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viernes, 30 de octubre de 2020

Reseña del libro "Estigma", de Erving Goffman

 

RESEÑA DEL LIBRO ESTIGMA, DE ERVING GOFFMAN

Jhon Monsalve 


Imagen tomada de: https://www.amorrortueditores.com/Papel/9789505181995/Estigma
 

Goffman, E. (2012 [1963]). Estigma: la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu

1. CONTEXTO DE LA OBRA

Para comprender las propuestas de Erving Goffman en Estigma (1963), es necesario ubicar al autor, en al menos, dos contextos: el científico y el social. Goffman es sociólogo. Se interesa por las relaciones de los humanos en el transcurrir de la vida cotidiana y, a su vez, por el comportamiento social de los enfermos mentales. Tales intereses nacen de su aproximación hacia los sociólogos clásicos, tales como Durkheim, Weber y Parsons, así como de los teóricos del interaccionismo simbólico, del renacer de la fenomenología y del estructuralismo. A pesar de tener una influencia general de estos antecesores, es fácil ubicarlo, sobre todo y respetando las distancias, dentro del interaccionismo simbólico[1].

Por otra parte, la obra surge en un contexto en donde las diferencias y las desigualdades sociales se ofrecen a flor de piel. Dentro y fuera de los límites de Estados Unidos, se pueden referenciar ciertos sucesos de estigmatización, que hacen de la obra goffmaniana un libro pertinente en pro de las necesidades sociales del momento. Verbigracia, Luther King, quien defiende los derechos de las negritudes, propone marchas y aviva a su gente para la dignificación racial. En Alemania, se construye el Muro de Berlín, dos años antes de la publicación del libro. Y nuevamente en Norteamérica resurge el Movimiento Feminista, en plena crisis de los sesenta[2]. Estas son sin, duda, las acciones iniciales, desde la academia, para la comprensión de la diversidad y de las propuestas favorables para las minorías.

 2. BREVE BIOGRAFÍA DEL AUTOR[3]

Erving Goffman, aunque nace en Canadá en 1922 y muere en Estados Unidos sesenta años después, es descendiente judío y, por tanto, pasa su vida en la experimentación directa de ser el “otro”. Este dato llama profundamente la atención, debido a que, coincidentemente, el libro Estigma es, en esencia, un acto de ubicarse en el lugar del otro, del divergente y de las acciones del desviado social, tal como se aborda a lo largo de esta reseña.

Goffman se casa con una señorita de familia prestante en Boston y, paradójicamente, con los años, esta mujer se suicida por motivos mentales, que son estudiados en diversas clínicas por parte del sociólogo. Sus investigaciones se reconocen en Estados Unidos y en Europa entre los años sesenta y los ochenta y adoptan un toque revolucionario dentro de los límites de la academia: es un defensor de la antipsiquiatría y de los métodos usados para medicar y calmar a los pacientes.

Entre las obras más significativas, se encuentra Asylums, estudio primario en sociología en torno a las discapacidades mentales (de aquí surge la paradoja con la muerte de su esposa); Encounters: Two Studies in the Sociology of Interaction, libro de influencias directas del interaccionismo simbólico; The Presentation of Self in Everyday Life, uno de los estudios sociológicos más reconocidos, dentro del cual se mantiene el enfoque cualitativo y el método observacional de investigación característico de su tesis doctoral; y, entre otras obras, aparece Stigma, en 1963, texto fundamental para el estudio de la integración e interacción social de los sujetos normales y los estigmatizados.

 3. ESTRUCTURA DEL TEXTO

Estigma: la identidad deteriorada, se estructura en cinco capítulos, antecedidos por un prólogo en el que Goffman explica la metodología de análisis de las situaciones de sujetos estigmatizados. Dice basarse en otros estudios de orden sociológico y clínico, a partir de los cuales compila discursos de sujetos estigmatizados. A lo largo de cada capítulo (aunque esta característica disminuye notablemente en los dos últimos), el autor presenta su perspectiva teórica fundamentada en citas textuales de sujetos estigmatizados. Cada apartado, se divide, a su vez, en subtítulos que anteceden la conceptualización teórica esencial de sus propuestas, tal como se evidencia en las ideas primarias y secundarias del siguiente punto.


