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martes, 20 de agosto de 2013

Análisis de "La ciudad y los perros", de Vargas Llosa

ANÁLISIS  DE “LA CIUDAD Y LOS PERROS”, DE MARIO VARGAS LLOSA
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Introducción
En 1962, hace aproximadamente 50 años, el escritor peruano Mario Vargas Llosa hizo pública la novela que, en un principio recibió el nombre de Los impostores, y que terminó llamándose La ciudad y los perros. Siempre he pensado que los libros llegan a los ojos del lector en el momento justo, y sin sospecharlo ni planearlo, esta novela llegó a mis manos en una edición conmemorativa hecha por la Real Academia de la Lengua Española, muy económica, por cierto, hace apenas unos días. Lo que pueda afirmar de su contenido, de lo que produjo, de lo qué tan catártica puede llegar a ser podría parecer una tarea de la subjetividad que acompaña mi diario vivir, ajeno a muchos, literario, poético, en paz. En fin, posiblemente y aunque no creo, la afirmación de Marcos Martos al respecto puede influir en algo: “No se lee de la misma manera La ciudad y los perros en 1962  o en 2012, cincuenta años después, cuando la celebramos. Cualquier joven que tenga en sus manos el libro sabe de antemano que se trata de la obra de un autor consagrado que ha merecido el Premio Nobel, que en cierto sentido es un libro clásico, que la lectura que emprenda ha sido precedida por la lectura de miles y miles de aficionados”. Desde un principio el escritor peruano aclara que no habría podido escribir esta novela de no haber sido porque en algún momento fue o actuó como algunos de sus personajes: Cava, Alberto, el Jaguar: “Para inventar su historia, debí primero ser de niño, algo de Alberto o del Jaguar, del Serrano Cava y del Esclavo, cadete del colegio militar Leoncio Prado, miraflorino del Barrio Alegre vecino de la Perla”. Podría yo afirmar lo mismo, pero desde el lugar del lector, porque al momento de imaginar cada escena, cada acción, cada lágrima, experimenté las sensaciones humanas, tan pertinentes, de todos los personajes que componen la obra prima de Vargas Llosa. Pero si quieren, seamos académicos y objetivos.
La ciudad y los perros
La novela está dividida en dos partes y en un epílogo. Cada una de las partes se compone de ocho capítulos y van antecedidas por epígrafes en francés. El epílogo, por su parte, va antecedido por un epígrafe en español. Todos, como es normal, hacen alusión a las acciones humanas que se llevan a cabo en cada uno de los apartados. El narrador varía de primera persona a omnisciente, se presentan varios diálogos de los personajes y la trama no es plana. Marcos Martos rescata la importancia de esta obra en el Perú: “(…) abrió un camino de perfección, tanto en la obra del autor como en las letras hispanoamericanas, enriquecidas, a partir de ese momento de un modo inédito, nunca visto, significó una revolución para las letras del Perú que alcanzaba una mayoría de edad literaria y el lanzamiento de un joven autor a la liza editorial del mundo, el comienzo de una merecida fama aumentada cada año con nuevos logros”.
Por otra parte y para dar un esbozo de la novela, exponemos lo siguiente: El Círculo fue una organización comandada por el Jaguar, cuyo propósito era hacer respetar al grupo de inferiores que eran maltratados por los cadetes de títulos mayores. Los perros son entendidos como aquellos nuevos cadetes, novatos, sin experiencia, que entran al colegio militar por mandato de sus padres que tienen el temor de que en otra institución se dañen socialmente. Generalmente eran humillados por grupos de cadetes con más experiencia. El Círculo fue la solución a esta situación. Y de donde resultaron todas las acciones de la novela. Por azar, Cava, uno de los cadetes del círculo, tiene que robar un examen para beneficio de todos; incluso para venderlo a algunos que dan una buena suma por conocer las preguntas. Sin embargo, y aunque lo hurta, rompe un vidrio de una ventana, que pone en evidencia la falta. No obstante, nadie se entera, ni sopla (hago uso de un término muy recurrente en la novela) quién fue el culpable de tal hecho. Mientras se desarrollan estas acciones, el novelista mantiene una historia paralela que solo hasta el final dará sus luces. Presenta a dos niños: uno ladrón, el Jaguar, que se queda sin padres, que cae en el más bajo mundo y que al fin es enviado por su padrino al colegio militar. El Jaguar tuvo una enamorada, Teresa, una chica un poco fea, que al fin de cuentas le fue infiel con otro, con el que Jaguar tuvo problemas de groserías y de golpes. El otro niño es Alberto, con el que usa la primera persona para narrar sus acciones, que fue enviado al colegio militar porque su padre temía que le saliera marica. Y es en Alberto, sobre todo, en quien giran la mayoría de las acciones de La ciudad y los perros.
