jueves, 12 de abril de 2012

En el otoño de la ética


EN EL OTOÑO DE LA ÉTICA
(Texto relacionado con Ética para vivir mejor, de Peter Singer)
Adriana Yiseth Fuentes  Bayona
Jhon Alexánder Monsalve Flórez


Dos mil niños había mandado desaparecer el general. Todos ellos felices rumbo a su muerte cantaban con una inocencia transparente pero macabra sus esperanzadoras canciones infantiles. Los oficiales cumplieron con su deber, y sin remordimientos se dirigieron a su general para comentarle de la acción ejecutada. Primaba para ellos la ley, y los caprichos del patriarca se habían convertido en leyes para su pueblo, y así como un capricho mató a dos mil, mató también a los tres oficiales porque “…hay órdenes que se pueden dar pero no se pueden cumplir…”. Peter Singer, en su libro Ética para vivir mejor nos sitúa ante diversas situaciones en donde se vulneran los principios éticos en aras de intereses individuales. El poder, el consumismo, el derroche de los recursos naturales, entre muchas otras problemáticas nos sitúan ante el gran vacío ético de nuestra sociedad, en la que, sin ver la magnitud de las implicaciones de nuestras decisiones, se propugna por una libertad desbordada, que nos lleva al individualismo y a la falta de análisis ético, a la falta de reflexión y de consciencia ciudadana. ¿Qué implicaciones tendría la decisión de matar a dos mil niños inocentes o, por el contrario, negarse a la ejecución de semejante atrocidad? Gabriel García Márquez es uno de los escritores latinoamericanos que ha sabido plasmar en sus obras las concepciones populares, ha sabido configurar el sentir latinoamericano y sus problemáticas más hondas. Por otra parte, la literatura nos da cuenta de un mundo real, de unas situaciones posibles y de un contexto ampliamente complejo. Es por ello que hemos encontrado una honda relación entre la reflexión ética de Peter Singer y aquella que hacen nuestros más ilustres escritores, que con un ojo agudo han sabido reflexionar sobre esta tierra que aun no llega a construir su verdadera identidad.


Llegamos a la conclusión de que las problemáticas propuestas por Singer no distan mucho de las que vivimos a diario en nuestro país. Es innegable el vacío ético que nos invade y no es de extrañar que encontremos correspondencia con un país que nos ha dejado sus rezagos y vicios como lo es Estados Unidos. Por ello discutíamos que el egoísmo y la envidia son el producto de un sistema de gobierno capitalista, que nos ha sumergido en el sinsentido de la publicidad, de los medios masivos de comunicación y en la guerra del hombre por el poder. Ese primer capítulo de Ética para vivir mejor nos plantea la necesidad de tomar la decisión radical en la que la moral y la ética se ven enfrentadas ante los beneficios e intereses individuales. Igual como les ocurrió a los tres oficiales de El otoño del patriarca que sin siquiera detenerse ante este dilema optaron por su bienestar, sin pensar en las implicaciones que esto tendría, sin pensar que a la larga una mala decisión ética les afecta en la misma medida que a las víctimas. Entonces el concepto de libertad no es hacer lo que se me dé la gana hacer (concepto propuesto por la propaganda capitalista), sino en tener la libertad de escoger el camino más sensato, el que no sacrifique más de lo que se ha de ganar. El no temer a esa libertad de expresión impulsa al hombre a no ser esclavo de etiquetas de poder que en realidad no demuestran sino una dependencia a las convenciones capitalistas, como lo vemos en el caso de Boesky mencionado por Singer en el primer capítulo, quien pensaba que la codicia era una pasión sana, idea que fue apoyada por movimientos de promulgaban la libertad de expresión. Esto demuestra que la falta de claridad en las concepciones de libertad y felicidad hace que las nociones éticas se desvirtúen en pro de un discurso demagógico.


Y nada le importaba desde que su madre se enfermó, dejó que el poder hiciera de las suyas (aunque esto no era novedad), mientras él, líder de la patria no se preocupaba más que por las llagas de su madre. Ese no me importa se ha visto como un medio de supervivencia, pues si el general piensa en los otros, en su pueblo, se queda indefensa su madre. De ahí que se pierda y olvide el imaginario de comunidad, nuestro compromiso está cada vez más limitado a nuestro núcleo familiar y es por ello que aparece la codicia, la envidia y el ansia de ser los mejores, y eso los condena a optar por un individualismo extremo del que muchas veces se sienten orgullosos, porque el más fuerte es el que sobresale y es “feliz”. El general no solo ya no le importaba nada sino que había detentado el poder con la ilusión de poner todo su dinero a nombre de su madre. Si el patriarca alguna vez quiso el poder fue por el interés de beneficiar a la única persona que amaba en el mundo: su madre. La nación se convirtió entonces en propiedad de Bendición Alvarado, de modo que ya no se concebía la existencia de un bien común. Peter Singer dice en su libro: “La codicia en la cumbre es una faceta de una sociedad que parece estar perdiendo toda noción de que existe un bien común.” (Singer, 1996, p. 41) Esto está en estrecha relación con la noción de “libertad”, pues surge de la idea de que lo que yo hago no afecta a los demás y si lo hace pues no me importa. Eso es lo que ha querido creer el estado al aprobar la explotación de nuestros bienes naturales por empresas extranjeras, así como hizo el patriarca cuando cedió el monopolio de la quina y el tabaco a los ingleses, el del caucho y el cacao a los alemanes, la navegación fluvial y los mares a los gringos. En el mismo sentido, William Ospina, en Lo que le falta a Colombia, critica la individualidad del colombiano, de la misma forma que Peter Singer lo hace con el norteamericano, además de mencionar el problema de que han sido otros los que han aprovechado la riqueza de nuestra tierra.

