domingo, 14 de abril de 2013

"El principito", de Saint-Exupéry, y la esencia negativa del humano



“EL PRINCIPITO”, DE SAINT-EXUPÉRY,
Y LA ESENCIA NEGATIVA DEL HUMANO
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Pensar que “El principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, es una obra solo para niños es apoyar la idea de que los adultos son los extraños del planeta. Uno de los ejes principales en el que giran las acciones de los personajes es la incomprensión del mundo adulto, tan vacío, tan inerte, tan abstracto. Y más allá de esto, es la incomprensión del mundo en su totalidad; un mundo manejado, llevado y vivido por los adultos.
La novela, bien sabida por todos, inicia con la pérdida de un aviador (primer narrador) en un desierto africano. Cuando está preocupado por la poca agua que tiene, que le puede durar máximo 8 días, y cuando se predispone a comenzar el arreglo de su aeroplano, aparece un jovencito, de pequeña estatura, a pedirle un dibujo. Recuerda el piloto sus experiencias con la pintura desde niño y las críticas de sus padres hacia su trabajo artístico. Recuerda que solo podía hacer elefantes dentro de boas y se niega en un principio a hacer el dibujo que el niño le pedía, pero al final accede. Dibuja un cordero varias veces porque ninguna versión le gustaba al Principito, hasta que le dibuja una caja en la que, según le dice, estaba metido el cordero y que él vería en qué momento lo sacaba cuando lo necesitare.
Luego, el narrador pasa a ser el Principito, que cuenta el viaje que decidió hacer por los planetas cercanos al que vivía, por motivo de algunos disgustos que había tenido con una flor de la que, aparentemente, se enamoró. Cada uno de estos planetas tenía un personaje que representaba una pasión negativa humana. Estaba el negociante que no tiene tiempo de nada más que de hacer cuentas, y más aún si son las cuentas de las estrellas que él considera propias. Está el rey que no tiene a nadie que mandar, pero que aun así se caracteriza por ser tirano. Está el farolero que realiza su trabajo todo el día y toda la noche y ha perdido por ello la razón de existir. Tanto que la única que encuentra es la de estar pendiente de su farol.
El último planeta que visita el Principito es la Tierra, y en ella encuentra según lo que le cuenta el zorro, un país con todas las características de los planetas anteriores pero aumentadas. El humano, el adulto, se presenta como una figura extraña que conlleva el mal. Un ente poco comprensible.
No podemos hablar, ni enseñar, ni entender la importancia de “El Principito” si no comprendemos que las peripecias del pequeño giran en torno a los valores humanos analizados en el comportamiento y pensamiento, y que debido a ello, el mundo, o mejor, el universo, es un lugar devastado y podrido por causa de los adultos.
“El Principito” es una novela infantil, juvenil y adulta, en donde se da por sentado que los problemas del mundo son por causa del humano adulto. Es esta la pertinencia de que la novela sea leída y estudiada en la niñez o adolescencia, pues se está creando con ello una consciencia social sobre el comportamiento ético del hombre en la sociedad. Toda la responsabilidad recae sobre el humano. Tal vez no hubo mejor lugar al que asistiera El Principito que la Tierra, para darse cuenta de que lo poco que tenía en su planeta valía mucho más.
Lástima, en serio, lástima, que en la mayoría de los colegios se lleve esta obra sin otro objetivo que el de salir del paso. Yo la leí, tú la leíste, nuestros sobrinos, familiares, la están leyendo, y nada, no hay nada de reflexión en relación al comportamiento humano. Lástima, en serio, lástima que no nos podamos ir a vivir al planeta del Principito. Lástima… y también lastima. 

jueves, 11 de abril de 2013

Análisis de "Carmen" de Prosper Mérimée: Una contextualización de la España gitana decimonónica


“CARMEN”, DE PROSPER MÉRIMÉE:
 UNA CONTEXTUALIZACIÓN DE LA ESPAÑA GITANA DECIMONÓNICA
Jhon Monsalve

Imagen tomada de internet

      1.      Oda a Carmen
“Carmen” llegó  a mis manos como llegan los años al hombre. Sin darme cuenta la estaba leyendo y me entrometía en su vida y me dejaba moldear por sus deseos. Cuántas veces quise ser José para comprenderla y tratarla diferente. Era asunto de comprensión, nomás. Como comprendí a Soledad Montoya, la de La pena negra, a la que nunca preguntaría nada, porque ya sabría de antemano que eso, según ella, no me importaría. “Carmen” se coló por mis ojos y se clavó en mi memoria por hoy y por siempre.
Cuánto habría deseado haber conocido desde joven a Prosper Mérimée, pues de haber sido así,  me habría incrustado en mi adolescencia en su obra y habría dado la bienvenida a mi adultez con flamenco, con toreo, con belleza. Si hubiera conocido a Mérimée desde antes, lo habría trabajado en clase de Literatura Francesa en la Universidad, y me habría encariñado, como tal vez lo haga de ahora en adelante, con sus demás novelas y tratados arqueológicos.
Oh, mi amada Carmen, mi amor lejano, mi lujuria de papel. Oh, mi amada Carmen, cuánto habría dado por ser tan solo un momento el Tuerto, o Lucas, o el cuchillo que te penetró el cuerpo hasta matarte, hasta que tus sospechas se iban haciendo realidad junto al dolor, al placer, al porvenir del presente.
Imagino tus besos, Carmen, enloqueciendo a mi boca, y tu voz, y tu acento, y tu vida. Imagino tu amor al dinero y tu melancolía, y tu inconstante estadía en la vida de tu rom, de tu amante, de tu tierra, de tu ser. Eres, Carmen, el amor huyendo de las cadenas, la libertad más pura de la mujer.

