lunes, 1 de abril de 2013

La lectura para el desarrollo del pensamiento: La superación personal como detractora


LA LECTURA PARA EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO
 La superación personal como detractora
¿Dónde radica el problema?
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Creo que un profesor de Lengua y Literatura debería tratar de guiar a los estudiantes, por medio de buenos textos y argumentos, hacia el correcto camino de la lectura. Considero que un profesor de Español debería estar atento a que el texto argumentativo que estén trabajando sea visto de manera crítica tanto en lo positivo como en lo negativo y que, luego de una discusión al respecto, puedan entre todos sacar conclusiones y tomar posturas ante lo que se ha leído y comentado. Debería, de igual modo, estar pendiente del proceso de cada alumno en el ámbito de la lectura, aunque en este punto entraría la discusión sobre si esto sería o no posible teniendo en cuenta el hacinamiento escolar y el ambiente del aula de clases y de las situaciones que se presenten a diario. Un profesor de Literatura, pienso, debe tener los conceptos bien claros y un bagaje literario suficiente para recomendar un libro o para argumentar las razones por las cuales no es pertinente la lectura de superación personal en el aula o para explicar por qué Paulo Coelho, Walter Riso o Carlos Cuauhtémoc Sánchez no son autores de fiar, ni de leer, ni de recomendar.
Pues bien, soy docente en el área de Lenguaje y siento una responsabilidad enorme en cada acto, en cada pensamiento, en cada palabra que digo o enseño, pues la sociedad que se está formando será, en gran parte, causa y consecuencia de mí, de mis colegas, y por nosotros, vendrán malos o buenos profesionales, hombres, mujeres, alcaldes o presidentes. Si la niñez y la juventud de hoy aprenden a leer críticamente, esperemos, sin dudarlo, un mejor país dentro de diez o quince años. (Aclaro, en este paréntesis, que la responsabilidad deberían sentirla también los padres de familia, los demás docentes independientemente del área que dicten; deberían sentirla el Estado y el Ministerio de Educación, para que permitieran la circulación de más aire en los salones, para que hubiera más espacio en los colegios, para que los profesores respiraran un poco más y llevaran un proceso adecuado de enseñanza-aprendizaje, para que ganaran lo justo de llevar sobre hombros la carga más pesada de todas: el futuro de una sociedad cada vez más desigual y decadente). Lo importante es que nos concienticemos y  que convenzamos al estudiante de que la lectura no es el acto de decodificación al que nos han acostumbrado desde la escuela primaria, sino un acto de goce, comprensión y conocimiento en el que se tienen como ejes principales el “disfrute” y el “no tragar entero”. Esa es la lectura crítica, no solamente de los textos, sino también del mundo: de las acciones sociales, humanas, políticas que son noticia en nuestro diario vivir. Si el estudiante, con el pasar del tiempo, logra ver el mundo de otra manera, entraríamos a relacionar el papel de la lectura con la propuesta de Paulo Freire  en Pedagogía del oprimido, donde la educación está a disposición de la liberación y, por ende, del cambio social. Eso es lo que deberían buscar todos los docentes sin importar el área: pensamiento crítico.
Ahora bien, una las cosas más difíciles de tratar y corregir en el aula de Español es la constante alusión a los libros de superación personal, que están apoderándose no solo de las librearías, sino también de la vida de los estudiantes y del maletín de los profesores de Español y Literatura. Nada es más preocupante que esto y ya veremos por qué. Por el momento, me gustaría, aprovechando el tema tan interesante y polémico, mostrar una nota que me dejó un alumno (no sé si es hombre o mujer) en el Pre-Universitario en el que trabajo, con respecto a mis constantes alusiones a la “literatura” basura (superación personal) que leen nuestros jóvenes hoy en día:
“Profesor: respecto a Paulo Coelho y otros escritores que no le gustan, no se amargue; en este país mediocre es preferible que el joven lea algo a que no lea nada. Cada tres meses, que es lo que equivale más o menos un periodo en un colegio, los estudiantes deben leer un libro obligatoriamente, y hay estudiantes que bajo esta presión no los leen. Desde mi punto de vista, no hay nada mejor que leer un libro por curiosidad porque entonces hay un motivo, pero cuando siento la obligación de leer un libro, ni la portada volteo a mirar; nada como leer un libro por gusto propio, profesor. Lo importante, sea cual sea el libro, es que la gente lea”.
Cuando leí lo anterior, sentí un vacío parecido al del dolor. Esa nota quería decir que no había sido claro en clase con mis argumentos, no había intermediado de la mejor manera en las discusiones que se habían llevado a cabo en torno al tema; tal vez, pienso, no se desarrolló de manera pertinente el artículo de Abad Faciolince titulado El quitapesares, y cuyo eje temático es la pregunta ¿por qué es tan malo Paulo Coelho? No sé. Pero sentí que en algo había fallado y para reivindicarme (tal vez esto no sea suficiente) escribo este artículo.