Que me pongan esta puerta aquí, que ahora la quiero allá, que qué hora es, las horas que usted quiera, mi general. Se ha pensado que con cumplir caprichos el hombre puede alcanzar la felicidad, así como lo pensaba Nicanor Alvarado, sin embargo la soledad lo invadía y entre más poder más solo estaba. Ahora bien, en el capítulo tres, se expone de manera extensa el consumismo, que se retoma en el capítulo diez para ejemplificar el tema del título “Vivir por algún fin”. Partiendo de esto, puede afirmarse que el colombiano también busca la felicidad por medio de la riqueza material. Un fenómeno que, libremente, podría ser catalogado como Shopping se apodera día a día del tiempo y de la felicidad de los ciudadanos de este país. Bendición Alvarado tenía claro que su hijo no era, rico, tenía la certeza de que era inmensamente pobre a pesar de su desmesurado derroche de poder. Peter Singer pone suficientes ejemplos en los que los bienes materiales no llenan el vacío del recipiente de la felicidad; sin embargo, el colombiano omite cualquier ejemplo y acotación al respecto, para disfrazar al dinero de alegría y fiesta.


“…al fin y al cabo cuando yo me muera volverán los políticos a repartirse esta vaina como en los tiempos de los godos, ya lo verán, decía, se volverán a repartir todo entre los curas, los gringos y los ricos, y nada para los pobres, por supuesto, porque ésos estarán siempre tan jodidos que el día en que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo.” (García, 1975, p.156) Es evidente el poder que ejercen estos tres poderes en la sociedad desde épocas anteriores, en este sentido, el cuarto capítulo explica las razones por las cuales terminamos viviendo en el engaño de las falsas concepciones éticas. Uno de los motivos, muy asociado con la cultura colombiana y latinoamericana, es la religión. Somos producto de reglas que se estipularon desde Jesucristo; por ejemplo, la acumulación de riquezas como símbolo de bendición divina, que, en épocas del protestantismo, fue consolidada aun más, por Calvino y que, tiempo después, en tierra norteamericana, fue rescatada por pastores como señal de la gracia celestial. El colombiano es muy creyente y, mientras que en la Iglesia escuche que algún día le llegará la recompensa de sus actos o el castigo de los mismos, la politiquería seguirá llenando de sueños al ciudadano bajo el engaño; de esta forma, son dos los entes, y no uno, los culpables del pensamiento del colombiano tan alejado de lo común y de lo social. Pobre pueblo que pensaba que el patriarca tenía la sal de la curación, que con solo tocarlos iban a ser salvos.  El capítulo nueve retoma el tema, asociándolo con la promesa de recompensa después de la muerte.

Todo está bien mi general, saludaban los centinelas, todo en orden; sus caprichos eran órdenes y si quería que cambiaran de sitio esa puerta la cambiaban, que ese reloj, que la hora… pero cuando Patricio Aragonés murió y fue anunciada la muerte del patriarca la gente salió a las calles sin ley ni orden, robaron el palacio presidencial, sus muebles, sus vacas. No podríamos encontrarnos en la tierra del patriarca con gente tan entregada a su trabajo como los japoneses descritos en el capitulo seis de Ética para vivir mejor; según señala Singer, Japón es un país en el que los empleados aman el trabajo hasta el punto de morir por exceso de este. No se pagan horas extras como en Colombia, pero se disfrutan como si fueran doblemente remuneradas. Nada parecido ocurrirá en esta tierra mágica del patriarca, ni tampoco en Colombia. Como mande mi general decían sus subalternos, los mismos que luego hicieron fiesta por su muerte. No nos referimos a este aparte de la novela para defender los intereses de los gobernantes, sino para mostrar un actitud muy frecuente en el colombiano y es la cultura del vivismo, entre menos trabajemos y nos aprovechemos de las circunstancias mejor, además de que nuestros intereses no se centran en el bien común, pues pensamos solo en nosotros mismos y nos olvidamos de nuestra comunidad. El trabajo se convierte en una obligación, por lo cual se hace con desánimo. Si duda alguna, con este ejemplo se puede deducir que el colombiano no vive la empresa de manera social, no trabaja con amor. Claro está que dicho amor al trabajo no se puede confundir con la explotación laboral, sino debe tomarse como un ejemplo de entrega hacia las cosas que se hacen sin esperar nada a cambio. Eso sí, de la misma forma como mueren a causa del exceso de trabajo, los japoneses también se olvidan de convivir con su familia; cosa que el colombiano, en la mayoría de los casos, vuelve prioridad.

