ANÁLISIS DE “LA CIUDAD Y LOS PERROS”, DE MARIO VARGAS LLOSA
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Introducción
En
1962, hace aproximadamente 50 años, el escritor peruano Mario Vargas Llosa hizo
pública la novela que, en un principio recibió el nombre de Los impostores, y que terminó llamándose
La ciudad y los perros. Siempre he
pensado que los libros llegan a los ojos del lector en el momento justo, y sin
sospecharlo ni planearlo, esta novela llegó a mis manos en una edición
conmemorativa hecha por la Real Academia de la Lengua Española, muy económica,
por cierto, hace apenas unos días. Lo que pueda afirmar de su contenido, de lo
que produjo, de lo qué tan catártica puede llegar a ser podría parecer una
tarea de la subjetividad que acompaña mi diario vivir, ajeno a muchos,
literario, poético, en paz. En fin, posiblemente y aunque no creo, la
afirmación de Marcos Martos al respecto puede influir en algo: “No se lee de la
misma manera La ciudad y los perros
en 1962 o en 2012, cincuenta años
después, cuando la celebramos. Cualquier joven que tenga en sus manos el libro
sabe de antemano que se trata de la obra de un autor consagrado que ha merecido
el Premio Nobel, que en cierto sentido es un libro clásico, que la lectura que
emprenda ha sido precedida por la lectura de miles y miles de aficionados”. Desde
un principio el escritor peruano aclara que no habría podido escribir esta
novela de no haber sido porque en algún momento fue o actuó como algunos de sus
personajes: Cava, Alberto, el Jaguar: “Para inventar su historia, debí primero
ser de niño, algo de Alberto o del Jaguar, del Serrano Cava y del Esclavo,
cadete del colegio militar Leoncio Prado, miraflorino del Barrio Alegre vecino
de la Perla”. Podría yo afirmar lo mismo, pero desde el lugar del lector,
porque al momento de imaginar cada escena, cada acción, cada lágrima,
experimenté las sensaciones humanas, tan pertinentes, de todos los personajes
que componen la obra prima de Vargas Llosa. Pero si quieren, seamos académicos
y objetivos.
La ciudad y los perros
La
novela está dividida en dos partes y en un epílogo. Cada una de las partes se
compone de ocho capítulos y van antecedidas por epígrafes en francés. El
epílogo, por su parte, va antecedido por un epígrafe en español. Todos, como es
normal, hacen alusión a las acciones humanas que se llevan a cabo en cada uno
de los apartados. El narrador varía de primera persona a omnisciente, se
presentan varios diálogos de los personajes y la trama no es plana. Marcos
Martos rescata la importancia de esta obra en el Perú: “(…) abrió un camino de
perfección, tanto en la obra del autor como en las letras hispanoamericanas,
enriquecidas, a partir de ese momento de un modo inédito, nunca visto,
significó una revolución para las letras del Perú que alcanzaba una mayoría de
edad literaria y el lanzamiento de un joven autor a la liza editorial del mundo,
el comienzo de una merecida fama aumentada cada año con nuevos logros”.
Por
otra parte y para dar un esbozo de la novela, exponemos lo siguiente: El
Círculo fue una organización comandada por el Jaguar, cuyo propósito era hacer
respetar al grupo de inferiores que eran maltratados por los cadetes de títulos
mayores. Los perros son entendidos como aquellos nuevos cadetes, novatos, sin
experiencia, que entran al colegio militar por mandato de sus padres que tienen
el temor de que en otra institución se dañen socialmente. Generalmente eran
humillados por grupos de cadetes con más experiencia. El Círculo fue la solución
a esta situación. Y de donde resultaron todas las acciones de la novela. Por
azar, Cava, uno de los cadetes del círculo, tiene que robar un examen para
beneficio de todos; incluso para venderlo a algunos que dan una buena suma por
conocer las preguntas. Sin embargo, y aunque lo hurta, rompe un vidrio de una
ventana, que pone en evidencia la falta. No obstante, nadie se entera, ni sopla
(hago uso de un término muy recurrente en la novela) quién fue el culpable de
tal hecho. Mientras se desarrollan estas acciones, el novelista mantiene una
historia paralela que solo hasta el final dará sus luces. Presenta a dos niños:
uno ladrón, el Jaguar, que se queda sin padres, que cae en el más bajo mundo y
que al fin es enviado por su padrino al colegio militar. El Jaguar tuvo una
enamorada, Teresa, una chica un poco fea, que al fin de cuentas le fue infiel
con otro, con el que Jaguar tuvo problemas de groserías y de golpes. El otro
niño es Alberto, con el que usa la primera persona para narrar sus acciones,
que fue enviado al colegio militar porque su padre temía que le saliera marica.