      2.      La gitanería dentro de la trama
Una caracterización evidente de los gitanos es su constante búsqueda de lo incierto. Van de aquí para allá, como nómadas, visitan tierras y corazones, y engañan con brujería al pueblo y al amor. Los gitanos sufren su enigmático origen y huyen de los católicos, de los cristianos, de los engañados, de todos aquellos que se sienten perjudicados de uno u otro modo por ellos. Roban aquí y hurtan allá. Son perseguidos, son odiados, son asediados, son maldecidos. Pero viven, luchan y demuestran un poder extra del que carece gran parte de los humanos: no se dejan vencer de nada ni de nadie, logran sus objetivos con retórica y se burlan al final de sus hechos.
“Carmen”, de Prosper Mérimée, es una novela que escrita en Francia hacia el año 45 del siglo XIX logra describir de manera casi perfecta la fisionomía y caracterización interna de los gitanos. En especial de Carmen, una mujer que va en busca de sus ideales y de sus propósitos, una mujer que practica la brujería, que se emancipa de todo hombre, que respeta y quiere a su esposo en las buenas y en las malas, que se defiende cuando la insultan, que hace perder irremediablemente a un hombre que se fija en sus ojos, en sus manías, en sus costumbres y que termina enamorado de ella y de su muerte.
El último capítulo, cuyo narrador es el mismo autor, que recapitula la novela de una manera extrañísima, haciendo uso más de sus conocimientos de arqueología y de conclusiones lingüísticas comparativas, que de la trama de la novela, presenta una reflexión en torno al origen, a la lengua y a la idiosincrasia gitana española, diferenciándola de la alemana, y redondea la novela fuera de la trama y del personaje principal. Un recurso narrativo que se entiende en la medida que se comprenda que Mérimée “Ejerció la literatura con la complacencia vergonzante de quien cultiva un pasatiempo un tanto plebeyo. Tenía en mayor estima la filología, la historia o la arqueología. (…) Salvo por dos o tres rasgos circunstanciales, Mérimée no fue, ni por su vida ni por su obra, un verdadero romántico. Sus relatos tienen siempre un tono de informe científico sobre el comportamiento impertinente de especies primitivas”. (Barrera Orrego, 1990: 45).
Si es de hablar de la trama, ya propiamente dicha, deberíamos empezar por el encuentro de un arqueólogo francés que llega a España con un hombre de aspecto extraño, al que protege de la autoridad española cuando lo ve en peligro de encarcelamiento y al que encuentra con el pasar del tiempo en un antro, en una habitación, mientras entabla una conversión con Carmen, con la que, al parecer, pretendía mantener relaciones sexuales; el hombre extraño, aquel día, golpea a Carmen por celos. Al arqueólogo en la habitación se le pierde  el reloj y desde el pueblo culpan a José del acto. Lo apresan por este y otros delitos, entre ellos el de homicidio, y el francés, con cierto grado de culpabilidad, va a visitarlo, y allí le cuenta el bandido que el comienzo de su historia se origina en Carmen.
Relata la manera en la cual ayudó a que huyera Carmen de la ley, cuando trabajaba José de policía, después de capturarla por haberle rasgado la cara a una de sus compañeras de trabajo después de que la insultó. Desde ese momento, desde que la dejó huir bajo coqueteos femeninos, quedó embrujado por su belleza. Llegó a matar tres veces por ella, y se convirtió en bandido, tal vez el más perseguido por la ley. La primera vez fue cuando vio que Carmen entraba a su casa con uno de los compañeros de trabajo de José Navarro. Fueron tantos los celos que se despertaron en él que lo mató en una guerra de sables. Luego, dio muerte al Tuerto, el marido, (su rom) oficial de Carmen, y por último, la mató a ella, cuando no le aceptó a él la propuesta de que se fueran a vivir a América, incluso cuando José la había perdonado por haberle sido infiel con un tal Lucas. Esta es la trama de amor y celos de la novela del escritor francés. Ahora veremos qué es lo que hay más allá de ella.

