martes, 9 de agosto de 2011

Más allá, el norte

Más allá, el norte
(Jhon Monsalve)

En el norte de la ciudad, se encontraba la que en cualquier mapa tenía forma de círculo. Muchos pensaban que ahí se acababa la ciudad, ahí donde había cuerdas y muros, y decían que más abajo empezaba el otro mundo, con unas casas y una escalera que las superaba en número de escalones. Pero esta es la cola de la circunferencia deformada, será mejor empezar por las sienes. En la parte occidental había una entrada para carros; sin embargo, eran tantos los anotados en los archivos del establecimiento que la entrada para ellos quedaba tan chica, tan acosada, tan nada… Aunque tal vez el acoso no era lo primordial…, sin negar que la entrada principal de estudiantes fuera  muy angosta para tantos… Pues bien, por esa entrada para carros entraban multitudes de inscritos por una puerta que estaba libre de rejillas y acosos. La entrada oriental limitaba con el estadio de la ciudad, y recibía carros… y recibía motos, muchas motos… tantas que justo ahí había un parqueadero con celador que no cobraba. Edificios había muchos: el que llamaban Ciencias Humanas tenía cinco pisos y un ascensor donde aparecían siete… la mayoría de los salones eran pequeños y había baños en todo lado, si se subía, baños, si se bajaba, baños… Así eran los demás edificios aunque un poco más viejos… excepto uno que parecía hotel, uno blanco, grande como todos, pero más limpio, tal vez por el color… El más cercano era el de Ciencias Humanas, si se empezaba por la entrada angosta, por la  no suficiente para tantos… Se llegaba y se topaba con un letrero grande, verde y blanco, que daba la bienvenida con el nombre… la entrada, pequeña… se veían árboles que no estorbaban y caminos como atajos para edificios, o bosques, o canchas… A propósito había pocas canchas para tantos, canchas comunes que parecían de barrio recibían con sus arcos y asfaltos a los que entraban por oriente… Y ahora, el bosque… quedaba allá lejos, en las cuerdas, en los muros, y siempre estaba con un humo que no provenía ni de pastos ni de libros…
Ciencias Humanas estaba a la izquierda de la entrada y se podía ver, el único que se podía ver, desde afuera, bien afuera… En esa parte occidental, pero después de una carretera y el saludo de los carros ya inertes, se encontraba otro edificio viejo de cuatro pisos, acompañado por otro que daba la impresión de estar aun más viejo… casi muerto… pero al frente, se encontraba el edificio blanco, el nuevo, en el que los cuadernos desaparecían y donde se activaba el nuevo siglo… Si se seguía avanzando, al lado derecho estaba la biblioteca con sus cuatro viejos pisos en remodelación y con un ascensor que olía a peligro… y a viejo… Muchos libros, mucha gente, muchas mesas, mucho polvo: la biblioteca. Después, más a la derecha, más árboles, un lago que parecía, con el tiempo, más inútil, y más grande…pero más inútil… y tocando casi el oriente, se encontraban los edificios donde dormían los archivos con los nombres de todos… se encontraban edificios mucho más pequeños que los de antes, pero con la importancia por las nubes… Y por ahí cerca, pero más al norte, separado por más edificios, y más árboles, y más carros, donde casi quedaba el bosque con su humo, ahí estaba la salud de los archivados, en un edificio pequeño, muy pequeño… y más allá, más norte… y más acá, la entrada, la bienvenida, el sur.

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