Mi cumpleaños número 23
Artículo publicado en la Revista Coito: http://www.facebook.com/revistacoito
El año pasado, en el mes víspera de la hipocresía y de la desfachatez, cumplí 23 años. Me sentía un poco inerte. Bueno, seamos sinceros: en realidad me sentía muerto. Y es que 23 años no vienen solos: llegaron, en mi caso, cansados de la pobreza, de la miseria, de la limosna. Y lo peor es que tengo que seguir soportando esta vida por muchos más años. Les confieso que sentía una especie de asco hacia mí mismo cuando crecía la estúpida fe o espejismo (total, en cualquier circunstancia, siempre son similares) de que los mayas, civilización que admiro y respeto (de la que salió uno de mis libros favoritos, aunque contaminado de mierda) habían predestinado, tal como lo malinterpretaron algunos lectores que no saben leer, que el mundo se acabaría en diciembre de 2012.
Qué alivio habría sido eso. Para mí y para los de abajo, para los parias de esta ciudad inmunda que me acorrala y me tortura a diario.Pero no. No se acabó nada, y mientras tanto, los cristianos suspiran hondamente, y con una sonrisa estúpida le dan gracias a diosito lindo por permitirles un año más de vida y le juran que este nuevo año se portarán mejor. Estos son los parias más bobos, los parias producto de nuestro Estado. Hay otros, como yo, que vemos un poco más allá, sin temor a equivocarnos (somos conscientes de que a veces actuamos bajo los efectos de la represión social y parecemos unos simples resentidos); hay otros que no nos comemos el cuento de que un año puede ser mejor que otro, si la educación sigue igual, la desigualdad social se nota más, el capitalismo alabado por millones de colombianos que, de paso, son todavía uribistas, gana cancha en el Norte y pierde los recursos en el Sur. Y nadie dice nada: actuamos como ovejas detrás del pastor o, lo que es lo mismo, como cristianos detrás del ladrón, perdón, ladrón no, ¡cómo se les ocurre!, quise decir pastor.
Y a todas estas no he dicho lo que venía a decir. Siempre me pierdo por las ramas, pero es que me dijeron que tenía que hablar de algo alusivo al tema de esta entrega y... pues me emocioné: estos temas son tan normales para el mundo, que hace que lo deteste cada vez más, con más ganas y ahínco, y empiezo a insultar a diestra y siniestra, y creo que ya me pasé, porque insulté a dios lindo y a Uribe y a esta ciudad de mierda en la que habito porque tengo muchas cosas (secretas) que hacer en ella. Ahora sí: si el mundo se hubiera acabado, estaría feliz en la inmensidad de la muerte, en su pureza, en la tranquilidad de no estar más vivo. "¿Y el infierno? De seguro se va pa'llá". "No, no, no, yo no creo en mitos, muchas gracias, señora, pero soy ateo". El infierno fue un invento del cristiano para amenazar de por vida a sus feligreses, para tenerlos amarrados a una doctrina que ni siquiera es suya, sino de un pueblo elegido por el mismo dios clasisista, que también fue inventado. Imagínense una religión que predica a un dios amenazador y asesino... pues esa misma ha regido nuestras normas sociales y hasta políticas de nuestros países.
Y estaba una noche sentado frente al computador, cuando me di cuenta de que estaba muerto. Solo pensé en Yésica, y mis dedos se empezaron a balancear sobre el teclado, y resultó esto (con lo que me despido): "Sí, lo sé, tal vez suene patético, tan tonto, tanto, pero hay que celebrar este día, esta noche estúpida, este próximo amanecer. No siempre se cumplen años en paz. No siempre Onetti te clava el existencialismo en la razón, no siempre se ama tanto. 23 años se aproximan en el kayak de la muerte; ya lo he dicho: cuando se cumplen años es como si se celebrara un año menos de vida, es como si se avanzaran unos centímetros de arena antes de llegar al arca. Rimbaud ya había hecho su obra poética con 3 años menos, y yo aún aquí soportando la vida, o tal vez la muerte. Siempre he pensado que las veces en que he estado a punto de morir, he muerto de verdad, pero que sigo viviendo mi vida en un mundo aparte, mientras el otro se desarrolla sin mí y con una sonrisa de oreja a oreja, pícara, tímida, sarcástica. Tal vez sí estoy muerto y lo que vivo y escribo son ilusiones: la vida no puede ser tan perversa como la pintan, ni como la viven, ni como la mueren. 23 años de vida, sí, y como 3 de muerto. ¿A quién no mata esta ciudad bonita? Si por bonita, se volvió puta. Cada vez hay más basura en las calles, más mierda en los parques y menos oportunidades. Últimamente me ha dado la impresión de que huelo a Quebradaseca y a Parque Centenario. En los últimos días mis amigos de infancia se educan debajo de los puentes, mientras los que Luchan de todo corazón sacan tajada de todo corazón: ahí aparecen los gatos, y los ratones, y los burros de Rafael Pombo... Eso sí: no siempre se ama tanto: 2 años, 2 meses, 20 días y 3 horas son razón suficiente para aguantar por tanto tiempo este 'valle de lágrimas', como lo llamó Juan Rulfo. Ya viene el kayak, y solo me voy contigo, con nadie más: vámonos para siempre, empaquemos a Onetti, para encontrarnos con lo mismo: nada cambiará, solo el tamaño de nuestro afecto".
No hay comentarios:
Publicar un comentario