      3.      Configuración de la gitanería española decimonónica
Ya hemos visto que Mérimée era más amante de la filología que de la escritura literaria. Y gracias a ello, podemos rescatar algunos aportes lingüísticos que hace el autor francés de la lengua española de España. Cabe aclarar que los pies de página de la novela son los que permiten que la cultura e idiosincrasia de la España gitana se vean y se comprendan con mayor nitidez. Cuando al principio vemos que el arqueólogo francés entabla conversación con José, nos damos cuenta de que la razón por la cual el extranjero se da cuenta de que el hombre no era de Andalucía fue debido a que este no aspiraba la s ni diferenciaba la z y la c de la s. Supimos que una nevería de la época era un depósito de hielo para el café, que bají, en el habla gitana, era la buenaventura que todos ellos acostumbraban a dar. Y que el garrote era el castigo para los bandidos del año 1845 y que se diferenciaba de la horca de los años 30 del mismo siglo. Que las maquilas, que le causaron tanta risa a Carmen cuando le hizo creer a Lucas que eran naranjas, son bastones de hierro usados por vascos y navarros. Recordemos que José era vascuence y que por amor a Carmen se volvió un gitano más. Aprendimos que a un regidor municipal de la época se le llamaba veinticuatro y que bai, jaona y agur laguna traducidos al español, respectivamente, significan Sí, señor y Buenos días compañero. Que las gitanas podían ser infieles bajo el permiso de sus maridos, pero, como Carmen, siempre libres. Que cuidaban de su esposo en las buenas y en las malas y que esto las caracterizaba positivamente. Nos enteramos de que Alcalá de los Panaderos era un pueblo famoso por sus panecillos y que quedaba a dos leguas de Sevilla. Aprendimos, gracias a la excelente contextualización del autor, refranes gitanos como Perro andariego no se muere de hambre, Aunque me visto de lana no soy una oveja, Sarna con gusto no pica, Para un enano es una hazaña escupir lejos y, entre otros, el último, con que termina el libro, En boca cerrada no entran moscas. Y así se fue configurando cada característica, cada elemento, cada costumbre de vida del gitano español del siglo XIX, entre amores y engaños de Carmen, entre ilusiones y mudanzas.  “Carmen” es una novela caracterizada por la demostración de la liberación femenina, al estilo de madame Bovary, pero ante todo, por los rasgos de la cultura gitana tan perseguida y tan humillada por el pueblo español desde que aparecieron hasta nuestros días. “Carmen” es España vista desde Francia, configurada desde Francia y centrada en la cultura gitana, tan mentada, criticada y olvidada al mismo tiempo… ayer, hoy y tal vez por siempre. 

sábado, 6 de abril de 2013

El arte poética: metapoesía


EL ARTE POÉTICA: METAPOESÍA
Jhon Monsalve

Imagen tomada de internet

Entendamos, primeramente, por Metapoesía el hecho de que la poesía se explique, justifique y complemente a sí misma. Un metapoema, entonces, sería un poema que habla de poesía. Para comprender El arte poética es indispensable conocer este término, pues en ella no se presenta más que eso: la esencia de la poesía descrita en el poema. Tal vez las artes poéticas vanguardistas más reconocidas son la de Huidobro y la de Borges. En ellas el metapoema es evidente y la definición y esencia de la poesía muy precisas.
El Arte poética de Huidobro
Vicente Huidobro fue un poeta chileno perteneciente al sub-movimiento de Vanguardia “Creacionismo”. En esta corriente se prescinde de la naturaleza como tal y se inventa una propia. El hecho de que se haga alusión a lo natural no incluye la adaptación de la naturaleza en el poema, sino que es una invención propia del autor. Lo referencial pasa a un segundo plano. He aquí el poema:
Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.
Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema ;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.
El Poeta es un pequeño Dios.
En primera medida, la poesía se define como la creación de un poeta, que es considerado dios. Cada cosa, cada imagen u objeto que él observa es el principio de la creación poética. Aquí vemos que la naturaleza se elide totalmente y se crea una propia. Huidobro no solo plasmó en este poema la esencia de la creación poética, sino también el impacto de la poesía en el lector. Vemos cómo la llave de la que habla en el primer verso tiene como fin abrir mil puertas, que son, sin duda, el logro de catarsis en el lector: “Y el alma del oyente quede temblando”. Versos más abajo afirma que “el adjetivo cuando no da vida mata”, haciendo entender que la poesía tiene un extraño poder sublime entre sus ritmos y versos.
Ahora bien, veamos el arte poética de Borges y asimilemos y comprendamos:
Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.
Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,
ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Itaca
verde y humilde. El arte es esa Itaca
de verde eternidad, no de prodigios.
También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
La poesía en Borges aparece en conjunción con la vejez y la muerte. En todo caso, se continúa hablando de la esencia poética, de su inmortalidad, de su interminable pasar como ríos o como tiempo. Como la aurora vuelve y vuelve como el ocaso. La poesía es el espejo donde nos vemos a nosotros mismos. La poesía se presenta como fuente eterna de esperanza y de representación humana. Y ya.
Estos dos poemas nos ayudan a comprender lo que es el arte poética. No me adentré en el análisis de cada uno porque esa no era la intención de este pequeño artículo. El fin era comprender que la poesía se explica y justifica a sí misma, se entiende gracias a sí misma. Eso es metapoesía y arte poética a la vez. 

lunes, 1 de abril de 2013

La lectura para el desarrollo del pensamiento: La superación personal como detractora


