RESEÑA
SOBRE LAS REGLAS DEL MÉTODO SOCIOLÓGICO,
DE ÉMILE DURKHEIM
Jhon Monsalve
Imagen tomada de: https://www.buscalibre.cl/libro-las-reglas-del-metodo-sociologico/9788497423762/p/1023025
Durkheim,
E. (2001). Las reglas del método sociológico. México: Fondo de Cultura
Económica.
Emile Durkheim, considerado el padre de
la sociología francesa, nace en 1858 en la hoy denomina Región de Gran Este. Al
principio de su vida, por influencias familiares rabinas, el autor de Las reglas del método sociológico es
practicante del judaísmo, religión que influye, de alguna manera, en su
pensamiento sociológico (Tapia Alberdi, 2016). En su juventud se interesa por
la filosofía, por la pedagogía y, de forma general, por la vida intelectual,
orientaciones que lo incitan a rodearse de grandes autoridades académicas del
momento, como Blondel y Rauh, en el ámbito de la filosofía, o como Berr y
Jullian en los estudios históricos (Tapia Alberdi, 2018).
Francisco Tapia Alberdi (2016; 2018) es
la autoridad más influyente de la literatura científica del momento con
respecto a la vida y las bases sociológicas de Durkheim. En sus trabajos ha
enfocado la atención en la manera como el contexto científico del momento
aporta en la configuración del pensamiento del sociólogo francés. Es innegable
la influencia desde, al menos, tres aspectos, aunque Tapia Alberdi (2016), en
su tesis doctoral, acopia con detenimiento otros tantos: en primer lugar, las
propuestas de Auguste Comte relacionadas con lo que denominó positivismo,
entendido por Tapia Alberdi (2016) como la corriente filosófica que descarta
cualquier valoración o intervención subjetiva sobre el fenómeno objeto de
estudio; en segundo lugar, es innegable la influencia del profesor Boutroux, de
quien adoptó el “postulado fundamental del ámbito de la filosofía de la ciencia
social, a tenor del cual la sociología, en cuanto disciplina científica, ha de
precisar su objeto de estudio distintivo y sus propios criterios de explicación”
(Tapias, 2018, p. 10); en última instancia, es conocido el interés de Durkheim
hacia la academia y la filosofía alemanas; en este contexto, el sociólogo en
mención construye su arsenal teórico basado en científicos que abordan el
concepto de la moral desde una perspectiva diferente a la francesa: mientras
que en el país de Durkheim la moral se estudia con discusiones en torno a la
ética, en Alemania este concepto lo toman como disciplina social que, incluso,
debería llevarse a las aulas de clase desde temprana edad (Tapias, 2018). Es
así como la moral, tan presente en los estudios durkheimianos, es preconcebida
en la academia alemana.
La vida y el contexto anteriormente
descritos son coherentes con las reglas propuestas en el libro que se reseña en
estas páginas. Si tales planteamientos tienden a ser positivistas, no hay
manera de juzgarlo, pues las primeras bases de los estudios del sociólogo
francés son, en parte, comteanas; si se evidencia en las descripciones que
siguen aspectos que abordan el valor de la moral como disciplina, no es
extraño, ya que las lecturas de Durkheim en Alemania permiten un cambio de
perspectiva con respecto de lo que se estudia en su país natal.
Las
reglas del método sociológico,
de Émile Durkheim (2001), cuenta con una introducción, en la que critica la
ausencia metodológica en los trabajos de sociólogos precedentes; seis
capítulos, dentro de los cuales se presentan apartados temáticos que exponen
las reglas para estudiar el hecho social, y una conclusión, en la que enfatiza
sobre el hacer sociológico en función de las reglas expuestas a lo largo del
libro.
El propósito de la introducción no
puede ser más claro: Durkheim critica a sociólogos de la talla de Mill y
Spencer porque abordan aspectos sociales sin definir parámetros metodológicos.
Para el sociólogo alsaciano, el hecho social debe ser estudiado con base en un
método definido a partir de reglas diversas que logren la consecución del
sentido de las prácticas sociales. Critica explícitamente la manera como se han
planteado, hasta el momento, los problemas de la sociedad, así como la nula
definición de reglas que permitan la comprensión del hecho social. Con este
libro, el autor propone un método para arribar al sentido de tales fenómenos.
