LA
SEMIOSFERA: SU CARÁCTER DELIMITADO Y SU IRREGULARIDAD
Jhon
Monsalve
Imagen tomada de internet
Lotman,
I. (1996). Acerca de la semiosfera.
En: La semiosfera I. Madrid: Ediciones Cátedra.
Iuri Lotman es conocido
como el fundador de la culturología. Aunque esta reseña no tiene el propósito
de definir este complejo término, no es difícil hallar la relación de la
semiosfera con él (partiendo de su etimología), en cuanto que esta no es más
que una representación de la cultura, con sus fronteras, sus intercambios, sus
traducciones, sus límites. Los nómadas en los grandes imperios, tomando un
ejemplo de Lotman, creaban sus fronteras, espacios de bilingüismo, en las que
se presentaban empalmes semióticos entre las diferentes culturas. Los distintos
grupos nómadas eran, entonces, variadas semiosferas en constante relación
cultural. Pero ya llegaremos a comprenderlo un poco más en el transcurso del
presente texto. Por el momento, esta reseña tiene como fin descriptivo y
analítico el primer capítulo del libro “La semiosfera I”, de Iuri Lotman. Este lleva por nombre Acerca de la semiosfera y funciona, en parte, como texto
introductorio al estudio de este continuum
semiótico.
El autor hace un breve
recorrido histórico de las teorías de los signos, propuestas, por un lado, por
Morris y Peirce, y por el otro, por Saussure. Tal recuento lo hace con el fin
de comentar el proceso de revisión que, para ese entonces, se estaba llevando a
cabo en algunos conceptos de la disciplina. El cambio considerable que ha
habido se enfoca en la manera como los semiólogos estudiaban particularmente
algún objeto semiótico, sin tener en cuenta que este, tomado por separado, no posee
la “capacidad de trabajar”. ¿Pero separado de qué? Del gran continuum semiótico denominado por el
semiólogo ruso Iuri Lotman: Semiosfera. Esta designación nace a partir de los
conceptos de biosfera y noosfera propuestos por Vernadski para explicar,
respectivamente, la superficie natural que transforma la energía solar en
energía física y química y la capacidad del hombre de razonar mientras ocurre
tal proceso. En la semiosfera, en lugar de transformaciones de energía, las
habrá simbólicas.
El capítulo expone dos
rasgos distintivos de la semiosfera: el carácter delimitado y la irregularidad
semiótica. El autor dedica unas cuantas páginas a cada uno de ellos. En el primero,
presenta el término “frontera”, entendido como el espacio bilingüe de una
semiosfera particular, en el que se traducen elementos del mundo alosemiótico,
es decir, del estado de las cosas que no pertenecen a este continuum específico,
sino a otro u otros. Iuri Lotman (1996) expone como una función más de la
frontera el hecho de que domine ella “los procesos semióticos acelerados que
siempre transcurren más activamente en la periferia (...), para de ahí
dirigirse a las estructuras necleares (…)” (p. 28). Como vemos, en la periferia,
en el lugar de traducción, hay cierta aceleración de las transformaciones
simbólicas de las que carece, en principio, el núcleo; no obstante, con el
tiempo se dirigen hasta este, aunque de manera más paulatina.
La irregularidad semiótica
es inherente a la semiosfera. Esta última se compone de subesferas (por
llamarlas de alguna manera), es decir, por ciertos espacios o niveles en los
que se divide. Y que aunque hagan parte del mismo sistema, cada uno de ellos es
disímil a los otros; esto ocasiona la formación de periferias dentro de la
misma semiosfera. Tal evento podría comprenderse en un esquema en el que se
representara circularmente la semiosfera compuesta por diversos agujeros o cráteres.
La irregularidad, entonces, nace de la heterogeneidad de la semiosfera, que es,
en últimas, la generadora de sentido: “La semiosfera es atravesada muchas veces
por fronteras internas que especializan los sectores de la misma desde el punto
de vista semiótico. La transmisión de información a través de esas fronteras,
el juego entre diferentes estructuras y subestructuras, las ininterrumpidas
irrupciones semióticas orientadas de tal o cual estructura en un territorio
ajeno, determinan generaciones de sentido” (p. 31).
Es necesario aclarar que,
en esas relaciones internas, hay tanto diferencias como semejanzas que producen
el carácter discreto del sistema
semiótico, comprendido como la interrupción
en la transmisión de información. A la par de este rasgo, surge el diálogo entre los dos espacios de la
semiosfera (y como producto de ella). Para explicar las causas de la interrupción
de la información, Lotman hace uso de dos conceptos: simetría y asimetría, que
podrían equivaler a la homogeneidad y heterogeneidad de los espacios semióticos
de una semiosfera particular. A partir de este momento, Lotman se centra en el
enantiomorfismo, que en otras palabras,
es una simetría especular “en la cual ambas partes son especularmente iguales,
pero son desiguales cuando se pone una sobre otra, o sea, se relacionan entre
sí como derecho e izquierdo” (p.36). En la desigualdad de la que habla el autor
en este fragmento, cabe la asimetría propia de toda cultura en relación con
otras. Aunque hagan parte de una misma semiosfera, los espacios semióticos
serán disímiles y parecidos. Para ejemplificar la simetría especular, Lotman
pone como ejemplo los palíndromos rusos y los chinos. Estos últimos, leídos de
derecha a izquierda, significan otras cosas a las expresadas o escritas en el
orden normal. Con este ejemplo el autor expone la simetría (el hecho de que
sean las mismas sílabas-palabras) y la asimetría (el cambio de la naturaleza
textual, cuando se leen en sentido contrario). Las lecturas a la inversa de
esta clase de palíndromos son consideradas esotéricas o infernales, según lo
expuesto por Lotman. Habría que esperar, si en el transcurso del libro, el
autor especifica la relación de tales lecturas con los espacios semióticos de
la semiosfera.
Este primer capítulo aporta
datos y definiciones importantes para la comprensión de las acciones semióticas
de las diferentes culturas dentro o fuera de la semiosfera. Esta propuesta de
Iuri Lotman es muy interesante para los estudios etnográficos, fenomenológicos,
semióticos, que puedan darse a partir de una cultura específica. Uno de los
fundamentos más interesante de este capítulo es la creación del lenguaje con
base en las interacciones que se dan en las periferias de las semiosferas: “Sin
semiosfera el lenguaje solo no funciona, sino tampoco existe” (P. 35). Es
decir, de este continuuum semiótico parten
todos, absolutamente todos, los sistemas de signos que generan sentido.