Tengamos en cuenta también al Esclavo, un cadete que desde el principio fue humillado por los demás, que nunca tuvo amigos, que consideraba a Alberto como su único compañero y que fue asesinado un día por el Jaguar. Ya veremos cómo. Sepamos que Gamboa era uno de los jefes de cuadra y que apoyó hasta donde pudo la denuncia hecha por Alberto del asesinato de su amigo. Por supuesto que hay más personajes, pero conformémonos con estos, mientras tanto. Y ahora sí expliquemos. Después de que se descubre que fue roto el vidrio para robar el examen de Química, los militares de alto rango prohíben la salida los fines de semana a todos los cadetes hasta que se sepa quién fue el culpable. El Esclavo, que andaba enamorado de Teresa, no resistió más su encierro y decidió informar sobre el culpable del hurto. A Cava lo expulsaron y, a partir de ahí, se desencadenaron los demás hechos de la novela. La acción transformadora vino con la muerte del Esclavo, mientras hacían un simulacro de guerra en una especie de selva. Al principio se afirmó que había sido el mismo Esclavo el que había disparado su fusil y que se había causado a sí mismo la muerte. Alberto negó tal hipótesis porque el tiro se lo dieron en la nuca, acto que imposibilitaba el suicidio involuntario. Alberto acusó al Jaguar y se desató entre los militares mayores un conflicto social y político: Gamboa apoyó la idea de Alberto y la defendió ante los de más alto rango militar. El coronel y los demás rebatían tales acusaciones por los problemas que se le vendrían a la institución si llegase a entrar en investigaciones de tal índole. Cambiaron los hechos, de tal forma que se indicara científicamente y legalmente que el Esclavo había muerto por un accidente.
La insistencia de Gamboa hizo que fuera trasladado a otra sede con menos posibilidades de ascenso y en condiciones mucho más precarias. El Jaguar confesó al fin su acto, pero no fue culpado por las cuestiones políticas ya explicadas.
La experiencia de estar en el suelo
En 50 años son muchas las propuestas que se han planteado en torno a los personajes, el contexto militar o histórico, el poder y los súbditos. Y aunque se ha estudiado el tema a fondo, no sobraría reflexionar nuevamente sobre la cuestión del poder y del sentimiento del Jaguar cuando estuvo en los zapatos del esclavo, en la ocasión en que sus compañeros, los que siempre le habían brindado respeto y pleitesía, lo culparon de que había sido él, el Jaguar, y no otro, el que había “soplado” la información de que todos los cadetes tenían en los cajones alcohol y cigarrillos. El Jaguar, y todos los que pertenecían a la misma cuadra, habían supeditado todo el tiempo al Esclavo, lo habían humillado, y cuando el Jaguar se sintió en el piso, tal cual el Esclavo, tomó la decisión de confesar su crimen, después de haberlo encubierto por tanto tiempo: “(…) ahora comprendo mejor al Esclavo. Para él no éramos sus compañeros, sino sus enemigos. ¿No le digo que no sabía lo que era vivir aplastado? Todos los batíamos es la pura verdad, hasta cansarnos, yo más que los otros. No puedo olvidarme de su cara, mi teniente.  Le juro que en el fondo no sé cómo lo hice. Yo había pensado pegarle, darle un susto. Pero esa mañana lo vi ahí al frente, con la cabeza levantada y le apunté”. Y con esto llegamos a uno de los puntos más sobresalientes de la obra: la conveniencia del colegio militar en no delatar al asesino por su propio bien. Y tal vez, en nuestros países latinoamericanos, continúe haciéndose lo mismo.
Así las cosas, La ciudad y los perros, en poco más de 50 años de vida, es considerada una de las obras más importantes de la literatura universal. Sobresalen temas como el racismo, el abuso del poder, el contexto del colegio militar (al que también perteneció el autor), la subvaloración de las personas, dentro de un marco en el cual tales comportamientos hacen más hombre al joven cadete. Nadie, según la experiencia del Jaguar, comprendería a los súbditos si no viven como ellos.