El estilo de Durkheim conlleva siempre
una grata lectura. El texto está cargado de ejemplos, de definiciones, de
explicaciones sobre un mismo fenómeno y de contraargumentos constantes, que
determinan una calidad textual, propia de un pensador y autoridad académica de
la educación en su tiempo. No puede iniciar mejor sus argumentos que
presentando el objetivo de la sociología, desde su percepción: el hecho social, entendido como un
aspecto tangible, al que llama cosa, alejado
de ideologías y creencias. Con esta concepción del hecho social interrumpe una
tradición académica que considera más importante en la sociología lo abstracto
que lo visible; en sus palabras, la crítica se hace más clara: “Y en efecto,
hasta ahora, la sociología ha tratado más o menos exclusivamente no de cosas,
sino de conceptos” (p. 58).
En el primer capítulo el autor expone
el hecho social determinado por la coacción; es decir, lo que se reconoce en
sociología por este concepto no es más que la acción e ideología humana
determinada por factores existentes en la sociedad. En otras palabras: los
seres sociales piensan, creen y actúan según los sistemas de valores que se han
instaurado en los grupos sociales a los que pertenecen. Entre tales hechos
caben, para el autor, los siguientes: “(…) reglas jurídicas, morales, dogmas
religiosos, sistemas financieros (…)” (p. 42). Por tal motivo, el hecho social
es tangible: se evidencia la coacción de la sociedad sobre las prácticas que
representa.
El segundo capítulo complementa la
concepción del hecho social diferenciándolo de manera abierta de los factores
psicológicos. El autor enfatiza en la abstracción de la ideología y en la claridad
de los hechos tangibles. No basta con saber qué piensa un grupo social; es
importante reconocer las características de sus actuaciones. La crítica que
hace Durkheim al respecto es loable: existen prenociones o ideologías que
ocupan el lugar de los hechos, hasta el punto que “desfiguran el verdadero
aspecto de las cosas y que, sin embargo, tomamos por las cosas mismas” (p. 56).
Así nace, entonces, la primera regla del método sociológico: dejar a un lado
las prenociones, las ideologías o creencias sociales, para centrar la atención
en el hecho social, en la actividad
humana. El sociólogo debe buscar, así las cosas, fenómenos que guarden relación
con el grupo social, sin considerar la individualidad de los participantes; eso
sí: en esta segunda regla —considerada de
esta manera por el autor— es importante
que haya una recurrencia de características que configuren como propios de tal
sociedad a estos fenómenos.
En el tercer capítulo, Durkheim
desarrolla la idea de la normalidad de los hechos en distintas sociedades,
aunque, entre ellas, lleguen a considerarse inapropiados. Esto indica que un
hecho social es normal dentro de los sistemas de valores de la sociedad que lo
construye. Aunque otras sociedades valoren negativamente estos principios
sociales, el hecho sigue siendo considerado normal en el ámbito en que nace y
se desarrolla. De esta propuesta, surgen dos reglas para el análisis
sociológico: la primera va relacionada con la comprensión de dicha normalidad
en la sociedad objeto de estudio y la segunda expone que la generalización del
fenómeno solo es posible por la aglomeración social que permite comprender como
normal un hecho. En pocas palabras: la normalidad es inconcebible desde la individualidad.
En el cuarto capítulo, denominado “La
constitución de los tipos sociales”, el autor propone como posibilidad plantear
un método a partir del cual se identifiquen los tipos sociales, entendidos como
las características que hacen comunes a los integrantes de un grupo. De este
modo, es posible proponer una morfología
social comprendida como “la parte de la sociología que tiene como misión
constituir y clasificar los tipos sociales” (p. 131).
A partir de este capítulo, Durkheim se
interesa por la construcción y taxonomía de los tipos sociales, los cuales,
para ser reconocidos, exigen reglas particulares. El primer paso para esta
clasificación consiste, según se infiere entre líneas, en considerar solo un
conglomerado de integrantes de la sociedad, en vista de que es imposible
acaparar a todos como objeto científico. Paso seguido, se busca la sociedad de
segmento único, es decir, la sociedad primigenia o más simple, para establecer
una comparación con la sociedad estudiada, que permita el reconocimiento de
diferencias y similitudes.
A partir del quinto capítulo, “Reglas
relativas a la explicación de los hechos sociales”, el autor deja en claro su
método hipotético-deductivo que siempre lo ha caracterizado dentro del
paradigma positivista. Se cuestiona de manera más explícita por el método
apropiado de la morfología social y ofrece una respuesta directa: “Cuando se
trata, pues, de explicar un fenómeno social, es preciso buscar por separado la
causa eficiente que lo produce y la función que cumple” (p. 147). Durkheim
considera oportuno estudiar el hecho social desde el descubrimiento de sus
causas y, luego, a partir de ellas, hallar los efectos de manera más sencilla. La
función de una causa es, así mismo, fundamental para la comprensión del hecho
social: una cosa es reconocer la causa y otra, mucho más sólida, es identificar
su función dentro de un marco colectivo. De todo lo anterior surge una de las
reglas fundamentales de la morfología social: “La causa determinante de un
hecho social debe ser buscada entre los hechos sociales antecedentes, y no
entre los estados de la conciencia individual” (p. 164).
