jueves, 12 de junio de 2014

Los índices cacográficos: ¿una manera de llevar la ortografía al aula?

LOS ÍNDICES CACOGRÁFICOS:
¿UNA MANERA DE LLEVAR LA ORTOGRAFÍA AL AULA DE PRIMARIA?
Por Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Nota aclaratoria: El siguiente artículo es una reseña. Traté de ser lo más objetivo posible. Digo, desde ya, que estoy en contra de la enseñanza de la ortografía en la escuela primaria y, si publico en mi blog este texto, es más con un fin informativo que inquisidor. Soy consciente de que, en los primeros años de escolaridad, los niños necesitan, ante todo, leer y comprender, más que escribir con buena ortografía. Siempre les insisto a mis estudiantes, y ahora, si me lo permiten, también lo diré a mis lectores, la ortografía puede llegar a ser un tropiezo tanto para la enseñanza de la lectura como de la literatura. Y también, por supuesto, de la escritura, porque escribir no es tener buena ortografía, sino estructurar bien el texto, ser coherente y cohesivo y ser oportuno en el uso del lenguaje dependiendo del género discursivo. Aquí les dejo esta perspectiva de un investigador español. ¿Habrá algunas cuestiones positivas?

Álvaro Rodríguez Sanmartín. Enseñanza de la ortografía en Educación primaria. Madrid: Editorial Escuela Española, S.A., 1997.

Una de las grandes preocupaciones del maestro de hoy es saber llevar la ortografía al aula. Unas veces, prueba con juegos o con recursos mnemotécnicos; otras, cambia el genio y utiliza la nota como amenaza. Pero ni la primera opción ni la segunda funcionan. Los estudiantes no le ven sentido a escribir una palabra de manera específica y fija, si la pueden escribir a su antojo sin que el significado varíe. Para la solución de este problema, Álvaro Rodríguez Sanmartín, docente y escritor español, presenta “La enseñanza de la ortografía en la educación primaria”, como propuesta metodológica para enseñar esta asignatura desde un enfoque constructivista y haciendo uso de un recurso que denomina Carnet cacográfico, un índice de los errores más recurrentes de los educandos en su proceso de aprendizaje.
El libro “La enseñanza de la ortografía en la educación primaria”, publicado en 1997 y poco conocido todavía, se compone de un prólogo, una introducción y cinco capítulos. El prólogo, escrito por Atilano Domínguez, anticipa el contenido del texto entre anotaciones históricas y filosóficas. Desde ahora, se deja claro que el objetivo del texto tiende más a lo práctico que a lo teórico, que el aprendizaje de la ortografía es un proceso guiado por el maestro y que “su idea directriz o mensaje es que cada profesor debe recoger, al principio de cada curso, una lista similar de sus propios alumnos y tomarla como pauta de sus clases” (Rodríguez Sanmartín, 1997 p.8). Esta lista es lo que denomina el autor índice o carnet cacográfico.
En la introducción, Rodríguez Sanmartín explica que una razón por la cual la ortografía no ha sido bien acogida por los estudiantes, se debe a que los maestros han querido enseñar toda la asignatura en un corto periodo de tiempo. Para esto, propone lo que parece ser el eje principal del texto: el estudio racional de la enseñanza de la ortografía, partiendo de tres puntos de los que surgen, a la vez, tres de los capítulos del libro: La Motivación didáctica, la Determinación y ordenación del contenido y la Metodología de la enseñanza.
El primer capítulo “Motivación didáctica de la ortografía” presenta una dicotomía entre madurez y motivación. La primera se refiere a la aptitud del estudiante (frente al aprendizaje de la ortografía), que se adquiere, en su totalidad, en los últimos cursos de primaria. La segunda alude a la razón por la cual se hace algo. La motivación puede venir de dos fuentes: la intelectual, es decir, donde el estudiante necesita ver la utilidad de su esfuerzo y aprendizaje; y la emocional y social, o sea, las alabanzas, los incentivos o los castigos. Por otra parte, insiste en el argumento de que la ortografía debe ser tomada como un proceso para que sea significativa en el aprendizaje del educando. Esta es una manera de motivar al alumno, ya que, por medio de una gráfica en la que se presente la cantidad de errores que comete ahora en comparación a los que cometía una o dos semanas atrás, lo vuelve partícipe de su aprendizaje y lo anima a seguir estudiando. En palabras del autor: “Cada alumno puede llevar individualmente la representación gráfica de su comportamiento en esta materia, lo cual constituye una verdadera motivación cognoscitiva, al ver representados gráficamente los resultados de su propio aprendizaje y comprobados por él mismo”. (Rodríguez Sanmartín, 16, 1997).
El segundo capítulo “Determinación y ordenación del contenido ortográfico” tiene como objetivo indicar lo que debe enseñarse en cuanto a ortografía en la escuela primaria. Para esto el autor propone el uso de un inventario cacográfico, es decir, la recolección de los errores ortográficos de los educandos. Por medio de una actividad, se les pide a los alumnos que hagan, espontáneamente, una lista de palabras con cada letra del alfabeto. Estas palabras, generalmente, hacen parte del vocabulario activo y, por tanto, significativo del educando. Con base en el producto de esta actividad, el docente debe hacer un inventario de los errores más recurrentes, de la siguiente forma:


