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martes, 24 de julio de 2012

La literatura como exploración


UN DECÁLOGO PARA TENER EN CUENTA
IDEAS GENERALES DEL LIBRO “LA LITERATURA COMO EXPLORACIÓN”, DE LOUISE ROSEMBLATT
Jhon Alexánder Monsalve Flórez
Nicolás Gómez Rey

Llevar la literatura al aula no es tarea fácil, y mucho menos cuando no tenemos consciencia de que nuestro trabajo docente consiste en formar humanos para la sociedad. La literatura va presentarse como medio para lograr dicho objetivo. A continuación, con base en el libro de Louise M. Rosenblatt “La literatura como exploración”, proponemos las 10 ideas generales del texto con el fin de reflexionar sobre la experiencia estética, la función social de la literatura y el papel del maestro.
Nota preliminar:
Escribir un decálogo para guiar el acercamiento de un libro para un novato desconocido es un ejercicio bastante difícil para el que tal vez también se encuentra, en ocasiones, perdido. Perdido cuando se enfrenta a la labor para la que ha estudiado: el maestro que enseña las letras, el maestro que debe hacer conocer el mundo, la pasión, la consideración humana…, perdido, en fin, cuando no sabe qué hacer. En este ejercicio no es uno el que da orden a ideas inmensas, llenas de sentido; somos dos cabezas las que han leído, discutido, admirado y tratado de expresar en diez párrafos, en diez pistas, la riqueza de un libro que da luz didáctica al que no la ve… Ahí vamos, de la mano, los dos.

      Literatura, escuela y sociedad
Siempre hemos sabido, o creemos tenerlo en claro, que la escuela y la universidad son los espacios, los grandes simulacros, donde el estudiante: niño, adolescente, adulto, tiene su primera aproximación al conjunto que forma la sociedad. Si la experiencia en este espacio de convivencia diariano establece criterios básicos para la buena formación, sana coexistencia, básica norma de respeto al otro, del futuro ciudadano: no hay un objetivo. Con relación a esta idea básica, debemos decir que la literatura, el monstruo satanizado, es de suma importancia, y en esto se incluye su enseñanza, pues afecta el sentido que tiene el estudiante acerca de la conducta y de la naturaleza humanas. Desde la experiencia literaria, también se forma la crítica social fundamentada.

    El alumno y su primera experiencia literaria
La primera experiencia académica de cada persona se da en su niñez. Dentro de todas las experiencias académicas que se viven en la escuela se encuentra aquella que corresponde al aprendizaje de las letras: círculos, puntos, planas, y una que otra cosa que hace perder el tiempo… El primer acercamiento a las letras, a la literatura, óigannos bien, es de suma importancia, pues depende de esta el futuro del potencial lector. El niño, el pequeño que llega con ojos ávidos de conocer, sufre una explosión emocional con sus primeras experiencias con las letras, si estas se guían mal, si no se da un enfoque al desarrollo físico e intelectual del niño, a través de la literatura, este pequeño antes ansioso por conocer lo que significa el conjunto de letras, se perderá para siempre: emocionalmente incapaz para afrontar retos literarios, dirá el sello en su frente.
                Literatura y conocimiento humano
Lo reiteraremos dentro de estas ideas, tal vez para que no se olvide, tal vez porque es de suma importancia, tal vez porque nadie lo ve: la literatura ofrece una confluencia de experiencias estéticas y sociales que ayudan al estudiante a mejorar sus capacidades acerca del individuo humano. La aproximación a las vivencias de otros congéneres, poco importa nacionalidades o colores, hace ver al estudiante que existe una relación en cuanto a pasiones y conflictos: dolor, sudor, placer y lágrimas son palabras comprensibles a partir de cualquier corazón humano. La sensibilización de la condición del hombre, el conocimiento de lo humano es algo que no se puede alejar del estudio literario; esta es la principal función del texto, y de nosotros, maestros, que erramos lecturas al decapitar ideas fructíferas.

            Lectura y lector
Si conocemos al lector, al estudiante con el que vamos a trabajar, no podremos conocer el texto particular con el que podamos llegar, con el que podamos mostrar la importancia de leer. La experiencia literaria debe ser significativa para el estudiante; la lectura, el texto, debe corresponder a una cualidad especial             que se relacione con la vivencia del alumno. Su entorno, su vida, su pasión influyen en la calidad con la que podamos llegar a trabajar… Disparemos con letras certeras que apunten a un punto fijo: el corazón…. Seamos investigadores sociales, investigadores de la comunidad a la que queremos mostrar el mundo, su mundo, el de los lectores, y el de los demás, que enriquece vidas ajenas, aunque parecidas.

