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miércoles, 15 de diciembre de 2021

La mediación pedagógica de procesos escriturales en la educación superior

 

La mediación pedagógica de procesos escriturales en la educación superior

Jhon Alexánder Monsalve Flórez

Imagen tomada de: https://www.semana.com/vida-moderna/articulo/educacion-escritura-computador-no-mano/359909-3/. 

El centro de la transposición didáctica no es el saber sabio, ni el saber enseñado (Chevallard, 1991), sino las mediaciones que se llevan a cabo en el aula para lograr el paso entre el primero y el segundo. En el caso de la enseñanza de la escritura en la universidad, nos enfrentamos a dos procesos de transposición que, aunque van unidos, pertenecen a latitudes diferentes. En primer lugar, se hallan las disciplinas que, con sus diversos metalenguajes, exigen usos específicos de la lengua para su comprensión o producción de nuevo conocimiento (Carlino, 2005); en segundo lugar, se encuentra la teoría de la escritura, con sus particularidades conceptuales y procedimentales (Cassany, 1990; Serafini, 1994; Flower y Hayes, 1981). Los docentes de escritura nos encontramos, entonces, ante una doble exigencia en la educación superior: 1) entender, al menos, las generalidades teóricas de las disciplinas y 2) enseñar muy bien los procesos escriturales que dan sentido a los contenidos de las disciplinas. Tales metas pueden lograrse a través de una mediación pedagógica oportuna: el estudiante socializa su saber científico, para recibir después, por parte del maestro, la orientación de cómo producir los discursos científicos correspondientes. La relación horizontal del conocimiento se hace, así las cosas, más que evidente.

Corredor, Pérez y Arbeláez (2009) describen cuatro condiciones del profesorado para una mediación pedagógica apropiada: la coherencia psicológica, que se refiere al reconocimiento del nivel cognitivo del estudiante por parte del maestro; la coherencia de contenidos, la cual hace alusión a la pertinencia de los procesos orientados en clase, según el nivel conceptual o de saberes previos de los estudiantes; la motivación y la implicación de los estudiantes, referente a la participación activa del aprendiz, dentro de una perspectiva constructivista; y, finalmente, la aplicación y la utilidad, entendidas como la orientación de saberes funcionales para las situaciones de la vida académica y no académica.

Dependiendo del curso de escritura que orientemos, los profesores evaluamos, por medio de un diagnóstico pedagógico (Arriaga, 2015), el nivel cognitivo y los saberes previos de los estudiantes. Con base en ello, tomamos decisiones sobre cómo proceder en el aula con pertinencia para la enseñanza de la escritura en disciplinas específicas; entonces, proponemos dos actividades transversales, unidas a la doble exigencia enunciada en el primer párrafo: creamos espacios de socialización conceptual para entender, en términos generales, la densidad terminológica del discurso propio de las disciplinas científicas y, luego, cuando ya entendemos grosso modo el proceso, orientamos la escritura. La aplicación y la utilidad se entienden, de esta manera, dentro de las necesidades de los profesionales en formación; en otras palabras, se tienen en cuenta explícitamente los resultados de aprendizaje (MEN, 2019; CESU, 2020)

Una asesoría de escritura de trabajos de grado puede ejemplificar lo abordado anteriormente. Aparte de las horas de clase, los profesores somos citados por los estudiantes para resolver problemas de escritura con los que, habitualmente, se hallan: coherencia, cohesión, ortografía, pertinencia de contenido, etc. En las asesorías, luego de haber determinado el nivel cognitivo y de conocimientos previos, procedemos a escuchar a los estudiantes. Nos cuentan las dificultades que han tenido, nos relatan sus experiencias negativas, sus inseguridades, pero también nos actualizan en aspectos disciplinares. No entendemos todo el metalenguaje, por supuesto, pero comprendemos las generalidades del trabajo. Solo después de ello, orientamos procesos de escritura: enseñamos a planificar, a textualizar y a revisar. Las asesorías, entonces, se dividen en dos momentos, concatenados con las mismas metas del primer párrafo: socialización de los educandos sobre los saberes científicos y enseñanza de la escritura por parte del profesor. De esta manera, potenciamos y proyectamos no solo competencias científicas y resultados de aprendizaje, sino también habilidades generales: la autonomía, la participación y la adecuación apropiada del discurso científico.

Las cuatro condiciones de la mediación pedagógica también se evidencian en procesos de escritura orientados a grupos particulares de carreras específicas. Verbigracia, cuando los docentes de escritura llegamos al aula con un grupo de Trabajo Social, no sabemos, en principio, aspectos relacionados con esta carrera. Aunque hemos sido educados en las generalidades de las Ciencias Sociales, nuestros saberes no son tan específicos para guiar al estudiante en cuanto a la planificación, textualización y revisión de textos científicos de esa área. Así las cosas, procedemos en el mismo orden: diagnóstico sobre nivel cognitivo y de saberes previos de escritura, socialización grupal de los conceptos de base y de los procesos que se requieran para el proceso y, por último, la orientación escritural en dependencia de las generalidades teóricas ya comprendidas por el maestro. La funcionalidad de los procesos de escritura dentro de las esferas científicas de la universidad se hace visible y se encamina a la consecución de los resultados de aprendizaje del futuro profesional.

Finalmente, pensamos que los profesores de las disciplinas específicas podrían hacer el trabajo ideal en la mediación pedagógica de la escritura en la universidad. No obstante, se presentan, para ello, mínimamente dos obstáculos: en primer lugar, el imaginario de que los estudiantes universitarios deben saber escribir todos los géneros textuales posibles y, por ende, no es trabajo del maestro de la carrera orientar procesos que deberían estar ya superados; en segundo lugar, la falta de preparación de estos docentes en temas de didáctica de la escritura. Mientras se derrumban estas barreras, aquí seguimos los maestros de escritura científica, buscando la mediación pedagógica más oportuna, que cumpla, en lo posible, con las cuatro condiciones de base: la coherencia psicológica, la coherencia de contenidos, la autonomía de los estudiantes y la funcionalidad de lo que ellos aprenden.

Referencias

Arriaga, M. (2015). El diagnóstico educativo, una importante herramienta para elevar la calidad de la educación en manos de los docentes. Atenas, 3(31), 63-74.

Carlino, P. (2005). Escribir, leer, y aprender en la universidad. Una introducción a la alfabetización académica. Fondo de cultura económica.

Cassany, D. (1990). Enfoques didácticos para la enseñanza de la expresión escrita. Comunicación, lenguaje y educación, 2(6), 63-80.

Chevallard, Y. (1991). La transposición didáctica. Del saber sabio al saber enseñado. AIQUE Grupo Editor S.A.

Consejo Nacional de Educación Superior (CESU) (2020). Acuerdo 02. https://www.mineducacion.gov.co/1759/articles-399567_recurso_1.pdf.

Corredor, M.; Pérez, M. y Arbeláez, R. (2009). Estrategias de enseñanza y aprendizaje. Ediciones Universidad Industrial de Santander.

Flower, L. y Hayes, J. R. (1981). A Cognitive Process Theory of Writing.  College composition and communication, 32(4), 365-387.

Ministerio de Educación Nacional (MEN) (2019). Decreto 1330. https://www.mineducacion.gov.co/1759/articles-387348_archivo_pdf.pdf.

Serafini, M. (1994). Como se escribe. Paidós.