“Los
de debajo”, de Mariano Azuela: Revolución y Desolación
Jhon
Monsalve
Imagen tomada de internet.
La
primera vez que oí hablar de esta novela fue en las clases de Literatura
Latinoamericana en la universidad. Recuerdo que trabajábamos por esos días a
Pedro Páramo y que el profesor hacía alusión constante a “Los de abajo”, de
Mariano Azuela. Con el tiempo, en una venta de libros poco vendidos, encontré
esta novela en la edición de Fondo de Cultura Económica impresa en 1977. Como
eran libros poco vendidos, el precio era casi nada: un dólar, aproximadamente.
Y empecé a leer y hallé la relación entre la obra de Juan Rulfo y la de Mariano
Azuela: aunque en la última se encuentra más la revolución, las dos compaginan
en cuanto a desolación.
Sobre la estructura y el autor
La
novela está dividida en tres partes: la primera está compuesta por XXI
capítulos; la segunda consta de XIV, y la última de VII. Fue una novela escrita
durante la revolución y publicada a pedazos por semana. Mariano Azuela es el
autor: nació en 1873 y murió en 1952. Centra su literatura en la Revolución
mexicana. Ejemplo de ello es la novela objeto de nuestro análisis.
¿Dónde está la revolución?
En un
artículo (para cf., clic aquí) afirmé que la novela de la Revolución Mexicana
era Pedro Páramo. Y en el presente texto corrijo: esa novela es la obra de la
desolación de la Revolución Mexicana. Dos cosas muy distintas, y más si vemos
ahora que si hay una novela que represente en todo sentido la Revolución de
México es “Los de abajo”, de Mariano Azuela. ¿Por qué? Aunque el cronotopo de
la obra no sea el Porfiriato, y por lo tanto, no abarque las causas primeras de
la Revolución, sí podemos afirmar que la novela se desarrolla en el mandato de
Victoriano Huerta y los abusos federales:
“¡Dios
los bendiga! ¡Dios los ayude y los lleve por buen camino!... Ahora van ustedes;
mañana correremos también nosotros, huyendo de la leva, perseguidos por estos
condenados del gobierno, que nos han declarado guerra a muerte a todos los
pobres; que nos roban nuestros puercos, nuestras gallinas y hasta el maicito
que tenemos para comer; que queman nuestras casas y se llevan nuestras mujeres,
y que, por fin, donde dan con uno, allí lo acaban como si fuera perro del mal”.
Recordemos
que Huerta fue el militar que, por medio de un golpe de estado, destituyó a
Madero, el presidente que había tomado el mando después de Porfirio Díaz.
Cuando Madero sube al poder, lo hace, según algunas fuentes históricas, con
ideas populares e instituye constitucionalmente que el mandato presidencial no
puede, como venía haciéndose, durar largos periodos. Sin embargo, las
guerrillas que se habían formado a lo largo de todo México empezaron a exigirle
al nuevo presidente la solución de sus ideales; sobre todo Zapata, al sur,
quería que la situación agraria se solucionara lo más pronto posible, cosa que,
Madero explicaba, debía regirse bajo parámetros legales, pues de lo contrario
estaría siendo dictatorial y cometería los mismo errores de Porfirio Díaz. Otras
fuentes argumentan que Madero al permitir secuaces del gobierno precedente,
seguía ideales porfiristas. De cualquier forma, Huerta, que siempre había
estado bajo los ideales de Porfirio Díaz, toma el poder en 1913.
Después
de este acto, las guerrillas mexicanas buscan el derrocamiento de Huerta y
ahora sí, más que nunca, corrió sangre en México. En este contexto se
desarrolla “Los de abajo”, la novela de Mariano Azuela. Ahí está la revolución,
y la desolación viene tras ella.
¿Dónde aparece la desolación?