               Dogmas, problemas y análisis
Corrosión, corrosión e imaginarios culturales que permean mentes jóvenes y potentes es lo que encontramos al pedir opiniones acerca de algunas letras. Hemos de estar siempre atentos, alertas, con revólveres cargados de argumentos para enfrentar respuestas estereotipadas y dogmáticas que impidan formular juicios sociales y éticos sólidos. Si la lectura de una obra literaria se hace considerando gran multitud de ideas socialmente conflictivas no llegaremos a ningún lado. Con nuestras armas debemos disparar y limpiar el camino por el que se dará la construcción de una ética humana y de una filosofía social… una comprensión de la condición humana que aporta la obra literaria.

                 Hacia una sociedad ideal
La educación debe ir enfocada en la creación de conciencia social y humana de los estudiantes. Los maestros podemos hacer que los estudiantes reflexionen, por medio de las ciencias sociales en general, sobre los problemas de su entorno. Enseñamos, antes de cualquier ciencia, a que sepan vivir  en sociedad y, a la vez, a mantener una capacidad crítica sobre las circunstancias.Debemos crear en los estudiantes la cualidad de autonomía, que puedan evaluarse a sí mismos, que tengan el deseo de aprender por sí solos. Por otra parte, el profesor debe conocer un poco sobre todas las áreas sociales o ciencias de la conducta para que sepa cómo llevar al aula la literatura o ciencias sociales afines como medios para la exploración más profunda del papel del ser humano en la sociedad. De igual modo, debemos comprender que cada estudiante tiene experiencias disímiles, que son lo que el entorno los ha hecho, que pueden cambiar si reflexionan sobre su comportamiento y pensamiento. De esta forma, podrán remodelar su entorno.
                   La representación de lo humano
Los maestros tenemos una tarea ardua: ser mediadores en las lecturas de nuestros alumnos; ser capaces de llevar al aula la literatura con el fin de que los estudiantes, como seres humanos que son, se pongan en el lugar de los demás. Es un objetivo que va mucho más allá de lo moralista, pues se trata, antes que nada, de guiar lo emocional de los estudiantes hacia la comprensión de la sociedad. Si logramos esto, haremos ciudadanos con conciencia social, éticos y tolerantes. En otras palabras, por medio de la literatura podemos reflexionar sobre asuntos humanos: el racismo, la discriminación, la comprensión de que hay otras culturas que, aunque tengan costumbres diferentes a las nuestras, son igualmente dignas de respeto. Si nuestros estudiantes, al leer una obra, no comprenden que en ella se representan las características de una sociedad y los valores humanos, debemos ser guías para que logren comprenderlo.
                  Emoción y razón
La literatura es la representación de las pasiones humanas. Nos vemos reflejados en ella, aunque date de los más remotos años, porque describe nuestros comportamientos, sentimientos y deseos. Los maestros la llevamos al aula y la estropeamos, la volvemos añicos porque ignoramos la forma estética de la reflexiónsocial que puede lograrse por medio de ella. Desconocemos esta función ontológica de la literatura y la confundimos con la moral: esta construye el carácter humano por medio de la imitación ficcional; aquella, por su parte, reflexiona sobre lo humano en general y sus necesidades. No podemos olvidar que el estudiante se identifica emocionalmentecon alguna escena o con algún personaje y que ese sentimiento no puede quedarse estancado en simples impresiones o suposiciones, sino que, a partir de él, debemos intervenir como maestros con fines estéticos para que, por medio de la razón, se llegue a una reflexión final en la que prime el comportamiento, pensamiento y deseo humano en relación con los hechos sociales, políticos y culturales del país.

                        Experiencia estética
La literatura es la representación de la humanidad, de sus pensamientos y sentimientos en alguna época específica. Los maestros tenemos la tarea de llevar al aula no la literatura que el canon nos aconseje, sino que, a partir de las necesidades de los estudiantes, podamos proponer obras literarias con las que se identifiquen significativamente. De nada sirve, y eso debe quedar claro, que los estudiantes lean obras importantes si para ellos no lo son. El deber del maestro es convertirse en mediador de la literatura y en guía del análisis de los recursos estéticos. Es decir, debemos ser conscientes de que una experiencia humana no es igual a la otra y debemos hacérselo entender a nuestros alumnos pues de esta manera se logra, a parte de la experiencia estética, que el niño comprenda que a veces hay que volver al texto para comprobar o aclarar algunas cosas que también hacen parte de su realidad y experiencia, por medio del texto.
               La literatura en un marco significativo
Todo se une. Si llevamos una novela de un autor universal solo porque nos toca cumplir un requisito curricular, nuestra labor docente dejaría mucho que desear. La literatura, a diferencia de la historia, cuenta los hechos en un contexto particular, pero, sobre todo, explica los pensamientos y comportamientos humanos de los que en él actúan. Debemos ser conscientes de la manera en que llevamos al aula la literatura; de ahí, precisamente, parte la didáctica en esta área. Los estudiantes, en primera medida, deben conectarse con la obra para que la sientan suya, de su vida, de su entorno, y, a partir de eso, puedan reflexionar sobre el papel del humano en la sociedad y en relación con el prójimo. Esto, en síntesis, es lo que debemos comprender los docentes antes de correr con la gran responsabilidad de hacer de esta sociedad un paraíso o cementerio.