 4. TESIS PRINCIPALES Y SECUNDARIAS

Con el ánimo de exponer críticamente las tesis de cada capítulo, se opta por presentar, en negrilla y cursiva, la idea principal, y por desarrollar, paso seguido y en letra estándar, las secundarias. Así las cosas, aparece primero, y a modo de cabezote, la tesis fundamental y, después, las ideas complementarias. 

Tesis principal del capítulo I, “Estigma e identidad social”: La carrera moral, entendida como el proceso de adaptación social por parte de los estigmatizados, es el fundamento de los estudios sobre el estigma, pues en tal proceso suceden las relaciones sociales que interesan al sociólogo: entre los normales y los estigmatizados y entre los sabios y los iguales.

Goffman presenta, desde un principio, una definición de estigma relacionada directamente con la conexión entre atributo (o cualidad de ser de cierta manera) y estereotipo (consenso social sobre un aspecto de la identidad). En tal conexión existe una función de desacreditación que desfavorece al sujeto estigmatizado. Por otra parte, el autor plantea, siguiendo este concepto, tres tipos de estigmas: físico, relacionado con las cualidades externas y observables del sujeto; defectos de carácter, entendidos como las acciones no avaladas socialmente: el desempleo, el alcohol, el homosexualismo, etc.; y los estigmas tribales, que se heredan de una generación a otra (aquí cabe la raza, la nación, etc.). El autor centra la atención, sobre todo y a lo largo de sus argumentos, en los dos primeros. 

Desde el primer capítulo, el autor deja en claro uno de los fundamentos de los estudios posteriores que favorecerían las propuestas de igualdad social sin discriminación: las relaciones entre los sujetos que poseen algún estigma y los sujetos llamados “normales”. Es cuestionable, desde las teorías actuales, la denominación de normal, pues, por carga semántica opuesta, configura a los estigmatizados como anormales. No obstante, el término es solo un concepto para dar cuenta de las distancias sociales que existen entre aquellos que viven una vida normal y otros que sufren los desagravios de la sanción social[4].

Lo que queda claro, sin duda, es que, entre la normalidad y la estigmatización, existen otras categorías que surgen de la proxemia entre los estigmatizados y entre estos y los normales: por una parte, aparecen los iguales, categoría en la que se incluyen todos los sujetos considerados estigmatizados, y, por otro lado, aparecen los sabios, aquellos normales que, incluidos y aceptados dentro del grupo de los estigmatizados, saben comprenderlos y pueden orientarlos. En los diversos ejemplos que presenta el autor, se evidencia, verbigracia, el apoyo de enfermeras hacia sus pacientes estigmatizados, caso en el cual una persona normal guía y protege a los estigmatizados. En otras palabras y haciendo alusión a terminología del tercer capítulo, un sujeto del exogrupo de estigmatizados es bienvenido, en función de sabio, al endogrupo, con el fin de aportar, proteger y defender las formas de vida de los “anormales”.

A esta necesidad social de que el estigmatizado se incluya dentro del grupo de los normales, se le denomina “carrera moral”, término clave, no solo para el primer capítulo, sino, en general, para el desarrollo metodológico de lo propuesto por Goffman: lo que interesa a la sociología son las estrategias, con sus características, ventajas y limitantes, que planteen los sujetos normales para aceptar a los estigmatizados, así como las estrategias de estos últimos para inmiscuirse en las aceptaciones de los normales. 

 

Tesis principal del capítulo II, “Control de información e identidad personal”: El sujeto estigmatizado encubre o enmascara su identidad con fines estratégicos, dentro de las relaciones sociales que establece, lo cual da pie a que se configure una biografía propia y se construya otra por parte de los sujetos que lo rodean.  

Uno de los conceptos fundamentales desarrollados durante el segundo capítulo es, sin duda, el de identidad personal. Para Goffman, este término se comprende solo si existen dos características: 1) Marcas positivas, es decir, cualidades propias de la identidad física del individuo que lo diferencian de los demás y 2) combinación de los ítems de la historia vital, entendida como la amalgama biográfica, de carácter y de experiencia, que identifica al sujeto de los demás a lo largo de su existencia.

Con estos dos factores característicos de la identidad personal, el autor explica la importancia de la biografía en el estigmatizado y de los otros como biógrafos. Antes de mostrar tales diferencias, es indispensable comprender que, tras fines estratégicos, el sujeto estigmatizado encubre parte de la identidad que lo acompleja, hasta el punto que él mismo crea para los demás una imagen que lo favorece dentro de los contextos diversos de sociabilidad. La biografía que el sujeto “anormal” puede construir ante los demás suele ser estratégica y, por ende, dinámica.

