miércoles, 22 de mayo de 2019

Reseña de "Las reglas del método sociológico", de Émile Durkheim


RESEÑA SOBRE LAS REGLAS DEL MÉTODO SOCIOLÓGICO, DE ÉMILE DURKHEIM

Jhon Monsalve 

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Durkheim, E. (2001). Las reglas del método sociológico. México: Fondo de Cultura Económica.

Emile Durkheim, considerado el padre de la sociología francesa, nace en 1858 en la hoy denomina Región de Gran Este. Al principio de su vida, por influencias familiares rabinas, el autor de Las reglas del método sociológico es practicante del judaísmo, religión que influye, de alguna manera, en su pensamiento sociológico (Tapia Alberdi, 2016). En su juventud se interesa por la filosofía, por la pedagogía y, de forma general, por la vida intelectual, orientaciones que lo incitan a rodearse de grandes autoridades académicas del momento, como Blondel y Rauh, en el ámbito de la filosofía, o como Berr y Jullian en los estudios históricos (Tapia Alberdi, 2018).

Francisco Tapia Alberdi (2016; 2018) es la autoridad más influyente de la literatura científica del momento con respecto a la vida y las bases sociológicas de Durkheim. En sus trabajos ha enfocado la atención en la manera como el contexto científico del momento aporta en la configuración del pensamiento del sociólogo francés. Es innegable la influencia desde, al menos, tres aspectos, aunque Tapia Alberdi (2016), en su tesis doctoral, acopia con detenimiento otros tantos: en primer lugar, las propuestas de Auguste Comte relacionadas con lo que denominó positivismo, entendido por Tapia Alberdi (2016) como la corriente filosófica que descarta cualquier valoración o intervención subjetiva sobre el fenómeno objeto de estudio; en segundo lugar, es innegable la influencia del profesor Boutroux, de quien adoptó el “postulado fundamental del ámbito de la filosofía de la ciencia social, a tenor del cual la sociología, en cuanto disciplina científica, ha de precisar su objeto de estudio distintivo y sus propios criterios de explicación” (Tapias, 2018, p. 10); en última instancia, es conocido el interés de Durkheim hacia la academia y la filosofía alemanas; en este contexto, el sociólogo en mención construye su arsenal teórico basado en científicos que abordan el concepto de la moral desde una perspectiva diferente a la francesa: mientras que en el país de Durkheim la moral se estudia con discusiones en torno a la ética, en Alemania este concepto lo toman como disciplina social que, incluso, debería llevarse a las aulas de clase desde temprana edad (Tapias, 2018). Es así como la moral, tan presente en los estudios durkheimianos, es preconcebida en la academia alemana.

La vida y el contexto anteriormente descritos son coherentes con las reglas propuestas en el libro que se reseña en estas páginas. Si tales planteamientos tienden a ser positivistas, no hay manera de juzgarlo, pues las primeras bases de los estudios del sociólogo francés son, en parte, comteanas; si se evidencia en las descripciones que siguen aspectos que abordan el valor de la moral como disciplina, no es extraño, ya que las lecturas de Durkheim en Alemania permiten un cambio de perspectiva con respecto de lo que se estudia en su país natal.

Las reglas del método sociológico, de Émile Durkheim (2001), cuenta con una introducción, en la que critica la ausencia metodológica en los trabajos de sociólogos precedentes; seis capítulos, dentro de los cuales se presentan apartados temáticos que exponen las reglas para estudiar el hecho social, y una conclusión, en la que enfatiza sobre el hacer sociológico en función de las reglas expuestas a lo largo del libro.

El propósito de la introducción no puede ser más claro: Durkheim critica a sociólogos de la talla de Mill y Spencer porque abordan aspectos sociales sin definir parámetros metodológicos. Para el sociólogo alsaciano, el hecho social debe ser estudiado con base en un método definido a partir de reglas diversas que logren la consecución del sentido de las prácticas sociales. Critica explícitamente la manera como se han planteado, hasta el momento, los problemas de la sociedad, así como la nula definición de reglas que permitan la comprensión del hecho social. Con este libro, el autor propone un método para arribar al sentido de tales fenómenos.

