“ESTUPOR Y TEMBLORES”, DE AMÉLIE
NOTHOMB: UNA CONTRAPOSICIÓN DE LA CULTURA OCCIDENTAL CON LA NIPONA
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
En
1999 la escritora belga Amélie Nothomb publica “Estupor y temblores”, novela
considerada autobiográfica. Fue ganadora del Gran Premio de la Academia
Francesa y del primer Premio Internet de Literatura, donado por primera vez,
meses después de la publicación del libro, por las votaciones de los
internautas. Si comparamos la Amélie autora con el personaje femenino de la
novela, podemos hallar muchas semejanzas. Ya dijimos que la novela es
autobiográfica, pero en este texto, omitiremos ese dato y nos concentraremos en
las acciones de los personajes de papel que configuran una interesante
oposición cultural entre oriente y occidente.
El nombre del libro
“Estupor
y temblores” indica las sensaciones que los súbditos, en Japón, sentían cuando
se dirigían al emperador. En la sociedad jerarquizada de la novela, se
evidencian estos sentimientos a flor de piel sobre todo en dos personajes:
Fubuki y Amélie, y más aun sobre esta última. Omochi, como veremos, es el
personaje que produce, en mayor proporción, tales sensaciones en los empleados
de Yumimoto. La narradora asocia este sentimiento con el que sentían los
samuráis cuando se dirigían a su superior: “El antiguo protocolo imperial nipón
establece que uno deberá dirigirse al Emperador con «estupor y temblores».
Siempre me ha encantado esta fórmula, que se corresponde perfectamente con la
interpretación de los actores en las películas de samuráis, cuando se dirigen a
su superior con la voz traumatizada por un respeto sobrehumano”.
La forma
El
libro no está dividido por capítulos. Está relatado por una narradora que, en
primera persona, cuenta sus experiencias en la empresa Yumimoto. Hay diálogos
en los cuales es otorgada la voz a los personajes. Y hacia la mitad de la
novela, hay un cambio interesante a monólogo interior, sin tantos desajustes
sintácticos; en esto, difiere del Ulises, de James Joyce. La narración es
sucesiva y, de vez en cuando, entrelaza situaciones con momentos del pasado de
la narradora o del pretérito histórico de Japón o de occidente.
La narración y algunas axiologías
“Estupor
y temblores” cuenta la historia de una mujer belga que ha vivido gran parte de
su vida en el Japón y que, graduada con el título de docente, ingresa a laborar
a una empresa en la que, desde el principio es humillada y subestimada. Lo
curioso es que ella, en lugar de tomar los improperios de mala manera, se ríe
de la situación y comprende su lugar como mujer y como europea en ese país
lejano. Al principio, se encarga de llevar y de traer los cafés de los jefes.
Queda impactada por la belleza de Fubuki, una nipona hermosa, que sobrepasaba
la belleza de la mujer común del Japón. La mira a ratos largos, la detalla con
una especie de admiración parecida a la idolatría. Fubuki, cuyo apellido era
Mori, tenía 29 años y no se había casado. Esto, en una cultura como la nipona,
es un acto de desvergüenza, si no ha dedicado el tiempo al trabajo en remplazo
del “amor”. Entre comillas ponemos este sentimiento porque enamorarse no cabe
en los planes de los nipones, que ven la vida y todo a su alrededor con
pesimismo y resignación: “Porque, en resumidas cuentas, la estocada que, a
través de todos estos dogmas incongruentes, se ha asestado a la nipona es que
nada bueno debe esperar de la vida. No aspires a disfrutar porque tu placer te
destruirá. No aspires a enamorarte porque no mereces que nadie se enamore de
ti: los que te amarían te amarían por tu apariencia, nunca por lo que eres. No esperes
que la vida te dé algo, porque cada año que pase te quitará algo. Ni siquiera
aspires a una cosa tan sencilla como alcanzar la tranquilidad, porque no tienes
ningún motivo para estar tranquila”. El caso es que vio en Fubuki a una persona
en la que podía confiar. Sin embargo, no lo fue tanto con el transcurrir de los
días. Tenshi, uno de los empresarios, vio la posibilidad de estudiar las propiedades
de una grasa particular para extraer de ella cierto elemento que consideraba
poco saludable. Para llevar a cabo este estudio necesitaba la ayuda de una
persona que supiera hablar francés (parte de las consultas debía hacerse en
Bélgica) para que la investigación se llevara a cabo lo más pronto posible.