El golpe por golpe del capítulo siete se traduce en Colombia como ojo por ojo y diente por diente. No es lo mismo. La ley del talión se aplica en todo contexto: si insultamos, si mentimos, si engañamos, etc. El golpe por golpe aparece como una alternativa de convivencia, de ética ante nuestros semejantes y de justicia. Cooperar, en primera instancia, y luego ver si el prójimo coopera; de no llegarlo a hacer, tampoco cooperamos para con él. Esto se evidencia de manera insatisfactoria en nuestra realidad colombiana, pues a los ruines los dejamos prosperar, les seguimos colaborando, como masoquistas, para que su economía suba, mientras la nuestra baja, todos los días.

Revisaba los pájaros en las jaulas, recorría el establo de las vacas y ayudaba con tanto esmero en los oficios de mantenimiento que duró no sé hasta cuando arreglando una máquina de coser de una de sus compatriotas, pero con la misma diligencia cortó las manos a un tesorero derrochador. El octavo capítulo de la obra de Singer se corresponde con el último, La buena vida. Vivir éticamente tiene mucho que ver con la buena vida que el hombre puede llevar. Los colombianos disfrazan sus acciones de ética, y no piensan en comunidad. No siguen el ejemplo de aquellos hombres que arriesgaron su vida en la época nazi por proteger a los judíos. El colombiano vive y muere solo para sí, aunque sus comportamientos sean, socialmente, bien vistos. Hay colombianos que no dicen una mala palabra (y que son alabados por esto) pero que son indiferentes a los problemas ambientales, sociales y políticos; igual que el patriarca que con ínfulas de líder justo recurre a procedimientos inhumanos y despiadados. Este comportamiento del hombre colombiano no puede ser considerado ético, en cuanto no piensa en algo más allá de sí mismo. HIPOCRESÍA.

El décimo capítulo presenta el mito de Sísifo como eje principal. El colombiano logra hallarle sentido a su existencia en cosas consideradas vanas, como lo expone Singer en el capítulo tres. El fenómeno Shopping, es un ejemplo de ello. El consumo ostensible carcome, de igual forma que en Norteamérica, el tiempo y la vida del colombiano. La búsqueda del placer y del beneficio personal se presenta como lo primordial, como el sentido de la existencia.

Y como en El otoño del patriarca los colombianos estamos llenos de vacíos éticos, de deseos individualistas e ideas erradas sobre el buen vivir. Gabriel García Márquez desde su literatura ha tratado a fondo lo paradójico de nuestra realidad, por lo que ha hecho una profunda  crítica a la realidad social, religiosa y política de Colombia. De igual forma lo hace Peter Singer ya desde el contexto norteamericano donde la desigualdad y la individualidad priman al bien común, cada uno de los capítulos a significado un cuestionamiento de nuestra realidad colombiana y nuestra vivencia ética, cada uno de ellos nos puso frente a nosotros mismos para cambiar nuestras concepciones más arraigadas sobre lo que es vivir bien y éticamente.


Como pudimos apreciar, Ética para vivir mejor nos presenta de manera paradójica nuestra realidad, ya sea en Colombia entera o en nuestra familia. Decimos que de manera paradójica puesto que el libro fue hecho pensando en el contexto norteamericano de finales del siglo pasado. La paradoja se mantiene ya que después de pasar la primera década del nuevo siglo, las ideas se adaptan y se acomodan como anillo al dedo a nuestra vida, ya sea en clase o en casa.  El libro fue escrito en 1993, y después de casi 20 años se evidencia una decadencia, una especie de muerte diaria, de nuestro planeta: después de 20 años las cosas parecen que hubieran empeorado. Esta decadencia se halla también en La resistencia, de Ernesto Sábato y, del mismo modo que el escritor argentino, Peter Singer propone un mejor vivir ético, que va más allá de “tener la actitud adecuada y expresar las opiniones correctas”.



Por último, es evidente que estas reflexiones no se pueden quedar en un papel o en una muy buena discusión en clase, el reto es salir y vivir de forma ética desde todos los ámbitos de nuestra existencia. De todos modos, encontrar ese espacio de debate y reflexión ética, política y económica en el aula es un muy buen comienzo, es sembrar para recoger, pues al  enfrentarnos ante las posiciones de otros tenemos la oportunidad de darnos cuenta de nuestras contradicciones y prejuicios. El mayor reto de nosotros los docentes es poder llevar estas reflexiones al aula, educar ciudadanos más auténticos y conocedores de su realidad política, cultural y social, estudiantes críticos, participativos y visionarios. Conscientes de su papel en la sociedad y de la importancia de vivir en comunidad éticamente.

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