lunes, 13 de diciembre de 2010

Visión onírica

Otra vez ese sueño! Me desperté hoy, después de 21 años de haber respirado por vez primera el oxígeno inmundo de esta ciudad inmunda, que apodan “Bonita”, pero que, para mí, ha sido un roto, un hueco donde me ubican como paria junto al basurero apodado “Norte”, bien lejos de la ciudad… Me desperté y recordé la imagen de ese 11 de febrero que ha atormentado mis noches por casi 4 años, pero la imagen, pensándolo bien, no me recuerda nada, más bien me avisa la forma en que mi vida se despedirá del tiempo, y para siempre. Sueño que el bus se sale del camino y que mi conciencia no muere, pero que mi cuerpo se parte en milímetros y se quema poco a poco, poro a poro…
Y saber que esta tarde no sonará esa canción que antaño oía, y que me hacía pensar que no celebraban un año más de mi vida, sino el logro de uno menos; esta tarde no sonará esa canción, por lo menos no en coro.
Hay cosa que detestan de mí esas gentes que también detesto, cosas como mi obsesivo amor por la literatura o por la gramática, cosas como mi respiración o mi odio por esta vida hijueputa, a la que, desde hace tres meses, empecé a borrarle el adjetivo, gracias a la presencia de Y. en mi vida; pongo Y. como la narradora de La loca de la casa pone M., para hablar de quien ama.
Si alguien me canta esa canción, recordaré el error gramatical, ese mismo que la alegría le tapa a algunos y la indiferencia le oculta al resto:
Cumpleaños feliz
te deseamos a ti (…)
Que los cumpla feliz
que los vuelva a cumplir
que los siga cumpliendo
hasta el año 10000. (Cuando yo era niño, decían 3000, de un momento a otro le aumentaron 7000 años para crear esperanzas estúpidas.)
¿Lo vieron?, ¿se dieron cuenta del error? La canción empieza tuteando y termina deseándole cosas imposibles a una tercera persona del singular, y nadie se da cuenta de esto: a mí, la indiferencia de antaño hacia esta canción me reveló el error, a ustedes, la diferencia a esto se lo tapa…
El 11 de febrero de 2007, a la hora que habitualmente tomaba el bus para irme a trabajar como heladero a otro hueco de la ciudad, el bus que me habría de llevar ese día lluvioso a venderle helados al clima se fue a botes por el abismo que embellecía mi sucio barrio, se fue a botes por el abismo de mi memoria y de mis sueños por siempre… Por suerte, el 10 de febrero de ese año no dormí en mi casa, por suerte no vi los muertos, ni los humos, ni los llantos… Sin embargo, ese suceso se repite en mis visiones oníricas, como se repiten los orgasmos de los onanistas, y me vuelvo en el principal testigo de la muerte de muchos, y sufro de ganas de no morir tan pronto, no ahora que Y. está a mi lado… y me enfermo sólo con intuir que algún día deje de ser yo el único protagonista con conciencia viva en mis sueños, después de mi muerte somática, y que Y. aparezca de un momento a otro para sentarse a mi lado en el bus onírico, para no permitir soledad en mi muerte…

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