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domingo, 1 de noviembre de 2015

La venganza virtualizada del asesino de Jorge Eliécer Gaitán

La venganza virtualizada del asesino de Jorge Eliécer Gaitán
Jhon Monsalve



En el XIX Congreso de la Asociación de Colombianistas, llevado a cabo en Medellín del 1 al 3 de julio de 2015, se presentó un avance de la pesquisa “La configuración de la identidad de la familia Roa, en El crimen del siglo, de Miguel Torres”, adscrita al Grupo de Investigación Cultura y Narración en Colombia (Cuynaco). El objetivo de esta investigación radica en la interpretación semiótica de la identidad de los personajes de la familia Roa, desde tres categorías englobantes: la pasional, la ideológica y la axiológica. Como se evidencia a lo largo de este artículo, el avance presentado se delimitó al personaje protagónico de la novela y a los complejos pasionales que lo caracterizan.

Las pasiones de Juan Roa Sierra
Si Juan Roa Sierra hubiera asesinado a Gaitán, se habría debido más a actos de manipulación que a la realización de la venganza, programada desde el inicio de El crimen del siglo, de Miguel Torres. Los secuaces del Mandamás ―personaje caracterizado por comandar, en la novela, el plan de muerte del caudillo liberal― conminan a Roa para que asesine a Gaitán; es decir, los roles de victimario y víctima recaen sobre un mismo sujeto, que, de no aceptar la demanda, terminaría sin familia, según las amenazas de los manipuladores.
Juan Roa Sierra, con libreta en mano, persigue su objetivo: vengar la ofensa que sintió por parte del caudillo, cuando fue a pedirle trabajo confiando en que recibiría su ayuda en agradecimiento a muchos años de apoyo político: “Lo siento Joven. Pero no puedo ayudarle, dijo Gaitán disponiéndose a cerrar la puerta. Doctor, insistió Roa, y su tono ya era de súplica, cómo es posible que una persona tan importante como usted no pueda darme una mano para conseguir un puesto. Yo no doy ni pido puestos para nadie, no estoy en el poder, respondió Gaitán visiblemente molesto. Así como vino aquí vaya y pídale cacao al gobierno. Ellos sí tienen cómo ayudarlo”. (Torres, 2013, p. 19). Después de esta acción, Roa toma la decisión de vengar la ofensa, de compensar las heridas, de equilibrar las pasiones. Adopta el rol de espía y se convierte en la sombra invisible de Gaitán. Todo lo anota: las direcciones, los horarios, los movimientos, las amistades, etc.
El motivo de la ofensa se debe a la decepción de no obtener lo que esperaba. Y no obstante, este estado no es prioritario en el devenir pasional del sujeto; el rencor nace y crece en Juan Roa Sierra; es un resentimiento arraigado que, según Greimas (1989, p. 267), “se conserva de una ofensa, de un perjuicio, con hostilidad y deseo de venganza”: “En primer lugar admitió que le tenía miedo a Gaitán. Miedo y rencor. Aunque el rencor era más grande que el miedo” (Torres, p. 103).

Sin embargo, Juan Roa Sierra, mediado por complejos pasionales, decide no llevar a cabo su plan de venganza. En la teoría semiótica se reconocen algunos niveles característicos de los sujetos patémicos, entre los cuales está: la moralización, fundamental para la comprensión de por qué Roa, luego de querer asesinar a Gaitán, cambia de opinión. Se entiende por moralización la reflexión del sujeto sobre los actos que ha realizado y las metas que se ha propuesto: “Ahora bien, recapacitando, poniendo cada pesa en su balanza, tenía que terminar por reconocer que después de todo Gaitán no le había hecho nada digno de ser considerado una ofensa tan grave que justificara la venganza de asesinarlo. Se había negado a hacerle un favor, eso había sido todo. Pero uno no podía ir matando a toda la gente que se negaba a hacerle favores” (Torres, p. 172). A partir de este momento, el querer-asesinar pasa a ser un deber-asesinar, producto de la manipulación de los secuaces del Mandamás, y de esta manera, la venganza no se realiza, sino queda virtualizada.