El reconocimiento de la audiencia permite al sujeto estigmatizado actuar de una u otra forma, dependiendo de los lazos de proxemia que instaure con los diversos grupos. Ante la familia, es más fácil llevar la carga del estigma que ante desconocidos, o viceversa, si las circunstancias biográficas de ese sujeto así lo requieren. Es aquí cuando la identidad personal se integra con el fundamento de la identidad del sujeto en sociedad, hasta el punto de configurarse la categoría de identidad social, cuando el sujeto estigmatizado asume roles diferentes y de forma pertinente frente a los demás.

Es evidente que el autor se propone la comprensión social de las relaciones instauradas por sujetos estigmatizados y normales. Dentro de tal fin, da lugar no solo a la biografía, construida por los estigmatizados, sino también ofrece el análisis de la biografía que crean los otros sobre el sujeto “anormal”. Dentro de esta composición biográfica, Goffman propone dos tipos de reconocimientos que permiten la identificación parcial o total del individuo estigmatizado. En primer lugar, el reconocimiento cognoscitivo, entendido como aquel en que el biógrafo conoce de forma superficial al sujeto; y en segunda instancia, el reconocimiento social, comprendido como aquel conocimiento amplio de un sujeto sobre algún estigmatizado. Las versiones biográficas pueden variar en dependencia del tipo de reconocimiento del sujeto social frente al “anormal”.

Uno de los factores más enfatizados por el autor es la cualidad de encubrimiento por parte de los sujetos estigmatizados. Se comprende la razón: una biografía que surja de los otros es más o menos completa, según el nivel de encubrimiento del “anormal”. El autor considera que, siendo una de las características más notables de los estigmatizados, el encubrimiento forma parte de la conceptualización del proceso de control de identidad. Para ello, propone cinco tipos de este actuar: 1) Se ocultan o borran los signos, tales como nombres, que han sido parte del estigma. Aquí se comprende la razón por la cual muchos delincuentes se cambian el nombre o proponen un alias para sus fechorías. 2) Los sujetos disminuyen el estigma, de tal forma que haga parecer frente a los otros que su dificultad es mucho menor de lo que es en realidad. Por ejemplo, los sordos pueden similar ser distraídos o deprimidos, para pasar, ante los demás, como tales y no como carentes de oído. 3) La tercera estrategia de encubrimiento consiste en dividir sus acciones en dos grandes grupos: uno de los que saben y otros de los que no saben sobre el estigma. La idea del sujeto es hallar confianza y apoyo en los que sí saben, es decir, en parte de los sabios. 4) Los estigmatizados optan los distanciarse para evitar las relaciones interpersonales que los delatan y 5) tal vez, la más oportuna y que se logra con el transcurrir de la carrera moral: la capacidad de renunciar a todo tipo de encubrimiento y ser libre ante los demás.

El capítulo termina no sin antes presentar una precisión con el concepto de enmascaramiento, entendido como la estrategia del estigmatizado para incluirse en sociedad. Mientras que en el encubrimiento el “anormal” oculta sus cualidades poco favorables, en el enmascaramiento las disfraza o adapta para inmiscuirse dentro de los demás grupos sociales. Por ejemplo, un sordo puede practicar el volumen adecuado de la voz para actuar pertinentemente frente a los demás sujetos. Enmascarase es, por tanto, incluirse de la manera más “normal” posible a la sociedad.

 

Tesis principal del capítulo III, “Alienación grupal e identidad del yo”: El sujeto estigmatizado se encuentra en medio de una ambivalencia identitaria cuando siente vergüenza por los demás sujetos de su endogrupo al adoptar una mirada normal del estigma, pero, a su vez, se siente avergonzado con los suyos por experimentar tales sentimientos. Por tanto, el sujeto estigmatizado se aliena de su propio grupo buscando eliminar su diferencia con los normales; y, en el mismo sentido, los sujetos del exogrupo buscan la normificación, es decir, las formas para que el estigmatizado se sienta en confianza y tranquilo con el estigma.