viernes, 9 de agosto de 2013

La búsqueda de una cohesión humana: reflexiones éticas del diario vivir

La búsqueda de una cohesión humana: reflexiones éticas del diario vivir
Jhon Monsalve

Imagen tomada de internet
Nuestro tiempo parece ser a la vez el tiempo del avance y de la retrospección. No hay que poner en duda que el progreso tecnológico de los últimos años ha permitido que el humano tenga una vida más cómoda, pero esta comodidad no puede justificar de ninguna manera el daño ambiental que la tecnología causa. Las industrias arrojan los desechos a los ríos, los automóviles eliminan a diario gran cantidad de CO2 que deteriora poco a poco la capa de ozono y hasta el humano, que piensa solo en su beneficio, no encuentra más lugar que la calle para botar el papel que estorba.
El problema de lo anterior podría radicar en el egoísmo. Pensamos solo en nosotros, en nuestros intereses y si, para lograrlos, debemos dañar el planeta Tierra y pasar por encima de nuestro prójimo, lo hacemos porque pensamos tan individualmente que la sociedad y sus problemas se los culpamos al destino. Y no nos damos cuenta de que con esto podríamos empezar la búsqueda de la verdad: la cohesión de lo humano. Una búsqueda de ética planetaria traería consigo la unión de la humanidad y el rencuentro de esta con la tierra. Pertenecemos a la Naturaleza y lo hemos olvidado; somos uno solo con nuestro prójimo y lo ignoramos apropósito. Posiblemente la verdad la hallemos cuando dejemos nuestros intereses a un lado y actuemos en pro de la Humanidad como conjunto y de la Naturaleza como parte de nosotros, pues solo ahí encontraremos la cohesión de lo humano.
Nos hemos creado la idea de que el ser humano tiene que pasar de un rango a otro, de una posición económica a otra, de un nivel paupérrimo a uno exitoso, de pobre a rico. Parecemos animales de rango inferior que luchan por ser de rango superior y que para alimentarse y aparearse necesitan del permiso del animal superior. Nada más parecido al capitalismo: cada uno que luche por sus intereses; que triunfe el más capaz y el más adinerado y que el resto siga sumido en la pobreza y en la ignorancia.
Ahora bien, el problema descrito en el párrafo anterior no se puede justificar de ningún modo argumentando que de esta manera se forman las clases sociales para la defensa de sus integrantes y marginados. No: el problema radica en que pensamos solo en nuestro beneficio y ponemos excusas como la anterior para excusarnos y justificarnos. Todos como humanidad podemos lograr la ética planetaria y social, que permitiría la vida por muchos más años en la tierra.
En un sistema como el nuestro, los que tienen dinero pueden invertir y multiplicar, mientras que los pobres, con lo poco e injustamente que ganan, hacen lo posible por alimentarse. En nuestro sistema tomamos la industria, la empresa y el avance tecnológico como nos conviene. Pero no nos damos cuenta de las consecuencias: las máquinas industriales, por una parte, causan un daño letal en el medio ambiente y, además, reducen el trabajo de mano de obra, que antaño fue generador  de vasto empleo. La comodidad con la que vivimos nos está matando poco a poco.
En conclusión, podríamos decir que la búsqueda de una cohesión humana se logra con la idea de que unidos podemos salvar la tierra y la sociedad. La Tierra la estamos acabando a diario por el hecho de pensar en nuestros propios intereses, por ignorar que nuestro beneficio puede ser el beneficio de los demás. La cohesión humana podría ser, entonces, la búsqueda ética por excelencia.