En primer lugar, no me amargo porque la gente lea o no a Paulo Coelho o a Walter Riso; me preocupo, que es otra cosa. Y esta inquietud nace de la misma responsabilidad ética y social que tengo con el país. Si pensara solo en mí y no en el futuro de Colombia, me valdría un comino la lectura de mis estudiantes. Es verdaderamente preocupante que los profesores de Lenguaje estén trabajando en el aula la superación personal, pues no están contribuyendo en nada al proceso de liberación que se da a partir de la lectura en conjunción con el análisis crítico del texto. Terminamos, con ese tipo de libros, creando una sociedad para la humillación, para la incapacidad crítica, para la elección de diputados según dios lo quiera, porque todo se hace por voluntad de él. Ya veo que aparte de preocuparme, también me entristece.
En segundo lugar, que los profesores de Lenguaje, con toda la didáctica que, supone uno, aprendieron en la universidad, no sean capaces de hacer que el estudiante codicie el libro, que lo desee, que lo devore con gusto, es la razón fundamental por la cual el niño o el joven termina odiando la lectura, y junto al odio aparece el sentimiento de obligación. He aquí la responsabilidad de mis colegas de la que hablé líneas arriba.
En tercer lugar, el hecho de que un estudiante se entusiasme con la lectura de un libro de Carlos Cuauhtémoc demuestra el pésimo trabajo de lectura de textos por parte del profesor en el aula de clase. Por lo tanto, una vez más, estaría implicado el docente de Lenguaje en estos problemas. ¿Dónde entraría, pues, la guía del docente de Español? ¿Dónde estaría la mediación? Por eso si un joven entra a una librería y se deja llevar por la carátula o el título de un libro, solo por la carátula, el título o la curiosidad, terminará llevándose Juventud en Éxtasis, porque lo verá más allegado a su etapa de vida. Y si elige este libro, elige también no pensar, no argumentar, no actuar, no decir nada; es decir, se vuelve sumiso para alcanzar utópicamente sus triunfos. Pero seamos optimistas, y supongamos que el profesor de Lenguaje de este chico ha llevado al aula a Jonathan Swift o a Robert Louis Stevenson, lo más probable es que aquel joven no pase de la segunda página del libro de Cuauhtémoc Sánchez porque ya lo encuentra pobre y extremadamente moralista.  
Y en última instancia, y retomando ideas que ya he escrito, el fin en la lectura no es leer por leer, sino comprender y tomar postura ante lo leído. También es saber discriminar entre lo que ayuda al desarrollo del pensamiento y lo que lo detracta. Los libros de superación personal no exigen posturas críticas sociales ni políticas; son llanos, son inertes, son fáciles. No exigen atención, y la comprensión es superficial y literal. Los libros de superación personal están fundados en utopías del poder interno humano, en éxitos pintados con crayón, en futuros prometidos e inciertos. Los libros de superación personal enseñan a lograr el éxito sin pensar en el éxito de los demás. Tal vez, y solo tal vez, sea el bastón sutil y necesario del hombre y de la sociedad capitalista.
Y así, con estas lecturas, amigos, lectores, padres de familia y colegas, ¿cómo podemos pensar en una mejor educación y en un mejor país? ¿Será que las Escuelas y Facultades pedagógicas sí han educado para que el docente tome consciencia de la responsabilidad social y ética que tiene con Colombia? ¿Será que lo que se aprende en las asignaturas de Literatura en la universidad sí es suficiente y pertinente para que el docente se enfrente al repudio de la lectura en el aula de clase? ¿Será que La Universidad del Valle o La Universidad Industrial de Santander, en sus Licenciaturas en Español y Literatura, se han dado cuenta de la necesidad de asociar la enseñanza literaria (el trabajo y análisis de libros) con la DIDÁCTICA en cada una de las clases de literatura? ¿Será que la UCC o la Universidad de Pamplona, entre tanta pedagogía, logran graduar docentes con el bagaje literario suficiente para la enseñanza adecuada de la lectura? ¿Será que ninguna de esas universidades tiene en su programa de estudios al menos tres o cuatro DIDÁCTICAS DE LA LITERATURA? ¿Será que ninguna es consciente de que preparan docentes más que analistas literarios? ¿O será que todavía no caemos en el error, tanto profesores como estudiantes, de que hemos estado preparando más analistas que docentes? ¿No sería mejor una conjunción de estos dos aspectos profesionales en cada clase de literatura, aparte de las Didácticas? No sé. Pero todos, absolutamente todos mis alumnos leyeron en el colegio por lo menos un libro de superación personal en clase de Español. Ahora sí: ¿dónde radicará el problema?

2 comentarios:

  1. Me encanta todo lo que compartes, muchas gracias por eso, yo les comparto un sitio muy bueno, pueden verlo en: http://autosuperacion99.blogspot.com

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    1. Creo que su blog no es acorde a la información del artículo. Sin embargo, gracias y saludos.

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