LA LECTURA PARA EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO
 La superación personal como detractora
¿Dónde radica el problema?
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Creo que un profesor de Lengua y Literatura debería tratar de guiar a los estudiantes, por medio de buenos textos y argumentos, hacia el correcto camino de la lectura. Considero que un profesor de Español debería estar atento a que el texto argumentativo que estén trabajando sea visto de manera crítica tanto en lo positivo como en lo negativo y que, luego de una discusión al respecto, puedan entre todos sacar conclusiones y tomar posturas ante lo que se ha leído y comentado. Debería, de igual modo, estar pendiente del proceso de cada alumno en el ámbito de la lectura, aunque en este punto entraría la discusión sobre si esto sería o no posible teniendo en cuenta el hacinamiento escolar y el ambiente del aula de clases y de las situaciones que se presenten a diario. Un profesor de Literatura, pienso, debe tener los conceptos bien claros y un bagaje literario suficiente para recomendar un libro o para argumentar las razones por las cuales no es pertinente la lectura de superación personal en el aula o para explicar por qué Paulo Coelho, Walter Riso o Carlos Cuauhtémoc Sánchez no son autores de fiar, ni de leer, ni de recomendar.
Pues bien, soy docente en el área de Lenguaje y siento una responsabilidad enorme en cada acto, en cada pensamiento, en cada palabra que digo o enseño, pues la sociedad que se está formando será, en gran parte, causa y consecuencia de mí, de mis colegas, y por nosotros, vendrán malos o buenos profesionales, hombres, mujeres, alcaldes o presidentes. Si la niñez y la juventud de hoy aprenden a leer críticamente, esperemos, sin dudarlo, un mejor país dentro de diez o quince años. (Aclaro, en este paréntesis, que la responsabilidad deberían sentirla también los padres de familia, los demás docentes independientemente del área que dicten; deberían sentirla el Estado y el Ministerio de Educación, para que permitieran la circulación de más aire en los salones, para que hubiera más espacio en los colegios, para que los profesores respiraran un poco más y llevaran un proceso adecuado de enseñanza-aprendizaje, para que ganaran lo justo de llevar sobre hombros la carga más pesada de todas: el futuro de una sociedad cada vez más desigual y decadente). Lo importante es que nos concienticemos y  que convenzamos al estudiante de que la lectura no es el acto de decodificación al que nos han acostumbrado desde la escuela primaria, sino un acto de goce, comprensión y conocimiento en el que se tienen como ejes principales el “disfrute” y el “no tragar entero”. Esa es la lectura crítica, no solamente de los textos, sino también del mundo: de las acciones sociales, humanas, políticas que son noticia en nuestro diario vivir. Si el estudiante, con el pasar del tiempo, logra ver el mundo de otra manera, entraríamos a relacionar el papel de la lectura con la propuesta de Paulo Freire  en Pedagogía del oprimido, donde la educación está a disposición de la liberación y, por ende, del cambio social. Eso es lo que deberían buscar todos los docentes sin importar el área: pensamiento crítico.
Ahora bien, una las cosas más difíciles de tratar y corregir en el aula de Español es la constante alusión a los libros de superación personal, que están apoderándose no solo de las librearías, sino también de la vida de los estudiantes y del maletín de los profesores de Español y Literatura. Nada es más preocupante que esto y ya veremos por qué. Por el momento, me gustaría, aprovechando el tema tan interesante y polémico, mostrar una nota que me dejó un alumno (no sé si es hombre o mujer) en el Pre-Universitario en el que trabajo, con respecto a mis constantes alusiones a la “literatura” basura (superación personal) que leen nuestros jóvenes hoy en día:
“Profesor: respecto a Paulo Coelho y otros escritores que no le gustan, no se amargue; en este país mediocre es preferible que el joven lea algo a que no lea nada. Cada tres meses, que es lo que equivale más o menos un periodo en un colegio, los estudiantes deben leer un libro obligatoriamente, y hay estudiantes que bajo esta presión no los leen. Desde mi punto de vista, no hay nada mejor que leer un libro por curiosidad porque entonces hay un motivo, pero cuando siento la obligación de leer un libro, ni la portada volteo a mirar; nada como leer un libro por gusto propio, profesor. Lo importante, sea cual sea el libro, es que la gente lea”.
Cuando leí lo anterior, sentí un vacío parecido al del dolor. Esa nota quería decir que no había sido claro en clase con mis argumentos, no había intermediado de la mejor manera en las discusiones que se habían llevado a cabo en torno al tema; tal vez, pienso, no se desarrolló de manera pertinente el artículo de Abad Faciolince titulado El quitapesares, y cuyo eje temático es la pregunta ¿por qué es tan malo Paulo Coelho? No sé. Pero sentí que en algo había fallado y para reivindicarme (tal vez esto no sea suficiente) escribo este artículo.