jueves, 1 de agosto de 2013

Tras un análisis de “El vuelo de la reina”, de Tomás Eloy Martínez

Tras un análisis de “El vuelo de la reina”, de Tomás Eloy Martínez

Jhon Monsalve

Imagen tomada de internet
El presente texto tiene como fin el acercamiento al análisis de la novela ganadora del Premio Alfaguara 2002, pero en ninguna manera es una interpretación de la obra o un trabajo investigativo sobre ella. Aclaro lo anterior por si, llegado el caso, lo que escriba en este texto no sea más que unos comentarios simples o complejos, pero al fin de cuentas solo comentarios. La complejidad e importancia de “El vuelo de la reina” merece análisis mucho más profundos.
La trama
Camargo, el director de  El Diario (periódico crítico e importante en Argentina, según el contexto de la novela) es un hombre de avanzada edad que, luego de experiencias negativas en torno a relaciones familiares, entre ellas, las de la madre, que lo abandonó, adopta ciertos comportamientos obsesivos en la relación amorosa que mantiene con Reina Remis. El primer capítulo del libro presenta escenas voyeristas que, como leimotivs, se encontrarán en el transcurso de todo el libro. Camargo observa a Reina desnuda desde un telescopio en un un edificio aledaño a la residencia de la joven periodista. Con el pasar del tiempo, esta mujer llega a trabajar a El Diario, se relaciona con Camargo, por sus cualidades al momento de escribir, cubre varias noticias en torno a la sociedad y políticas del año 2000 en Argentina, y logra, en tiempo récord, un aumento tanto de puesto como de salario. Reina cree enamorarse de Camargo, viajan juntos, viven experiencias juntos, gratificantes para los dos, pero, en cierta ocasión, mientras Reina trataba de convencerlo para que fuera a visitar a Ángela, una de sus hijas que estaba a punto morir en un hospital de Estados Unidos, Camargo explota, la golpea y empieza a decaer la relación y se empieza a complicar. Entre aceptaciones y prohibiciones, Reina viajaba a cubrir noticias que luego el periódico, tras el estudio respectivo, decidiría si las publicaban o no. Ella se alejó de Camargo, con toda razón, y aunque trataron de retomar las cosas, ya existía un verdadero amor para Reina, y muy distinto de la simple, y esto le dolía a Camargo, admiración que sentía hacia él. Camargo la siguió vigilando, aumentó la intensidad expiatoria, pero ella, en Colombia, mientras hacía una entrevista a dos cabecillas de la guerrilla, vivía un romance amoroso con Germán, un periodista bogotano, con el que se escribía por correo electrónico constantemente; de esto Camargo ya tenía sospechas.
Para evitar que Reina lo traicionara o mirara hacia otro lugar que no fuera el suyo, Camargo decidió perjudicarla de tal manera que él fuera el único hombre que aceptara amarla como quedara. Para esto, contrató a unos indigentes que eran extranjeros exiliados a causa de la Guerra de Kosovo, y a los cuales prometió los pasajes de vuelta a su país de origen a cambio del favor. Era simple: que él, el hombre, violara y contagiara de enfermedades venéreas a Reina, mientras ella dormía profundamente después de que Camargo le agregara a un líquido que Reina acostumbraba a beber cierta sustancia que le producía sueño. Y así pasó, y para garantizar que Reina volviera con él, decidió llamar a todos los periódicos para decirles que Reina los había traicionado y que, por lo tanto, no era éticamente profesional. De esta manera, decidió alejarse, cargar con el peso de que la habían violado sin saber quién, el peso de que Germán, su enamorado, no le creyera, no la apoyara, decidió alejarse, montar a caballo, y Camargo la siguió hasta el fin, hasta la casa de los padres de ella, la vigilaba todo el tiempo, y luego, la mató, dos tiros, la mató, y la vida lo castigó con una silla de ruedas y con Brenda, su exesposa, a su lado, cuidándolo y dándole el cariño que él, Camargo, nunca le brindó a ella ni a sus hijas. 