Para Goffman, surge una ambivalencia en el estigmatizado cuando desea alienarse de su endogrupo para parecerse y encasillarse dentro de los normales. Las consecuencias que acarrea tal actitud conllevan una ambivalencia que consiste en el sentimiento de vergüenza del estigmatizado por pertenecer al grupo, así como la pena por avergonzarse de ellos. Entre las cualidades del sujeto estigmatizado, como se ha antecedido previamente, está el deseo por incluirse estratégicamente dentro de los normales; sin embargo, tal propósito trae consigo una ambivalencia: querer y no querer pertenecer al endogrupo.

En la misma línea, el autor describe la incomodidad del sujeto normal cuando establece relaciones con el estigmatizado. El deseo de normificación, es decir, la inclusión al grupo de los normales de aquel que sufre un estigma, es un proceso incómodo para el sujeto normal. Por tanto, Goffman propone ciertos párrafos orientados a la necesidad de apertura social por parte del estigmatizado, verbigracia: “Se considera que, si realmente se encuentra cómodo con su diferencia, esa aceptación tendrá un efecto inmediato sobre los normales, pues los ayudará a sentirse más tranquilos en situaciones sociales compartidas” (p. 151).  

Las actitudes sugeridas por el autor tienden a evitar lo que él mismo considera “alineación exogrupal”. Es común que los sujetos sociales se incomoden frente a la visión de un estigmatizado y, por tanto, desde el exogrupo, también termina siendo alienado. Aquel que sufre el estigma se aliena del endogrupo, pero, en el proceso de incluirse entre los normales, termina alienado por la incomodidad que, según el autor, genera en los demás seres sociales. Ante dicho panorama, es más que comprensible que Goffman opte por realizar, en un importante apartado del capítulo, cierto número de sugerencias para que las relaciones sociales entre normales y estigmatizados se desarrollen con mayor éxito.

Además de la aceptación que el estigmatizado debe sentir a sí mismo, Goffman propone las siguientes recomendaciones para evitar una segunda alienación del estigmatizado, esta vez por parte del exogrupo: En primer lugar, cuando se trata de un estigma físico, se recomienda que el estigmatizado procure mostrarse el mayor tiempo posible, antes de entablar una comunicación con los normales; así las cosas, estos últimos se acostumbran a la imperfección corporal y el impacto es menor. En segunda instancia, el autor sugiere a los estigmatizados que reciban gratamente las ayudas o apoyos que son ofrecidos por los normales, lo cual invita a crear lazos de confianza durante el proceso de normificación. Por último, es importante, según recomendaciones del autor, que el estigmatizado se crea más aceptado de lo que es, para que genere efectos mayores de confianza entre los normales: “En otras palabras, se le recomienda que corresponda naturalmente aceptándose a sí mismo y a nosotros, actitud que no fuimos los primeros en brindarle” (p. 154).

Desde una mirada actual del problema, bien puede considerarse que la responsabilidad de que los estigmatizados sean o no aceptados en sociedad recae directamente en ellos. En parte, según los argumentos de Goffman, es así. Sin embargo, se comprende también que, en los años sesenta y en el contexto del autor (se recuerda la lucha por la igualdad de las negritudes), interesan las posibilidades de inclusión de los sujetos estigmatizados. Un camino que propone Goffman es el del autorreconocimiento del estigma, para enfrentarse a los complejos de la sociedad. No obstante, el sujeto normal también tiene responsabilidades. Cabe aclarar que, a lo largo de todo el libro, configura un peso importante en el hacer del sujeto normal para la inclusión oportuna del estigmatizado. De este modo, quedan implícitas las recomendaciones para los normales con respecto al trato con los estigmatizados, las cuales se pueden resumir así: es posible y necesario, dentro de una mirada sociológica, normificar a los que sufren de un estigma.

 

Tesis principal del capítulo IV, “El yo y el otro”: La desviación normal es la base para la integración entre la identidad del yo estigmatizado y la identidad del otro normal. Llega el momento en que el estigmatizado puede actuar como el normal y, en ese caso, se borran las distancias entre el uno y el otro. Pasa lo mismo con los normales que juegan a ser estigmatizados. El desviado puede ser normal y este último puede ser desviado.

Goffman desarrolla los argumentos del cuarto capítulo (muy breve, en comparación con los anteriores) en función de la construcción identitaria del yo con respecto al otro. Da lugar a analizar la complejidad de adaptación de un sujeto normal que, tras un accidente, puede incluirse dentro de los grupos estigmatizados. Para el autor, no es compleja la confusión identitaria del sujeto en esta tentativa circunstancia, sino la preocupación de este por saber adaptarse a un contexto y a unas formas de vida desconocidas.

