martes, 7 de junio de 2011

Análisis del poema: En el siniestro brazo recostada

EN EL SINIESTRO BRAZO RECOSTADA:
SILVA Y LA NECESIDAD DE CONSUMIRSE

Jhon Alexánder Monsalve Flórez


“En el siniestro brazo recostada”
Luisa de Carvajal y Mendoza

En el siniestro brazo recostada
de su amado pastor, Silva dormía,
y con la diestra mano la tenía
con un estrecho abrazo a sí allegada.

Y de aquel dulce sueño recordada,
le dijo: "El corazón del alma mía
vela, y yo duermo. ¡Ay! Suma alegría,
cuál me tiene tu amor tan traspasada.

"Ninfas del paraíso soberanas,
sabed que estoy enferma y muy herida
de unos abrasadísimos amores.

"Cercadme de odoríferas manzanas,
pues me veis, como fénix, encendida,
y cercadme también de amenas flores."

El endecasílabo es el verso del Renacimiento, pero se extiende por el mundo literario de ahí en adelante, en el empaque poético del soneto. En este poema, se evidencia el arte mayor en los versos y la rima consonante. Hay presencia de sinalefas y de sinéresis que permiten la métrica establecida. El acento siempre recae en la décima sílaba y varía, según el verso, en las sílabas anteriores. Con base en estas variaciones, Navarro Tomás señala cuatro tipos de versos endecasílabos[1] que están presentes en el soneto de Luisa de Carvajal.
Está compuesto por dos cuartetos y dos tercetos, y se hace la aclaración porque la estructura del soneto también puede componerse por dos serventesios en lugar de los cuartetos. Por ende, este y todo soneto es una composición poética en arte mayor, de cuatro estrofas, dos de cuatro versos que, generalmente, actúan como introducción al poema, y dos de tres versos que podrían tomarse como conclusión, pero en cuya secuencia hay continuación y coherencia.
En el primer cuarteto, cuya estructura es ABBA, se encuentran algunas incongruencias en la composición silábica de los versos: en el primer cuarteto, el número de sílabas de cada uno es respectivamente 11, 12, 11, 14; no obstante, las sinalefas logran el paralelismo convencional. En el segundo verso, se presenta una sinalefa en la unión vocálica del adjetivo posesivo su con el adjetivo amado, donde se forma, en este caso, un diptongo. El último verso del cuarteto presenta tres sinalefas: la primera, en la unión del adjetivo estrecho con el sustantivo abrazo; la segunda, en la unión directa del mismo sustantivo con la preposición a, y la tercera en la unión del pronombre con allegada. De esta forma, el número de sílabas en cada verso concuerda con lo establecido.
En este cuarteto se evidencia la variación del verso endecasílabo propuesta por Navarro Tomás: el primer verso es sáfico porque los acentos están presentes en la cuarta, sexta y décima sílaba: En el siniestro brazo recostada; el segundo verso es melódico porque los acentos los lleva en la tercera, sexta y décima sílaba: de su amado pastor, Silva dora; el tercer verso también sáfico: y con la diestra mano la tea, y el cuarto verso también es sáfico: con un estrecho abrazo a sí allegada.
Por otra parte, el yo poético cuenta en pretérito imperfecto el momento en que Silva estaba recostada en los brazos de su pastor amado.
En el segundo cuarteto, se presentan discordancias en el número de sílabas de todos los versos. El primero, el segundo y el cuarto aparecen con una sílaba de más, y el tercero con dos agregadas; sin embargo, las sinalefas y las sinéresis logran el paralelismo. En el primer verso la preposición de se une con el adjetivo demostrativo aquel; en el segundo y en el tercer verso, podría lograrse el paralelismo de sílabas con una sinéresis en el pronombre posesivo mía y el sustantivo alegría, sin embargo, la rima de los versos BB  no correspondería con los mismos versos del primer cuarteto; por tal motivo, en ambos versos se ignoraría la cesura de los dos puntos y de la coma para lograr las sinalefas: en el segundo verso, se uniría el verbo dijo con el determinante el, y en el tercer verso la unión sería entre el verbo vela y la conjunción y; por otra parte, entre suma y alegría. El cuarto verso queda de once sílabas con la sinalefa del adjetivo posesivo tu y del nombre amor.
Otro fenómeno que se presenta, en los versos BB de este cuarteto, es el encabalgamiento abrupto, denominado de esta forma por el número inferior de cinco sílabas que continúan en el verso 3 la parte inconclusa del segundo verso: el verbo vela continúa la idea del verso 2: le dijo: El corazón del alma mía.
Según la clasificación de Navarro Tomás, el primer verso es melódico: y de aquel dulce sueño recordada; el segundo verso es heroico, es decir, el acento lo llevan las sílabas 2, 6 y 10: le dijo: El corazón del alma a; el tercer verso es sáfico: vela y yo duermo. ¡Ay!, suma alegría, y el cuarto verso es melódico: cuál me tiene tu amor tan traspasada.
En esta estrofa, se continúa con la imagen presentada en el primer cuarteto, pero en pretérito simple; por otra parte, el yo poético le da voz a aquella que en los brazos del pastor se había recostado.