viernes, 6 de julio de 2012

Los cristianos en Colombia: La enfermedad de las ovejas tontas


LOS CRISTIANOS EN COLOMBIA:
LA ENFERMEDAD DE LAS OVEJAS TONTAS
Jhon Monsalve


Todos somos cristianos por tradición, mas no por razón. Esa es una verdad que defiendo a capa y espada desde hace un par de años. Vamos a misa o a culto, oramos o rezamos, cantamos o alabamos, damos limosna u ofrenda, pero nunca nos damos cuenta de que seguimos un rito religioso sin fundamento. Bueno, pues sí, fundamento hay: “Si no lo hacemos nos quemamos en el infierno”. ¿Pero quién lo comprueba? ¿No podría ser una simple amenaza de la Iglesia para retener adeptos?  Bien: si recordamos, en la Edad Media las indulgencias servían a los feligreses para comprar su salvación. Si usted tenía muchos pecados, podía absolverlos por medio de un pago que hacía a la Iglesia para que no le tocara "tan pesado" en la otra vida. El miedo a quemarnos ha hecho que nos congreguemos cada domingo, que vayamos bien vestidos, oliendo a rico, luciendo el último pantalón, el nuevo look, mostrando la reciente conquista. Los cristianos han tergiversado todo: ahora la iglesia es lugar de charlas virtuales, de picadas de ojo, de bostezos frecuentes. Ya no sentimos la religión como antaño, y no sé si sea grave o positivo. Lo cierto es que los cristianos congregados cada vez lo son menos, pero aún muy creyentes: “No tengo tiempo de ir, pero siempre oro en mi casa”.
Van a la iglesia sin haber leído nada: muestra esta de la irresponsabilidad del colombiano. El pastor o el sacerdote le explica la Biblia como si él solito no fuera capaz de entenderla, ¿no dicen que Dios de la misma forma que inspiró a los tantísimos escritores de la Biblia, los inspira a ustedes para que la comprendan? Entonces, díganme la necesidad de un pastor. Ah, bueno, claro: un pastor guía a las ovejas tontas, y como nos creemos tan estúpidos optamos por lo más fácil: que nos guíen, que lean por nosotros, que nos roben. Los colombianos somos ovejas tanto para el gobierno como para la Iglesia, y no nos damos cuenta de ello.
Alguien que me explique, por favor, por qué los cristianos somos los más intolerantes. Si llega un testigo de Jehová a nuestra casa, lo llamamos loco; si un católico va a misa, los evangélicos lo tildan de hipócrita, si una hermana de la iglesia de la esquina grita en sus noches de pasión (cosa muy normal y humana) la tratan de ramera y mala seguidora de Cristo. Los cristianos de Colombia no aceptamos que otro piense diferente a nosotros. Los evangélicos no se echan la cruz ni se bautizan, y los católicos afirman que los que no se persignan son hijos del demonio; por otro lado, los evangélicos hablan de la ignorancia de los católicos al echarse la muerte dibujando con la mano la cruz en el pecho. Ninguna religión está loca; todas son  intolerantes e irrespetuosas, que es otra cosa.
A todas estas: ¿se han puesto a pensar por qué somos cristianos? Pues si no lo han hecho, se lo enseño: porque los españoles nos impusieron esa religión tal como lo hicieron con la lengua. Y como sabemos, la imposición no fue la más bondadosa o humana. La Biblia, el libro que tanto adoramos (pero que no leemos), cobró vidas en todo el mundo, desde las Cruzadas hasta la Inquisición y la Conquista. Era obvio: hay que comprender a nuestros queridos españoles de la Edad Media y renacentistas: Jesús mandó a que se predicara la palabra en todo el mundo, y ellos lo único que hicieron fue obedecer. Por lo menos Saramago alcanzó a hacer la mejor crítica de estas muertes inservibles por medio de su pluma:
(…) su voz resuena por toda la tierra diciendo, Tú eres mi hijo muy amado, en ti pongo toda mi complacencia. Entonces comprendió Jesús que vino traído al engaño, como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios para morir así, y trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó al cielo abierto donde Dios sonreía: ‘Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo’.
Ahora les pregunto: ¿Qué habría pasado si los que nos hubiesen invadido no hubieran sido los españoles, sino los musulmanes? Pues nada: solamente que en estos momentos defenderíamos, ante cualquier religión y ante Satán mismo, que nuestro Corán es el único libro verdadero y que los cristianos de las otras tierras están muy equivocados. Eso pasaría porque somos tan herméticos, tan cerrados, que solo tenemos por cierto lo que nos han enseñando de niños. Pensemos un momento en esto, y démonos cuenta de que lo que causamos al seguir una doctrina es la mala imagen de la hipocresía, de la intolerancia, del irrespeto, y la amenaza de una futura guerra de religiones.
El primero de julio de este año, miles de colombianos quedaron esperando la conversión a Cristo del Pastor Miranda, de la congregación Creciendo en Gracia. Y nos amarramos a esto: que él era el anticristo, que era el falso profeta, que ahora sí se va a acabar el mundo, que los Mayas no estaban tan equivocados, que no son normales los terremotos en Japón ni en Santander (Je, je, je). Así somos los cristianos colombianos: como ovejitas tontas ante cualquier suceso. ¿Qué habríamos dicho de la Peste Negra que azotó a Europa en la Edad Media? ¿Qué habríamos inventado ante las olas de calor o de glaciares que bañaron el mundo entero? Sencillo: que pronto se acabaría el mundo y que Jesús estaría por venir (aunque sea un poco anacrónico). El mundo se acerca al acabose, pero por culpa del humano y su ética ecológica paupérrima. Tanto árbol talado, tanta agua sucia, tanto carro, tanta polución, tanta lluvia ácida, tanta vorágine.
Ahora seguimos el camino de nuestro pastor. No nos podemos perder porque el Diablo  (lo pongo con d mayúscula por la misma razón que escribo "Dios" de esta manera) nos espera con la boca abierta para devorarnos de un mordisco. ¡Pilas, allá va el pastor o el cura! Si no vamos a misa con él, no podremos cantarle alabanzas a Dios. Esperen… ¿debemos hacer esto mismo en el cielo? ¡Qué aburrimiento! Yo mejor me pierdo.
¿Y quién me comprueba que existe el cielo?, ¿y quién me comprueba que los equivocados no somos nosotros sino los musulmanes o los mormones? ¿Y quién me comprueba que el Mesías fue ese que vino y no el que aún esperan los judíos? ¿Y quién me comprueba que existe Dios? Los colombianos somos tan ovejas que no pensamos por nosotros mismos porque nos da pereza, y si pensamos algo por el estilo: somos pecadores, hemos blasfemado.
Ahora sí seguiré leyendo la Biblia: voy en Zacarías, y he aprendido que Dios era muy malo en el Antiguo Testamento, que el Pueblo Israelita era muy desobediente, que las profecías eran para los tiempos del Imperio Babilónico y no para los de Herodes,  y que la cultura y la historia que se presentan en esos libros no se parecen en nada a nuestra realidad. Si entendiéramos esto, si leyéramos la Biblia, si dejáramos la pereza a un lado, seríamos, en lugar de ovejas, delfines.