Tras la necesidad de ser aceptado, quien sufre el estigma debe desviarse de sus hábitos para adaptarse a otros (ya sea que haya recién adquirido la cualidad negativa o ya sea que la posea desde hace tiempo). Goffman denomina a esta acción “Desviación normal”, la cual surge siempre que el sujeto estigmatizado logra llegar a la meta de su carrera moral. Lo interesante, y siguiendo nuevamente los rasgos de la metodología comparativa utilizada, es que el autor plantea otra manera de dicha desviación: el sujeto normal puede desviarse cuando representa, por una u otra razón, el rol de estigmatizado.

 Desde la postura crítica del que reseña esta obra, la comparación parece ser algo forzada, pero comprensible dentro de ciertos momentos o situaciones en que los normales se mofan o juegan a actualizar el rol de un estigmatizado. Al respecto, el autor asegura que existen circunstancias en que el normal remeda al estigmatizado y que, incluso, sucede lo mismo a la inversa: el estigmatizado juega, en privado, a simular al normal. De esta forma: “(…) el individuo es capaz de representar ambas partes del drama normal-desviado” (p. 166).

Tras estos argumentos, el autor concluye un aspecto teórico que puede ser considerado de los más importantes de la obra: el estigmatizado y el normal no son personas, sino perspectivas, que se intercambian en relaciones sociales para construir identidades humanas.

 

Tesis principal del capítulo V, “Las divergencias y la desviación”: Un sujeto divergente es aquel que no se adhiere a las normas de un grupo, a pesar de ser consciente de que su colectividad lo puede marginar. Tal rechazo lo lleva a ser considerado un sujeto estigmatizado, en otras palabras, un divergente social, que termina haciendo parte de una comunidad igualmente divergente.

El último capítulo, que es el más breve, plantea una distinción importante entre desviación y divergencia. Goffman aborda en el cuarto apartado del libro, tal como se describe anteriormente, la definición de desviación normal, entendida como el juego de roles de los sujetos (estigmatizados y normales) para parecerse a los de su exogrupo. En el caso de los que sufren el estigma, tal desviación suele ser estratégica con el fin de incluirse dentro del grupo de los normales. La divergencia, por su parte, hace alusión a los sujetos que no se identifican con las normas de su endogrupo.

Goffman desarrolla dos tipos de divergencia: la endogrupal y la social. La primera consiste en la actitud de un sujeto estigmatizado que reniega de su grupo y, sin sentir vergüenza por sus iguales, desea pertenecer a los normales o a otros grupos (sea cual sea el caso). El autor no habla, justamente, en tales términos, pero su disertación en torno a cómo la identidad endogrupal no es reconocida por individuos que desertan de su colectividad inmediata hace suponer o permite inferir dos cosas: 1) la relación directa con los sujetos estigmatizados que no se reconocen en su endogrupo y 2) la estigmatización que sufren aquellos que, sin tener cualidades negativas notorias, son estigmatizados por renunciar a ciertos endogrupos.

La divergencia social es más abarcadora, pues se plantea la posibilidad de renegar las cualidades culturales y sociales en las cuales se nace y con las cuales el sujeto no se siente a gusto. En este tipo de divergencia caben los seres sociales que reniegan de su familia, de su religión, de su sistema político, y quienes, luego de renunciar a tales normas, son considerados dignos de estigmatización por los demás.

Habría hecho falta una conclusión general por parte de Goffman. Se entiende que cada capítulo es un todo en sí mismo, pero la complejidad de las propuestas merecía una mirada holística y breve de lo desarrollado a lo largo de las 180 páginas. Con motivo de suplir medianamente esta carencia, a continuación, se plantean unas conclusiones que pueden ser limitadas, pero, por lo menos, presentan una síntesis analítica de lo extensamente desarrollado por el sociólogo.