Finalmente, Durkheim argumenta, a lo
largo del último capítulo, que el método adecuado para comprender el hecho
social radica en la homogeneización de los efectos sociales y las causas que
los producen, a partir de la comparación. Para determinar estas causas, es
importante contrastar no solo los pueblos de antaño y del presente en los que
los fenómenos se presentan, sino también tales fenómenos en otras especies, aun
más pretéritas. Esto llevaría a que la causa de cierto efecto en un fenómeno se
pueda enunciar sin preocupaciones. Las palabras del sociólogo alsaciano dejan
entrever cierta esencia positivista, pero, a la vez, ofrecen una claridad
sinigual del método que propone: “Puesto que, por otra parte, los fenómenos
sociales escapan evidentemente a la acción del que opera, el método comparativo
es el único que conviene a la sociología” (p. 181).
Dentro de las ideas que sustentan la
tesis anterior, sobresale el hecho de que un efecto es producido, en una
sociedad, por la misma causa, independientemente del momento en que se mire. Esto
trasciende el propósito de la sociología que precede a Durkheim, que no es otro
diferente a la compilación de documentos derivados de comparaciones entre
sociedades del ayer y del hoy. El objetivo de Durkheim con su metodología es
llegar, incluso, a criticarlos y categorizarlos.
Para lograr el análisis y la selección,
Durkheim propone el método genético, en el que se compara un grupo de la
sociedad actual con los grupos de las precedentes, incluidas las primigenias:
“(…) se compararán las distintas formas que presenta, no únicamente entre los
pueblos de su especie, sino en todas las especies anteriores” (P. 196). Para el
autor, no existe otra manera que la descrita en estos párrafos para explicar el
hecho social, sino siguiéndolo “a través de todas las especies sociales” (p.
197).
A raíz de todo lo anterior —lo cual retoma
el autor, de manera breve, en los últimos párrafos—, se comprenden las razones
por las cuales a Durkheim se le conoce como el padre del socialismo francés. Se
hace necesario valorar sobremanera el aporte al método de análisis sociológico
inexistente para la época, el cual surge de los vacíos hallados por el autor
sobre los estudios sociológicos propuestos por Mill y Spencer, tal como se
describe supra; así mismo, se aprecia
la didáctica en el estilo de escritura que utiliza Durkheim para compartir las
ideas de forma ejemplificada y, por ende, clara. Las reglas que surgen de sus
planteamientos son básicas para entender los hechos sociales, es decir, las
cosas tangibles, derivadas de la coacción social que impera e influye en los
comportamientos, pensamientos y pasiones de los sujetos en sociedad. Las reglas
propuestas por el sociólogo francés no son más que el medio para reconocer cómo
los procesos de coacción han permitido que los sujetos sociales de ahora
construyan sentido tras las mismas prácticas sociales.
Es recomendada la lectura de este
libro, pero considerando los límites contextuales y de producción del conocimiento.
Aunque Weber es coetáneo a Durkheim, sus posturas sociológicas tienden a variar
en cuanto al objeto de estudio; para el sociólogo alemán, el fin último de la
sociología es, ya no el hecho, sino la acción social, que puede derivarse tanto
de procesos racionales como no racionales. En suma, mientras que Durkheim
enfoca su atención en la colectividad, Weber lo hace en la individualidad. ¿Una
perspectiva es más válida que la otra? La respuesta tiende a ser No, mientras
se comprenda, como lo hace Durkheim, que las formas de pensamiento y los actos
humanos surgen por coacción externa al sujeto; es decir, los dos sociólogos, consecuentemente,
plantean sus ideas influenciados por sus lecturas, entornos, experiencias que
han sido, de parte y parte, los fundamentos de sus propuestas sociológicas.
Bibliografía
complementaria
Tapia Alberdi. F. (2016). Fundamentos de la construcción del
pensamiento sociológico de Émile Durkheim, Bilbo: Servicio Editorial de la
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitateko Argitalpen Zerbitzua.
Tapia Alberdi, F. (2018). Émile Durkheim (1858-1917). Tendencias
Sociales. Revista de Sociología, (1), 5-20.
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