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miércoles, 25 de abril de 2012

Morana está bajo la cama



MORANA ESTÁ BAJO LA CAMA
(Cuentos Jhon Monsalve)

Jhon Alexánder Monsalve Flórez


Cuento publicado por Vanguardia Liberal el 1 de abril de 2012

Una mañana de noviembre encontraron de nuevo a Morana bajo la cama. Se dieron cuenta de que estaba allí por el asomo de sus pies, y por la costumbre. Morana pareció moverse un poco, improvisar un ademán dentro de la oscuridad que se inventó. “Otra vez no, Morana; sálgase de ahí”. No se oyó ni un ‘sí’ ni un ‘no’, ni un suspiro quedo, que diera a entender que ya salía, como pasaba siempre.

Decidieron dejarla ahí; no prestar atención a sus caprichos. “Siempre pasa lo mismo, mijo; se molesta por cualquier cosa, y se mete debajo de la cama. Si no soy yo, es usted, mijo, el que cede al capricho”. Los dos sabían que, por esta vez, debían ignorar la situación para darle una lección a Morana. Además, lo que quería se salía de toda posibilidad moral.

Hacía dos noches, había hablado con su mamá del tatuaje. “Pero por Dios, Morana, si tienes solo trece años”. Y como no funcionó, interrumpió la lectura de su padre para pedirle lo mismo. “¿Te enloqueciste, Morana? Esas cosas son del demonio”. Lloró a gritos para empezar el chantaje; se revolcó en el piso de madera haciendo chirriar las tablas. Su padre sintió que se le destemplaban los dientes. “Morana, esta vez, no. Sea esto, o sea otra cosa, NO.” El último ‘no’ lo dijo más con el fin de ganarle al chirrido del piso que con el fin de acentuar su decisión sobre el asunto.

Morana se metió bajo su cama. Dormía en cuarto aparte desde los siete años. Sabía que los afiches que había comprado cerca del colegio no serían bien vistos por su padre. Su mamá la comprendería. Una vez, la vio poniéndose su ropa interior de encaje, maquillándose de negro y oyendo a todo volumen una canción de Ozzy Osbourne. “Nenita, no haga eso cuando su papá esté en casa, porque le pega”.

Los afiches los ponía como sábanas bajo la cama. Se arropaba de pies a cabeza con una colcha oscura, y su “blackberry” en las manos. Cantaba solo para ella: Evil thoughts and evil doings. “¡Pero si es solo un tatuaje! Dizque demonio, ¡maldita sea!, el demonio es él, y ni eso; ya quisiera ser él como el demonio”, pensaba ahora en Luciano, el chico del colegio. “Maldito Luciano, eres una mierda; te cagaste mi vida”. Lo había conocido un par de años atrás mientras eran llevados al colegio. Se enamoró perdidamente, con un amor de niños; sin maldad, pero con muchos sueños. “Luciano, espérame; no seas bobo; solo quería demostrarte mi cariño”. Un beso no era nada, pensaba. “No hay razón para enojarse, Luciano; ni que nunca hubieras besado a una mujer”. Luciano aprendió a odiarla; le fastidiaba; sentía que no la soportaba. “Mamá, ya no quiero volver a ese colegio”. Y mientras, Morana recordaba: Such a shame, who’s to blame?

Se sintió como de luto. Empezó a vestirse de negro. Primero, muy sutilmente. Su mamá creía que era un cambio normal para su edad. Su padre empezaba a sospechar que el diablo se estaba apoderando de su alma. “Morana, por Dios, ¿por qué te maquillas así?”. Su madre era más condescendiente: “Mijo, déjela que desarrolle la personalidad que quiera”. Y desde entonces, todos fueron partícipes de su personalidad, aunque su padre, no muy convencido. Los dos cumplían los deseos de su hija, por extravagantes que fuesen; le permitieron que se rapara las sienes, que usara ropa de cuero, botas masculinas, correas anchas… Todo lo lograba con la misma actitud: primero oía un ‘no’; lloraba, se revolcaba en el piso haciendo chirriar las tablas; se metía bajo la cama, y no salía hasta que su padre iba a decirle que estaba bien, que le iba a dar gusto por última vez. Y así se repitió la escena hasta el día del tatuaje. Cause you feel life’s unreal and you’re living a lie.

“¡Estúpido Luciano, qué mal me has hecho!”. No paraba de oír la misma canción ‘What you saw can mean hell on this earth’. Se paró de su cama improvisada. Antes, ante el mismo hecho, se golpeaba la cabeza. Hoy no. La costumbre, la vida, el tiempo, Luciano. Su padre tiene güisqui en la biblioteca; su madre, muchos cuchillos en la cocina. Take a bottle, drown your sorrows.

“Esto lo hago por ti, Luciano”. The reaper’s you and the reaper is me. Acomodó la botella junto a la almohada. Los cuchillos formaban una cruz. Se acostó también sobre ellos. Sintió que rompió un afiche… dos, cuatro. No le importó. Made your bed, rest your head. Se arropó con la colcha negra. Bebió el trago de un golpe, tomó uno de los cuchillos, tentó su cuello, se acarició, sintió placer, el filo, el filo… Now you live inside a bottle. The reaper’s travelling at full throttle.

Los pies sobresalían. Su madre buscaba los cuchillos. Su padre no encontraba el güisqui. “Mijo, vaya a hablar con la niña; déjela que se haga el tatuaje”.

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