El estilo de Durkheim conlleva siempre una grata lectura. El texto está cargado de ejemplos, de definiciones, de explicaciones sobre un mismo fenómeno y de contraargumentos constantes, que determinan una calidad textual, propia de un pensador y autoridad académica de la educación en su tiempo. No puede iniciar mejor sus argumentos que presentando el objetivo de la sociología, desde su percepción: el hecho social, entendido como un aspecto tangible, al que llama cosa, alejado de ideologías y creencias. Con esta concepción del hecho social interrumpe una tradición académica que considera más importante en la sociología lo abstracto que lo visible; en sus palabras, la crítica se hace más clara: “Y en efecto, hasta ahora, la sociología ha tratado más o menos exclusivamente no de cosas, sino de conceptos” (p. 58).

En el primer capítulo el autor expone el hecho social determinado por la coacción; es decir, lo que se reconoce en sociología por este concepto no es más que la acción e ideología humana determinada por factores existentes en la sociedad. En otras palabras: los seres sociales piensan, creen y actúan según los sistemas de valores que se han instaurado en los grupos sociales a los que pertenecen. Entre tales hechos caben, para el autor, los siguientes: “(…) reglas jurídicas, morales, dogmas religiosos, sistemas financieros (…)” (p. 42). Por tal motivo, el hecho social es tangible: se evidencia la coacción de la sociedad sobre las prácticas que representa.

El segundo capítulo complementa la concepción del hecho social diferenciándolo de manera abierta de los factores psicológicos. El autor enfatiza en la abstracción de la ideología y en la claridad de los hechos tangibles. No basta con saber qué piensa un grupo social; es importante reconocer las características de sus actuaciones. La crítica que hace Durkheim al respecto es loable: existen prenociones o ideologías que ocupan el lugar de los hechos, hasta el punto que “desfiguran el verdadero aspecto de las cosas y que, sin embargo, tomamos por las cosas mismas” (p. 56). Así nace, entonces, la primera regla del método sociológico: dejar a un lado las prenociones, las ideologías o creencias sociales, para centrar la atención en el hecho social, en la actividad humana. El sociólogo debe buscar, así las cosas, fenómenos que guarden relación con el grupo social, sin considerar la individualidad de los participantes; eso sí: en esta segunda regla considerada de esta manera por el autor es importante que haya una recurrencia de características que configuren como propios de tal sociedad a estos fenómenos.

En el tercer capítulo, Durkheim desarrolla la idea de la normalidad de los hechos en distintas sociedades, aunque, entre ellas, lleguen a considerarse inapropiados. Esto indica que un hecho social es normal dentro de los sistemas de valores de la sociedad que lo construye. Aunque otras sociedades valoren negativamente estos principios sociales, el hecho sigue siendo considerado normal en el ámbito en que nace y se desarrolla. De esta propuesta, surgen dos reglas para el análisis sociológico: la primera va relacionada con la comprensión de dicha normalidad en la sociedad objeto de estudio y la segunda expone que la generalización del fenómeno solo es posible por la aglomeración social que permite comprender como normal un hecho. En pocas palabras: la normalidad es inconcebible desde la individualidad.

En el cuarto capítulo, denominado “La constitución de los tipos sociales”, el autor propone como posibilidad plantear un método a partir del cual se identifiquen los tipos sociales, entendidos como las características que hacen comunes a los integrantes de un grupo. De este modo, es posible proponer una morfología social comprendida como “la parte de la sociología que tiene como misión constituir y clasificar los tipos sociales” (p. 131).

A partir de este capítulo, Durkheim se interesa por la construcción y taxonomía de los tipos sociales, los cuales, para ser reconocidos, exigen reglas particulares. El primer paso para esta clasificación consiste, según se infiere entre líneas, en considerar solo un conglomerado de integrantes de la sociedad, en vista de que es imposible acaparar a todos como objeto científico. Paso seguido, se busca la sociedad de segmento único, es decir, la sociedad primigenia o más simple, para establecer una comparación con la sociedad estudiada, que permita el reconocimiento de diferencias y similitudes.

A partir del quinto capítulo, “Reglas relativas a la explicación de los hechos sociales”, el autor deja en claro su método hipotético-deductivo que siempre lo ha caracterizado dentro del paradigma positivista. Se cuestiona de manera más explícita por el método apropiado de la morfología social y ofrece una respuesta directa: “Cuando se trata, pues, de explicar un fenómeno social, es preciso buscar por separado la causa eficiente que lo produce y la función que cumple” (p. 147). Durkheim considera oportuno estudiar el hecho social desde el descubrimiento de sus causas y, luego, a partir de ellas, hallar los efectos de manera más sencilla. La función de una causa es, así mismo, fundamental para la comprensión del hecho social: una cosa es reconocer la causa y otra, mucho más sólida, es identificar su función dentro de un marco colectivo. De todo lo anterior surge una de las reglas fundamentales de la morfología social: “La causa determinante de un hecho social debe ser buscada entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual” (p. 164).