lunes, 2 de julio de 2012

El libro: un mundo desconocido


EL LIBRO: UN MUNDO DESCONOCIDO
Jhon Alexánder Monsalve Flórez

Estar en contacto con un libro es conocer el mundo. Recuerdo el cuento de Anton Chejov que trata de un hombre que, por una apuesta, pasa 15 años de su vida encerrado en una casa, pero con la posibilidad de tocar un piano, beber un vino y  leer los libros que guste. Soporta el tiempo acordado y, a través de la lectura, conoce el mundo, prueba los mejores vinos, caza ciervos, canta canciones, conoce la vida: “Durante quince años estudié atentamente la vida terrenal. Es verdad, yo no veía la tierra ni la gente, pero en los libros bebía vinos aromáticos, cantaba canciones, en los bosques cazaba ciervos y jabalíes, amaba mujeres... Beldades, leves como una nube, creadas por la magia de sus poetas geniales, me visitaban de noche y me susurraban cuentos maravillosos que embriagaban mi cabeza. En sus libros escalaba las cimas del Elbruz y del Monte Blanco y desde allí veía salir el sol por la mañana mientras al anochecer lo veía derramar el oro purpurino sobre el cielo, el océano, las montañas; veía verdes bosques, prados, ríos, lagos, ciudades; oía el canto de las sirenas y el son de las flautas de los pastores; tocaba las alas de los bellos demonios que descendían para hablar conmigo acerca de Dios...”. 
 Un libro hace que el humano conozca lo más profundo de su alma, comprenda su función en el mundo, reflexione sobre su papel en la sociedad. Hay libros malos y libros buenos, según el lector; cada uno tiene sus gustos y preferencias, como con la ropa, los autos, los celulares. Hay libros, como los de Paulo Coelho,  que le pintan con colores los corazones de la felicidad, tan efímera como la vida; hay otros, como los de Baudelaire, que lo derrumban sobre la cama de los muertos: la carroña aparece como representación del fin más cruel de la existencia. Hay libros que le muestran la realidad con metáfora, como Cien años de soledad, y otros con crudeza, como El desbarrancadero, de Fernando Vallejo. Hay libros que solo logran una lágrima, y otros que perduran en la reflexión del lector por siempre.
Estar en contacto con un libro es casi un sueño. Y más en este país. En la Edad Media, la burguesía era la única que podía acceder a los textos escritos; las clases populares, bajo su dominio, se contentaban con aquellos cuentos que se transmitían oralmente. Los hijos de los burgueses mantenían el prestigio de su linaje gracias a la posibilidad de educarse. Han pasado más de 500 años, y las bajas clases sociales siguen siendo las menos instruidas, las que, de ninguna manera, pueden comprar un libro: si compran uno, se quedan sin comer una semana. Los precios de los libros no permiten conocer el mundo. El sistema ha influido en ello: las editoriales se pelean entre sí para dar los “mejores” precios, las librerías tratan al cliente como a un ladrón, los libreros ya no saben de libros, la superación personal se posicionó más arriba del Chimborazo de Bolívar. Todos han oído hablar de Sangre de Campeón, y muy pocos del bello poema del libertador.
Puede afirmarse que estamos en la sociedad sin libros. La única biblioteca pública de la ciudad prohíbe que el lector busque el libro que desea, que experimente el contacto entre el polvo de dos días, el olor a hojas viejas y el peligro de que otro libro, distinto al que busca, lo atrape para siempre. El personal no sabe de libros y, mientras atienden, hacen mucho ruido. ¿Con qué ánimo un estudiante va a la biblioteca? ¿Con qué gusto va a leer un libro que le costó una semana de comida? No podemos echarle toda la culpa al maestro; en realidad, posibilidades no hay, y lo peor: el Ministerio de Educación busca el mejoramiento de la comprensión lectora, exige incentivación cultural,  hace propagandas en la televisión que solo favorecen a las librerías, mantenidas por la clase alta, y se olvida de que, con precios tan altos en los libros, no se pueden lograr tales ideales. Un libro ilustrado para niños no baja de 50.000 pesos.
La superación personal está opacando la esencia del libro. Aunque el humano se  refleje, o más bien se resguarde en ella, está, en realidad, siendo manejado como marioneta por los vagos pensamientos del autor. Estos libros dan una posible solución de vida, entre paupérrimos recursos literarios; Abad Faciolince afirma al respecto de la obra de Coelho: “Si vende por sí solo más libros que todos los demás escritores brasileños juntos, esto se debe precisamente a que sus libros son tontos y elementales. Si fueran libros profundos, complejos literariamente, con ideas serias y bien elaboradas, el público no los compraría porque las masas tienden a ser incultas y a tener muy mal gusto”. Que quede claro que el proletariado no puede ser culto porque no lo dejan. En los libros de superación personal no hay reflexión social; hay solamente el ansia inmensa de volverse mejor humano para prosperar, tener un carro, una casa y una beca, pero nunca se oye hablar a un árbol, como los que oía Arturo Cova, para reclamar la polución en que sumido lo tienen.
El libro es la máquina del tiempo. Julio Verne se adelantó al futuro y las tragedias griegas nos devuelven al principio. Podemos comprender el comportamiento del humano a través de la historia por medio del libro. Podemos sentir su sufrimiento, y comprenderlo, porque somos humanos: podemos sentir lo que sintió Dafne mientras huía de Apolo y comprendemos la Masacre de las Bananeras gracias a García Márquez. Nos encontramos vivos en la literatura de ayer y de siempre.
Al parecer a nadie le conviene que conozcamos el mundo. Si los libros fueran más asequibles, la reflexión social sería mucho más vasta y vorágines como las que suceden en nuestro país se comprenderían mejor y se les hallaría soluciones. No tarda el tiempo en que los bomberos empiecen a quemar los libros, al estilo de Fahrenheit 451, porque el gobierno quiere evitarnos una preocupación.