En primer lugar, no me amargo porque la gente lea o no a Paulo Coelho o a Walter Riso; me preocupo, que es otra cosa. Y esta inquietud nace de la misma responsabilidad ética y social que tengo con el país. Si pensara solo en mí y no en el futuro de Colombia, me valdría un comino la lectura de mis estudiantes. Es verdaderamente preocupante que los profesores de Lenguaje estén trabajando en el aula la superación personal, pues no están contribuyendo en nada al proceso de liberación que se da a partir de la lectura en conjunción con el análisis crítico del texto. Terminamos, con ese tipo de libros, creando una sociedad para la humillación, para la incapacidad crítica, para la elección de diputados según dios lo quiera, porque todo se hace por voluntad de él. Ya veo que aparte de preocuparme, también me entristece.
En segundo lugar, que los profesores de Lenguaje, con toda la didáctica que, supone uno, aprendieron en la universidad, no sean capaces de hacer que el estudiante codicie el libro, que lo desee, que lo devore con gusto, es la razón fundamental por la cual el niño o el joven termina odiando la lectura, y junto al odio aparece el sentimiento de obligación. He aquí la responsabilidad de mis colegas de la que hablé líneas arriba.
En tercer lugar, el hecho de que un estudiante se entusiasme con la lectura de un libro de Carlos Cuauhtémoc demuestra el pésimo trabajo de lectura de textos por parte del profesor en el aula de clase. Por lo tanto, una vez más, estaría implicado el docente de Lenguaje en estos problemas. ¿Dónde entraría, pues, la guía del docente de Español? ¿Dónde estaría la mediación? Por eso si un joven entra a una librería y se deja llevar por la carátula o el título de un libro, solo por la carátula, el título o la curiosidad, terminará llevándose Juventud en Éxtasis, porque lo verá más allegado a su etapa de vida. Y si elige este libro, elige también no pensar, no argumentar, no actuar, no decir nada; es decir, se vuelve sumiso para alcanzar utópicamente sus triunfos. Pero seamos optimistas, y supongamos que el profesor de Lenguaje de este chico ha llevado al aula a Jonathan Swift o a Robert Louis Stevenson, lo más probable es que aquel joven no pase de la segunda página del libro de Cuauhtémoc Sánchez porque ya lo encuentra pobre y extremadamente moralista.  
Y en última instancia, y retomando ideas que ya he escrito, el fin en la lectura no es leer por leer, sino comprender y tomar postura ante lo leído. También es saber discriminar entre lo que ayuda al desarrollo del pensamiento y lo que lo detracta. Los libros de superación personal no exigen posturas críticas sociales ni políticas; son llanos, son inertes, son fáciles. No exigen atención, y la comprensión es superficial y literal. Los libros de superación personal están fundados en utopías del poder interno humano, en éxitos pintados con crayón, en futuros prometidos e inciertos. Los libros de superación personal enseñan a lograr el éxito sin pensar en el éxito de los demás. Tal vez, y solo tal vez, sea el bastón sutil y necesario del hombre y de la sociedad capitalista.
Y así, con estas lecturas, amigos, lectores, padres de familia y colegas, ¿cómo podemos pensar en una mejor educación y en un mejor país? ¿Será que las Escuelas y Facultades pedagógicas sí han educado para que el docente tome consciencia de la responsabilidad social y ética que tiene con Colombia? ¿Será que lo que se aprende en las asignaturas de Literatura en la universidad sí es suficiente y pertinente para que el docente se enfrente al repudio de la lectura en el aula de clase? ¿Será que La Universidad del Valle o La Universidad Industrial de Santander, en sus Licenciaturas en Español y Literatura, se han dado cuenta de la necesidad de asociar la enseñanza literaria (el trabajo y análisis de libros) con la DIDÁCTICA en cada una de las clases de literatura? ¿Será que la UCC o la Universidad de Pamplona, entre tanta pedagogía, logran graduar docentes con el bagaje literario suficiente para la enseñanza adecuada de la lectura? ¿Será que ninguna de esas universidades tiene en su programa de estudios al menos tres o cuatro DIDÁCTICAS DE LA LITERATURA? ¿Será que ninguna es consciente de que preparan docentes más que analistas literarios? ¿O será que todavía no caemos en el error, tanto profesores como estudiantes, de que hemos estado preparando más analistas que docentes? ¿No sería mejor una conjunción de estos dos aspectos profesionales en cada clase de literatura, aparte de las Didácticas? No sé. Pero todos, absolutamente todos mis alumnos leyeron en el colegio por lo menos un libro de superación personal en clase de Español. Ahora sí: ¿dónde radicará el problema?