La
sangre que corrió fue de parte y parte. Los federales, que eran los secuaces
del gobierno huertista, atacaban los pueblos, los robaban y los quemaban. Los
campesinos tenían que huir a nuevas tierras en busca de oportunidades, de lo
contrario, podrían terminar colgados en troncos, como amenaza a quien no siguiera
las órdenes gubernamentales o a quienes se sublevaran. Demetrio, el personaje
principal de la novela, huye de Limón, su tierra, dejando a su mujer y a su
hijo en manos del destino. Huye, pero con ideales fijos, con sueños de liberación
popular y se arma y ataca a los federales y casi nunca falla un tiro. La
guerrilla que armó Demetrio Macías es solo un ejemplo de las que se formaban a
lo largo del territorio mexicano con Emiliano Zapata y Pancho Villa. Perseguían
ideales distintos, pero todos populares. Y entre matazón y matazón, entre
invasión e invasión, entre enfrentamiento y guerra, los pueblos, todos
inocentes, iban cayendo como víctimas de los sueños de libración nacional. Por
eso tanto vacío, por eso el resultado desértico, de miseria, pobreza y extrema soledad. Una
palabra y dos citas resumirían tales acontecimientos: Desolación es la palabra,
y:
“Valderrama,
en el primer periodo de la nueva borrachera del día, había venido contando las
cruces diseminadas por caminos y veredas, en las escarpaduras de las rocas, en
los vericuetos de los arroyos, en las márgenes del río. Cruces de madera negra
recién barnizada, cruces forjadas por dos leños, cruces de piedras en montón,
cruces pintadas con cal en las paredes derruidas, humildísimas cruces trazadas
con carbón sobre el campo de las peñas. El rastro de sangre de los primeros
revolucionarios de 1910, asesinados por el gobierno”.
La cita
anterior demuestra el grado sumo de desolación que inició con la Revolución en
1910, pero el siguiente se corresponde más con el periodo de las guerrillas:
“Tropezaron
al mediodía con una choza prendida a los riscos de la sierra; luego, con tres
casucas regadas sobre las márgenes de un río de arena calcinada; pero todo
estaba silencioso y abandonado. A la proximidad de la tropa, las gentes se
escurrían a ocultarse en las barrancas”.
La
gente, como vemos, se exiliaba ante el nuevo actuar de los revolucionarios. Lo
que antes defendían y por lo que peleaban se había convertido en parte de su
rutina: también robaban, también mataban, también se aprovechaban de la gente
inocente. Si no hubiera sido por Camila, la amante de don Demetrio y enamorada
de Luis Cervantes, le habrían robado a un campesino los cultivos de maíz que
tenía para su familia y su sustento. ¿Estos actos se deberán al hecho de que la
Revolución fue dirigida por campesinos y trabajadores?... Ya lo veremos.
Sobre la pertinencia del título
He oído
decir que los mexicanos (si hay algún lector de ese país, por favor me corrige)
se apenan de su revolución por el hecho de que fue dirigida por clases
inferiores, por campesinos y trabajadores. Que la Revolución Mexicana fue
producto de Los de abajo. De ahí viene el título de la novela. Sin embargo,
pensemos en lo siguiente: ¿No era Madero educado y de familia noble? ¿No lo fue
Luis Cervantes, el estudiante de medicina que se juntó a las filas de Demetrio?
¿No hubo como él personas que pensaron que la injusticia ya llegaba a su
límite? Sin embargo, con gente estudiada o no, (claro está, con muchos más
ignorantes) se llevó a cabo la Revolución, que terminó siendo una
desintegración de los ideales ante el respeto y la dignidad humana. El pueblo
les temió a lo último, contrario al principio, cuando Demetrio estaba herido,
que lo cuidaron y les dieron a todos vivienda y comida en el pueblo de la ya
mencionada Camila. A lo último, se escondían. ¿Se deberá esta desintegración al
hecho de la poca educación o al mismo espíritu de la guerra y de los ideales
revolucionarios? Eso queda para pensarlo. Tal vez ese comportamiento se
comprenda viviendo una revolución.
En suma
En suma,
“Los de abajo”, de Mariano Azuela es la novela de la Revolución mexicana, pero
también, al igual que Pedro Páramo, muestra la desolación que dejó tal
contienda. Desolación, tristeza, melancolía, llanto, sufrimiento, pesar, dolor,
dejó la Revolución Mexicana, que fue seguida por La Guerra Cristera y tatuada
en el pecho de todo mexicano y de uno que otro colombiano, como yo, o de uno
que otro latinoamericano, como yo.
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