El autor afirma al respecto que “Con la elaboración del carnet cacográfico hemos conseguido dos objetivos fundamentales en la didáctica de la ortografía: primero, saber justamente lo que hemos de enseñar y, segundo, saber por dónde hemos de empezar, teniendo en cuenta los vocablos que aparecen con mayor número de frecuencia” (p. 23, 1997).
En el tercer capítulo “La estructura de la educación primaria en ciclos” Rodríguez Sanmartín propone los ejes de enseñanza de la ortografía en los tres ciclos de la escuela primaria española. En promedio, un niño, en España, empieza la escuela primaria a los 6 años y finaliza a los 12 (cada ciclo dura dos años). En el primer ciclo,  es importante ahondar, ante todo, en la ortografía natural, es decir, la escritura de palabras que no presenten ninguna duda al momento de escribirlas. En este ciclo, aparte de aprender a tomar el lápiz o a hacer buen uso del papel, el estudiante debe escribir palabras de uso frecuente, saber separarlas, usar mayúsculas al principio de un enunciado y poner correctamente el punto, el signo de interrogación y el de exclamación. En el segundo año de este ciclo, el maestro puede comenzar a hacer el inventario cacográfico, pues, aparte de que los estudiantes ya saben escribir una cantidad considerable de palabras, “nos permite confeccionar la clase de ortografía a la medida de nuestros alumnos, siendo por ello insustituible” (p.29, 1997).
En el segundo ciclo, es importante que junto a la enseñanza de la ortografía vaya, muy a la par, la lectura como base para el aprendizaje de nuevos vocablos y su correcta escritura, ya que la madurez y el nivel instructivo son más extensos y profundos. Los educandos ya pueden producir textos narrativos y descriptivos y reconocen prefijos y sufijos frecuentes, derivaciones de primer orden, sinónimos y antónimos.
En el último ciclo de primaria se enseña ortografía con base en el estudio de los verbos, que son fuente de nuevas derivaciones y de nuevos vocablos. Ya se le debe encaminar al estudiante por el sendero del vocabulario que usan los adultos. Para que el educando, pueda poner en práctica lo aprendido, Rodríguez Sanmartín propone que el maestro realice actividades como informar, descubrir o explicar un hecho, con las que el estudiante se exprese por medio escrito, ya que “estas formas de expresión alumbrarán nuevos términos ortográficos” (p.31, 1997).
El cuarto capítulo “Metodología de la enseñanza de la ortografía” presenta algunas recomendaciones para que el maestro enseñe de forma adecuada la ortografía en el aula de primaria. Durante el primer año del primer ciclo de primaria, el profesor debe enseñar los hábitos básicos de la escritura como el manejo del lápiz o las ligaduras entre las letras de una misma palabra. En el segundo curso del mismo ciclo,  debe limitarse el contenido de la ortografía a un grupo de vocablos que se utilicen frecuentemente. El autor hace muchas propuestas al respecto, de las que se destacan: la explicación de la significación de un vocablo según el contexto o el uso de estrategias mnemotécnicas para la memorización de la escritura de ciertas palabras.
Ahora bien, es en este momento en que se empieza a hacer uso del índice cacográfico. El maestro debe tener en cuenta las palabras mal escritas que se repitan con más frecuencia y ponerlas en oraciones para su respectiva explicación. El carnet cacográfico, como ya se afirmó arriba, le permite saber al maestro qué debe enseñar y por dónde empezar.
En el segundo ciclo de primaria, cuando “el pensamiento prelógico o lógico concreto de los seis años va iniciándose en este ciclo hacia un pensamiento más abstracto” (p.36, 1997), el profesor debe centrar su atención en la enseñanza del uso correcto de las consonantes: ¿cuándo se escribe con b o con v? ¿Cuándo con g o con j? ¿Cuándo con i o con y? Además, el estudiante debe aprender a poner correctamente los signos de puntuación y adentrarse en el estudio de los acentos.
En el último ciclo de primaria, con base en el estudio sistemático de los verbos, el estudiante aprende nuevos vocablos gracias a las desinencias y derivaciones. Debe comprender, por otra parte, la diferencia semántica y ortográfica que se presenta en la conjugación de los verbos: el paso de un presente del indicativo a uno del subjuntivo o del imperativo. Y finaliza el autor recomendando el diccionario como una constante en el aprendizaje del educando.
En el último capítulo “Vocabulario cacográfico: Análisis de los resultados”, Rodríguez Sanmartín enseña los resultados de una investigación realizada con base en el uso del índice cacográfico y en una muestra de los escritos de catorce mil niños españoles. Grosso modo, los errores más recurrentes que se presentan, según su orden, son: la sustitución indebida de la b por la v, en los dos primeros años. La h como la consonante que más eliden los niños de 9 años. La sustitución inadecuada de la j por la g y de la g por la j. Luego, el remplazo inadecuado de la c por la z en inicial de palabra o de sílaba.
Finalmente, el autor describe por medio de gráficos los resultados del análisis y presenta de manera detallada los porcentajes y los carnets cacográficos por edad y ciclo, demostrando, de esta manera, la cantidad de veces que el estudiante escribe de manera incorrecta alguna palabra.
En 175 páginas, Álvaro Rodríguez Sanmartín propone de manera sencilla una opción para llevar la ortografía al aula de primaria. Los índices cacográficos se presentan como herramientas para el profesor y como base para un aprendizaje constructivista en los estudiantes, en el que no se mira el error como una falta sino como un paso más en el complicado y paciente proceso de la enseñanza- aprendizaje de la ortografía. “La enseñanza de la ortografía en educación primaria” es una posibilidad para que el maestro intente, una vez más, llevar la ortografía al aula, aunque, en nuestro país, no se empiece necesariamente por primaria.


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