Los matices
No sé si hablar de propósitos o de matices en la obra para huirle al término Interpretación. Hablemos del contexto: el año es 2000, el lugar, Argentina, y se viven situaciones políticas llenas de corrupción y de malos manejos administrativos, que son, precisamente, los que El Diario saca a la luz. Un gobierno que se aprovecha de las creencias religiosas para hacer de las suyas. Esta es, en parte, la importancia de la presencia de la teología estudiada por Reina. Otro matiz, más allegado a los personajes, tiene que ver con la transposición que hace Camargo de los valores maternales a los amorosos. Es decir, la influencia sicológica dejada por la madre se extrapola a la relación con Reina y, en muchas ocasiones, se le compara con ella. Incluso el padre de Camargo, y tal vez por el mismo motivo, llama Puta a Reina Remis. Al respecto, Leonardo tarifeño afirma que:
“El vuelo de la reina pierde el juego místico y transforma el pecado del protagonista en el eco psicológico de un trauma infantil. Camargo, el combativo director de un diario argentino en tiempos corruptos, es abandonado por su madre cuando todavía es un niño; la memoria de esa fuga se activa con otro abandono, el de su amante Reina, y a partir de entonces el crimen será la única alternativa para conjurar la ausencia materna y el rechazo amoroso. "La ternura perdida era como una pierna o un oído que le hubieran quitado y que lo disminuía ante las demás personas", dice el narrador, y Camargo llena ese vacío con la soberbia que le permitirá, a través del castigo físico a Reina, restaurar un orden ético donde la amenazante libertad de las mujeres siempre es condicional”.
 Por otro lado, encontramos la importancia y pertinencia de los nombres: Reina hace alusión a la abeja madre del panal y cuyo vuelo se lleva a cabo con el fin de fecundar, donde se aparea con varios zánganos. Para Camargo, Reina era como una abeja con tales características y, por esa razón, quiso cortarle las alas. No fecundaría fuera de su corazón. Camargo, por su parte, sufre una especie de similitud fonética con la palabra Amargo. Sus acciones se entenderían por ello.
Otros apuntes
Si bien es cierto que una obra literaria es independiente de la vida del autor, también lo es que no pueden negarse los valores de este que se presentan en ella. Tomás Eloy Martínez tal vez nunca habría situado las acciones de esta novela en una periódico si él no hubiera sido en vida periodista. Del mismo modo que no habría citado tantísimas películas para hacer referencia a ciertas acciones, de no ser porque era crítico y amante del cine. Y ni hablar del país en que se desarrolla la novela y de los actos de habla de los personajes.
Así las cosas, esta novela, que fue Premio Alfaguara 2002, es una representación de la sociedad argentina y latinoamericana del primer año del nuevo siglo. Se destaca, ante todo, el comportamiento del personaje Camargo, por motivo de la mala experiencia con su madre, y las decisiones y consecuencias que vienen con ello. Se evidencia, por otra parte, la crueldad y corrupción política, los problemas sociales y la libertad de expresión. El vuelo de la reina es, por último, el vuelo sin frutos ni retoños, opacados, como ya sabemos, por las obsesiones de Camargo.