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sábado, 28 de abril de 2012

Lo positivo de las religiones: Una búsqueda constante a lo ideal del comportamiento humano


LO POSITIVO DE LAS RELIGIONES: UNA BÚSQUEDA CONSTANTE A LO IDEAL DEL COMPORTAMIENTO HUMANO
Jhon Monsalve


Hagamos una cosa: dejemos de mirar desde el infierno a la religión y mirémosla desde el cielo. Dejemos de tomarla, por un momento, como un negocio, como el opio del pueblo, como lo que tiene a Colombia y a los mundos sumidos en la estupidez e ignorancia, y aceptemos otras perspectivas. La religión permite que los hombres crezcan en armonía, con un temor hacia el pecado, con un respeto hacia Dios, un ente abstracto que merece acatamiento abstracto. Los Mandamientos hacen que las personas sean menos malvadas de lo que serían sin ellos. A la ley se le teme porque castiga en vida; a la religión porque castiga en muerte, y la muerte, como ya sabemos, es vida eterna en el paraíso o en el Seol. Este castigo hace que las personas adopten ciertos comportamientos éticos y morales en su relación con los otros, sin que lo hagan por obligación legal.

Si nuestra sociedad no se educa en el temor de Dios, el mundo se volvería un caos. No porque la religión sea la solución, sino porque el grado educativo y ético del Hombre no es suficiente para educar en el bien a sus descendientes; y mucho menos en nuestro siglo de computadores, BlackBerry y IPhone. Cada día nos volvemos más antisociales, paradójicamente, por las redes sociales, cada día pensamos menos en el otro y soñamos con aplastar al mundo para que pidan compasión mirando hacia arriba, hacia nuestro rostro inalcanzable y todopoderoso. La universidad no educa para los días de hoy, sino para los de ayer, que pasaron volando en 15 años.  Si no tuviéramos a un Dios, llámese como se llame, el mundo sería un caos peor que el de ahora. Por lo menos, las religiones mantienen, con sus errores e historia macabra encima, la moral humana de nuestra sociedad. Los mandamientos son leyes judías que llegan hasta nuestros días para arreglar el mundo. Leonardo Boff y Hans Küng enfatizan en varios puntos, que sintetizo en cuatro y que expongo, a mi manera, a continuación y que son el argumento de mi postura en el  presente artículo:

1.      La promesa para los justos: La vida se vuelve eje en las doctrinas. El humano debe portarse de manera óptima para lograr la salvación, es decir, la vida eterna. Este anhelo hace que se comporte humanamente con su prójimo para alcanzar lo que desea. Este actuar, visto desde una perspectiva humana, termina siendo inmoral, por el hecho de que se actúa en favor de algo en espera de algún tipo de remuneración. No obstante, el hecho de las promesas religiosas post-mortem influyen en el comportamiento cívico de la humanidad.

2.      Los maestros que quedaron: Sin duda alguna, el maestro más conocido es Jesús, que al morir, al dar la vida por los otros, se convierte en un ejemplo de humanidad de último nivel, que bien podría ubicarse en el estadio número 6 propuesto por Kohlberg. Pero hay más, como Mahoma, Francisco de Asís o la Madre Teresa de Calcuta, que pensaron en los otros y dejaron a un lado  sus beneficios e intereses.  Buda o Confucio, que fueron ejemplos de vida y de espiritualidad en sus mundos. Los maestros son ejemplos a seguir, y es lo que más ignoramos. Tal vez, lo que les hace falta a las religiones es darse cuenta de que su misión principal es seguir los caminos de los maestros que ellos mismos predican. Y parece que aún hace falta mucho de eso. Peter Singer, en Ética para vivir mejor, argumenta que los países capitalistas están grandemente influenciados por doctrinas protestantes, y eso ya contradice mucho los ejemplos del maestro.

3.      Una ética elemental: Las religiones son las que han hecho que los comportamientos humanos se regulen. Cada una de ellas, propone unos preceptos o reglas para comportarse de manera óptima ante la Divinidad y ante la humanidad. Ejemplos de esto son Los diez mandamientos del Pentateuco o los cinco preceptos budistas: a) Tomo el precepto de respetar la vida, b) Tomo el precepto de no tomar lo que no me es dado, c) Tomo el precepto de tener una conducta sexual correcta, d) Tomo el precepto de no hablar de manera dañina, e) Tomo el precepto de no tomar intoxicantes. Estas normas se convierten en preceptos cívicos y en reglas legales. Esto evidencia también que el humano no puede vivir ni convivir con su prójimo si no está bajo órdenes espirituales o cívicas. ¡Qué vacío tan grande el de la humanidad!

4.      La salvación para todos: En este punto hay pros y contras. Las religiones quieren que los que los rodean pertenezcan a la misma secta porque solo ahí se salvará la humanidad. Este proceder puede considerarse altruista por el hecho de que dejan de pensar solo en ellos, es decir, tienen claro que la salvación puede ser para todos, y por eso predican. Claro está que si predican ganan puntos para su propia salvación. Posiblemente, este actuar es un sofisma de distracción. Además, si todas las religiones quieren que los cercanos pertenezcan solamente a ellas, se estaría hablando de una envidia espiritual y, por ende, de un comportamiento inmoral.

De esta manera, las religiones son algo más que sectas que salvan: son organizaciones donde el bien común es el objetivo. El problema está en que sus asistentes actúan bajo sus intereses y no aceptan otras propuestas y congregaciones. Hablan mal del prójimo porque asiste a esa asamblea y a no la de este lado. Empiezan a robar gente de una religión a otra, como herencia de la invasión católica española que borró de nuestra tierra la diversidad religiosa. Estas acciones me hacen pensar que no han puesto en suficiente práctica sus preceptos y que, en realidad, su fin último no es ni el amor, ni la construcción de una ética elemental, ni el camino de sus maestros, sino su propia salvación. Y este hecho es el más abominable de todos: Actuar bien, predicar bien, confesarme bien, para lograr mi salvación, y que el resto se queme en el Infierno.

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