domingo, 24 de marzo de 2013

La Semana Santa… ¿y las Semanas Satánicas?


La Semana Santa… ¿y las Semanas Satánicas?
Jhon Monsave
Imagen tomada de internet
Tal vez debería comenzar hablando de sexo, para empezar a herir susceptibilidades.  Recuerdo que cuando niño mi vecina (la de siempre; por antonomasia, ya es “mi vecina”) salió gritando por las calles del barrio El Pablón algunas arengas moralistas y miedosas. Decía cosas que, para ese entonces, no comprendía en su totalidad, pero que hacían referencia, hoy ya lo entiendo, al posible pegamento que Dios pondría en los genitales de aquellos que copularan en Semana Santa. Cuando pude, probé que era mentira, pues de haber sido realidad, mi mano se habría pegado para siempre a la piel del falo… Y toda la gente salía de sus casas a oír a mi vecina decir tales barbaridades y les tapaban los oídos a los niños con los dos dedos índices para que no se contaminaran tan pronto de malas preguntas.
Tengamos en cuenta que el sexo convive con nosotros todo el año y se marcha obligado en la Semana Mayor por las concepciones estúpidas del catolicismo y del protestantismo.  Y empiezo mis preguntas: ¿Es que acaso no estamos pecando de igual modo durante todo el año cuando copulamos con nuestra pareja sin estar casados y por puro placer? ¿Es que acaso Dios no es santo y por lo tanto su creación no es santa, entonces, por silogismo, todo su tiempo no es santo? ¿O es que acaso solo es santa una semana del año y el resto de semanas son satánicas? Yo no sé, pero pensemos…
Lo único diferente de esta Semana es que se conmemora la pasión de Jesucristo. ¿Y qué con eso? ¿Acaso conmemorando tal tontería se resuelven los problemas sociales y políticos de nuestro país? ¿No será que lo que hacemos es ocultarnos y opacar con más estruendo nuestra voz, para dejarla muda sin darnos cuenta? Se conmemora la Pasión de Cristo y nos olvidamos de nuestras propias pasiones y sufrimientos. Menos mal que nos escondemos durante esta semana; de lo contrario, el Estado no aplaudiría con tanta vehemencia nuestra estupidez.
Paradójico es sentirnos católicos y no darnos cuenta de que todos los días son santos por ser creación de Dios… como es santo un árbol, una mata, un suspiro, así mismo, es santo el hueco del culo que Verlaine y Rimbaud eternizaron en un soneto. Todo es santo; hasta usted y yo: Sed santos porque yo soy Santo. ¿Y entonces las demás semanas? ¿Quedamos en que son satánicas?
Argumentos de lo anterior hay por montones. Los hombres todos los días desean la mujer del prójimo, y las mujeres, ahora más crueles, ansían felaciones. Todos los días se roba por robar o para comer, se mata por matar o para vivir, se miente por mentir o para ocultar… se olvida uno de Dios, aunque sea el primer mandamiento. ¿Quién ama a Dios sobre todas las cosas? El que alce la mano no se ama ni a sí mismo; es más, no conoce el amor.  Todos los días el hombre peca y se la viene a dar de santo en una semana. Ni una madrugada, ni una subida a Morrorrico, ni una progresión de rodillas nos salvará de las llamas del infierno más cruel y mortal de todos: la vida misma, entre sus inventos humanos: la corrupción y la desigualdad social.
Yo resumiría la Semana Santa como el acto más evidente de la hipocresía humana. Nos volvemos hipócritas con Dios. No caminamos para ser perdonados, sino para hacer ejercicio. No oramos en todo el año porque siempre existe la posibilidad de que la Semana Santa llegue cargada de perdones y de regalos.  En unos años será tan comercial como el nacimiento de Cristo, y empezaremos a estrenar ropa. Y Dios quedará fuera, como en las rumbas del 24 y 25 de diciembre. Dios siempre queda fuera porque no ha aprendido a bailar.
Las limosnas que se cuadruplican en la Iglesia sirven para pagarles las putas a los curas, o los putos, o los niños. Los ramos del primer domingo perjudican el medio ambiente, vengan de donde vengan. Las calles se ensucian porque la gente católica es puerca y antiética. La contaminación del ruido incrementa ante los rezos repetitivos de sacerdotes, y el miembro ya empieza a sentir erecciones después de vislumbrar la mujer que, entre tanta muchedumbre, usa leggings y se le nota el hilo y se le marca el cameltoe. Ella, evidentemente, solo fue a caminar. Ella es otra hipócrita con Dios.
¿Cómo sería la Semana Santa si nos hubieran conquistado los Budistas o los Musulmanes? Si nuestra cultura hubiera decidido una semana especial para la conmemoración de Buda o de Mahoma, lo primero que haríamos sería defender a capa y espada nuestras creencias y criticaríamos la ignorancia de los católicos en el mundo. Porque si hay algo que caracteriza a los fieles en cualquier doctrina es su necedad de creer siempre que lo que hacen es lo único correcto y que, por lo tanto, serán los únicos salvos en la utopía del cielo y de la gloria de Dios, o de Alá, o del Nirvana.  
Ya sabemos que todo es cultural. Es más: adoramos, sin darnos cuenta, a un dios que no es el nuestro. Adoramos a un dios que nació entre la mitología hebrea y olvidamos que nuestros dioses, los verdaderamente nuestros, fueron borrados a punta de gritos y garrotes por manos de los españoles. De no haber sido así, nosotros celebraríamos las maravillas de la naturaleza porque habría sido ella la madre de todos nosotros y, por lo tanto, no contaminaríamos como lo hacemos nuestros ríos, nuestras calles, nuestro mundo… y los ricos, y los gobernantes serían conscientes de ello, y harían campañas políticas en torno al cuidado y adoración de nuestra diosa, y no usarían, como lo hacen hoy, al Dios de Israel para lograr sus fines.
Esta Semana reflexionemos sobre lo hipócritas que somos. También sobre lo ignorantes. Dejemos a un lado a Bergoglio y volvámonos los papas de nuestra propia vida. Tengamos comunicación con el Dios de Israel, que ya nos fue impuesto y del que muy difícil nos podemos despegar, y démonos cuenta de que ni Jesús ni Dios necesitan intermediarios en la tierra. Reflexionemos sobre la Iglesia y su importancia, sobre los feligreses estúpidos e hipócritas, sobre los pecados que cometemos a diario, sobre los pecados que, aun en Semana Santa cometemos, en lo satánicos y malos y antisociales que somos. Reflexionemos sobre la vida y sobre la muerte, para ver si le hallamos algún sentido a este valle de lágrimas y de hipocresía. Vayamos a moteles, a cantinas, a puteaderos, y liberémonos de nuestras cargas. Vayamos hoy y el jueves y el viernes santos. Vayamos y comprobemos que a Dios ya se le acabó el pegante para los genitales y, como piensa en nosotros, comprende nuestro estrés, nuestras necesidades físicas, nuestra costumbre de dar amor y de ser amados. Amemos, en esta semana, más al prójimo que a Dios, porque así se expresa el verdadero amor. No esperemos a darnos cuenta de que al Dios de Israel no se puede amar y así desaprovechemos ese tiempo y no queramos a los que nos rodean, comprenden y saludan a diario. Pensemos, durante esta semana, si es más importante la religión o la sociedad, si con un ramo voy a colaborar o no con el alimento del hijo de mi vecino, si con una oración voy o no a aportar en la difícil tarea de la igualdad social. Solamente pensemos y caigamos en la cuenta de que es muy posible que esta semana, por nuestras acciones religiosas y egoístas, se vuelva la semana más satánica de todas.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Las posibles causas del plagio en las universidades