Ahora bien, los tercetos tienen la estructura ABC ABC, en arte mayor, y en el primero, el número de sílabas no concuerda en los dos últimos versos. Sin embargo, la sinalefa y la sinafía logran el paralelismo.
En el segundo verso del primer terceto, hay sinalefa en la unión de la conjunción que con el verbo estoy y en el adverbio muy y el adjetivo herida. El problema parece presentarse en el tercer verso de este terceto, ya que ni la sinalefa ni la diéresis pueden ayudar a la formación de los once versos: en unos abrasadísimos amores tiene doce y la única forma de equipararlo es con la sinafía, que consiste según Miguel Ángel Garrido[2], en una sinalefa entre el final de un verso y el principio del siguiente; de esta forma, herida se uniría con en.
Según Navarro Tomás, el primer verso es enfático, es decir, los acentos los llevan la primera, la sexta y la décima sílaba: Ninfas del paraíso soberanas; el segundo verso es heroico: sabed que estoy enferma y muy herida, y el tercer verso es también enfático: en unos abrasasimos amores.
A diferencia de la anterior estrofa, en la que Silva, la mujer recostada en los brazos del pastor, le habla directamente a éste, en el primer terceto, el vocativo lo hace para las Ninfas del paraíso soberanas, a las que les cuenta que está enferma y herida en unos amores que queman.
En el segundo terceto, la incongruencia en el número de sílabas se presenta en el primero y último verso, ya que aparecen con doce cada uno. La sinalefa de la preposición de con el adjetivo odoríferas normaliza el verso uno, y la unión entre la preposición de con el adjetivo amenas vuelve endecasílabo el verso.
Según la clasificación de Navarro Tomás, el primer verso sería heroico: cercadme de odoferas manzanas; el segundo verso sería melódico: pues me veis como nix encendida, y el último verso, también melódico: y cercadme también de amenas flores.
En esta parte final del poema, Silva continúa dirigiéndose con su voz a las ninfas a las que pide solución por su estado de encendida, con flores que sean gratas y manzanas que huelan bien. 
No obstante, todo lo anterior conlleva un significado profundo. Para empezar, podría afirmarse que en el soneto se encuentra la oposición entre tranquilidad y preocupación, como metatérminos superiores del marco de oposición de valores; por tal motivo, el paso de la tranquilidad a la preocupación no se da de forma directa, sino que se evidencia de manera clara en el paso de la tranquilidad a una menos (–) tranquilidad que guarda estrecha relación con la preocupación; de igual forma, el paso de la preocupación a la tranquilidad, que Silva busca, no es directo; antes debe aparecer como solución la consumición. 
Ahora bien, la tranquilidad se muestra en las dos primeras estrofas del soneto; hay adjetivos que funcionan como elementos figurativos durante todo el poema. En los dos cuartetos, aparecen adjetivos, sustantivos y verbos que muestran semánticamente cierta paz asociada a lo que el yo poético está diciendo: en la primera estrofa, los adjetivos recostada, allegada, Amado Pastor y estrecho abrazo poseen dicha característica. En el segundo cuarteto, el sustantivo sueño, los adjetivos dulce y recordada y los verbos vela y duermo conllevan una carga semántica de tranquilidad. Sin embargo, tal parece, que a partir del segundo hemistiquio del tercer  verso del segundo cuarteto, hay adjetivos y adverbios que no cumplen la misma función que los anteriores: el adverbio tan y los adjetivos suma y traspasada, sin dejar a un lado claro está, la interjección ¡ay! son elementos que, como catástrofes, parten, en un antes y un después, el poema de Luisa de Carvajal. En el primer terceto, los adjetivos soberanas, enferma y herida y el superlativo abrasadísimos, relacionado con el adjetivo encendida del último terceto, son semánticamente diferentes a los de los cuartetos; indican problema o preocupación. No obstante, en el segundo terceto reaparecen los adjetivos que indican tranquilidad incluso acompañados de sustantivos afines en carga semántica: odoríferas manzanas y amenas flores; la consumición de Silva va ligada, en esta parte del soneto, a la tranquilidad que vendrá después, y por ende, al adiós de la preocupación. El uso de estos adjetivos al final indica la paz que desea Silva en el momento que clama a las Ninfas.   
A partir de aquí, lo anterior se asociará al contenido superficial del poema y a algunas características de la corriente literaria en la que se ubica a la autora, para intentar hallar el significado profundo del soneto que se analiza: En el siniestro brazo recostada.
