaba la belleza de la mujer común del Japón. La mira a ratos largos, la detalla con una especie de admiración parecida a la idolatría. Fubuki, cuyo apellido era Mori, tenía 29 años y no se había casado. Esto, en una cultura como la nipona, es un acto de desvergüenza, si no ha dedicado el tiempo al trabajo en remplazo del “amor”. Entre comillas ponemos este sentimiento porque enamorarse no cabe en los planes de los nipones, que ven la vida y todo a su alrededor con pesimismo y resignación: “Porque, en resumidas cuentas, la estocada que, a través de todos estos dogmas incongruentes, se ha asestado a la nipona es que nada bueno debe esperar de la vida. No aspires a disfrutar porque tu placer te destruirá. No aspires a enamorarte porque no mereces que nadie se enamore de ti: los que te amarían te amarían por tu apariencia, nunca por lo que eres. No esperes que la vida te dé algo, porque cada año que pase te quitará algo. Ni siquiera aspires a una cosa tan sencilla como alcanzar la tranquilidad, porque no tienes ningún motivo para estar tranquila”. El caso es que vio en Fubuki a una persona en la que podía confiar. Sin embargo, no lo fue tanto con el transcurrir de los días. Tenshi, uno de los empresarios, vio la posibilidad de estudiar las propiedades de una grasa particular para extraer de ella cierto elemento que consideraba poco saludable. Para llevar a cabo este estudio necesitaba la ayuda de una persona que supiera hablar francés (parte de las consultas debía hacerse en Bélgica) para que la investigación se llevara a cabo lo más pronto posible. Amélie lo tomó tan de buena manera, con gran halago, que en un par de días le entregó a Tenshi un informe de alta calidad. Y fue a partir de esto que su superiora inmediata, es decir, la señorita Mori, la acusó ante el vicepresidente por tal hecho, que era externo a sus labores cotidianas. Las reprimendas vinieron para ambos y, en ese contexto, Amélie comprendió que no se le puede refutar a un mayor, profesionalmente hablando, y que las órdenes se dan tal cual ellos digan (volvemos a evidenciar el sentimiento de estupor y de temblor que se produce en Japón, frente a alguien jerárquicamente superior). Este evento produjo que el pequeño lazo de amistad (considerado de esa manera por Amélie) que tenía con Fubuki se rompiera definitivamente.
Llegó el momento en que no tenía nada que hacer y uno de sus superiores la ocupó en la fotocopia de un documento de mil páginas, el cual la obligó a hacer reiteradas veces y sin usar el dispositivo de la máquina que facilita el trabajo, solo con la excusa de que los bordes no quedaban bien delineados (el obetivo era mantenerla ocupada). Trabajó también arreglando las fechas de los calendarios que estaban colgados en las oficinas de la empresa. Hasta el día en que transcribió cierta información de contabilidad en sendas facturas, cuya información, quizá por descuido o por desinterés, quedó errónea. Esta tarea había sido encomendada por su jefe inmediata, la señorita Mori, que concluyó que los errores se debían a una venganza que tenía entre manos la joven belga para dejar en nivel la situación del informe que le ayudó a hacer a Tenshi.  La emprendió contra ella y, desde ese momento, solo hubo improperios contra Amélie: la estúpida, la ridícula, la bruta y la torpe. Amélie tomaba con serenidad los insultos e incluso llegaba a acogerlos con ironía: la culpa, eso bien lo sabía ella, era su posición de desventaja por ser occidental y del sexo femenino.
El día que produciría la transformación de los hechos de la novela llegó con insultos públicos del vicepresidente hacia Mori. El error de Amélie fue compadecerla, tal cual lo haría un occidental del común. Esta compasión fue tomada por Fubuki como un insulto y como un sarcasmo de la joven belga hacia su superiora. Desde ese momento, por órdenes directas de la señorita Mori, Amélie debió limpiar los baños del piso en el que laboraba y cambiarles el papel diariamente. No podía caer más bajo, y sin embargo, se sentía tranquila: hallaba significado a sus labores partiendo de cualquier cosa; una de las más recurrentes era la libertad que le producían los ventanales de la empresa, y experimentaba sensaciones suicidas mientras los veía. Llegó al fin el día de la renuncia y se marchó sin criticar a nadie y afirmando que, si no había logrado hacer sus trabajos de forma correcta, había sido solo por su inutilidad. El jefe mayor, el que estaba en la punta de la jerarquía de Yumimoto, la comprendió y sobrevaloró el informe que había ayudado a hacer al señor Tenshi. Después de los años, publicó una novela y tal vez por esta razón recibió, muy sorpresivamente, una carta de felicitación por parte de Mori.
Ciertos comentarios
En una ocasión, luego de que Amélie llevara cafés a una junta de la empresa, fue reprendida por haber hablado en japonés, pues, de esta manera, los consejeros se sintieron intimidados ante la sorpresa de que una blanca, como suelen llamar a las mujeres de occidente, comprendiera su lengua. Desde ese día evitó, y durante mucho tiempo, hablar en ese idioma. La carta que recibió de Mori, al final de la novela, estaba escrita en japonés, hecho que la regocijó enormemente, pues la que antaño fue su superiora, ahora la aceptaba dentro de los suyos, a pesar de su color de piel y de su país de origen: “Aquella nota contenía elementos suficientes para hacerme feliz. Pero incluía un detalle que me encantó en grado máximo: estaba escrita en japonés”.

La novela muestra las diferencias sociales entre el continente asiático y el de occidente. Este último continente se toma, según las perspectivas de los personajes, de manera peyorativa: donde habitan personas como Amélie, la metaforización de Europa, estropeada, pordebajeada, por Asia. Japón, un país de suicidas, desarrollado, en parte por su dedicación laboral, es el centro de una cultura reprimida (ejemplo de ello es la imposibilidad de amar, la valoración negativa de vestirse de cierta manera o de dar un beso en la mejilla a alguien) llena de jerarquizaciones, causales de un eterno “Estupor y temblores”. 

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