LAS POSIBLES CAUSAS DEL PLAGIO EN LAS UNIVERSIDADES: LA INSEGURIDAD, LA PEREZA Y LA FACILIDAD DEL HURTO DE LAS IDEAS
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Uno de los grandes problemas que se presentan dentro de las aulas de clase de los entes educativos es el plagio. Es necesario, por  lo menos, generar una reflexión al respecto, pues es un fenómeno que, sin duda, va en aumento, aunque sea muy difícil, por cuestiones que ya veremos, definir estadísticas exactas. Partamos del hecho de que el plagio es diferente a la copia: esta última se presenta entre compañeros y muchas veces con autorización del autor del trabajo. El plagio, por su parte, es, para entenderlo mejor, el hurto de ideas que ya han sido patentadas con derechos de autor. Este texto girará en torno a la siguiente afirmación: las posibles causas para que los estudiantes universitarios incurran en el plagio son la inseguridad en sí mismos, la pereza, la poca imaginación, la prioridad en otros factores, algunos vacíos que vienen de la educación secundaria y la facilidad que les brinda tomar de internet o de otras fuentes, la información que, si el profesor no tiene el suficiente tiempo, resultará muy difícil de corroborar.
Pensemos en un estudiante que debe presentar un trabajo para la semana próxima y que no ha entendido muy bien los temas que se han explicado en clase. Este sujeto se sienta frente a una hoja y no sabe cómo empezar, se siente incapaz de hacer el trabajo por él mismo, siempre ha pensado que los compañeros son más inteligentes que él, y por todo esto recurre a tomar información de un libro antiguo o de una página no muy conocida ni visitada en la web. Al respecto, Sonia Jannet Girón, de la Universidad Sergio Arboleda, afirma: "Se bloquean frente a una hoja en blanco y se sienten tan inseguros que en ocasiones, por facilismo o por ignorancia, toman sin ningún reparo como propias, ideas, frases o párrafos de un documento y se atribuye la autoría del mismo". Este fenómeno de la inseguridad en relación con el plagio puede ser más recurrente de lo que imaginamos; y tal vez dicha inseguridad se deba a los vacíos de la secundaria, donde, por una parte, no se concientizó a los estudiantes sobre este problema, y por otro lado, dejó vacíos conceptuales en el desarrollo de las competencias básicas para cada curso.

La pereza es otro factor que influye en la decisión de un estudiante en el plagio. Tal vez sea una de las razones más fuertes para que esto ocurra. No hay que negar que los jóvenes priorizan, en ocasiones, más en otros eventos que en los académicos. Las nuevas tecnologías, por ejemplo, los tienen sumidos en los juegos y en las redes sociales, y entonces se olvidan de lo académico, y posponen sus deberes para luego por una pereza que es consecuencia de la elección de otras actividades consideradas divertidas. Ana Mónica Rodríguez expone este hecho de la siguiente manera en su artículo La pereza, en ocasiones, propicia plagios en el campo de las artes: “La pereza, es decir, la indecisión o falta de ánimo para realizar un esfuerzo físico o mental, algunas ocasiones ha dado pie al plagio”.  Es decir, no podemos negar que, de una u otra forma, la pereza es una de las causas más poderosas para que un estudiante incurra en lo que la Real Academia de la Lengua ha definido como “La copia en lo sustancial de obras ajenas que se dan como propias”.

