sábado, 20 de enero de 2018

Cuento: "El pueblo de la igualdad de género"

El pueblo de la igualdad de género
Jhon Monsalve
Imagen tomada de: http://ariesonline.com.ar/noticia/10441/hoy-inicia-jornada-nacional-de-educacion-en-igualdad-de-genero

Las violadoras de aquel pueblo defensor de la igualdad de género empezaron a preocuparse porque por fin las descubrieron. Tras años de responsabilizar y de publicar en noticias la culpabilidad que recaía únicamente sobre los violadores, los y las periodistas habían dejado a las violadoras libres y tranquilas para cometer los actos sexuales mal valorados por esta cultura que, aparte de ser creyente en Dios y lectora de una Biblia bastante misógina, defendía –vaya paradoja-- a capa y espada la igualdad de la mujer en una sociedad patrialcal y machista.
Algo similar pasó con las marihuaneras y consumidoras de bazuco. Se generalizaba tanto con el uso del plural masculino, que habían quedado ajenas a todo juicio social, y, por tanto, encajaban dentro de una comunidad siempre libre de todo tipo de pecados. Las borrachas estaban también bajo la mira y empezaron a ser sorprendidas en lugares semioscuros en donde los billetes de la quincena desaparecían al ritmo de las cervezas y los hombres solicitados a la carta. Los hijos de estas señoras lloraban de hambre en sus casas, como lo habían hecho siempre, pero, por lo menos, ahora tenían la esperanza de ser escuchados: ya no había solo borrachos en este lugar, sino también --y consecuente con la igualdad de género, casi en la misma proporción-- había borrachas.
Las asesinas protagonizaban frecuentemente los titulares de las noticias. Los diarios amarillistas intentaban matizar el discurso para que no sonara tan fuerte. Los periódicos más respetados y serios no caían en eufemismos; eran bastante imparciales: la palabra asesina, para seguir los rasgos propios de esta cultura, cuando no iba en mayúscula, iba en rojo intenso. Por tal motivo, solo los intelectuales o gente muy culta leía este tipo de periódicos, que ya empezaban a ser considerados de izquierda y, sin saber por qué, también ateos.
En este pueblo la fealdad de las mujeres no es un tabú. Los abuelos de hoy recuerdan que, en tiempos remotos, todas las mujeres eran bellas y que se consideraba irrespetuoso decirle a alguna Fea, por muy desproporcionado que tuviera el rostro. Pero, en aras de la igualdad de género, así como criticaban la fealdad masculina, las mujeres también fueron consideradas feas, hasta el punto –-vaya sorpresa—que los y las periodistas más respetados y respetadas sacaron a la luz una información que atrajo el interés de los académicos y académicas más importantes: por una cantidad considerable, había más mujeres que hombres en la situación, ahora incómoda, de pertenecer a la categoría de los monstruos.
Fue tanta la importancia de la igualdad de género que las jefas de ciertos trabajos brindaron oportunidad solo a las mujeres, hasta el punto que los hombres casi que protestaban por otra igualdad en donde cupieran todos. Entonces, de la misma manera como muchos hombres lavaban y planchaban en la casa, las mujeres fueron contratadas en oficios que habían sido exclusivos del género masculino durante muchos años: las obreras de construcción trabajaban de sol a sol para llevar a casa el sustento diario, no sin antes tomarse una cerveza al compás de buenos vallenatos de Los Inquietos y del Binomio de Oro.

Hoy por hoy, los hombres del pueblo siguen con la idea de enunciar protestas para lograr una igualdad social de género, mientras los y las periodistas y los académicos y las académicas tratan de concientizar a la multitud masculina para que respeten las normas, tanto lingüísticas como políticas, instauradas en este pueblo.

2 comentarios:

  1. Saludos, profesor Jhon, qué agradable es la lectura de sus textos.

    Este me recuerda las clases de Ética con el profesor Freddy allá en la UIS, cuando él señalaba que las mujeres querían y buscaban todo lo malo del hombre, y no impulsaban las virtudes de estas en ellos.

    Justo hoy leí Aura, de Carlos Fuentes, y por si no lo recuerda, le dejo el epígrafe:

    El hombre caza y lucha. La mujer intriga y suea; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación... Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer...

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    1. No lo recordaba. Qué oportuno. Muchas gracias por sus comentarios. Un saludo cordial.

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