¡Usté
mucho ser pingo, mano!:
Acercamiento
a una explicación gramatical y sintáctica
Jhon
Monsalve
En
este texto expondré las razones por las cuales podría ser considerada
incorrecta, gramaticalmente hablando, la proposición “Usté mucho ser pingo,
mano”, propia de nuestra variedad de lengua. Podría empezar fácilmente diciendo que le hace
falta la d al pronombre de segunda
persona usted (que, para algunos
gramáticos, es de tercera persona porque concuerda con la conjugación típica del
pronombre él). Pero no tendría ningún sentido escribir un texto para algo tan elemental.
Tampoco me centraré en el vocativo mano
porque funciona simplemente como apelativo y, en su lugar, podría ir cualquier
otro nombre o cualquier apodo. En este caso, podría complementar la idea
exponiendo el uso de la coma antes, entre y después de vocativos, pero eso ya
lo sabemos todos y, por lo tanto, si hubiera puesto el mano en la mitad no sería extraño que lo encontráramos entre comas:
¡Usted, mano, mucho ser pingo! Eso es
ortografía básica de bachillerato o de universidad.
Tampoco
me centraré en la explicación de variaciones diatópicas porque este texto
pretende ser prescriptivo, aunque, en parte, para algunos, no lo logre. Si
fuera así, me extendería por los diferentes tipos de variaciones lingüísticas,
tendría en cuenta lo diafásico para indicar los momentos en que puede
presentarse con más recurrencia el uso de mano,
o de usté, o de mucho ser pingo. Nada de eso. Solo voy a explicar la razón por la
cual es errónea, gramatical y sintácticamente hablando, la construcción propia
de la variedad lingüística en Santander: mucho
ser pingo.
Comprendamos, ante todo, la sintaxis, es decir,
el orden, de esta oración: en primer lugar, aparece el adverbio de cantidad mucho, luego el sustantivo ser (no es un verbo; no está conjugado,
por lo tanto, no indicaría acción, aunque en este caso, según el uso que le
damos, lo hace) y por último el adjetivo pingo.
La misma estructura se presenta independientemente del verbo o del adjetivo; lo
único que se mantiene es el adverbio. Por esa razón, decimos y escuchamos a
diario proposiciones como: “Usté mucho cantar bonito”, “Yo mucho tener hambre”,
“Esa mujer mucho estar rica”, “Ese man mucho oler a feo”, etc. La misma
estructura: adverbio, sustantivo, adjetivo. El problema radica, precisamente,
en que el verbo, o más bien el nombre
del verbo, no está conjugado. Por lo tanto, no hay verbo en la oración, y una
oración sin verbo no es oración.
Muchos
dirían que el problema radica en el adverbio mucho; yo no lo creo así. El adverbio está junto a la palabra que
funciona como verbo en la oración; es decir, está en el lugar justo. En cambio,
el hecho de la no conjugación del verboide en infinitivo (ser, estar, cantar)
produce un gazapo idiomático, desde un análisis prescriptivo. El orden ideal de
esta construcción sintáctica sería: ¡Usted
es muy pingo, mano! Si vemos, el verbo ya aparece conjugado (es) y el adverbio mucho cambió por muy,
pero continúa al lado del verbo y calificando, al mismo tiempo, al adjetivo
(que también es atributo) pingo.
Y
ya. No es más. Estarán pensando que yo mucho ser cansón con estos temas. Pero
una explicación de vez en cuando no cae mal. Total, ni usted ni yo vamos dejar
de utilizar esa estructura; ni que fuéramos tan pingos.
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