Pero nada de esto se llevaría a cabo sin la posibilidad inmediata del plagio. Tal vez con el auge del internet ha aumentado la cifra de este fenómeno. El hecho de que el estudiante tenga a la mano miles de páginas sobre un tema en particular le facilita la copia de esa información protegida por los derechos de autor. También existen miles de libros que los profesores no han estudiado y que sirven como base para la copia de información para algún trabajo. Además, esto se respalda en la imposibilidad del profesor de constatar cada uno de los trabajos por medio de un seguimiento en la web o en las bibliotecas. Tal actividad dispondría de un tiempo considerable. Silvia Premat, en el Diario La nación, rescata lo siguiente: "El copy/paste está siempre. Los profesores no se cansan de decirnos que, si sacamos algo de Internet, pongamos bien las referencias, pero ellos qué saben. Las posibilidades en la Web son infinitas", dijo con desparpajo Victoria, estudiante de 5° año de Medicina de la UBA y contó: "Hace poco, haciendo un trabajo en grupo para Historia de la Medicina, encontramos un párrafo perfecto para lo que queríamos decir. Por suerte una de las chicas se avivó y sugirió reescribirlo usando sinónimos y nadie se dio cuenta". Y a partir de esto queda para la reflexión que, si resulta una tarea difícil para el docente seguir cientos de trabajos por la web o en las bibliotecas para constatar su originalidad, casi no habría ni la mínima posibilidad de verificar si un texto parafraseado es de la autoría o no del estudiante.


Bibliografía:
Ana Mónica Rodríguez (2009).  La pereza, en ocasiones, propicia plagios en el campo de las artes. [En línea]: http://www.jornada.unam.mx/2009/04/11/cultura/a08n1cul
Silvia Premat (2009). Copiar y pegar, la nueva forma del plagio en la universidad. [En línea]: http://www.lanacion.com.ar/1134065-copiar-y-pegar-la-nueva-forma-del-plagio-en-la-universidad

viernes, 8 de marzo de 2013

La acción inicial, la acción transformadora y las consecuencias de un texto narrativo


¿El inicio, el nudo y el desenlace?
La acción inicial, la acción transformadora y las consecuencias
Jhon Monsalve
Imagen toda de internet
Vamos a analizar una cuestión de los textos narrativos. Sabemos que, entre otros, los más sobresalientes son el cuento, la novela, el mito, la leyenda y la crónica. Sabemos también que, desde niños, nos han dicho que un cuento tiene esta estructura: inicio, nudo y desenlace, pero, ¿qué tan cierto hay en cuanto a ello? ¿Acaso los textos expositivos, argumentativos y poéticos no poseen también dicha característica? Vamos a solucionar el problema.
Un cuento, a diferencia de los demás tipos de texto, presenta una acción inicial, una acción transformadora y unas consecuencias de esa última acción. Esto quiere decir que los demás textos no admiten tal posibilidad, que eso es propio del género narrativo. En la escuela, siempre nos dijeron que la estructura de una narración comenzaba con el inicio, continuaba con el desarrollo y finalizaba con el desenlace. Ahora desmintamos eso.
En primer lugar, como ya afirmé, el orden y las palabras “Inicio, nudo y desenlace” son usados en todo tipo de texto. Todo escrito tiene un comienzo, un desarrollo y un final. Pero el cuento no: en el cuento son importantes las acciones para que fluyan las demás. Es decir: hay una acción inicial que es la que lleva a la acción del giro de la historia, que es, a su vez, la acción que lleva a las consecuencias.
En un cuento como “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, de García Márquez, podemos ver que la acción inicial es el presentimiento de la vieja; la acción transformadora es el rumor, y la acción final es el desalojo y la conflagración del pueblo. Este cuento, por fortuna, lleva un orden lineal, pero no todos son así. Por ejemplo, “La mujer”, de Juan Bosch, presenta una narración en la que se narran las acciones transformadoras, en primera medida, y luego, la inicial  y, por último,  la final. Si vamos al cuento, nos daremos cuenta de que la acción inicial no es propiamente la descripción de la carretera ni la llegada de Quico, sino la golpiza que le da Chepe a su mujer cuando se entera de que ella no vendió la leche, por dársela al niño, su hijo, que tenía hambre. La acción transformadora es, pues, el descubrimiento por parte de Chepe de que su mujer está siendo protegida por otro hombre (en este caso, Quico); y las consecuencias vienen inmediatamente, pues, a partir de la acción giro del cuento, los dos personajes masculinos se agreden entre sí, y, después de que Quico, el defensor, atenta contra Chepe, la mujer toma una piedra y defiende injustamente a su marido, casi moribundo.
Así las cosas, la estructura tradicional del cuento no es más que una pésima convención, que se aplica para cualquier tipo de texto: Inicio, nudo y desenlace. Sin embargo, para la narrativa existe la posibilidad de que por medio de acciones se explique el contenido y la profundidad de un cuento: la acción inicial, la acción transformadora y las consecuencias de esta última. Y a fin de cuentas, es la única posibilidad pertinente y también la más clara.