miércoles, 28 de diciembre de 2011

Un apunte sobre Sábato y Kafka: un apunte donde cabe Colombia

Un apunte sobre Sábato y Kafka: un apunte donde cabe Colombia

Por Jhon Monsalve

Kafka murió hace casi un siglo. Sábato, hace unos años. Kafka escribió tres grandes novelas: El proceso, El castillo y América, y La metamorfosis, claro está, un poco corta, su obra más leída. Sábato, tres también: Sobre héroes y Tumbas, El túnel y Abaddón el exterminador, y La resistencia, uno de sus ensayos más leídos. Kafka escribió cuento corto. Sábato, ensayos. Se encuentran algunas ideas marxistas en El castillo y en El proceso; el marxismo es tocado por Sábato en Sobre Héroes y Tumbas, y representado por Molinari desde su punto de vista burgués y capitalista. Tal vez sean muchas las coincidencias entre estos escritores y entre otros tantos, otros muchos, otros todos, pero hay algo que a Kafka y a Sábato los une de por vida: un minicuento y una idea.



Este artículo es muy subjetivo. La persona que se considere seria en asuntos literarios no debería leerlo para no llevarse una mala impresión de este blog. Hay muchos textos más interesantes, sin duda alguna. Y ya advertidos, pues continúo: Kafka escribió muchos cuentos cortos, uno que otro que tomó como fábula. Sábato escribió La resistencia, un texto que trata del ideal de vida del humano en estos tiempos. El hombre debe resistir a los cambios, debe tratar de mantener la humanidad, entendida como antaño. La televisión, argumenta Sábato, ha alejado al hombre del hombre. La comunión no debe olvidarse, como se está olvidando con el pasar del tiempo. El siguiente cuento de Kafka es ese ideal del hombre.



EL PASEO REPENTINO

"Cuando por la noche uno parece haberse decidido terminantemente a quedarse en casa; se ha puesto una bata; después de la cena se ha sentado a la mesa iluminada, dispuesto a hacer aquel trabajo o a jugar aquel juego luego de terminado el cual habitualmente uno se va a dormir; cuando afuera el tiempo es tan malo que lo más natural es quedarse en casa; cuando uno ya ha pasado tan largo rato sentado tranquilo a la mesa que irse provocaría el asombro de todos; cuando ya la escalera está oscura y la puerta de calle trancada; y cuando entonces uno, a pesar de todo esto, presa de una repentina desazón, se cambia la bata; aparece en seguida vestido de calle; explica que tiene que salir, y además lo hace después de despedirse rápidamente; cuando uno cree haber dado a entender mayor o menor disgusto de acuerdo con la celeridad con que ha cerrado la casa dando un portazo; cuando en la calle uno se rencuentra, dueño de miembros que responden con una especial movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más rápido cambio que necesidad de hacerlo, y cuando uno va así corriendo por las largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado completamente de su familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras uno, completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás, se yergue en su verdadera estatura.

Todo esto se intensifica aún más si a estas altas horas de la noche uno se dirige a casa de un amigo para saber cómo le va."

El cuento relata la historia de un hombre que sin saber por qué, después de llegar del trabajo, se cambia como por inercia, y sale, entre las sombras de la noche, a preguntarle a un amigo cómo le va. Ese es el hombre que propone Sábato, un hombre que no piense solamente en él, que se dé cuenta de que hay un mundo fuera, experiencias fuera, amor afuera. Tal vez en este tiempo quede un poco más difícil pues el computador y el BlackBerry hacen que nos olvidemos del otro, aunque pensemos que todo el tiempo estamos en contacto con él. Este cuento tal vez ya esté fuera de contexto, pero hay una cosa importante: lo que propone Sábato tal vez sea contraproducente: el hombre salió a preguntar eso a su amigo y se olvidó de los que estaban en casa.

En este país, y tal vez en cualquiera, nunca podrá llegarse a lo que Sábato propone y anhela. Porque el ideal del hombre es estar en la menor compañía posible. Y más en Colombia.

Ya bien lo dijo William Ospina: el problema de los colombianos es que no sabemos compartir, es que somos individualistas, es que solo pensamos en nuestro beneficio. Con una idea tan cierta jamás se logrará una revolución del pueblo, una salida de esas soñadas por los socialistas y comunistas. En Colombia no se puede porque el analfabetismo se ha apoderado hasta de los universitarios. En Colombia no se logrará el ideal del hombre propuesto por Sábato, porque siempre pasará lo del cuento de Kafka: el individualismo muchas veces se hace en compañía y las buenas acciones estarán siempre en cualquier persona por mala que sea. Colombia es un país de individuales, de personas que argumentan que si salieron adelante no fue por milagro sino por pensar solo en ellos. Colombia es un país donde sobran las buenas acciones por el lado positivo de la máscara.

Colombia es un país de ignorantes apoyados por el Gobierno Nacional. Con razón la educación es tan mala: les conviene que nadie piense, que se eduquen en informática para que dejen a un lado la parte social. Un día se acabarán las  ideas y el país será un caos. Y el pueblo para sobrevivir no le quedará más salida que jugar al mismo juego de siempre: la limosna, la envidia y el individualismo.

Kafka parece tener más razón que Sábato. Por lo menos no sueña tanto.

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