 5. CONCLUSIONES

Sin duda alguna, la obra de Goffman es una antesala a las relaciones de igualdad propuestas desde las teorías actuales de las ciencias sociales. El autor reconoce la importancia de los intercambios comunicativos entre estigmatizados y normales; por tal razón, plantea el estudio de la configuración indentitaria personal a raíz de las relaciones con los pertenecientes al exogrupo.  Desde el primer capítulo, entreteje la tela de sus argumentos con el hilo de las historias reales tomadas de periódicos y revistas de la época. La carrera moral, definida en las primeras páginas, se conecta de forma pertinente con los juegos de roles adoptados por los sujetos en el proceso de desviación normal. Las sugerencias que propone para los estigmatizados, con el fin de que sean incluidos en los grupos de los normales, se relacionan, así mismo, con la carrera moral, consistente en la optimización de las relaciones sociales entre las perspectivas (como culmina definiendo al estigmatizado y al normal). En últimas, se evidencia a lo largo de los capítulos una necesidad de inclusión social, que trasciende el fundamental análisis de las relaciones entre estigmatizados y normales.

 6. COMENTARIOS Y CRÍTICA

Por último, pueden plantearse ciertas críticas relacionadas, por una parte, con la terminología, y por otra, con las generalizaciones del último capítulo. El concepto de “normal” podría ser valorado negativamente por la asignación contraria al estigmatizado de ese mismo adjetivo: “anormal”. Aunque puede decirse que este juicio negativo se ofrece a la luz de las teorías actuales, cabe recordar que, en Lingüística, Coseriu (1952) ya había propuesto el concepto “normal” para hacer alusión a las formas diversas como se comunican comunidades lingüísticas (los dialectos, en este caso, eran considerados normales, en función de su hacer lingüístico dentro comunidades que así lo consideraban).

En cuanto a las generalidades del último capítulo, se insiste en la poca relación que ofrece el autor con respecto al tema que desarrolla: el estigma. Se habla de desviación y de divergencia endogrupal y social, pero no existe, de forma explícita, una conexión con los grupos de estigmatizados y de su relación con los “normales”.

Sin embargo, no cabe duda de que el propósito sociológico de Estigma es claro y pertinente: analizar las relaciones entre estigmatizados y normales, con el fin de comprender las características de las interacciones sociales que suceden entre ellos. Como se ha insisto en el transcurso de la reseña, Goffman plantea las bases de lo que serían las propuestas libertarias relacionadas con las igualdades. Además, el trabajo expuesto en el libro es apropiado para el contexto de los años sesenta en Estados Unidos, década de constantes recriminaciones de orden social.

 

7.      BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

Coseriu, E. (1973 [1952]): “Sistema, norma y habla” en Teoría del lenguaje y lingüística general. Madrid: Gredos (3ª edición revisada y corregida), 11-113.

Funes, M. J. (2018). Erving Goffman, su perfil y su obra. Tendencias Sociales. Revista de Sociología, (2), 5-22

Maneiro, B. L. (2003). En el aniversario de Erving Goffman (1922-1982). Reis, 47-61.

Tirado Mejía, Á. (2014). Los años sesenta: una revolución en la cultura. Penguin Random House Grupo Editorial SAS, Bogotá, Colombia.

Urteaga, E. (2010). Erving Goffman: vida y genealogía intelectual. Isegoría, (42), 149-164.



[1] Para comprender las influencias directas de este enfoque teórico-metodológico, se recomienda el artículo: Urteaga, E. (2010). Erving Goffman: vida y genealogía intelectual. Isegoría, (42), 149-164.

[2] Se sugiere como lectura complementaria el siguiente libro: Tirado Mejía, Á. (2014). Los años sesenta: una revolución en la cultura. Penguin Random House Grupo Editorial SAS, Bogotá, Colombia. Aunque el libro no aborda de forma exclusiva las diferencias o desigualdades sociales, presenta, en parte, un panorama global sobre estos movimientos sociales igualitarios en los años sesenta.

[3] Por cuestiones de espacio, se opta en esta reseña por acudir solo a los datos pertinentes del autor con respecto a su obra Estigma. Para los interesados en ampliar la información biográfica de Erving Goffman, se sugiere la lectura (amena, por cierto) de los siguientes estudios:  Funes, M. J. (2018). Erving Goffman, su perfil y su obra. Tendencias Sociales. Revista de Sociología, (2), 5-22 y Maneiro, B. L. (2003). En el aniversario de Erving Goffman (1922-1982). Reis, 47-61.

[4] En los comentarios finales de esta reseña, se halla una postura crítica al respecto, basada en la conceptualización propuesta por Eugenio Coseriu en 1952 sobre “Norma lingüística”.

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