Finalmente, Durkheim argumenta, a lo largo del último capítulo, que el método adecuado para comprender el hecho social radica en la homogeneización de los efectos sociales y las causas que los producen, a partir de la comparación. Para determinar estas causas, es importante contrastar no solo los pueblos de antaño y del presente en los que los fenómenos se presentan, sino también tales fenómenos en otras especies, aun más pretéritas. Esto llevaría a que la causa de cierto efecto en un fenómeno se pueda enunciar sin preocupaciones. Las palabras del sociólogo alsaciano dejan entrever cierta esencia positivista, pero, a la vez, ofrecen una claridad sinigual del método que propone: “Puesto que, por otra parte, los fenómenos sociales escapan evidentemente a la acción del que opera, el método comparativo es el único que conviene a la sociología” (p. 181).

Dentro de las ideas que sustentan la tesis anterior, sobresale el hecho de que un efecto es producido, en una sociedad, por la misma causa, independientemente del momento en que se mire. Esto trasciende el propósito de la sociología que precede a Durkheim, que no es otro diferente a la compilación de documentos derivados de comparaciones entre sociedades del ayer y del hoy. El objetivo de Durkheim con su metodología es llegar, incluso, a criticarlos y categorizarlos.

Para lograr el análisis y la selección, Durkheim propone el método genético, en el que se compara un grupo de la sociedad actual con los grupos de las precedentes, incluidas las primigenias: “(…) se compararán las distintas formas que presenta, no únicamente entre los pueblos de su especie, sino en todas las especies anteriores” (P. 196). Para el autor, no existe otra manera que la descrita en estos párrafos para explicar el hecho social, sino siguiéndolo “a través de todas las especies sociales” (p. 197).

A raíz de todo lo anterior —lo cual retoma el autor, de manera breve, en los últimos párrafos—, se comprenden las razones por las cuales a Durkheim se le conoce como el padre del socialismo francés. Se hace necesario valorar sobremanera el aporte al método de análisis sociológico inexistente para la época, el cual surge de los vacíos hallados por el autor sobre los estudios sociológicos propuestos por Mill y Spencer, tal como se describe supra; así mismo, se aprecia la didáctica en el estilo de escritura que utiliza Durkheim para compartir las ideas de forma ejemplificada y, por ende, clara. Las reglas que surgen de sus planteamientos son básicas para entender los hechos sociales, es decir, las cosas tangibles, derivadas de la coacción social que impera e influye en los comportamientos, pensamientos y pasiones de los sujetos en sociedad. Las reglas propuestas por el sociólogo francés no son más que el medio para reconocer cómo los procesos de coacción han permitido que los sujetos sociales de ahora construyan sentido tras las mismas prácticas sociales.

Es recomendada la lectura de este libro, pero considerando los límites contextuales y de producción del conocimiento. Aunque Weber es coetáneo a Durkheim, sus posturas sociológicas tienden a variar en cuanto al objeto de estudio; para el sociólogo alemán, el fin último de la sociología es, ya no el hecho, sino la acción social, que puede derivarse tanto de procesos racionales como no racionales. En suma, mientras que Durkheim enfoca su atención en la colectividad, Weber lo hace en la individualidad. ¿Una perspectiva es más válida que la otra? La respuesta tiende a ser No, mientras se comprenda, como lo hace Durkheim, que las formas de pensamiento y los actos humanos surgen por coacción externa al sujeto; es decir, los dos sociólogos, consecuentemente, plantean sus ideas influenciados por sus lecturas, entornos, experiencias que han sido, de parte y parte, los fundamentos de sus propuestas sociológicas.

Bibliografía complementaria
Tapia Alberdi. F. (2016). Fundamentos de la construcción del pensamiento sociológico de Émile Durkheim, Bilbo: Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua.
Tapia Alberdi, F. (2018). Émile Durkheim (1858-1917). Tendencias Sociales. Revista de Sociología, (1), 5-20.

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