Y es en Alberto, sobre todo, en quien giran la mayoría de las acciones de La ciudad y los perros.
Tengamos
en cuenta también al Esclavo, un cadete que desde el principio fue humillado por
los demás, que nunca tuvo amigos, que consideraba a Alberto como su único
compañero y que fue asesinado un día por el Jaguar. Ya veremos cómo. Sepamos
que Gamboa era uno de los jefes de cuadra y que apoyó hasta donde pudo la
denuncia hecha por Alberto del asesinato de su amigo. Por supuesto que hay más
personajes, pero conformémonos con estos, mientras tanto. Y ahora sí
expliquemos. Después de que se descubre que fue roto el vidrio para robar el
examen de Química, los militares de alto rango prohíben la salida los fines de
semana a todos los cadetes hasta que se sepa quién fue el culpable. El Esclavo,
que andaba enamorado de Teresa, no resistió más su encierro y decidió informar
sobre el culpable del hurto. A Cava lo expulsaron y, a partir de ahí, se desencadenaron
los demás hechos de la novela. La acción transformadora vino con la muerte del
Esclavo, mientras hacían un simulacro de guerra en una especie de selva. Al
principio se afirmó que había sido el mismo Esclavo el que había disparado su
fusil y que se había causado a sí mismo la muerte. Alberto negó tal hipótesis
porque el tiro se lo dieron en la nuca, acto que imposibilitaba el suicidio
involuntario. Alberto acusó al Jaguar y se desató entre los militares mayores
un conflicto social y político: Gamboa apoyó la idea de Alberto y la defendió
ante los de más alto rango militar. El coronel y los demás rebatían tales
acusaciones por los problemas que se le vendrían a la institución si llegase a
entrar en investigaciones de tal índole. Cambiaron los hechos, de tal forma que
se indicara científicamente y legalmente que el Esclavo había muerto por un
accidente.
La
insistencia de Gamboa hizo que fuera trasladado a otra sede con menos
posibilidades de ascenso y en condiciones mucho más precarias. El Jaguar confesó
al fin su acto, pero no fue culpado por las cuestiones políticas ya explicadas.
La experiencia de estar en el suelo
En
50 años son muchas las propuestas que se han planteado en torno a los
personajes, el contexto militar o histórico, el poder y los súbditos. Y aunque
se ha estudiado el tema a fondo, no sobraría reflexionar nuevamente sobre la
cuestión del poder y del sentimiento del Jaguar cuando estuvo en los zapatos
del esclavo, en la ocasión en que sus compañeros, los que siempre le habían
brindado respeto y pleitesía, lo culparon de que había sido él, el Jaguar, y no
otro, el que había “soplado” la información de que todos los cadetes tenían en
los cajones alcohol y cigarrillos. El Jaguar, y todos los que pertenecían a la
misma cuadra, habían supeditado todo el tiempo al Esclavo, lo habían humillado,
y cuando el Jaguar se sintió en el piso, tal cual el Esclavo, tomó la decisión
de confesar su crimen, después de haberlo encubierto por tanto tiempo: “(…)
ahora comprendo mejor al Esclavo. Para él no éramos sus compañeros, sino sus
enemigos. ¿No le digo que no sabía lo que era vivir aplastado? Todos los
batíamos es la pura verdad, hasta cansarnos, yo más que los otros. No puedo
olvidarme de su cara, mi teniente. Le
juro que en el fondo no sé cómo lo hice. Yo había pensado pegarle, darle un
susto. Pero esa mañana lo vi ahí al frente, con la cabeza levantada y le
apunté”. Y con esto llegamos a uno de los puntos más sobresalientes de la obra:
la conveniencia del colegio militar en no delatar al asesino por su propio
bien. Y tal vez, en nuestros países latinoamericanos, continúe haciéndose lo
mismo.
Así
las cosas, La ciudad y los perros, en
poco más de 50 años de vida, es considerada una de las obras más importantes de
la literatura universal. Sobresalen temas como el racismo, el abuso del poder,
el contexto del colegio militar (al que también perteneció el autor), la
subvaloración de las personas, dentro de un marco en el cual tales
comportamientos hacen más hombre al joven cadete. Nadie, según la experiencia
del Jaguar, comprendería a los súbditos si no viven como ellos.