martes, 9 de agosto de 2011

Reseña de Orestes, de Eurípides

EURÍPIDES, “Orestes”. En: Esquilo, Sófocles, Eurípides obras completas. Madrid: Ediciones Cátedra, 2004. Pág. 1257-1307.

El dramaturgo griego nos presenta en Orestes las consecuencias del asesinato del matricida atormentado por las Euménides. Yace el personaje en una litera, mientras Electra lo cuida y ruega al coro que no hablen fuerte porque pueden despertarlo. Los ataques de locura del protagonista cesan en la medida en que se desenvuelve la tragedia. Eurípides relata los acontecimientos antes y después del evento y ejemplo democrático argivo, donde decidieron dar muerte a los asesinos.

Seis días después de la muerte de Clitemnestra, Orestes yace en una cama atormentado por las negras diosas, mientras su hermana le da la noticia de que su única esperanza de salvación, Menelao, su tío, había arribado a Argos. Luego de esta llegada, de que el coro se compadeciera del enfermo y de que el recién llegado hiciera lo mismo, Orestes le pidió a este último que los ayudara para que el pueblo no decidiera la muerte para dos, aprovechando que el que escuchaba la petición debía de sentirse en deuda con Agamenón. Sin embargo, arriba Tindáreo, padre de Clitemnestra, y amenaza a Menelao con no dejarlo tocar de nuevo tierra espartana, si decidía ayudar al joven asesino; no obstante, éste decide apoyar a sus sobrinos pero con palabras, sin utilizar armas (a propósito, de las que carecía), a lo que Orestes interpretó como cobardía. Cuando Pílades llegó a su lecho, el enfermo le narró lo sucedido y entre los dos decidieron ir, opinar y refutar al lugar del juicio; claro está, sin informarlo a Electra, que de seguro trataría de impedirlo. Después de una corta intervención del coro, apareció la del complejo que se enteró del lugar al que su hermano había partido, y se preocupó. Momentos después, arribó un mensajero que contó todo lo ocurrido en el juzgado argivo destacando las intervenciones de cuatro individuos que opinaron acerca del futuro de los hermanos matricidas. Sin duda, el hablante que sobresalió en el relato del mensajero fue el dirigido por Tindáreo y que proponía la muerte a pedradas… Ningún argumento defendió a Orestes que finalmente decidió suicidarse con su hermana. El hijo de Agamenón llega al lugar donde estaban Electra y el coro para informar el suicidio próximo, ésta le pide que la asesine, pero su hermano se niega, mientras Pílades propone un plan para vengarse de Minelao antes de morir; sin embargo, Electra propuso uno mejor en el que no había que morir y podía lograrse el mismo objetivo.

Junto al coro que se divide en dos, Electra vigila la llegada de Hermíone o de cualquiera que pudiera dañar el plan suicida, mientras su hermano y su prometido entraban al palacio en busca de Helena para matarla. Cuando llegaron, se arrodillaron frente a sus rodillas y, luego de engañarla con mentiras, Pílades encerró a los esclavos de la víctima y Orestes la degolló, después como por arte de magia desapareció. Estos sucesos Eurípides los contó utilizando la voz de uno de los frigios.

El autor termina su relato con la presencia de Febo, y podría decirse que da a la tragedia un ingrediente novelesco. Después de que Electra animó a su futuro esposo y a su hermano para asesinar a su tía, engañó a Hermíone para que entrara al palacio donde se convirtió en rehén de Orestes. Menelao llegó, después de enterarse de lo sucedido, sin creer lo de la desaparición, y, entre amenazas de Orestes de incendiar el palacio y de degollar a Hermíone, apareció Apolo con Helena viva y de manera imperativa predijo el feliz futuro de los presentes: Orestes se casaría con la rehén; su hermana, con Pílades, y Helena se convertiría en diosa.

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