El primer cuarteto, como ya se dijo, presenta al yo poético describiendo la forma como Silva estaba recostada en su amado pastor. Luisa de Carvajal y Mendosa fue una poetisa mística del siglo de oro. Es ubicada en el Barroco, pero mantiene el toque pastoril del Renacimiento liderado por Juan Boscán y Garcilaso de la Vega. En la poesía religiosa de Luisa de Carvajal aparece el carácter pastoril indicando su Deidad suprema. Por tal motivo, puede decirse que al Amado pastor al que se está refiriendo es el mismo Dios. Generalmente, el Amado pastor aparece en los bien llamados “Poemas espirituales de Silva”. A propósito, Silva es un personaje constante en la poesía de la autora española. Tal parece que con ese nombre se está refiriendo a ella misma, ya que es un anagrama del suyo: Luisa. El primer cuarteto presenta, entonces, a Silva dormida en el brazo de su Amado pastor quien la tiene a sí allegada, en una tranquilidad absoluta.
El segundo cuarteto muestra el cambio de voz del yo poético; a partir de esta estrofa quien habla es Silva. Primero se dirige a su Amado Pastor, diciéndole que el corazón de su alma vela, mientras ella duerme. Lo particular de estos versos es que no dice “el corazón de su cuerpo” sino de “su alma”, y el alma es un concepto católico-religioso, que perdura por siempre. Hasta ahí, la tranquilidad es evidente. Sin embargo, el último verso presenta el posible punto de transformación  del sujeto del poema, ya que habla de un amor que la tiene “tan traspasada”, es decir de límite superado, más allá de lo común.
Aunque en el último hemistiquio del verso que precede al que se comenta, se hace evidente la suma alegría que siente al ver que el amor hacia su amado traspasa límites, parece también que ese amor la preocupa sobremanera por lo que pide en los tercetos del poema.
En el primer terceto, Silva cambia de vocativo; ahora se dirige a las ninfas del paraíso, como Garcilaso en el soneto XI, para informarles de su enfermedad y de los abrasadísimos amores que la envuelven, y que la preocupan e inquietan; por tal motivo, pide ayuda. En ese punto hay cosas por tener en cuenta: el Barroco continuó con muchas de las características del Renacimiento, en las que se cuenta la revaloración de la antigüedad grecolatina.  Por esta razón podría decirse que la autora, aun perteneciendo a congregaciones católicas usa las Ninfas, caracterizadas por el privilegio de curar dolencias en la metodología griega, como elemento característico del movimiento de su época; por la misma razón, en el último terceto nombra al Ave Fénix.
Por otra parte, las ninfas, por lo general, habitan en las aguas. Esta sería otra de las razones por las cuales Silva invoca a las Ninfas: porque su problema es con fuego: abrasadísimos amores, Fénix encendida. Las Ninfas ayudarían en su problema con la efectividad del agua en el fuego, aunque lo que pida Silva esté lejos de esta idea.
La preocupación de Silva radica en que está enferma y herida. Esa enfermedad podría tomarse como un amor más allá del límite, en unos abrasadísimos amores que la hacen ver a ella como Fénix encendida, según el último terceto. En este caso, como en muchos otros, el fuego estaría simbolizando la pasión, una pasión que explicaría la preocupación de Silva, porque es hacia su Dios; explicaría también por qué se siente tan traspasada por el amor y porqué la necesidad de invocar la ayuda de deidades griegas: no podía confesarle a su amado pastor que su amor por él la tenía abrazada en llamas. Hay quienes afirman que los poemas de Luisa Carvajal y Mendosa son religiosos y exaltan su amor místico por Dios, casi a veces de un modo sexual.
El terceto final, parece la forma de lograr la solución del problema o de la preocupación. Silva pide a las Ninfas que la cerquen con flores amenas y con manzanas de grato olor, pues así dejaría su estado de fénix encendida. La razón de esto tiene fundamento mitológico: el Ave Fénix formaba un nido con plantas aromáticas que se consumían con ella cuando culminaba un ciclo de su existencia; literalmente se afirma que “cuando el alma del Ave sentía próximo su fin (cada 500 años), formaba un nido con plantas aromáticas que eran consumidas por el sol con sus rayos, y allí moría”[3].
Pues bien, Silva pide que la cerquen con flores y odoríferas manzanas porque quiere consumirse: así acabaría su preocupación. Así volvería a nacer, en la paz e inocencia de todo aquel que nace, con la misma alma de corazón propio que velaría todo el tiempo, contemplando a su Amado Pastor, mientras su cuerpo de bebé dormiría, entre Sus brazos.       




BIBLIOGRAFÍA           

GARRIDO, Miguel Ángel. Nueva introducción de la teoría de la literatura. Madrid: síntesis, 2001, p. 254.


ANIMALES MITOLÓGICOS. (Página consultada el 29 de diciembre de 2010) [En línea] Dirección URL: http://proyectoarcadia.fortunecity.es/unicornio/animalesclasicos.html#fenix







[1] GARRIDO, Miguel Ángel. Nueva introducción de la teoría de la literatura. Madrid: síntesis, 2001, p. 254.
[2] Ibid, 247.
[3] Tomado de: http://proyectoarcadia.fortunecity.es/unicornio/animalesclasicos.html#fenix

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