Amor
ciego, de
Miguel Torres: una novela de crimen redescubierta
Jhon Monsalve
El
narrador que configura Torres no tiene nombre. Desde la primera idea que
escribe en la novela, el narrador deja una curiosidad para el narratario: ¿cómo
mató a Irene Damián? No es difícil, como se evidencia, relacionar este inicio con
El túnel, de Ernesto Sábato: dos
asesinos pasionales.
La
novela de Torres existe desde hace veinte años, aproximadamente, y hasta ahora
resurge. Gracias al éxito literario de la trilogía que el autor inició a
publicar desde el 2006 con El crimen del siglo, seguida de Incendio de abril y
rematada con La invención del pasado, Tusquest permite que los lectores asiduos
de la obra del escritor bogotano retomen la primera novela que pasó
desapercibida tras su primera publicación.
Y
por fortuna fue así. Un narrador, escritor literario, se enamora profundamente de
Irene Damián, una actriz de teatro en Bogotá (la ciudad nunca se nombra, pero
alusiones a Monserrate y al contraste entre sur y norte permiten la inferencia
citadina), quien viaja constantemente y mantiene relaciones extrañamente pasionales
con Manuela, una mujer que amenaza con suicidarse si Irene la deja.
El
narrador se enamora de la imagen que ve en un afiche publicitario de uno de los
teatros de la ciudad. La imagen tenía la figura de Irene, representando a
Medea, la heroína trágica. El narrador entra a ver la obra y se enamora de la
mujer, de la actriz y del personaje. Inicia, así, una relación bastante pasional
entre los dos sujetos.
En
el momento en que Irene decide viajar y dejarlo solo, el narrador se enfrenta
con la soledad que produce la obsesión hacia alguien y decide asesinarla.
Mientras la relación dura, el narrador sufre episodios de horribles soledades y
de depresiones contantes sin su amada, a quien pareciera no importarle tales
reacciones. Una de las razones más recurrentes que la mujer da al escritor sobre
su ausencia se resume en que debe acompañar a su amiga Manuela para que atente
contra su propia vida (quien será reconocida como Laura por el narrador, luego
de varios capítulos. Esta Laura es una mujer del círculo cercano de Irene.
Aunque nunca lo corroboró, el narrador se lleva a la tumba esta impresión).
Un
día Irene, luego de acabar con su temporada de Medea y luego de recibir fuertes
golpes por parte del escritor obsesivo, decide marcharse una vez más fuera del
país. El narrador prepara un plan para asesinarla, ya sea con arma blanca o con
revólver. Irene llega a lo que sería, en principio, una cena de despedida. El
narrador come con ella y, cuando están en la cama, decide matarla ahogándola
con la almohada, mientras ella gime ante un eterno orgasmo. Loaiza Grisales,
cita a Torres: “Se va creando un mundo ficticio, delirante, casi sin salida,
parece que la única salida que tiene al final es matar al ser amado para
apropiarse de él. Es una ley perversa, es la única manera que él encuentra para
que ella no se vaya, no sea de otro, para que no sea ajena. Es terrible”.
Gracias
a un oportuno trabajador de funerarias, logra cremar el cuerpo sin ningún rastro
de asesinato. No obstante, el narrador no soporta el recuerdo de Irene y decide
suicidarse. Ante la imposibilidad de tal acto, opta por contratar a una
sicaria, que se vista con las ropas de Irene, para que lo asesine.
Esta
novela de crimen y de pasiones se redescubre, después de tantos años, ante su
belleza literaria, su tensión y buena narración.
Buen resumen.
ResponderEliminarAgradezco su apreciación. Saludos.
ResponderEliminarTengo una duda que no sé si pueda ser resuelta. Me leí el libro, pero no recuerdo si el narrador de la historia tiene nombre
ResponderEliminar¿Lo tiene?