Amélie lo tomó tan de buena manera, con gran halago, que en un par de días le
entregó a Tenshi un informe de alta calidad. Y fue a partir de esto que su
superiora inmediata, es decir, la señorita Mori, la acusó ante el
vicepresidente por tal hecho, que era externo a sus labores cotidianas. Las
reprimendas vinieron para ambos y, en ese contexto, Amélie comprendió que no se
le puede refutar a un mayor, profesionalmente hablando, y que las órdenes se dan
tal cual ellos digan (volvemos a evidenciar el sentimiento de estupor y de
temblor que se produce en Japón, frente a alguien jerárquicamente superior). Este
evento produjo que el pequeño lazo de amistad (considerado de esa manera por
Amélie) que tenía con Fubuki se rompiera definitivamente.
Llegó
el momento en que no tenía nada que hacer y uno de sus superiores la ocupó en
la fotocopia de un documento de mil páginas, el cual la obligó a hacer
reiteradas veces y sin usar el dispositivo de la máquina que facilita el
trabajo, solo con la excusa de que los bordes no quedaban bien delineados (el
obetivo era mantenerla ocupada). Trabajó también arreglando las fechas de los
calendarios que estaban colgados en las oficinas de la empresa. Hasta el día en
que transcribió cierta información de contabilidad en sendas facturas, cuya
información, quizá por descuido o por desinterés, quedó errónea. Esta tarea
había sido encomendada por su jefe inmediata, la señorita Mori, que concluyó
que los errores se debían a una venganza que tenía entre manos la joven belga
para dejar en nivel la situación del informe que le ayudó a hacer a
Tenshi. La emprendió contra ella y,
desde ese momento, solo hubo improperios contra Amélie: la estúpida, la
ridícula, la bruta y la torpe. Amélie tomaba con serenidad los insultos e
incluso llegaba a acogerlos con ironía: la culpa, eso bien lo sabía ella, era
su posición de desventaja por ser occidental y del sexo femenino.
El
día que produciría la transformación de los hechos de la novela llegó con
insultos públicos del vicepresidente hacia Mori. El error de Amélie fue
compadecerla, tal cual lo haría un occidental del común. Esta compasión fue
tomada por Fubuki como un insulto y como un sarcasmo de la joven belga hacia su
superiora. Desde ese momento, por órdenes directas de la señorita Mori, Amélie debió
limpiar los baños del piso en el que laboraba y cambiarles el papel
diariamente. No podía caer más bajo, y sin embargo, se sentía tranquila:
hallaba significado a sus labores partiendo de cualquier cosa; una de las más
recurrentes era la libertad que le producían los ventanales de la empresa, y experimentaba
sensaciones suicidas mientras los veía. Llegó al fin el día de la renuncia y se
marchó sin criticar a nadie y afirmando que, si no había logrado hacer sus
trabajos de forma correcta, había sido solo por su inutilidad. El jefe mayor,
el que estaba en la punta de la jerarquía de Yumimoto, la comprendió y
sobrevaloró el informe que había ayudado a hacer al señor Tenshi. Después de
los años, publicó una novela y tal vez por esta razón recibió, muy
sorpresivamente, una carta de felicitación por parte de Mori.
Ciertos comentarios
En
una ocasión, luego de que Amélie llevara cafés a una junta de la empresa, fue
reprendida por haber hablado en japonés, pues, de esta manera, los consejeros
se sintieron intimidados ante la sorpresa de que una blanca, como suelen llamar
a las mujeres de occidente, comprendiera su lengua. Desde ese día evitó, y
durante mucho tiempo, hablar en ese idioma. La carta que recibió de Mori, al
final de la novela, estaba escrita en japonés, hecho que la regocijó
enormemente, pues la que antaño fue su superiora, ahora la aceptaba dentro de
los suyos, a pesar de su color de piel y de su país de origen: “Aquella nota
contenía elementos suficientes para hacerme feliz. Pero incluía un detalle que
me encantó en grado máximo: estaba escrita en japonés”.
La
novela muestra las diferencias sociales entre el continente asiático y el de
occidente. Este último continente se toma, según las perspectivas de los
personajes, de manera peyorativa: donde habitan personas como Amélie, la
metaforización de Europa, estropeada, pordebajeada,
por Asia. Japón, un país de suicidas, desarrollado, en parte por su dedicación
laboral, es el centro de una cultura reprimida (ejemplo de ello es la
imposibilidad de amar, la valoración negativa de vestirse de cierta manera o de
dar un beso en la mejilla a alguien) llena de jerarquizaciones, causales de un
eterno “Estupor y temblores”.
Muy buen análisis...me ha ayudado mucho.Gracias
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